jueves, 18 de abril de 2013

Ludi Saguntini 2013



Hoy jueves un grupo de 75 personas, entre alumnos y profesores, asistimos a los Ludi Saguntini y al XVII Festival de Teatro Grecolatino.
Tras el desplazamiento en tren, con algún que otro problema con los billetes y los tornos, hemos llegado a la Plaza porticada donde hemos distribuido a los alumnos en tres talleres:
- Plaza de los dioses
- Militaria
- Etapas de la vida

En el primero, los alumnos del Programa de Profundización han tenido un acercamiento a la mitología clásica, jugando con los dioses, tras vestirse romanos: identificación de divinidades, juegos, gincanas, etc.

El taller de etapas de la vida nos ha narrado la vida de un niño y una niña romanos, desde su nacimiento y aceptación, hasta su boda.

En el taller de Militaria hemos comprobado cómo un soldado romano llevaba encima ¡39 kilos de peso! entre armamento defensivo (coraza, casco y escudo) y ofensivo (lanza, espada y puñal), además de pico, pala, el rancho y otros objetos para protegerse de frío o lluvia. Y así debían caminar kilómetros y kilómetros. Después los alumnos han realizado un paseo en formación por la plaza principal de Sagunto, ante la expectación de los visitantes, han realizado un ataque y, por dos veces, han practicado la formación de "testudo" o tortuga.

Tras un breve tiempo para comer, hemos ido al teatro para contemplar la representación de "Ifigenia en Áulide", a cargo del grupo "Noite Bohemia" de La Coruña, que ha realizado una muy buena puesta en escena, con unos coros de alto nivel y coreografía reforzada por música bien elegida.

La obra ha tenido una gran acogida.

Finalizada la jornada hemos vuelto a la estación para regresar en tren, no sin algún contratiempo, a Castellón.

En definitiva, una agradable jornada en la que los alumnos han podido tener un acercamiento al mundo clásico grecolatino.

A continuación ofrecemos un testimonio visual de la jornada.



lunes, 8 de abril de 2013

Ifigenia en Áulide: la maldición de la casa de Atreo

En la tragedia Ifigenia en Áulide, que comentamos en una anterior entrada de este blog, dos de los más importantes personajes son los hermanos Atridas, Agamenón y Menelao. La familia a la que pertenecen fue la protagonista de una historia llena de asesinatos, violaciones y actos horrendos, de los que el intento de sacrificio de Ifigenia es sólo un ejemplo. A continuación ofrecemos un resumen de dicho historial:

La casa de Atreo


1.         Tántalo


El bisabuelo de Agamenón, Tántalo, hijo de Zeus y de Pluto, rey de Lidia, tenía una gran amistad y confianza con los dioses, en especial con su padre, quien lo invitaba a los banquetes de néctar y ambrosía del Olimpo. Invitó a los dioses a un banquete en su propio palacio. Pero se percató de que el alimento que había en su despensa era insuficiente para todos los asistentes. Preocupado porque sus huéspedes pudieran sentirse ofendidos al no tener comida suficiente, antepuso su prestigio a su amor, y degolló y descuartizó a su hijo Pélope, agregando los pedazos de su cuerpo al asado preparado para los dioses. Pero los dioses se dieron cuenta de lo que tenían en sus platos y retrocedieron horrorizados. Los dioses supieron que la carne era humana y no la comieron, excepto Deméter que comió el hombro, más tarde repuesto por uno de marfil.

Los dioses reconstituyeron el cuerpo de Pélope y le devolvieron la vida. Su crimen fue castigado con una condena eterna a pasar hambre y sed. En efecto: sumergido en agua hasta el cuello, no podía beber porque el líquido retrocedía cada vez que él trataba de introducir en él la boca; y una rama cargada de frutos pendía sobre su cabeza, pero si levantaba el brazo, la rama se levantaba bruscamente y se ponía fuera de su alcance. En cuanto a su linaje fue maldecido por la fechoría.




2. Pélope

Pélope está relacionado con los Juegos Olímpicos, que habrían sido fundados por él, tras vencer a Enómao, rey de Pisa (Élide), con la ayuda de la hija de éste, Hipodamía, su futura esposa. Enómao retaba a una carrera de carros a los pretendientes de su hija, pero como sus caballos eran divinos, regalo de Ares, vencía a todos los pretendientes y clavaba la cabeza de éstos delante de su palacio. Esto hizo doce veces, hasta que se presentó Pélope, del cual se enamoró Hipodamía. Ésta sobornó al auriga del carro de Enómao, Mírtilo, que hizo que un eje del carro de Enómao se rompiera durante la carrera, con la consiguiente derrota y muerte del rey. Con Hipodamía tuvo a Atreo, Tiestes y Plístenes, entre otros. Con la ninfa Axíoque tuvo a Crisipo. Entre sus hijas destacan Astidamía e Hipótoe.




3.         Atreo y Tiestes, su destierro y el inicio de su odio

El padre, Atreo, y el tío, Tiestes, de Agamenón y Menelao, instigados por su madre Hipodamía, asesinaron a su hermanastro Crisipo, hijo de Pélope y la ninfa Axíoque. Su padre Pélope los maldijo y los desterró; éstos se refugiaron en Micenas. Ésta era la segunda maldición lanzada sobre los descendientes de Tántalo. Tras la muerte sin descendencia del rey de Micenas, Euristeo, un oráculo aconsejó a los habitantes de la ciudad que eligieran rey a un hijo de Pélope. A este efecto fueron llamados Atreo y Tiestes, quienes empezaron a alegar sus respectivos títulos al trono. Aquí quedó manifiesto el odio que se profesaban mutuamente.




En el debate que se planteó ante los habitantes de Micenas, Tiestes propuso que fuese elegido rey el que pudiese mostrar un vellón de oro. Tiempos atrás había sucedido que Atreo encontró en su rebaño un cordero que tenía el vellón de oro. A pesar de haber hecho voto de sacrificar a Ártemis el producto más bello de su ganado ese año, se guardó el cordero para sí y encerró el vellón en un cofre. Pero Aérope, su esposa, que era amante de Tiestes, había dado en secreto a éste el toisón dorado. Ahora, Atreo, desconocedor del engaño y confiado, aceptó la propuesta. No obstante, Zeus intervino en privado a través de Hermes y previno a Atreo para que conviniera con Tiestes que el verdadero soberano sería designado por otro prodigio: a saber, si el sol invertía su carrera, Atreo reinaría; en caso contrario Tiestes asumiría el trono. Obviamente, Tiestes aceptó. Pero el sol se puso por el este, con lo que Atreo reinó definitivamente en Micenas con el favor divino.

4. Atreo y Tiestes: castigos, vejaciones e iniquidades mutuas

La primera decisión de su reinado fue desterrar a su hermano Tiestes. Más adelante, tras haber sido informado de la intriga de su esposa Aérope con su hermano, simuló una reconciliación fraternal y volvió a llamarlo. Una vez en Micenas, lo invitó a una amistosa cena. El plato principal recordaba la cocina de su abuelo Tántalo: Atreo había asesinado a los hijos de Tiestes, los había cocinado y se los había servido a su padre en el banquete. Cuando éste había comido, aquél le mostró las cabezas de sus hijos, le reveló la naturaleza del manjar y luego lo arrojó de nuevo del país. Tiestes, camino de su nuevo exilio en Sición, maldijo a Atreo y a su linaje: ésta era la tercera maldición que caía sobre los descendientes de Tántalo.

Entonces Tiestes recibió instrucciones del oráculo de Apolo de vengar el asesinato de los niños. Así que abusó de su única hija. Pelopia, y la violó en la oscuridad de la noche, quien, ignorante de la identidad del atacante – sólo quedó como prenda una espada que el desconocido había dejado olvidada -, quedó embarazada. Al poco tiempo Pelopia casó con Atreo, su tío, quien, entre tanto, había abandonado a su infiel esposa. Éste se alegró mucho de que su nueva mujer le diera un hijo, Egisto, creyendo ingenuamente que era hijo suyo y que, por tanto, no estaría contaminado de las maldiciones familiares pasadas. Mas las maldiciones de los dioses no desaparecen simplemente con desearlo. De esta forma, una terrible sequía comenzó a devastar el reino, y un oráculo proclamó que sólo acabaría si volvían a llamar a Tiestes.




Hallado Tiestes, fue conducido a Micenas y encarcelado, mientras Atreo daba instrucciones a Egisto para que realizara su primera tarea varonil: tomar la espada de su madre y matar al prisionero Tiestes, su verdadero padre. Penetró el joven en la celda espada en mano cuando el reo la reconoció como suya, la espada que perdiera en aquella fatídica noche, y pidió llamar a su hija Pelopia. Le contó la verdad de su maldad y ella empuñó la espada y se suicidó. El joven Egisto, que acababa de descubrir su verdadero origen, determinó vengarse de Atreo, regresó ante él portando la ensangrentada arma y lo mató. Los hijos que Atreo había tenido con Aérope, Agamenón y Menelao, fueron salvados de ser degollados por su niñera y fueron llevados al exilio, en donde crecieron. De esta manera Tiestes se convirtió en rey de Micenas. El hijo de Tiestes, Egisto, asesino de Agamenón, fue quien, durante la ausencia de éste en Troya, se unió como amante a Clitemnestra, esposa de Agamenón, y colaboró con ésta en el asesinato de Agamenón.

5. Agamenón


Agamenón casó con Clitemnestra, hija de Tindáreo y Leda. Se precia de ser hermana de Helena y de los Dióscuros, Cástor y Pólux, nacidos de la unión de Zeus, transformado en cisne, con su madre Leda. Leda, en efecto, había puesto un huevo del que había nacido su hija. El padre humano de Helena era el rey Tindáreo y sus hermanos Clitemnestra, Pólux y Castor, siendo sólo el primero también de origen divino. 
Al crecer su hija, Tindáreo pensó que había llegado el momento de desposarla y así lo hizo saber. Se cuenta que una multitud de pretendientes se presentaron, entre ellos casi todos los príncipes de Grecia. Su número varía, según distintas tradiciones, entre 29 y 99. Perplejo ante el gran número de pretendientes, sin considerar que su hija era la más bella entre las bellas, Tindáreo temió que al ser uno el elegido, los restantes quedarán descontentos, con lo cual corría el riesgo de una guerra. Otra posibilidad de peligro lo constituía el hecho de que Helena, en algún momento, podría ser disputada a quien eligiera. Muy precavido, el rey comprometió a todos los pretendientes, por juramento, a acatar la decisión de Helena y acudir en ayuda del elegido en caso de que su esposa le fuese disputada.





La esposa de Agamenón, como hemos dicho, era Clitemnestra, hermana de Helena y, como ella, hija de Leda y Tindáreo; tenemos, pues, a dos hermanos casados con dos hermanas. Clitemnestra había sido antes esposa de Tántalo, hijo de Tiestes, que, a su vez era tío de Agamenón, pues Agamenón era hijo de Atreo, hermano de Tiestes. De este modo, Agamenón y Tántalo eran primos hermanos. Agamenón había dado muerte al marido de Clitemnestra al propio tiempo que a un niño recién nacido, hijo de Tántalo y Clitemnestra. Como consecuencia de este doble asesinato y del casamiento, aceptado a disgusto, de Clitemnestra con Agamenón, los Dioscuros Cástor y Pólux, hermanos de aquélla, persiguieron al rey, que hubo de buscar refugio junto a su suegro, Tindáreo. Finalmente, Cástor y Pólux consintieron en reconciliarse con Agamenón; pero la unión con Clitemnestra, iniciada con un crimen, estaba maldita, como lo prueba el curso de la leyenda.

Tanto Agamenón como su hermano Menelao, los Atridas, participaron con sus respectivos ejércitos en la guerra contra Troya para vengar el rapto de Helena, esposa de Menelao, por Paris, el segundo hijo de Príamo, rey de Troya.




Cuando, con ocasión de reunir el ejército micénico en Áulide, el adivino Calcante proclama la necesidad, para tener propicios a los dioses, del sacrificio de una de sus hijas, Ifigenia, también llamada Ifianasa (los demás hijos de Agamenón y Clitemnestra fueron Orestes, Crisótemis y Laódice, también nombrada Electra). Así las cosas, el rey llama a su esposa y a sus hijos, que se habían quedado en Argos, so pretexto de prometer a Ifigenia con el héroe Aquiles, mientras prepara secretamente el sacrificio. Inmolada la joven, Agamenón envía a Clitemnestra de vuelta a Argos, en donde rumiará vengativas ideas.

La herida y abandonada esposa pronto se echó un amante, el sobrino de su marido, hijo de Tiestes, Egisto, que había aparecido en palacio disfrazado y que cortejó a la reina durante la ausencia de su marido. Juntos planearon el asesinato de Agamenón y, para que no interfiriera en los planes, alejaron de palacio a Orestes. Tras la caída de Troya, los soldados se reparten el botín de guerra: ajuares de casas, palacios y templos, armas de guerreros muertos, mujeres de todos los rangos. Agamenón se queda con la profetisa Casandra, hija del rey Príamo, con quien tuvo dos hijos gemelos: Teledamo y Pélope.

A su regreso de Troya en compañía de su amante, Agamenón es acechado por un espía que ha apostado Egisto, amante de Clitemnestra. Agamenón es asesinado por ésta en el baño en el momento en que, enredado con las mangas cosidas de la camisa que le había dado su mujer, no podía defenderse. Igualmente, corroída por los celos, asesina a Casandra.




6.  Orestes

Por su parte, Orestes, hijo de Agamenón, a quien su madre Clitemnestra y su amante habían alejado de Micenas, recibe la visita de Apolo, quien le revela la verdad de la muerte de su padre y le exige venganza. Mas el joven en un principio rehúye participar alegando que las disputas de sus padres no eran de su incumbencia. Apolo, severo, declara que, le guste o no, él es hijo de Agamenón y, por tanto, tiene el deber de vengar su muerte, so pena de desagradables castigos sobre su persona. Orestes se encuentra en un terrible dilema: si mata a su madre, las Erinias lo castigarán con la locura; si no lo hace, igualmente lo castigará Apolo. Así que decide que su lealtad debe estar del lado de su padre, rey y, sobre todo, hombre.

Se traslada Orestes, acompañado de Pílades, a Argos, a la tumba de Agamenón, en donde consagra a su padre un bucle de su cabello. Al poco tiempo, acude Electra a visitar la tumba y reconoce el pelo de su hermano. Una vez reencontrados los hermanos, preparan la estrategia de la venganza. Orestes se hace pasar por un viajero que procede de Fócide y se dirige a Argos con la misión de anunciar la muerte de Orestes y preguntar si las cenizas del muerto han de ser portadas a Argos o dejarlas en la Fócide. Clitemnestra escucha estas palabras con un gran desahogo, pues sus crímenes estarán ya libres de vengador, y envía a buscar a Egisto, que se encuentra ausente. Al llegar a palacio, cae muerto bajo los golpes de Orestes. Clitemnestra oye los golpes y los gritos y acude aceleradamente. Encuentra a su amante moribundo ante su hijo con la espada desnuda y ensangrentada. Ésta le suplica que lo perdone, le muestra su seno desnudo, que lo amamantó, y Orestes está a punto de ceder, cuando Pílades le recuerda la orden de Apolo y el carácter sagrado de la venganza. Entonces, sin dudarlo le da muerte.

Pronto la locura acometió a Orestes, como ocurría a la mayoría de los homicidas. Además, como matador de su propia madre, es perseguido por las Erinias, que lo acosan desde el primer día. Él busca refugio en Delfos, el propio Apolo lo purifica, pero esto no lo libera de las Erinias, que exigen un juicio en regla, juicio que se celebrará en Atenas. La mitad de los jueces se pronunciaron por la absolución, la otra mitad, por la condena. Por tanto, fue absuelto, pues Atenea, que presidía el tribunal, unió su voto a los primeros. En agradecimiento, Orestes erigió un altar en la colina del Areópago.




Una vez absuelto, Orestes preguntó al oráculo de Apolo, en Delfos, qué debía hacer, y la Pitia le respondió que se curaría por completo de la locura si iba a Táuride a buscar la estatua de Ártemis. A su llegada, son apresados por los habitantes, que retienen a todos los extranjeros para sacrificarlos a su diosa. Conducidos a presencia del rey Toante, son trasladados luego ante la sacerdotisa del templo de Ártemis, Ifigenia, quien los desata, los interroga y pronto los reconoce. Orestes le explica el motivo de su viaje y la orden recibida de Apolo. Ifigenia resuelve ayudarles a apoderarse de la imagen de la diosa y a escapar con ellos. Al efecto convence al rey de que ella no puede sacrificar al extranjero, obligado a marchar de su país por haber dado muerte a su madre, sin antes haber purificado en las aguas del mar a la víctima y la estatua de la diosa. Se encaminan a la orilla del mar, junto a la ensenada en donde se encuentra varado el barco de su hermano. Embarcan Ifigenia, Orestes, Pílades y la estatua. Pero Posidón arroja de nuevo el barco a la costa y Toante está a punto de apoderarse de él, cuando Atenea le ordena abandonar la persecución. Así que llegan al Ática y erigen el primer templo griego en honor de Ártemis.

Las maldiciones que pendían sobre la familia tantálida han quedado mitigadas, la cadena de muertes y venganzas, cortada. En adelante, Orestes vivió apaciblemente con su esposa Hermíone, con quien tuvo un hijo, Tisámeno. Reinó en Argos. Poco antes de su muerte, a edad muy avanzada, una epidemia asoló el país. Consultado el oráculo de Delfos, la Pitia le declaró que la plaga cesaría cuando fuesen reconstruidas las ciudades destruidas durante la guerra de Troya y se tributara a los dioses de estas ciudades los honores de los que habían sido privados. Por eso, Orestes envió colonias al Asia Menor con la misión de reconstruir dichas ciudades. Murió Orestes a la edad de noventa años, después de setenta de reinado. Se mostraba su tumba en Tegea, en donde se le tributaban honores divinos.


Ifigenia en Áulide



Dentro de las actividades extraescolares del departamento de Griego, el próximo jueves 18 de abril alumnos de Latín, Griego y del Programa d'Aprofundiment de nuestro centro asistirán, en el teatro romano de Sagunto, a la representación de la tragedia de Eurípides "Ifigenia en Áulide". Previamente habrán realizado, tras ser distribuídos en tres grupos,  los talleres de Militaria, Etapas de la vida y Plaza de los dioses.
Vamos a hablar un poco de esta tragedia.

En sus dos últimos años de vida, en la corte de Macedonia, Eurípides compuso tres obras: la perdida Alcmeón en CorintoLas bacantes e Ifigenia en Áulide. Esta última es una hermosa tragedia sobre el sacrificio de la hija de Agamenón a la diosa Ártemis. El final de la obra se ha perdido o nunca fue finalizado, y poseemos una reelaboración bastante posterior. La obra intenta, sin conseguirlo, analizar el proceso espiritual por el que Ifigenia evoluciona desde su primitivo temor a la muerte, hasta la serena aceptación del sacrificio en favor del pueblo griego. El motivo para este cambio es trivial, patriotero y suena a postizo, como si Eurípides no hubiera acertado en esta ocasión su estudio psicológico. Ya Aristóteles vio en este cambio una total falta de coherencia. Fue representada póstumamente por el hijo del autor, Eurípides el Joven, el 405 a. C. La trilogía ganó el primer premio.
Es una de las más bellas creaciones de su autor y la agilidad en el estudio de los caracteres vuelve a ser una de sus características. Se intenta analizar en ella el proceso espiritual por el cual Ifigenia evoluciona desde un primitivo temor a enfrentarse con la muerte hasta la tranquila y serena aceptación del sacrificio a favor del pueblo griego. Aristóteles veía como algo inconcebible el cambio de una forma de ser, φύσις, a otra completamente diferente y estimaba de una total incoherencia la imagen de una muchacha asustada e intranquila y su repentina mutación hacia una serenidad asombrosa ante el sacrificio.
El sentido trágico llega de la mano del personaje de Agamenón, que debe elegir entre su deber como estratego en jefe y su deber como padre. Ifigenia posee la valentía de aceptar con coraje su destino (como otras jóvenes en Eurípides), pero las decisiones de Agamenón se basan en sentimientos puramente humanos.



La valoración de la Ifigenia en Áulide varía mucho según los enfoques de los críticos. Para H. D. F. Kitto se trata de una pieza melodramática de valor secundario, aunque de cierto interés para la historia literaria del teatro. En cambio, Albin Lesky declara su admiración por ella como una de las más logradas creaciones del viejo trágico: “Si en varias tragedias tardías de Eurípides se observa una nueva riqueza y también una nueva agilidad en el elemento psíquico, este desarrollo llega a su culminación en una de sus creaciones más bellas, Ifigenia en Áulide”. Cree Lesky que Aristóteles, que en su Poética, 1454 a, había criticado la variación de actitud de Ifigenia como algo «anómalo», no logró comprender todo el arte de Eurípides en sus progresos por expresar «todo el contenido psíquico» de sus personajes. En esta presentación de caracteres que no son de una pieza, que vacilan y cambian de opinión en el curso de la trama, es desde luego la Ifigenia un paso más, después del Orestes. No es sólo el famoso cambio de Ifigenia, «anómalo» según Aristóteles, porque la joven suplicante del comienzo es distinta de la resuelta heroína final, lo que hemos de destacar. También está ahí, asaltado por sus vacilaciones y su impotencia, el gran caudillo Agamenón.


Sus enfrentamientos con el turbio Menelao (una figura poco apreciada por el autor) y con Clitemnestra, que revelan ambos detalles poco nobles de su pasado, lo dejan en mal lugar, como un ambicioso mezquino. Los más nobles son la pareja de jóvenes: Ifigenia y Aquiles. Éste es un héroe en ciernes, galante y orgulloso, cuya intervención no conduce a nada. Ifigenia, otra víctima inocente sacrificada en aras de una cruel intervención divina, accede a enfrentarse voluntariamente a su muerte, pero carece de un carácter realmente trágico. Quien está sometido al conflicto de tomar una decisión trágica es Agamenón, que tiene que elegir entre su deber como estratego en jefe y su deber como padre. Ifigenia tiene tan sólo la valentía, como otras jóvenes en Eurípides, de aceptar con coraje el destino. Pero las motivaciones de la decisión de Agamenón son «demasiado humanas» y puede dudarse si lo que le fuerza es algo más que la presión del ejército y su propia ambición. Las rencillas familiares nos muestran al héroe en una perspectiva próxima y vulgar. Al final, no hay ninguna katharsis, sólo un relativo happy end; y el rencor de Clitemnestra.



Respecto a la construcción de la obra hay que subrayar que está muy bien lograda y que contiene escenas admirables. Entre ellas está la del prólogo, con su escenario nocturno y silencioso como telón de fondo al diálogo del anciano esclavo y el inquieto Agamenón. Se ha discutido la autenticidad del pasaje y el lugar de su inserción en la obra, pero no hay razones claras para rechazarlo ni alterar su situación. (Murray lo coloca detrás del prólogo más convencional del recitado de Agamenón.)

Una vez más Eurípides revela su maestría en el contraste entre dos personajes contrapuestos, y sus toques psicológicos son incisivos. Valga como ejemplo el agón entre los dos Atridas. O el encuentro entre Agamenón y Clitemnestra. La sordidez latente tras la retórica política queda desenmascarada en esos diálogos despiadados y faltos de escrúpulos personales. Por otra parte está el coro, que tiene poco que decir. En la párodos tenemos un aria lírica descriptiva, como algunos estásimos de las Fenicias o de la Electra. Los demás cantos del coro evocan temas tópicos. El fragmento lírico más elevado es la monodia de Ifigenia (vv. 1279 y sigs.), patética despedida de la vida.

En cuanto al éxodo de la tragedia, no conservamos el texto original, sino una reelaboración del mismo bastante posterior a la muerte del trágico. A partir del verso 1570 se encuentran expresiones y secuencias métricas inaceptables como auténticas. Por otro lado Eliano (alrededor de 170 a 240 de nuestra era) nos ha trasmitido tres versos del final original de la Ifigenia que no se encuentran en el texto conservado, ni encajan en él, puesto que los declama la diosa Ártemis, que como diosa ex machina debía de aparecer aquí. En lugar de tal aparición, tenemos un largo relato de mensajero, puesto en boca de un servidor real.





Los estudiosos sitúan el comienzo de la escena añadida algo antes (hacia el verso 1532) o algo después (hacia el verso 1577, como hace Murray), pero coinciden en señalar su carácter de añadido posterior. En fin, es también posible la suposición de que Eurípides no hubiera concluido del todo la pieza y que, tanto en la secuencia de algunos versos del prólogo como aquí, se notara cierta imperfección formal.
Sobre la sinopsis y la estructura ofrecemos este vídeo:


domingo, 7 de abril de 2013

Un esforç recompensat




Si ha quelcom que ens causa satisfacció és veure que el nostre esforç ha estat recompensat.
Crec que la nostra alumna Olga Giménez Sidro, de 2n Batxillerat L, va experimentar eixa sensació, quan es va assabentar que havia estat la primera classificada en les IV Olimpíades de Clàssiques, organitzades per la Universitat de València, i en les quals podien participar tots els alumnes de centres d'ensenyament de la Comunitat Valenciana matriculats durant el curs 2012-2013 en les assignatures de Llatí i/o Grec de 2n de batxillerat.
Quan li vaig proposar a Olga la participació en les Olimpíades, la va acceptar de bon grat i, llevant-li temps a l’estudi d’altres assignatures i sacrificant temps lliure, que haguera pogut dedicar a d’altres coses, va acudir al centre alguns dies en les mesos de febrer i març en horari vespertí, i va demanar llibres i apunts del professorat de clàssiques del centre, per a preparar-se per a una prova realment difícil de 100 preguntes sobre Grècia i Roma, dividides en dos blocs, un de llengua (morfologia, fonètica, sintaxi, etimologia, prosòdia i derivats lèxics) i un altre de cultura (història, mitologia, religió, política, geografia, literatura, art, filosofia), aquest últim amb la dificultat afegida de què dos errors anul·len una resposta correcta.
La dificultat està també en què molts continguts pels quals pregunten no s’han vist i d’altres és impossible veure’ls en dos cursos de grec. Només diré que algunes preguntes posen entre l’espasa i la paret fins i tot als professors.
Acabada la preparació, el dissabte 23 de març va ser la prova a la Facultat de Filologia, Traducció i Comunicació, en la que van participar 80 alumnes de 27 centres de tota la Comunitat Valenciana, especialment de la província de València, però també alguns de Castelló, Vila-real o L’Alcora.



Olga va eixir contenta de la part cultural, però no massa de la part lingüística, realment complexa. Els que la coneixem un poc, no obstant, sabem que, és exigent amb ella mateixa i sabíem que també hauria fet bé la part de llengua. No vam comprovar les seues respostes, perquè s’haguera posat més nerviosa. El dimecres 27 es publicarien els resultats. I eixe dia vaig rebre una trucada de la professora del Departament de Filologia Clàssica, organitzadora de les Olimpíades, comunicant la bona notícia del primer premi d’Olga, amb un examen molt bo. Ens avisarien per a la cerimònia de lliurament de premis.
Quan vaig comunicar a la protagonista la notícia (estava en classe) els seus companys li van donar un merescut aplaudiment i l’emoció es va apoderar d’ella, i alguna llagrimeta se li va escapar dels ulls. Quelcom normal, perquè només ella sap les hores i esforços que ha dedicat.
L'objectiu fonamental de les Olimpíades, segons llegim en la seua web, és estimular l'estudi de les llengües clàssiques i la seua cultura entre els joves, premiar l'esforç i l'excel·lència acadèmica i servir de punt de trobada entre l'ensenyament secundari i la Universitat. En Olga s’han aconseguit els tres, perquè les Olimpíades l’han estimulat encara més a estudiar eixe Grau de Filologia Clàssica, el guardó aconseguit ha premiat el seu esforç i excel·lència acadèmica, i finalment, el del dia 23 va ser el seu primer examen en una facultat que, aviat, serà el seu centre d’estudi.
Remarcable també que dels sis guanyadors, tres són de la província de Castelló: el primer lloc d’Olga, el quart d’una alumna de l’IES Sos Baynat i el sisè d’una alumna de l’IES Ximén d’Urrea de L’Alcora.
En aquest sentit, el nostre centre es pot sentir satisfet perquè els seus alumnes han aconseguit el 3r premi en les Olimpíades de Química (Raquel Gil Edo), el 2n en Física (Vicente Aguilella Burriel), el 1r d’Humanitats (Eva Pardo Gil), en les convocades per la UJI, i aquest 1r en Clàssiques, organitzades per la Universitat de València.
La Universitat de València concedirà als sis primers classificats de la IV Olimpíada de Clàssiques de València la matrícula gratuïta per al curs 2013-2014 en qualsevulla titulació de les què ofereix.
Només ens resta felicitar també, per la part que els toca, als professors de Grec i Llatí d’Olga de 4ESO, 1 i 2n de Batxillerat per la preparació que li han proporcionat. Però, sobretot, la nostra més sincera enhorabona a la campiona olímpica de Clàssiques de la Universitat de València.