domingo, 13 de mayo de 2007

Capriccio de Richard Strauss, a propósito de una alusión mitológica (II).

Tras la introducción, que versó sobre la génesis de la ópera, y que ofrecimos en una anterior entrada vayamos al argumento. Puede que este artículo se haga largo, pero no hemos querido dividir el argumento en dos entradas, par que no se pierda el hilo del mismo.
Escena I
Se levantan las cortinas mostrándonos un salón sumamente decorado de un castillo cercano al París del siglo XVIII. Con puertas tapizadas de espejos y candelabros con temblorosas velas.
Desde un salón adyacente se escucha el andante de un sexteto de cuerdas, que bien podría ser encuadrado como la obertura de la ópera. Es una composición que Flamand (el músico) ha dedicado a la principal protagonista de la obra, la Condesa Madeleine. Son los prolegómenos del cumpleaños de la Condesa, joven viuda y foco de atracción de los dos co-protagonistas: el músico aludido y Olivier, el poeta. Podemos verlos al abrirse una puerta. Están escuchando y al mismo tiempo miran atentamente a la Condesa. En el centro, La Roche, director de teatro, duerme sentado en un sillón. Ambos jóvenes artistas dan a entender que ellos son amistosos rivales por el amor de la misma mujer, Madeleine. Pero rivales amistosos: Freundliche Gegner.
Continuando en las apreciaciones sobre la belleza de la mujer que ambos cortejan, Olivier aclara lo que será el segundo tema de la obra: Wort oder Ton? (¿Palabras o música?) y más adelante: Prima le parole, dopo la musica! a lo que Flamand responde: Prima la musica, dopo le parole!
La discusión prosigue entre ambos, cada uno defendiendo a su Musa.
El sexteto termina y La Roche (¿caricatura de Max Reinhardt?), que se supone es el organizador de la fiesta, se despierta: Bei sanfter Musik schläft sich's am besten (Con una música suave es como mejor se duerme)
El director de teatro se une a la discusión defendiendo la importancia de la producción de las obras. Continúa luego alabando las grandes óperas italianas. Los otros dos, se unen momentáneamente contra el "mercantilismo" de La Roche. Pero la conversación cambia rápidamente de rumbo cuando ven que la Condesa se aproxima. Cada uno comenta algún aspecto de la belleza de Madeleine.
Escena II
Entran la Condesa y el Conde, su hermano.
Ambos tratan de sondearse uno al otro. Él trata de buscar una pista sobre si la condesa prefiere a Flamand o a Olivier, aunque atribuye el amor a la música de Madeleine a su cariño por Flamand.
Ella, en respuesta, explica la pasión de su hermano por el teatro como interés por la hermosa y aclamada actriz Clairon, que llega al castillo poco después.
Madeleine trata de evitar la respuesta directa dirigiendo la conversación hacia la música de Couperin y canta algunos compases de un aria de Rameau: Fra le pupille di vaghe belle......
En esta ocasión, la heroína se enfrentará a un clásico dilema para elegir entre los dos pretendientes; situación harto diferente de la figura central de El Caballero de la Rosa a quien le toca decidir entre el abandono y la dignidad.
Después de pocos minutos entendemos porqué Krauss bautizó a esta obra como "pieza de conversación"; sin rozar siquiera a Intermezzo, comienzan a bajar versos con tenue fondo musical. El primer dúo musical se desarrolla entre ambos hermanos:
El conde: Leicht zu verlieren, leicht zu gewinnen. La condesa: Sorgend gewinnen, liebend behalten.
Escena III
Vuelven La Roche, Flamand y Olivier.
Planean una obra para festejar el cumpleaños de la Condesa: una sinfonía compuesta por Flamand. Señalando a Olivier, el Conde agrega que luego se representará un drama que aquél escribirá y en donde él mismo actuará.
Como "postre", La Roche completará la función con una representación de su compañía: Wer hört auf die Worte, wo Töne siegen!Quien escucha las palabras donde vence la música!)
Flamand parece haber ganado un aliado inesperado. Súbitamente, oímos un clarinete que anuncia la llegada de Clairon.
Escena IV
La Roche se muestra orgulloso de haber convencido a Clairon para venir, mientras que el Conde no puede ocultar su entusiasmo al presentarla. Ella ha aceptado interpretar el papel femenino en el último drama de Olivier, a pesar del hecho de que no tiene nada que decir al poeta, desde que finalizaron una tormentosa relación. En la obra, como en la realidad, el conde desempeñará el papel de amante.
La Condesa la trata con cortesía: Wie oft habe ich Euch auf der Bühne bewundert (¡Cuántas veces he quedado encantada por su maravilloso talento!).
Ambas mujeres comienzan a alabarse mutuamente. Olivier quiere aprovechar el momento y anuncia que en momentos podrán oír el soneto que escribió esa mañana. El Conde y Clairon leen la escena que se estructura en un apasionado soneto de amor. Cuando terminan, la propia Clairon le aplaude entusiasmada y lleva el papel con la letra a La Roche para que coordine los ensayos de la obra. La Roche guía a todos hacia el salón, con excepción de Olivier ya que no quiere que el autor esté presente mientras se ensaya su obra: Harre und vertraue (Confía en mí y sé paciente)
Olivier quiere ser el protagonista de su soneto y lee en voz alta su obra. Su intención es clara y su mirada se dirige directamente a Madeleine. Mientras tanto, Flamand se retira a un lado e improvisa una melodía en el clave. Finaliza y sale rápidamente.
Escena V
Olivier trata de seguir a Flamand que se llevó su soneto. Teme que con su música, Flamand lo desfigure. La Condesa lo frena y Olivier duda. Cruza frases de doble sentido y pregunta sobre sus posibilidades....
Súbitamente expresa claramente sus intenciones:
Euer leuchtendes Auge macht micht zum Sklaven nur eines Gedankens: Mit all meinem Fühlen und all meinem Dichten Euer Herz zu erobern! (Con tus radiantes ojos tú me haces esclavo de un único deseo: ¡que toda mi devoción y todos mis poemas puedan conquistar tu corazón para siempre!)
Su diálogo es interrumpido por la nueva aparición de Flamand con hojas de música en su mano.
Escena VI
Flamand canta y toca el soneto de Olivier que ha musicado:
Kein Andres, das mir so im Herzen loht,
Nein, Schöne, nichts auf dieser ganzen Erde,
Kein andres, das ich so wie dich begehrte,
Und käm' von Venus mir ein Angebot.
Dein Auge beut mir himmlisch-süsse Not,
Und wenn ein Aufschlag alle Qual vermehrte,
Ein andrer Wonne mir und Lust gewährte, -
Zwei Schläge sind dann Leben oder Tod.
Und trüg' ich's fünfmalhunderttausend Jahre,
Erhielte ausser dir, du Wunderbare,
Kein andres Wesen über mich Gewalt.
Sigue un trío entre la Condesa y sus dos galanes
Ella continúa hallando a la poesía y música por igual. Para sí se pregunta si será la melodía lo que enriquece al soneto o la letra que sostiene la estructura musical. Toma el manuscrito de las manos de Flamand y lo reclama con un regalo de ambos por su cumpleaños. Flamand acepta entusiasmado. Olivier se siente robado.
La Roche corta el romántico momento con el pretexto de necesitar al autor para el ensayo. Pide permiso para cortar sus versos. Olivier: La Roche als Cirurg, nun wird's gefährlich! (El cirujano La Roche. Ahora estoy en peligro!)
Escena VII
Le toca ahora el turno a Flamand para confesarle sus sentimientos a la Condesa, que se muestra confusa.
Aquel la presiona para que se decida: música o palabras. ¿Flamand u Olivier? Flamand se muestra decidido a obtener una respuesta directa. Trata de sacarle a la Condesa una cita en la biblioteca para la tarde siguiente, pero ella lo pospone para la mañana siguiente a las once. Apasionado, él le besa la mano y sale corriendo.
Nuestra heroína se queda reflexionando, mientras la orquesta la acompaña melancólicamente.
El ensayo continúa en la habitación adyacente y las risas que de ella surgen la sacan de sus pensamientos. Se levanta y llama al mayordomo con una campanilla. Éste es el momento en que se suele hacer un intervalo, mientras en el aire flota la duda si la disyuntiva es amorosa (Flamand u Olivier) o artística (poesía o música).
Se cierra la escena con las palabras dirigidas al mayordomo:
Wir werden die Schokolade hier im Salon einnehmen (Tomaremos el chocolate aquí en el salón)
Escena VIII
El Conde viene del ensayo con elogios hacia Clairon. Lógico es que el elogio va más allá de su calidad de actriz.
Su hermana lo previene para que no confunda sus sentimientos, pero luego lo pone al tanto de sus recientes declaraciones de amor. La ambivalencia continúa y pasa del amor al arte comentándole cómo el poema tuvo mucho más impacto cuando lo acompañó la música: ¿será una ópera la solución?
El Conde se manifiesta por las palabras: Wort order Ton, Ich bleibe beim Word (¿Palabras frente a la música? Me quedo con las palabras)
A lo que la Condesa solo responde: Viel Glück bei Clairon! (Buena suerte con Clairon).
Escena IX
Terminado el ensayo vuelve La Roche junto a Olivier y Clairon. Ésta tiene que regresar pronto a París, pero se quedará para tomar el chocolate con los demás. Todos proponen ideas para la celebración en honor de la Condesa. Para apaciguar los ánimos, surge la idea de la colaboración para realizar una nueva ópera alusiva (Gesamtkunstwerk).
La Roche, ha organizado un entretenimiento para todos. Strauss nos enseña otra clase de teatro en el teatro. Nuestro autor hace entrar en el escenario 3 músicos (2 cuerdas y 1 clave) que tocan una passepied de fondo para que una joven bailarina se desplace ante nuestra imaginación.
Luego de 3 minutos, estallan aplausos de los actores-público (y muchas veces del propio público -propiamente dicho-).
Siguen una Giga, durante la cual Olivier intenta infructuosamente establecer una relación con Clairon y finalmente una Gavota. El Conde agradece a los artistas y le señala a Flamand que, en el arte de la danza, la música tiene un papel secundario.
Tres frases, en diferentes momentos, sentencian el espíritu de cada uno de los exponentes:
Para Flamand "....la música es la raíz de donde todo brota; las voces de la naturaleza cantan para dormir a las otras artes en su cuna!". Para Olivier: "....las ideas del poeta son el espejo de la vida; todas las artes deberían considerarla como su madre!."
El sarcasmo de Strauss aparece en los labios del Conde mientras el trompa le enmarca con enorme poesía: "....cada ópera en si misma es absurda: en una canción se acuna el complot de un asesinato; todos los asuntos de estado son discutidos por el coro; todos danzan alrededor de una tumba, mientras la música ilustra un suicidio."
Le toca el turno ahora a dos cantantes italianos, un tenor y una soprano, que cantarán, según anuncia La Roche, una canción con texto de Metastasio.
Primero un andante (Addio, mia vita, addio) y luego una cabaletta (Quando fedel mi sei).
El momento suena extraño, algo así como una pausa antes de volver al cauce natural. Cuarto ejemplo de la ironía straussiana sobre la lírica italiana. El dueto cantado por la pareja napolitana (Addio mia vita, non piangere il mio fato) junto con la quejumbrosa melodía que la acompaña desencadena una acalorada discusión sobre la ópera, “esa extraña creación”. ¿Debería la música excluir las palabras, como ha ocurrido en el dueto que acaban de escuchar, o debería, como en Gluck, prevalecer el significado del texto?
Finalizado el dúo, Clairon coquetea ahora con el Conde quien arregla los detalles para acompañarla de vuelta a París: Darf ich Sie nach Paris zurückbringen und dort noch ein wenig in Ihrer Gesellschaft sein? (¿Puedo llevarla de regreso a París y estar allí un poco más en su compañía?).
La Roche interrumpe la discusión anunciando su programa teatral para la fiesta: la “solemne alegoría” “El nacimiento de Palas Atenea” será seguida por la heroica y magnífica “azione teatrale” “La caída de Cartago”.
Olivier y Flamand, en particular, se burlan de La Roche por el patetismo pasado de moda de tales relatos mitológicos, tras la cual el anciano se enfada. Los demás tampoco muestran mucho entusiasmo ante estos proyectos. Él ha estado esperando en vano obras contemporáneas de un genio que “se dirija a los corazones de la gente”, y, en cambio, Flamand y Olivier, con su pálido esteticismo, han estado componiendo refinados versos y anodina música de cámara, que ignoran “las leyes eternas del teatro”.
Strauss escoge como forma musical para hacer sentir el momento de hilaridad a 2 octetos sumamente complejos. El primero se llama Lachensemble (algo así como conjunto cómico o de risa) mientras el segundo es el Streit-Ensemble (conjunto de disputa).
La Roche trata de poner calma y comenta que a través de esos dramas se pueden exponer todas las virtudes y defectos humanos. Sus palabras son ceremoniosas: "Mi objetivo es el sonido y mi eterno esfuerzo será siempre destinado a la belleza y noble dignidad del teatro".
Para rematar, comenta que en su epitafio se leerá:
"Aquí yace La Roche, el inolvidable e inmortal director de teatro".
Alguien por ahí dice un tibio “amén”, disparando un aplauso general y consiguiendo un beso de Clairon.
Los dos artistas, afectados por las críticas de La Roche, aceptan la sugerencia de Madeleine de componer una ópera de acuerdo con las líneas descritas por La Roche.
La idea es apoyada por su hermano.
Surgen los nombres: Ariadna en Naxos, dice uno; "ya está hecho" contesta Flamand.
Dafne dice otro; "difícil de lograr la transformación en un árbol eterno del dios Apolo" contesta Olivier
Otras propuestas. Todos se silencian cuando el Conde dice que la ópera trata sobre todos ellos y de los hechos que acontecieron ese día (Die Ereignisse des heutigen Tages - was wir alle erlebt). "Nosotros somos los personajes de vuestra ópera! (Wir sind die Personen eurer Oper)”.
Breve barullo aprobador para que luego cada uno vaya por su lado.
Escena X
La Roche despide a sus cantantes tranquilizándolos en cuanto a su retribución monetaria. El Conde y Clairon también se preparan para su viaje a París. Flamand y Olivier continúan en su aparente interminable discusión entre le parole y la musica.
Escena XI
El escenario queda vacío, con sirvientes que limpian el sitio. Comentan lo escuchado y visto y planean su propio regalo para el cumpleaños de la Condesa. El mayordomo ordena que preparen todo para la cena:
Macht schnell hier fertig,
dann rictet alles zum Souper!
Los sirvientes se retiran. Oscurece.
El mayordomo enciende los candelabros y cuando está listo para irse escucha un ruido en el escenario junto a una vez que dice:
Herr Direktor! Herr Direktor!
Un anciano de baja estatura, que se presenta ante el mayordomo como “un señor invisible de un mundo mágico” (Ich bin der unsichtbare Herrscher einer magischen Welt.), sale de repente del teatro.
Es el apuntador que se había quedado dormido. Mientras comenta su triste vida al Mayordomo, las cuerdas se contagian con un sonido aterciopelado. Su interlocutor ocasional lo trata con respeto y valora su trabajo. Súbitamente, la música nos hace olvidar en parte la trama en desarrollo.
Escena final
Mondscheinmusik (Musica a la luz de la luna)..
Durante cierto tiempo la escena permanece vacía y en oscuridad. Sobre la terraza se adivina la luz reflejada por una luna llena. Entran sirvientes que junto al mayordomo continúan encendiendo las luces. También aparece la Condesa preguntando por su hermano, a lo que el Mayordomo le comenta de su viaje a París acompañando a Clairon y además que Olivier ha dejado un mensaje: se encontrará con ella mañana a las once en la biblioteca. El poeta y el compositor parecen inseparables desde que ambos compusieron el soneto amoroso. Comienza así el monólogo de la Condesa.
La escena final debe ser absorbida por nuestros sentidos sin interrupción. Dura alrededor de 25 minutos, comenzando con un profundo canto de la trompa (instrumento del que el padre de Strauss fue eximio ejecutante) extraído de un ciclo de canciones del propio Strauss llamado Krämerspiegel. Sosteniendo una nota aguda, da lugar a las cuerdas. Éstas repiten la melodía haciendo destacar al primer violín. El crescendo es breve. Sólo un momento. Pausa que nos permite respirar.
Nos viene a la memoria Beim Schlafengehen de Vier letzte Lieder (Cuatro últimas canciones) y nos preparamos para repetir una experiencia semejante.
Es una introducción de alrededor de 4 minutos y como debía ser, deja todo en las manos de la soprano. La última soprano lírica de Richard Strauss.
Como lo hicieran su predecesoras: La Mariscala en El Caballero de la rosa, Ariadna, Daphne y Arabella, La Condesa medita y reflexiona mientras toca en el clave el tema de Olivier. Sus temas: el arte, el final de la ópera y sus pretendientes mientras toca en el clave el motivo de Olivier.
Frases cortas sin juegos de artificio.
Penúltima parte: Strauss y su soprano. Arpa, flauta y unas pocas cuerdas. Los cellos cambian la tonalidad mientras la voz modula vocales.
Crece el impacto. Nuestra respiración se torna cada vez más superficial para no perder detalle (no molestar a los intérpretes). ¡La Condesa es parte de la orquesta: una heroína de 100 cabezas!. Tanto es así que antes del epílogo, un fragmento orquestal puro nos llama la atención por la aparición de compases clásicos de El Caballero de la Rosa (el viento madera en agudos) y casi no nos damos cuenta del silencio vocal.
La duda no se aclara. Sus últimas palabras son dirigidas a un gran espejo (no pequeño como el final del primer acto del Caballero) preguntándole sobre el final de la ópera:
Du Spiegelbild der verliebten Madeleine, kannst du mir raten, kannst du mir helfen den Schluss zu finden für ihre Oper? Gibt es einen, der nicht trivial ist? Tú, imagen en el espejo de la amada Madeleine, ¿puedes aconsejarme, puedes ayudarme a encontrar un final para su ópera? ¿Hay alguno que no sea trivial?
Las últimas palabras de la ópera son del mayordomo, quien no descubre el culpable sino que anuncia la cena:
Frau Gräfin, das Souper ist serviert
La condesa mira sonriente al espejo y con elegancia se retira haciendo una profunda reverencia. Entonces se va, sonriente y de buen humor, canturreando la melodía del soneto, lentamente, hacia el comedor precediendo el mayordomo que cierra la puerta del salón.
Se esfuma la música entre las penumbras de un atardecer inolvidable.

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