Si en el pasado capítulo hacíamos referencia a la caza indiscriminada de delfines en Brasil, hoy debemos referirnos a una epidemia que está afectando a los delfines del Mediterráneo. Puede leerse la noticia aquí y aquí. Y todavía otra mala noticia referida a los delfines. Parece ser que el delfín blanco del río Yangtsé, en China, se ha extinguido debido a la presión de la actividad humana. Es éste un cetáceo de agua dulce.
Tras estas malas noticias sobre nuestros amigos los delfines, vamos con la última entrega de esta serie dedicada a textos clásicos en los que aparece el delfín, y que iniciamos a propósito de un texto de Plinio el Viejo que salió en la prueba de Latín II en los exámenes de selectividad de junio.
Hay otros dos episodios en los que Claudio Eliano coincide en parte con Plinio el Viejo. En uno de ellos se nos cuenta una colaboración entre pescadores y delfines para atrapar cierto tipo de peces.
Plinio sitúa esta sociedad de pesca en la provincia Narbonense, en el distrito de Nemauso (Nîmes) y, en concreto en el lago Latera. Lo narra en su Historia Natural IX, 29 y siguientes:
29. En la provincia Narbonense, en el distrito de Nemauso (la actual Nîmes), hay un lago llamado Latera donde los delfines pescan en sociedad con el hombre. En un momento determinado irrumpe en el mar por el desaguadero del lago una gran cantidad de mújoles que han estado aguardando el reflujo de la marea. No es posible tender las redes por esa razón, porque el peso no sería soportable de ningún modo, aunque los mújoles no esperasen astutamente la ocasión. De forma igualmente inteligente, se dirigen hacia las aguas profundas de una sima próxima, apresurándose a huir del único lugar adecuado para extender las redes. 30. Los pescadores se dan cuenta de esto – pues se congrega una multitud que conoce la fecha, deseosa de diversión – y todo el pueblo desde la costa llama a “Simón” (se trata de un juego de palabras; el nombre propio que se atribuye a los delfines tiene que ver con el adjetivo simus “chato”, puesto que el hocico plano era uno de sus rasgos más relevantes) con toda la fuerza de sus pulmones, para que se produzca el desenlace del espectáculo; los delfines oyen enseguida la llamada si el soplo del Aquilón acompaña a la voz; en cambio el Austro la retarda, al soplar en sentido opuesto, pero también en ese caso acuden corriendo en su ayuda cuando menos lo esperan. 31. Rápidamente aparece un batallón de delfines que se sitúa en el lugar donde se ha entablado el combate. Impiden a los asustados mújoles el acceso a alta mar y los empujan hacia aguas poco profundas; entonces los pescadores los rodean con las redes y las levantan con los tridentes. Los mújoles saltan por encima gracias a su rapidez; pero los delfines los reciben y, contentándose de momento con que mueran, aplazan su comida hasta la victoria. 32. El escenario de la lucha hierve de actividad y los delfines se divierten dejándose encerrar en las redes y empujando fuertemente a los mújoles; se deslizan entre las barcas y las redes o los nadadores tan suavemente que no abren ninguna salida para no incitar al enemigo a la huida. Ninguno intenta huir de un salto, cosa que les resulta divertido en otras ocasiones, a no ser que se les bajen las redes. Una vez que han salido, luchan ante la muralla de redes. Y así, terminada la captura, se distribuyen los mújoles que han matado, pero, dándose cuenta de que se trata de un esfuerzo demasiado extenuante para que la recompensa dure un solo día, los guardan para el día siguiente y comen, además de peces, pan mojado en vino.
33. Lo que cuenta Luciano respecto a este mismo tipo de pesca en el golfo de Jaso se diferencia en que los delfines aparecen espontáneamente, sin ser llamados, y reciben su parte de las manos, y cada barca tiene a uno de los delfines como socio, aunque sea de noche y a la luz de las antorchas.
Por su parte, Claudio Eliano en Historia de los animales, II, 8 narra lo siguiente sobre la pesca en sociedad con delfines, esta vez en la isla de Eubea:
Consejas provenientes de Eubea dicen que los pescadores de aquella isla se reparten con los delfines las presas capturadas. Y he oído que la pesca se hace de la siguiente manera. Es menester que el mar esté en calma y, si sucede así, fijan a la proa de las barcas braseros huecos con pujante fuego dentro; son transparentes, de manera que contienen el fuego y no ocultan la luz. Las llaman linternas. Pues bien, los peces se asustan del resplandor y quedan deslumbrados. Y algunos, ignorantes del significado de lo que ven, se acercan porque quieren saber lo que provoca su miedo. Luego, presas de terror, se quedan quietos, apiñados cerca de una roca, estremeciéndose de miedo, o son arrojados y empujados a lo largo de la costa y parecen aturdidos. A veces puestos en este trance es fácil arponearles. Así, cuando los delfines ven que los pescadores han encendido el fuego, se preparan para actuar. Los hombres reman tranquilamente y, mientras tanto, los delfines, atemorizando a los peces, los van empujando y les impiden escapar. Así que los peces, empujados por todas partes, y, en cierto modo, copados por los pescadores que reman y por los delfines que nadan, se dan cuenta de que no pueden escapar, se quedan quietos y son capturados en grandes cantidades. Y los delfines se acercan como si pidieran la parte debida a ellos en la provisión de comida, como paga del trabajo común, y los pescadores, leales y agradecidos, dejan a los camaradas que les ayudaron en la pesca su justa porción, por si desean llegar hasta ellos de nuevo sin ser llamados y dispuestos a ayudar; porque los trabajadores del mar de aquellas latitudes creen que si no hacen esto tendrán por enemigos a los que antes tuvieron por amigos.
En el capítulo 33 de la obra citada de Plinio hay una breve alusión a otra “virtud” de los delfines que, como no, también nos transmite Eliano.
Esto dice Plinio:
Además, los delfines tienen también una alianza entre sí. Tras ser capturado uno de ellos por el rey de Caria y estando atado en un puerto, acudieron los demás formando una gran muchedumbre para tratar de obtener misericordia, dando perceptibles muestras de tristeza, hasta que el rey ordenó soltarlo.
Eliano nos habla de un caso parecido en Historia de los animales, V, 6:
El delfín es un animal que ama a sus congéneres y testimonio de esto es Eno, ciudad de Tracia. Aconteció que fue capturado y herido un delfín, pero no de muerte, sino que el capturado podía todavía vivir. El animal se desangraba. Lo advirtieron los delfines que estaban libres y llegaran en tropel al puerto, donde se pusieron a dar brincos y mostraban la intención de hacer algo nada bueno. Los captores tuvieron miedo y soltaron al prisionero. Y aquéllos, escoltándole como si se tratara de alguno de la familia, se marcharon. Mas rara vez un hombre se avendrá a atender o a preocuparse por un pariente, sea hombre o mujer, en la desgracia.
Terminamos nuestro recorrido por algunos ejemplos de la literatura clásica que tratan sobre el delfín con la fábula 75 (305, en la edición de Chambry) de Esopo, titulada El mono y el delfín.
En ella, encontramos una reacción violenta de un delfín ante las mentiras de un mono al que ha rescatado. No es de extrañar en las fábulas este comportamiento extremo, que castiga las mezquindades de los animales, que deben ser siempre referidas a los seres humanos. Éste es el texto griego
ΔΕΛΦΙΣ ΚΑΙ ΠΙΘΗΚΟΣ
ἔθος ἐστὶ τοῖς πλέουσιν ἐπάγεσθαι κύνας Μελιταίους καὶ πιθήκους πρὸς παραμυθίαν τοῦ πλοῦ. καὶ δή τις πλεῖν μέλλων πίθηκον συνανήνεγκε. γενομένων δὲ αὐτῶν κατὰ τὸ Σούνιον (ἐστὶ δὲ τοῦτο ᾿Αθηναίων ἀκρωτήριον) συνέβη χειμῶνα σφοδρὸν γενέσθαι. περιτραπείσης δὲ τῆς νηὸς καὶ πάντων διακολυμβώντων καὶ ὁ πίθηκος ἐνήχετο. δελφὶς δὲ θεασάμενος αὐτὸν καὶ οἰόμενος ἄνθρωπον εἶναι ὑπεξελθὼν διεκόμιζεν. ὡς δὲ ἐγένετο κατὰ τὸν Πειραιᾶ, τὸν τῶν ᾿Αθηναίων λιμένα, ἐπυνθάνετο τοῦ πιθήκου, εἰ τὸ γένος ᾿Αθηναῖός ἐστι. τοῦ δὲ εἰπόντος καὶ λαμπρῶν γε ἐνταῦθα τετυχηκέναι γονέων, ἐκ δευτέρου ἠρώτα αὐτόν, εἰ ἐπίσταται τὸν Πειραιᾶ. καὶ ὃς ὑπολαβὼν αὐτὸν ἄνθρωπον λέγειν ἔφασκε καὶ φίλον αὐτοῦ εἶναι καὶ συνήθη. καὶ ὁ δελφὶς ἀγανακτήσας κατὰ τῆς αὐτοῦ ψευδολογίας βαπτίζων αὐτὸν ἀπέπνιξεν.
πρὸς ἄνδρα ψευδολόγον.
Y ahora nuestra traducción, que no pretende ser literal:
El delfín y el mono
Es costumbre de los que viajan por mar llevar consigo perrillos de malta y monos para entretenerse durante la travesía. Y uno que iba a emprender viaje por mar llevaba consigo un mono. Cuando estaban a la altura de Sunion (que es un promontorio del Ática) sucedió que se desencadenó una violenta tempestad. Habiendo zozobrado la nave y salvándose todos a nado, también el mono nadaba. Y un delfín, viéndolo, y creyendo que se trataba de un hombre, salió a su encuentro y lo transportó (en sus lomos). Cuando estuvo en el Pireo, el puerto de Atenas, preguntó al mono si era ateniense de linaje. Al responder aquél que sí y que tenía allí parientes ilustres, le volvió a preguntar si conocía a Pireo. Y el mono suponiendo que se refería a un hombre, dijo que era amigo íntimo suyo. Y el delfín, irritado por sus mentiras, lo hundió en el agua y lo ahogó.
(La fábula está dirigida ) al hombre mentiroso.
Tras estas malas noticias sobre nuestros amigos los delfines, vamos con la última entrega de esta serie dedicada a textos clásicos en los que aparece el delfín, y que iniciamos a propósito de un texto de Plinio el Viejo que salió en la prueba de Latín II en los exámenes de selectividad de junio.
Hay otros dos episodios en los que Claudio Eliano coincide en parte con Plinio el Viejo. En uno de ellos se nos cuenta una colaboración entre pescadores y delfines para atrapar cierto tipo de peces.
Plinio sitúa esta sociedad de pesca en la provincia Narbonense, en el distrito de Nemauso (Nîmes) y, en concreto en el lago Latera. Lo narra en su Historia Natural IX, 29 y siguientes:
29. En la provincia Narbonense, en el distrito de Nemauso (la actual Nîmes), hay un lago llamado Latera donde los delfines pescan en sociedad con el hombre. En un momento determinado irrumpe en el mar por el desaguadero del lago una gran cantidad de mújoles que han estado aguardando el reflujo de la marea. No es posible tender las redes por esa razón, porque el peso no sería soportable de ningún modo, aunque los mújoles no esperasen astutamente la ocasión. De forma igualmente inteligente, se dirigen hacia las aguas profundas de una sima próxima, apresurándose a huir del único lugar adecuado para extender las redes. 30. Los pescadores se dan cuenta de esto – pues se congrega una multitud que conoce la fecha, deseosa de diversión – y todo el pueblo desde la costa llama a “Simón” (se trata de un juego de palabras; el nombre propio que se atribuye a los delfines tiene que ver con el adjetivo simus “chato”, puesto que el hocico plano era uno de sus rasgos más relevantes) con toda la fuerza de sus pulmones, para que se produzca el desenlace del espectáculo; los delfines oyen enseguida la llamada si el soplo del Aquilón acompaña a la voz; en cambio el Austro la retarda, al soplar en sentido opuesto, pero también en ese caso acuden corriendo en su ayuda cuando menos lo esperan. 31. Rápidamente aparece un batallón de delfines que se sitúa en el lugar donde se ha entablado el combate. Impiden a los asustados mújoles el acceso a alta mar y los empujan hacia aguas poco profundas; entonces los pescadores los rodean con las redes y las levantan con los tridentes. Los mújoles saltan por encima gracias a su rapidez; pero los delfines los reciben y, contentándose de momento con que mueran, aplazan su comida hasta la victoria. 32. El escenario de la lucha hierve de actividad y los delfines se divierten dejándose encerrar en las redes y empujando fuertemente a los mújoles; se deslizan entre las barcas y las redes o los nadadores tan suavemente que no abren ninguna salida para no incitar al enemigo a la huida. Ninguno intenta huir de un salto, cosa que les resulta divertido en otras ocasiones, a no ser que se les bajen las redes. Una vez que han salido, luchan ante la muralla de redes. Y así, terminada la captura, se distribuyen los mújoles que han matado, pero, dándose cuenta de que se trata de un esfuerzo demasiado extenuante para que la recompensa dure un solo día, los guardan para el día siguiente y comen, además de peces, pan mojado en vino.
33. Lo que cuenta Luciano respecto a este mismo tipo de pesca en el golfo de Jaso se diferencia en que los delfines aparecen espontáneamente, sin ser llamados, y reciben su parte de las manos, y cada barca tiene a uno de los delfines como socio, aunque sea de noche y a la luz de las antorchas.
Por su parte, Claudio Eliano en Historia de los animales, II, 8 narra lo siguiente sobre la pesca en sociedad con delfines, esta vez en la isla de Eubea:
Consejas provenientes de Eubea dicen que los pescadores de aquella isla se reparten con los delfines las presas capturadas. Y he oído que la pesca se hace de la siguiente manera. Es menester que el mar esté en calma y, si sucede así, fijan a la proa de las barcas braseros huecos con pujante fuego dentro; son transparentes, de manera que contienen el fuego y no ocultan la luz. Las llaman linternas. Pues bien, los peces se asustan del resplandor y quedan deslumbrados. Y algunos, ignorantes del significado de lo que ven, se acercan porque quieren saber lo que provoca su miedo. Luego, presas de terror, se quedan quietos, apiñados cerca de una roca, estremeciéndose de miedo, o son arrojados y empujados a lo largo de la costa y parecen aturdidos. A veces puestos en este trance es fácil arponearles. Así, cuando los delfines ven que los pescadores han encendido el fuego, se preparan para actuar. Los hombres reman tranquilamente y, mientras tanto, los delfines, atemorizando a los peces, los van empujando y les impiden escapar. Así que los peces, empujados por todas partes, y, en cierto modo, copados por los pescadores que reman y por los delfines que nadan, se dan cuenta de que no pueden escapar, se quedan quietos y son capturados en grandes cantidades. Y los delfines se acercan como si pidieran la parte debida a ellos en la provisión de comida, como paga del trabajo común, y los pescadores, leales y agradecidos, dejan a los camaradas que les ayudaron en la pesca su justa porción, por si desean llegar hasta ellos de nuevo sin ser llamados y dispuestos a ayudar; porque los trabajadores del mar de aquellas latitudes creen que si no hacen esto tendrán por enemigos a los que antes tuvieron por amigos.
En el capítulo 33 de la obra citada de Plinio hay una breve alusión a otra “virtud” de los delfines que, como no, también nos transmite Eliano.
Esto dice Plinio:
Además, los delfines tienen también una alianza entre sí. Tras ser capturado uno de ellos por el rey de Caria y estando atado en un puerto, acudieron los demás formando una gran muchedumbre para tratar de obtener misericordia, dando perceptibles muestras de tristeza, hasta que el rey ordenó soltarlo.
Eliano nos habla de un caso parecido en Historia de los animales, V, 6:
El delfín es un animal que ama a sus congéneres y testimonio de esto es Eno, ciudad de Tracia. Aconteció que fue capturado y herido un delfín, pero no de muerte, sino que el capturado podía todavía vivir. El animal se desangraba. Lo advirtieron los delfines que estaban libres y llegaran en tropel al puerto, donde se pusieron a dar brincos y mostraban la intención de hacer algo nada bueno. Los captores tuvieron miedo y soltaron al prisionero. Y aquéllos, escoltándole como si se tratara de alguno de la familia, se marcharon. Mas rara vez un hombre se avendrá a atender o a preocuparse por un pariente, sea hombre o mujer, en la desgracia.
Terminamos nuestro recorrido por algunos ejemplos de la literatura clásica que tratan sobre el delfín con la fábula 75 (305, en la edición de Chambry) de Esopo, titulada El mono y el delfín.
En ella, encontramos una reacción violenta de un delfín ante las mentiras de un mono al que ha rescatado. No es de extrañar en las fábulas este comportamiento extremo, que castiga las mezquindades de los animales, que deben ser siempre referidas a los seres humanos. Éste es el texto griego
ΔΕΛΦΙΣ ΚΑΙ ΠΙΘΗΚΟΣ
ἔθος ἐστὶ τοῖς πλέουσιν ἐπάγεσθαι κύνας Μελιταίους καὶ πιθήκους πρὸς παραμυθίαν τοῦ πλοῦ. καὶ δή τις πλεῖν μέλλων πίθηκον συνανήνεγκε. γενομένων δὲ αὐτῶν κατὰ τὸ Σούνιον (ἐστὶ δὲ τοῦτο ᾿Αθηναίων ἀκρωτήριον) συνέβη χειμῶνα σφοδρὸν γενέσθαι. περιτραπείσης δὲ τῆς νηὸς καὶ πάντων διακολυμβώντων καὶ ὁ πίθηκος ἐνήχετο. δελφὶς δὲ θεασάμενος αὐτὸν καὶ οἰόμενος ἄνθρωπον εἶναι ὑπεξελθὼν διεκόμιζεν. ὡς δὲ ἐγένετο κατὰ τὸν Πειραιᾶ, τὸν τῶν ᾿Αθηναίων λιμένα, ἐπυνθάνετο τοῦ πιθήκου, εἰ τὸ γένος ᾿Αθηναῖός ἐστι. τοῦ δὲ εἰπόντος καὶ λαμπρῶν γε ἐνταῦθα τετυχηκέναι γονέων, ἐκ δευτέρου ἠρώτα αὐτόν, εἰ ἐπίσταται τὸν Πειραιᾶ. καὶ ὃς ὑπολαβὼν αὐτὸν ἄνθρωπον λέγειν ἔφασκε καὶ φίλον αὐτοῦ εἶναι καὶ συνήθη. καὶ ὁ δελφὶς ἀγανακτήσας κατὰ τῆς αὐτοῦ ψευδολογίας βαπτίζων αὐτὸν ἀπέπνιξεν.
πρὸς ἄνδρα ψευδολόγον.
Y ahora nuestra traducción, que no pretende ser literal:
El delfín y el mono
Es costumbre de los que viajan por mar llevar consigo perrillos de malta y monos para entretenerse durante la travesía. Y uno que iba a emprender viaje por mar llevaba consigo un mono. Cuando estaban a la altura de Sunion (que es un promontorio del Ática) sucedió que se desencadenó una violenta tempestad. Habiendo zozobrado la nave y salvándose todos a nado, también el mono nadaba. Y un delfín, viéndolo, y creyendo que se trataba de un hombre, salió a su encuentro y lo transportó (en sus lomos). Cuando estuvo en el Pireo, el puerto de Atenas, preguntó al mono si era ateniense de linaje. Al responder aquél que sí y que tenía allí parientes ilustres, le volvió a preguntar si conocía a Pireo. Y el mono suponiendo que se refería a un hombre, dijo que era amigo íntimo suyo. Y el delfín, irritado por sus mentiras, lo hundió en el agua y lo ahogó.
(La fábula está dirigida ) al hombre mentiroso.
No podemos concluir nuestra entrada sin hacer referencia a los devastadores incendios que, provocados o no, han asolado el Peloponeso griego, escenario de históricos hechos, y que han estado a punto de invadir lugares arqueológicos como Epidauro u Olimpia. También ha sido muy afectada la isla de Eubea.
Si el incendio que, desgraciadamente, hemos sufrido en Castellón y del que hemos sido testigos nos ha hecho llorar al contemplar 5.500 hectáreas arrasadas, pensemos que puede suponer la visión de más de 100.000 hectáreas calcinadas. Realmente, terrible y desolador.
1 comentario:
Terrible y desolador, aunque lo peor es saber que hay personas poco escrupulosas detrás de esos desatres.
Espero que hayas descansado este verano y vuelvas con muchas ganas de hacer muchas cosas interesantes.
Nos vemos.
Publicar un comentario