viernes, 30 de marzo de 2007

Filoctetes revisitado (IIIb, los personajes: Neoptólemo, ¿naturaleza o educación?)

La complejidad de la personalidad de Neoptólemo está especialmente patente en la tragedia que nos ocupa. Estriba en la persona de Neoptólemo un punto de gran originalidad. Parece que en la obra que Esquilo dedicó al mismo tema, a cargo del joven hijo de Aquiles corría el prólogo, pero no un papel importante.
En Sófocles, en cambio, es tan importante su figura que algunos críticos han querido considerarle protagonista del drama. Neoptólemo es el mediador y el portador de una llamada a la sociabilidad, único consuelo del héroe solitario y desarraigado. Neoptólemo, el hijo de su amigo, es la persona más indicada para llegar al corazón de Filoctetes.
Se contraponen en la obra dos planos: el de la mentira y el de la verdad. El joven tendrá que escoger cuál de los dos seguirá. Es inducido a engañar a Filoctetes por medio de la astucia, porque por la persuasión y la fuerza es imposible. En efecto, Neoptólemo ha preguntado a Ulises:
102 ¿Y por qué hay que llevarlo con engaños, en lugar de convenciéndolo? (τί δ᾿ ἐν δόλῳ δεῖ μᾶλλον ἢ πείσαντ᾿ ἄγειν;).
El joven, rehusando al principio, afirma que no está en su naturaleza utilizar tales artimañas. Su nobleza constitutiva le viene de abolengo, por razón hereditaria. Ulises, el de los mil recursos, pretende que el joven se apodere del arco de Filoctetes haciéndose su amigo y convenciéndolo de que lo llevará de regreso a su patria.
El joven hijo de Aquiles, movido por malas influencias y por el deseo constante de poseer fama y gloria, acepta la orden de Ulises y engaña a Filoctetes. Éste llega al punto de confiar vivamente en el hijo de su gran amigo y, en un momento de gran sufrimiento, por causa de su herida, le entrega las armas. La convivencia con el sufrimiento ajeno, la amistad establecida entre los dos y la confianza depositada en su persona por Filoctetes, llevan a Neoptólemo a contar la verdad. El joven sufre una valiosa transformación dejando de ser un héroe del tiempo antiguo que tenía por ley hacer el bien al amigo y mal al enemigo, para transformarse en un héroe cuya justicia es un bien valioso y que por ese motivo debe ser puesta en práctica. El joven guerrero intenta una última tentativa para llevar a Filoctetes a Troya, esta vez por medio de la persuasión, pero no consigue vencer la terquedad del tesalio, siendo necesaria la intervención, como deus ex machina, de Heracles para conseguir llevarlo.
Neoptólemo es un personaje clave en la tragedia, una obra que trata la cuestión de la transmisión de la virtud, en boga en la época clásica. ¿Debe el ser humano su comportamiento a la herencia recibida de sus antepasados o a la educación que haya podido recibir? En la época clásica, en el campo de la educación, el asunto conoció diferentes métodos de análisis, principalmente por parte de los sofistas. Algunos autores conservaban el pensamiento tradicional de que la naturaleza humana era fruto del linaje de los antepasados, pero otros, como Antifonte, afirmaban que la educación era la primera de todas las cosas humanas.
Neoptólemo, al acceder a los argumentos ilusorios de Ulises, no se comporta de acuerdo con la nobleza de su naturaleza, pero la convivencia con el sufrimiento humano, la amistad mutua y la confianza conducen al joven a tener un comportamiento puro y auténtico. En este héroe están presentes los dos aspectos que los sofistas, defensores de la enseñanza de la virtud, consideraban indispensables para un buen desarrollo de la conducta humana: la naturaleza y la educación. Aunque las cualidades naturales, heredadas del padre, hubieran sido relevantes para la culminación de los acontecimientos, el hecho es que el sufrimiento y la convivencia con Filoctetes tienen una contribución realmente importante para el final de la acción. La naturaleza de Neoptólemo podría haber sido definitivamente desviada por la influencia de Ulises, si se hubiera prolongado más en el tiempo. Así podemos deducir que la naturaleza del hijo de Aquiles, repleta de principios dignos de elogio, fue perfeccionada por medio de la convivencia y por la adquisición del concepto de justicia que Filoctetes le proporcionó.
Y es que en la obra de Sófocles, sobre todo en Antígona, se percibe claramente que la sofística, que en la época de su madurez emprendió la transmutación radical de los valores tradicionales, repercutió hondamente en él. En el campo de la educación, como hemos dicho, se formaron distintas tendencias. Ya hemos dicho que algunos conservaban la antigua concepción de que la disposición natural (φύσις) determina el carácter y la manera de obrar del hombre; los innovadores, en cambio, apoyaban al sofista Antifonte, que decía: “Creo que lo primero en las cosas humanas es la educación” (= πρῶτον, οἶμαι, τῶν ἐν ἀνθρώποις ἐστί παίδευσις).
El Filoctetes es la expresa declaración de Sófocles a favor de la convicción helénica antigua que surge con particular expresividad en Píndaro: “Grande es el peso de quien posee connatural gloria. El que sólo lo aprendido tiene, es hombre oscuro que, con mudables aspiraciones, nunca da un paso con pie firme e innúmeras proezas intenta con inmadura decisión = συγγενεῖ δέ τις εὐδοξίᾳ μέγα βρίθει. ὃς δὲ διδάκτ᾿ ἔχει, ψεφεννὸς ἀνήρ ἀλλοτ᾿ ἄλλα πνέων οὔ ποτ᾿ ἀτρεκεῖ κατέβα ποδί, μυριᾶν δ᾿ ἀρετᾶν ἀτελεῖ νόῳ γεύεται“ (Nemea III, 40).
Otra frase de Píndaro podría servir de introducción al Filoctetes:
“Pues el zorro leonado y los rugientes leones no pueden intercambiar su ingénito carácter = τὸ γὰρ ἐμφυὲς οὔτ᾿ αἴθων ἀλώπηξ οὔτ᾿ ἐρίβρομοι λέοντες διαλλάξαιντο ἦθος, Olímpica XI, 19-20).
Esto coloca a Neoptólemo en una situación extremadamente trágica, por el hecho de que fuerza su propia naturaleza y se somete a una misión que sólo es capaz de realizar destruyendo su valor interior. Él mismo lo dice:
902-903 todo produce repugnancia cuando uno abandona su propia naturaleza y hace lo que no es propio de él (ἅπαντα δυσχέρεια, τὴν αὑτοῦ φύσιν / ὅταν λιπών τις δρᾷ τὰ μὴ προσεικότα).
Y, cuando devuelve el arma a Filoctetes, lo dice éste:
1310-1311 “Has demostrado, hijo, de qué estirpe has nacido = τὴν φύσιν δ᾿ ἔδειξας, ὦ τέκνον, / ἐξ ἧς ἔβλαστες).
Como toda gran obra de arte, pues, también el Filoctetes puede ser estudiado desde diversos puntos de vista. Uno de los posibles enfoques consiste en entenderlo como el drama de la naturaleza indestructible.
Finalizamos esta segunda parte dedicada al personaje de Neoptólemo con dos citas de la obra sofoclea que aparecen en la Ética a Nicómaco de Aristóteles. Ambos fragmentos son del libro VII, un apéndice sobre las virtudes éticas: la continencia e incontinencia.
El primer fragmento establece que, igual que hay una continencia negativa, porque hace al hombre perseverante en una opinión, si se atiene a una opinión falsa, existe una incontinencia buena, si es la que hace que un hombre abandone toda opinión.
“Por otra parte, si las pasiones son débiles y no son malas, no hay ningún mérito en vencerlas, así como si son malas y débiles, ningún mérito hay en dominarlas. Si la templanza o dominación sobre sí mismo hace que uno se mantenga firme en toda opinión una vez que se ha arraigado en el espíritu, esta cualidad se hace mala, si, por ejemplo, nos compromete a sostenernos en una opinión falsa; y recíprocamente, si la intemperancia nos hace salir siempre de la resolución que habíamos tomado, podrá tropezarse alguna vez con una intemperancia laudable. Por ejemplo, en el Filoctetes de Sófocles esta es la posición de Neoptólemo, y es preciso alabarle por no haberse atenido a la resolución que Ulises le había inspirado, por causarle disgusto la mentira. Hay más; el razonamiento sofístico, cuando llega a engañar por medio de la mentira, no hace más que crear la duda en el espíritu del oyente. Los sofistas se proponen probar paradojas para justificar su gran habilidad cuando salen triunfantes; pero los razonamientos que forman no son más que una ocasión de dudas y de embarazo; porque el pensamiento se encuentra encadenado en cierta manera, no pudiendo fijarse en una conclusión que le repugna, ni pudiendo tampoco avanzar, porque no sabe cómo resolver el argumento que se le presenta”. (Ética a Nicómaco VII, 2)
El siguiente fragmento habla de la continencia y la obstinación.
“Son obstinados los testarudos, los ignorantes y los rústicos; los primeros, movidos por el placer y el dolor, se gozan con su victoria cuando no se les logra persuadir al cambio, y se afligen, si sus opiniones, como si se tratara de decretos, son rechazadas, de modo que se parecen más al incontinente que al continente.
Hay algunos, sin embargo, que no se atienen a sus opiniones, pero no por incontinencia, como Neoptólemo en el Filoctetes de Sófocles: ciertamente, por causa del placer no se atuvo a su opinión, pero fue un noble placer decir la verdad, aunque Ulises le había persuadido a que mintiera. No todo el que hace algo por causa del placer es desenfrenado, malo o incontinente, sino sólo el que lo hace por un placer vergonzoso
”. (Ética a Nicómaco VII,9)

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