viernes, 30 de marzo de 2007

Filoctetes revisitado (IIIb, los personajes: Neoptólemo, ¿naturaleza o educación?)

La complejidad de la personalidad de Neoptólemo está especialmente patente en la tragedia que nos ocupa. Estriba en la persona de Neoptólemo un punto de gran originalidad. Parece que en la obra que Esquilo dedicó al mismo tema, a cargo del joven hijo de Aquiles corría el prólogo, pero no un papel importante.
En Sófocles, en cambio, es tan importante su figura que algunos críticos han querido considerarle protagonista del drama. Neoptólemo es el mediador y el portador de una llamada a la sociabilidad, único consuelo del héroe solitario y desarraigado. Neoptólemo, el hijo de su amigo, es la persona más indicada para llegar al corazón de Filoctetes.
Se contraponen en la obra dos planos: el de la mentira y el de la verdad. El joven tendrá que escoger cuál de los dos seguirá. Es inducido a engañar a Filoctetes por medio de la astucia, porque por la persuasión y la fuerza es imposible. En efecto, Neoptólemo ha preguntado a Ulises:
102 ¿Y por qué hay que llevarlo con engaños, en lugar de convenciéndolo? (τί δ᾿ ἐν δόλῳ δεῖ μᾶλλον ἢ πείσαντ᾿ ἄγειν;).
El joven, rehusando al principio, afirma que no está en su naturaleza utilizar tales artimañas. Su nobleza constitutiva le viene de abolengo, por razón hereditaria. Ulises, el de los mil recursos, pretende que el joven se apodere del arco de Filoctetes haciéndose su amigo y convenciéndolo de que lo llevará de regreso a su patria.
El joven hijo de Aquiles, movido por malas influencias y por el deseo constante de poseer fama y gloria, acepta la orden de Ulises y engaña a Filoctetes. Éste llega al punto de confiar vivamente en el hijo de su gran amigo y, en un momento de gran sufrimiento, por causa de su herida, le entrega las armas. La convivencia con el sufrimiento ajeno, la amistad establecida entre los dos y la confianza depositada en su persona por Filoctetes, llevan a Neoptólemo a contar la verdad. El joven sufre una valiosa transformación dejando de ser un héroe del tiempo antiguo que tenía por ley hacer el bien al amigo y mal al enemigo, para transformarse en un héroe cuya justicia es un bien valioso y que por ese motivo debe ser puesta en práctica. El joven guerrero intenta una última tentativa para llevar a Filoctetes a Troya, esta vez por medio de la persuasión, pero no consigue vencer la terquedad del tesalio, siendo necesaria la intervención, como deus ex machina, de Heracles para conseguir llevarlo.
Neoptólemo es un personaje clave en la tragedia, una obra que trata la cuestión de la transmisión de la virtud, en boga en la época clásica. ¿Debe el ser humano su comportamiento a la herencia recibida de sus antepasados o a la educación que haya podido recibir? En la época clásica, en el campo de la educación, el asunto conoció diferentes métodos de análisis, principalmente por parte de los sofistas. Algunos autores conservaban el pensamiento tradicional de que la naturaleza humana era fruto del linaje de los antepasados, pero otros, como Antifonte, afirmaban que la educación era la primera de todas las cosas humanas.
Neoptólemo, al acceder a los argumentos ilusorios de Ulises, no se comporta de acuerdo con la nobleza de su naturaleza, pero la convivencia con el sufrimiento humano, la amistad mutua y la confianza conducen al joven a tener un comportamiento puro y auténtico. En este héroe están presentes los dos aspectos que los sofistas, defensores de la enseñanza de la virtud, consideraban indispensables para un buen desarrollo de la conducta humana: la naturaleza y la educación. Aunque las cualidades naturales, heredadas del padre, hubieran sido relevantes para la culminación de los acontecimientos, el hecho es que el sufrimiento y la convivencia con Filoctetes tienen una contribución realmente importante para el final de la acción. La naturaleza de Neoptólemo podría haber sido definitivamente desviada por la influencia de Ulises, si se hubiera prolongado más en el tiempo. Así podemos deducir que la naturaleza del hijo de Aquiles, repleta de principios dignos de elogio, fue perfeccionada por medio de la convivencia y por la adquisición del concepto de justicia que Filoctetes le proporcionó.
Y es que en la obra de Sófocles, sobre todo en Antígona, se percibe claramente que la sofística, que en la época de su madurez emprendió la transmutación radical de los valores tradicionales, repercutió hondamente en él. En el campo de la educación, como hemos dicho, se formaron distintas tendencias. Ya hemos dicho que algunos conservaban la antigua concepción de que la disposición natural (φύσις) determina el carácter y la manera de obrar del hombre; los innovadores, en cambio, apoyaban al sofista Antifonte, que decía: “Creo que lo primero en las cosas humanas es la educación” (= πρῶτον, οἶμαι, τῶν ἐν ἀνθρώποις ἐστί παίδευσις).
El Filoctetes es la expresa declaración de Sófocles a favor de la convicción helénica antigua que surge con particular expresividad en Píndaro: “Grande es el peso de quien posee connatural gloria. El que sólo lo aprendido tiene, es hombre oscuro que, con mudables aspiraciones, nunca da un paso con pie firme e innúmeras proezas intenta con inmadura decisión = συγγενεῖ δέ τις εὐδοξίᾳ μέγα βρίθει. ὃς δὲ διδάκτ᾿ ἔχει, ψεφεννὸς ἀνήρ ἀλλοτ᾿ ἄλλα πνέων οὔ ποτ᾿ ἀτρεκεῖ κατέβα ποδί, μυριᾶν δ᾿ ἀρετᾶν ἀτελεῖ νόῳ γεύεται“ (Nemea III, 40).
Otra frase de Píndaro podría servir de introducción al Filoctetes:
“Pues el zorro leonado y los rugientes leones no pueden intercambiar su ingénito carácter = τὸ γὰρ ἐμφυὲς οὔτ᾿ αἴθων ἀλώπηξ οὔτ᾿ ἐρίβρομοι λέοντες διαλλάξαιντο ἦθος, Olímpica XI, 19-20).
Esto coloca a Neoptólemo en una situación extremadamente trágica, por el hecho de que fuerza su propia naturaleza y se somete a una misión que sólo es capaz de realizar destruyendo su valor interior. Él mismo lo dice:
902-903 todo produce repugnancia cuando uno abandona su propia naturaleza y hace lo que no es propio de él (ἅπαντα δυσχέρεια, τὴν αὑτοῦ φύσιν / ὅταν λιπών τις δρᾷ τὰ μὴ προσεικότα).
Y, cuando devuelve el arma a Filoctetes, lo dice éste:
1310-1311 “Has demostrado, hijo, de qué estirpe has nacido = τὴν φύσιν δ᾿ ἔδειξας, ὦ τέκνον, / ἐξ ἧς ἔβλαστες).
Como toda gran obra de arte, pues, también el Filoctetes puede ser estudiado desde diversos puntos de vista. Uno de los posibles enfoques consiste en entenderlo como el drama de la naturaleza indestructible.
Finalizamos esta segunda parte dedicada al personaje de Neoptólemo con dos citas de la obra sofoclea que aparecen en la Ética a Nicómaco de Aristóteles. Ambos fragmentos son del libro VII, un apéndice sobre las virtudes éticas: la continencia e incontinencia.
El primer fragmento establece que, igual que hay una continencia negativa, porque hace al hombre perseverante en una opinión, si se atiene a una opinión falsa, existe una incontinencia buena, si es la que hace que un hombre abandone toda opinión.
“Por otra parte, si las pasiones son débiles y no son malas, no hay ningún mérito en vencerlas, así como si son malas y débiles, ningún mérito hay en dominarlas. Si la templanza o dominación sobre sí mismo hace que uno se mantenga firme en toda opinión una vez que se ha arraigado en el espíritu, esta cualidad se hace mala, si, por ejemplo, nos compromete a sostenernos en una opinión falsa; y recíprocamente, si la intemperancia nos hace salir siempre de la resolución que habíamos tomado, podrá tropezarse alguna vez con una intemperancia laudable. Por ejemplo, en el Filoctetes de Sófocles esta es la posición de Neoptólemo, y es preciso alabarle por no haberse atenido a la resolución que Ulises le había inspirado, por causarle disgusto la mentira. Hay más; el razonamiento sofístico, cuando llega a engañar por medio de la mentira, no hace más que crear la duda en el espíritu del oyente. Los sofistas se proponen probar paradojas para justificar su gran habilidad cuando salen triunfantes; pero los razonamientos que forman no son más que una ocasión de dudas y de embarazo; porque el pensamiento se encuentra encadenado en cierta manera, no pudiendo fijarse en una conclusión que le repugna, ni pudiendo tampoco avanzar, porque no sabe cómo resolver el argumento que se le presenta”. (Ética a Nicómaco VII, 2)
El siguiente fragmento habla de la continencia y la obstinación.
“Son obstinados los testarudos, los ignorantes y los rústicos; los primeros, movidos por el placer y el dolor, se gozan con su victoria cuando no se les logra persuadir al cambio, y se afligen, si sus opiniones, como si se tratara de decretos, son rechazadas, de modo que se parecen más al incontinente que al continente.
Hay algunos, sin embargo, que no se atienen a sus opiniones, pero no por incontinencia, como Neoptólemo en el Filoctetes de Sófocles: ciertamente, por causa del placer no se atuvo a su opinión, pero fue un noble placer decir la verdad, aunque Ulises le había persuadido a que mintiera. No todo el que hace algo por causa del placer es desenfrenado, malo o incontinente, sino sólo el que lo hace por un placer vergonzoso
”. (Ética a Nicómaco VII,9)

viernes, 23 de marzo de 2007

Filoctetes revisitado (IIIa, los personajes: Neoptólemo, ¿naturaleza o educación?)

Para que los pocos lectores de nuestro blog se centren, recordamos lo que, hasta este momento, hemos publicado sobre la tragedia de Sófocles:
Filoctetes revisitado (I, el motivo y el mito)
Filoctetes revisitado (II, las sentencias dentro del argumento y la estructura. Primera parte)
Filoctetes revisitado (II, las sentencias dentro del argumento y la estructura. Segunda parte)
Filoctetes revisitado (II, las sentencias dentro del argumento y la estructura. Tercera parte)
Filoctetes revisitado (II, las sentencias dentro del argumento y la estructura. Cuarta y última parte)
Abordamos, pues, el tercer capítulo de esta serie dedicada a glosar la tragedia Filoctetes de Sófocles, que ofreceremos en seis partes. En él nos centraremos en cada uno de los tres protagonistas del drama.
En efecto, la tragedia nos ofrece un maravilloso e intrincado juego a tres bandas, con tres personajes de edades y caracteres totalmente diversos. Cabe decir que se necesitaban para esta tragedia tres grandes actores. Es nuestra intención destacar, relacionándolo con cada uno de los tres personajes de la obra, un aspecto relevante y de actualidad. En el caso del primer personaje, Neoptólemo, nos centraremos en un debate abierto en la época clásica griega: ¿está el carácter de la persona marcado por su naturaleza o se modela con la educación? Hablaremos también de otros aspectos, como la ética y la estética.
Primero, no obstante, estudiaremos la actitud del joven en la obra.
Ulises y Neoptólemo llegan a la isla de Lemnos dispuestos a recuperar el arco de Heracles y a su dueño, el arquero Filoctetes, necesarios según el oráculo para la victoria definitiva contra Troya. Saben que no le van a encontrar propicio a este designio, puesto que años atrás fue abandonado, herido y solo, en Lemnos por los mismos que hoy consideran su ayuda imprescindible. Ulises va dispuesto a utilizar cualquier trampa para engañar al hostil Filoctetes:
54-55 Te necesito para que, al hablarle, engañes con tus palabras el ánimo de Filoctetes (τὴν Φιλοκτήτου σε δεῖ / ψυχὴν ὅπως λόγοισιν ἐκκλέψεις λέγων).
No obstante, Ulises expresa su convencimiento sobre la naturaleza noble del hijo de Aquiles:
79-80 Sé, hijo, que no estás predispuesto por tu naturaleza a hablar así ni a maquinar engaños (ἔξοιδα, παῖ, φύσει σε μὴ πεφυκότα / τοιαῦτα φωνεῖν μηδὲ τεχνᾶσθαι κακά).
De todas formas de lo que se trata, le explica, es de conseguir la victoria; ya habrá tiempo después para mostrarse justos.
81 Pero es grato conseguir la victoria (ἀλλ᾿ ἡδὺ γάρ τι κτῆμα τῆς νίκης λαβεῖν).
82 Ya nos mostraremos justos en otra ocasión (δίκαιοι δ᾿ αὖθις ἐκφαινούμεθα).
En cambio, el joven Neoptólemo, hijo de Aquiles, desembarca dejando muy claro que:
88-89: Por mi naturaleza, no hago nada con medios engañosos, ni yo mismo, ni, según dicen, el que me dio el ser (ἔφυν γὰρ οὐδὲν ἐκ τέχνης πράσσειν κακῆς. / οὔτ᾿ αὐτὸς οὔθ᾿, ὥς φασιν, οὑκφύσας ἐμέ).
Neoptólemo está decidido sin duda a obligar por la fuerza a Filoctetes a acompañarlos a Troya con su arco, pero no se decide a engañarle a fin de lograr el mismo resultado:
90-91: Pero estoy dispuesto a llevarme a este hombre por la fuerza y no con engaños (ἀλλ᾿ εἴμ᾿ ἑτοῖμος πρὸς βίαν τὸν ἄνδρ᾿ ἄγειν / καὶ μὴ δόλοισιν·).
Añade además:
94-95 Prefiero fracasar obrando rectamente que vencer con malas artes (βούλομαι...καλῶς δρῶν ἐξαμαρτεῖν μᾶλλον ἢ νικᾶν κακῶς).
Odiseo le replica con argumentos propios de un sofista, de alguien que ha comprobado la fuerza de la persuasión, es decir, las palabras son instrumentos para conseguir los objetivos lo mismo que las acciones, ni más ni menos.
98-99 Y ahora, remitiéndome a las pruebas, veo que entre los mortales son las palabras y no los actos los que guían todo (νῦν δ᾿ εἰς ἔλεγχον ἐξιὼν ὁρῶ βροτοῖς τὴν γλῶσσαν, οὐχὶ τἄργα, πάνθ᾿ ἡγουμένην).
Neoptólemo pregunta por qué no se puede utilizar la persuasión en lugar del engaño:
102 ¿Y por qué hay que llevarlo con engaños, en lugar de convenciéndolo? (τί δ᾿ ἐν δόλῳ δεῖ μᾶλλον ἢ πείσαντ᾿ ἄγειν;).
Más adelante insistirá en ello:
1278-1279 Hubiera querido persuadirte con mis razones (ἀλλ᾿ ἤθελον μὲν ἄν σε πεισθῆναι λόγοις / ἐμοῖσιν).
En este punto hemos de hacer un paréntesis para citar a Jacqueline de Romilly:
Se puede decir que Grecia se movilizó contra la violencia. Esto inspiró su respeto apasionado por la ley, pero ese sentimiento se tradujo igualmente en otras formas más amplias, ya que a la violencia también se opone la persuasión… Hay que apresurarse a añadir la persuasión de la ley: siempre interviene allá donde la ley no gobierna. Preside los acuerdos. No se cansa de ir en contra de la violencia. Cómo no recordar que todos los crímenes y todas las venganzas de los que está hecha la Orestíada de Esquilo, se estrellan contra la soberanía justa de un tribunal, y que Atenea, entonces, intenta persuadir a las Erinias en lugar de forzarlas. Parece la profesión de fe del helenismo en el cenit de su perfección, cuando evoca “la persuasión majestuosa” que da a su palabra “dulce hechizo” (Las Euménides, 885-886:
Si persuasión majestuosa es algo muy sacrosanto – de mi lengua dulce hechizo – tú te quedarás aquí
ἀλλ᾿ εἰ μὲν ἁγνόν ἐστί σοι Πειθοῦς σέβας,
γλώσσης ἐμῆς μείλιγμα καὶ θελκτήριον
σὺ δ᾿ οὔν μένοις ἂν·

Y, para contestar en lenguaje humano a las palabras de la diosa, podríamos citar al joven Neoptólemo de Sófocles cuando aspira a convencer a Filoctetes en lugar de engañarlo y aprovecharse de su ventaja. Persuadir: ése es el resorte de esa democracia de la que se sentían tan orgullosos los griegos, quienes dejaban la coacción para los tiranos.
(Romilly, Jacqueline de, ¿Por qué Grecia?, Madrid, 1997 – páginas 249-250)
Finalizada la cita, continuamos.
Neoptólemo sigue oponiéndose a engañar a Filoctetes, pues no va con su naturaleza:
108 Y ¿no consideras vergonzoso, ciertamente, decir mentiras? (οὐκ αἰσχρὸν ἡγῇ δῆτα τὰ ψευδῆ λέγειν;)
En esta violenta oposición entre Ulises y Neoptólemo, se repite el contraste con que la Ilíada lo muestra frente a Aquiles, el padre de Neoptólemo. Éste dice a los embajadores en el canto IX:
307 Respondióle Aquiles el de los pies ligeros:
— Laertíada, de jovial linaje! ¡Odiseo, fecundo en recursos! Preciso es que os manifieste lo que pienso hacer para que dejéis de importunarme unos por un lado y otros por el opuesto. Me es tan odioso como las puertas del Hades quien piensa una cosa y manifiesta otra.

Τὸν δ᾿ ἀπαμειβόμενος προσέφη πόδας ὠκύς Ἀχιλλεύς·
διογενὲς Λαερτιάδη, πολυμήχαν᾿ Ὀδυσσεῦ,
χρὴ μὲν δὴ τὸν μῦθον ἀπηλεγέως ἀποειπεῖν,
ᾗ περ δὴ φρονέω τε καὶ ὡς τετελεσμένον ἔσται,
ὡς μή μοι τρύζετε παρήμενοι ἄλλοθεν ἄλλος.
ἐχθρὸς γὰρ μοι κεῖνος ὁμῶς Ἀΐδαο πύλῃσιν
ὅς χ’ ἕτερον μὲν κεύθῃ ἐνὶ φρεσίν, ἄλλο δὲ εἴπῃ.
También su hijo aborrece la mentira, y al convertirse en su instrumento, experimenta una sensación que le incomoda, le desconcierta, le produce angustia, e incluso le repugna.
Por eso, el joven Neoptólemo, cuya naturaleza noble ha destacado el propio Ulises, pregunta qué cara hay que poner cuando se miente:
110 Y ¿cómo se atreverá alguien a hablar así mirando a la cara? (πῶς οὖν βλέπων τις ταῦτα τολμμήσει λαλεῖν;).
Ulises le convence de que ahora tiene una ocasión de hacerse reputar por sabio y no sólo por valiente:
119 Serías reputado por sabio tanto como por valiente (σοφὸς τ᾿ ἂν αὑτὸς κἀγαθὸς κεκλῇ᾿ ἅμα), empleando con decisión las fintas de la palabra, lo mismo que en su momento las fintas de la espada. En algunas ocasiones, más vale maña que fuerza; en todas, más vale que la maña acompañe a la fuerza. Lo que Ulises ofrece a la consideración de Neoptólemo para persuadirlo es sin duda una «razón de Estado», pero no anónima y burocrática, sino realzada de gloria y nombradía. Y Neoptólemo la acepta porque, como dice más adelante:
925-926 La justicia y la conveniencia me obligan a obedecer a los que están en el poder (τῶν γὰρ ἐν τέλει κλύειν / τό τ’ ἔνδικόν με καὶ τὸ συμφέρον ποιεῖ).
La justicia y la conveniencia no eran todavía conceptos opuestos en la tragedia griega.
Ulises le ha convencido, no sin esfuerzo y usando su capacidad retórica, a que se gane la confianza, con engaños y con astucia, de Filoctetes.
El joven, pues, a regañadientes y porque está en juego el interés colectivo, obedece:
120 Lo haré, liberándome de todo sentimiento de vergüenza (ποήσω, πᾶσαν αἰσχύνην ἀφείς)
la autoridad de un hombre mayor y más experimentado que él.
Desde el comienzo de su encuentro con Filoctetes (162-167), Neoptólemo está impresionado por la terrible desgracia del hombre al que debe engañar. Su encuentro con el arquero le permite descubrir la alegría que provoca en el abandonado y excluido héroe el encuentro con un ser humano, y además griego, el gozo que experimenta el ahora miserable arquero al escuchar sonidos en su lengua. Filoctetes, además, va adquiriendo confianza en el joven hijo de Aquiles, hasta el punto de postrarse de rodillas, como suplicante, ante Neoptólemo y rogarle que le devuelva a su patria y, por ende, a la civilización, de la que ha estado excluido.
Cuando ha conseguido que Neoptólemo acceda a llevarlo (él cree que a su patria, aunque, en realidad, le lleva a Troya), Filoctetes sufre una aguda crisis de su enfermedad y el hijo de Aquiles contempla el dolor físico que sacude a Filoctetes en todo su desarrollo: primero tratado de ocultar, después desatado con crueldad y finalmente desembocando en un sueño profundo y liberador. Antes, no obstante, Neoptólemo ha recibido de manos del enfermo la mayor prueba de su confianza, nada menos que el arco y las flechas, su único medio de vida, de una vida mísera y terrible en una isla solitaria.
Es aquí cuando algo en ese “alma noble” del joven empieza a agitarse. Se inicia un proceso de arrepentimiento, un proceso psicológico interesante que el propio Neoptólemo remarca con sus intervenciones.
El inicio está en el verso 806:
Sufro desde hace rato, mientras lamento las desgracias que te afligen (ἀλγῶ πάλαι δὴ τἀπὶ σοὶ στένων κακά).
Quien había actuado con resolución aplicando el plan, lleno de engaños, de Ulises, empieza a mostrarse arrepentido, tocado por la compasión que le produce Filoctetes.
Se encuentra en una situación embarazosa:
895 A partir de este momento, ¿qué debería hacer yo? (τί δῆτ᾿ ἂν δρῷμ’ ἐγὼ τοὐνθένδε γε).
897 No sé adónde debo dirigir una embarazosa resolución (οὐκ οἶδ᾿ ὅποι χρὴ τἄπορον τρέπειν ἔπος).
899 Es que me encuentro ya en una situación de angustia (ἀλλ᾿ ἐνθάδ᾿ ἤδη τοῦδε τοῦ πάθους κυρῶ).
Más adelante certifica que la compasión por Filoctetes le ha marcado profundamente:
965-966 Una profunda compasión por este hombre se ha apoderado de mí, y no ahora por primera vez, sino ya antes (ἐμοὶ μὲν οἶκτος δεινὸς ἐμπέπτωκέ τις / τοῦδ᾿ ἀνδρὸς οὐ νῦν πρῶτον, ἀλλὰ καὶ πάλαι).
Hasta el propio Filoctetes ha observado que Neoptólemo está sufriendo por su innoble comportamiento:
1010-1012 Y que no sabía más que cumplir lo ordenado, quien incluso evidencia ya a las claras que sufre de penoso modo por las faltas que ha cometido y por el mal que me hizo (ὃς οὐδὲν ᾔδει πλὴν τὸ προσταχθὲν ποῖειν, / δῆλος δὲ καὶ νῦν ἐστιν ἀλγεινῶς φέρων / οἷς τ᾿ αὐτὸς ἐξήμαρτεν οἷς τ᾿ ἐγὼ ᾿ παθον).
Finalmente, esa compasión le hará decidir la reparación del engaño:
1224 Voy a enmendar cuantos yerros cometí antes (λύσων ὅσ᾿ ἐξήμαρτον ἐν τῷ πρὶν χρόνῳ).
Y a Ulises le aclara qué acción errónea ha cometido:
1228 Someter a un hombre con engaños y embustes vergonzosos (ἀτάταισιν αἰσχραῖς ἄνδρα καὶ δόλοις ἑλών).
Y mantiene esta decisión de reparar su error, a pesar de las dificultades que le causan la oposición de Ulises y la desconfianza y terquedad de Filoctetes.
Primero, confiesa el engaño, después le devuelve a Filoctetes su arma, ante la ira y las amenazas de Ulises y, cuando, inmune a cualquier persuasión, Filoctetes se niega a acompañarlos a Troya por las buenas, se decide a dar un último paso: la promesa de llevar al apestado enfermo a su patria, que antes había sido parte de un astuto y engañoso plan, será realidad.
Ni la anunciada gloria (119 Serías reputado por sabio tanto como por valiente = σοφὸς τ᾿ ἂν αὑτὸς κἀγαθὸς κεκλῇ᾿ ἅμα), ni la venganza de los jefes aqueos (1404 ¿Cómo escaparé de la acusación de los aqueos? = αἰτίαν δὲ πῶς ᾿Αχαιῶν φεύξομαι;) le frenan.
Apoyado en su joven amigo, Filoctetes se dirige al barco que le ha de llevar a su tierra.

sábado, 17 de marzo de 2007

Filoctetes revisitado (II, las sentencias dentro del argumento y la estructura. Cuarta y última parte)


Es ésta la última parte de este segundo bloque en el que, dentro de un todo dedicado a analizar la tragedia Filoctetes de Sófocles, hemos repasado las sentencias presentes en la obra, al tiempo que hemos hecho un resumen, bastante completo, del argumento y la estructura de la obra.
Se inicia ahora el estásimo 3º, sustituido por un diálogo lírico (1081-1217) entre Filoctetes y el coro.
Nuestro héroe se dirige a la caverna, que ha sido su morada en la isla, lamentando su actual situación, privado de su medio de vida. El coro le recuerda que él mismo es el culpable de su situación, ya que se ha obcecado en su postura de intransigencia. Filoctetes insiste en su infortunio y desea para quien se lo causa un sufrimiento equiparable. El coro le recuerda que lo que le acaece es un destino de los dioses y una trampa de su mano, con lo que se alía con Ulises y Neoptólemo.
1116-1118 Un destino, un destino de los dioses, y no una trampa de mi mano, te ha alcanzado (πότμος πότμος σε δαιμόνων / τάδ᾿, οὐδὲ σέ γε δόλος / ἔσχ᾿ ὑπὸ χειρὸς ἐμᾶς).
Filoctetes imagina ahora a Ulises riéndose de él con su arco en las manos y, dirigiéndose a su arma perdida, le dice que será testigo de vergonzosas acciones por parte de su nuevo dueño, Ulises.
El coro le replica con una sentencia, dirigida a la anterior intervención de Ulises, a quien, en cierto modo, disculpa, porque es sólo el ejecutor de una orden de todo el ejército griego:
1140-1142 Es propio del hombre (s c. honrado) decir razonablemente lo que es justo, pero, una vez dicho, no echar en cara palabras mortificantes que resulten odiosas. Y aquél, único designado para esto entre muchos, lo llevó a cabo cumpliendo órdenes como ayuda común para sus amigos (ἀνδρός τοι τὸ μὲν εὖ δίκαιον εἰπεῖν, / εἰπόντος δὲ μὴ φθονερὰν / ἐξῶσαι γλώσσας ὀδύναν. / κεῖνος δ᾿ εἷς ἀπὸ πολλῶν / ταχθεὶς τοῦτ᾿ ἐφημοσύνᾳ / κοινὰν ἤνυσεν ἐς φίλους ἀρωγάν).
Filoctetes se dirige ahora a los animales a quienes antes cazaba, invitándoles a acercarse a su gruta, pues ya no corren peligro; al contrario podrán ser ellos los que sacien su hambre con su carne.
El coro le recuerda que en su mano está rehuir el destino aciago que le aguarda; para ello utiliza una hermosa expresión:
1165-1168 Pero entiéndelo, entiéndelo bien: en tus manos está el regir este destino, pues es lamentable que lo alimentes, mientras seas incapaz de soportar el tremendo peso que lo acompaña (ἀλλὰ γνῶθ᾿, εὖ γνῶθ᾿ · ἐπὶ σοὶ / κῆρα τάνδ᾿ ἀποφεύγειν. / οἰκτρὰ γὰρ βόσκειν, ἀδαὴς δ᾿ / ἔχειν μυρίον ἄχθος ᾧ ξυνοικεῖ).
El coro manifiesta a Filoctetes que cree que lo mejor es que marche a Troya, a lo cual responde Filoctetes que, en ese caso, lo abandonen; después cambia de idea y hace regresar al coro, que ya se iba; el coro lo invita, de nuevo, a partir, pero Filoctetes se niega en redondo:
1198-1202 Nunca, nunca, tenlo por seguro, ni aunque el señor del fuego, el que lanza el rayo, venga a inflamarme con las llamaradas de sus relámpagos. ¡Que muera Ilión y los que están bajo sus muros, que todos ellos tuvieron el atrevimiento de despreciar este pobre pie mío! (οὐδέποτ᾿ οὐδέποτ᾿, ἴσθι τόδ᾿ ἔμπεδον, / οὐδ’ εἰ πυρφόρος ἀστεροπητὴς / βροντᾶς αὐγαῖς μ᾿εἶσι φλογίζων. / ἐρρέτω Ἴλιον, οἵ θ᾽ ὑπ᾽ ἐκείνῳ / πάντες ὅσοι τόδ᾿ ἔτλασαν ἐμοῦ ποδὸς / ἄρθρον ἀπῶσαι).
Le pide además un arma para suicidarse y, finalmente, entra en la cueva. El corifeo anuncia la llegada de Ulises y Neoptólemo en escena. Llegan discutiendo; Ulises quiere saber por qué Neoptólemo ha decidido volver ante Filoctetes y el hijo de Aquiles responde:
1224 Voy a enmendar cuantos yerros cometí antes (λύσων ὅσ᾿ ἐξήμαρτον ἐν τῷ πρὶν χρόνῳ).
Estos errores, aclara, son haberle obedecido a él y al ejército argivo; y a la pregunta de Ulises de qué acción inconveniente ha realizado Neoptólemo, éste responde:
1228 Someter a un hombre con engaños y embustes vergonzosos (ἀτάταισιν αἰσχραῖς ἄνδρα καὶ δόλοις ἑλών). Ulises sospecha la acción que Neoptólemo va a realizar: devolver el arco a Filoctetes.
1233 ¡Oh Zeus! ¿Qué dices? ¿No estarás pensando en devolvérselo? (ὦ Ζεῦ, τί λέξεις; οὔ τί που δοῦναι νοεῖς;)
1234 Sí, pues lo he obtenido de modo deshonroso y no lo poseo justamente (αἰσχρῶς γὰρ αὐτὰ κοὐ δίκῃ λαβὼν ἔχω).
Ulises dice a Neoptólemo que él mismo y el ejército aqueo le impedirán esa acción, afirmación que es tildada de poco ingeniosa:
1244 Aunque eres sagaz por naturaleza, no has dicho nada ingenioso (σοφὸς πεφυκὼς οὐδὲν ἐξαυδᾷς σοφόν).
A la réplica de Ulises que le acusa de pronunciar cosas y realizar acciones no ingeniosas, responde el joven:
1246 Pero, si son justas, son preferibles a las ingeniosas (ἀλλ᾿ εἰ δίκαια, τῶν σοφῶν κρείσσων τάδε).
Muestra, además, su propósito de reparar su error; para ello Sófocles hace intervenir a Neoptólemo en ἀντιλαβή respondiendo con un hemistiquio a Ulises y le adjudica todo el verso siguiente; la reiteración de las vocales α (11), ι (5), de la ρ (4) y de las nasales μ (3) y ν (6), dan al verso un aire de aliteración:
1248-1249 He cometido una falta vergonzosa y voy a intentar repararla (τὴν ἁμαρτίαν / αἰσχρὰν ἁμαρτὼν ἀναλαβεῖν πειράσομαι).
El joven no siente miedo ni de enfrentarse al ejército griego, porque la justicia está de su lado. Ulises hace ademán de desenvainar la espada, hecho que no intimida a Neoptólemo. Ulises se retira anunciando que informará al ejército de lo que ha ocurrido y se vengará de él. En este momento se produce lo que se conoce como puente escénico. Este recurso se produce cuando una escena está definida en su parte final por salida y entrada sucesiva de personajes, permaneciendo un actor en el escenario que despide al primero y anuncia al segundo, cuando uno y otro se encuentran fuera de la vista del público. En lo que respecta al número de versos que constituye cada una de las partes del puente, observaremos que en Filoctetes se equiparan, no proyectándose más énfasis sobre el que marcha que sobre el que ha de llegar. El fragmento es éste:
1259-1262: Has vuelto a tus cabales. Si razonas así de aquí en adelante estarás libre de lamentos. Y tú, hijo de Peante, Filoctetes, sal, abandona este refugio rocoso (ἐσωφρόνησας· κἂν τὰ λοίφ᾿ οὕτω φρονῇς, / ἴσως ἂν ἐκτὸς κλαυμάτων ἔχοις πόδα. / σὺ δ᾿, ὦ Ποίαντος παῖ, Φιλοκτήτην λέγω, ἔξελθ᾿, ἀμείψας τάσδε πετρήρεις στέγας.).
La llamada de Neoptólemo es señal firme de su adhesión a Filoctetes. Para éste significa la vuelta a la vida, para aquél, la decisión de salvar a Filoctetes. Esta secuencia forma parte de tercera y última sección de la pieza, que J. U.-Schmidt comprende bajo el título de “Ohnmacht des Wortes = impotencia o ineficacia de la palabra”, y enlaza dos de los cuatro pasajes que a su juicio componen este apartado: a) Ineficacia de la palabra de Ulises frente a Neoptólemo, y b) Ineficacia de la palabra de Neoptólemo frente a Filoctetes.
Neoptólemo llama a Filoctetes y le pide que escuche las noticias que le trae, cosa que asusta al tesalio:
1268-1269 Siento miedo, pues también antes me fue mal con bellas razones, cuando me dejé convencer por tus palabras (δέδοικ᾿ ἔγωγε. καὶ τὰ πρὶν γὰρ ἐκ λόγων / καλῶν κακῶς ἔπραξα, σοῖς πεισθεὶς λόγοις).
El recelo y la obstinación de Filoctetes se imponen a la voluntad de razonar y de persuasión de Neoptólemo:
1278-1279 Hubiera querido persuadirte con mis razones (ἀλλ᾿ ἤθελον μὲν ἄν σε πεισθῆναι λόγοις / ἐμοῖσιν).
La respuesta de Filoctetes, durísima
1280-1286 Todo lo que hables será en vano, pues nunca conseguirás tener mi ánimo bien dispuesto; tú, que me has privado de mi medio de vida quitándomelo con engaños, después me vienes a amonestar; tú, que has mostrado que eres un odioso hijo de un excelente padre. ¡Ojalá perezcáis los Atridas en primer lugar, el hijo de alertes y tú! (πάντα γὰρ φράσεις μάτην· / οὐ γάρ ποτ᾿ εὔνουν τὴν ἐμὴν κτήσῃ φρένα, / ὅστις γ᾿ ἐμοῦ δόλοισι τὸν βίον λαβὼν / ἀπεστέρηκας· κᾆτα νουθετεῖς ἐμὲ / ἐλθών, ἀρίστου πατρὸς αἴσχιστος γεγώς. / ὄλοισθ᾿, ᾿Ατρεῖδαι μὲν μάλιστ᾿, ἔπειτα δὲ / ὁ Λαρτίου παῖς, καὶ σύ).
A la respuesta durísima sigue un gesto que Filoctetes en absoluto esperaba y que, por ello, no acaba de creer: Neoptólemo le devuelve el arco y las flechas.
Ya hablamos brevemente en la primera parte de este segundo capítulo dedicado al Filoctetes sobre las condiciones de la conquista de Troya, de si eran necesarias sólo las armas de Heracles, las armas y su ahora portador, Filoctetes, de si era también necesaria la presencia de Neoptólemo. Más información sobre este asunto puede leerse en este artículo de Antonio Ruiz de Elvira.
Aparece súbitamente Odiseo que intenta apoderarse de las armas en el momento en que el hijo de Aquiles se las tiende a Filoctetes; éste tiende el arco para disparar sobre el itacense, pero Neoptólemo se lo impide. Ulises se retira y, cuando Filoctetes quiere saber por qué le ha impedido matarlo, el joven dice:
1304 Es que ni para mí ni para ti está bien tal acción (ἀλλ᾿ οὔτ᾿ ἐμοὶ τοῦτ᾿ ἐστὶν οὔτε σοὶ καλόν).
Filoctetes reconoce ahora en Neoptólemo la noble ascendencia de Aquiles y el joven le dirige unas prudentes palabras:
1316-1320 A los hombres les es forzoso soportar las fortunas que los dioses les asignan. Pero cuantos cargan con males voluntarios, como tú, no es justo que nadie les tenga clemencia ni compasión (ἀνθρώποισι τὰς μὲν ἐκ θεῶν / τύχας δοθείσας ἔστ᾿ ἀναγκαῖον φέρειν· / ὅσοι δ᾿ ἑκουσίοισιν ἔγκεινται βλάβαις, / ὥσπερ σύ, τούτοις οὔτε συγγνώμην ἔχειν / δίκαιόν ἐστιν οὔτ᾿ ἐποικτίρειν τινά.).
Los versos 1316 y 1317 expresan un eufemismo (τύχας = desgracias, no fortunas) que aparece en otros lugares de la literatura griega. En Homero (Ilíada, III, 65) leemos:
No son despreciables los eximios presentes de los dioses (οὔ τοι ἀπόβλητ᾿ ἐστὶ θεῶν ἐρικυδέα δῶρα).
La Elegía a las Musas de Solón, en su verso 64, dice:
Y son inevitables los dones de los dioses inmortales (δῶρα δ᾿ ἄφυκτα θεῶν γίγνεται ἀθανάτων).
Finalmente en el verso 1411 del Hipólito de Eurípides podemos leer
Oh amargos dones de tu padre Poseidón (ὦ δῶρα πατρὸς σοῦ Ποσειδῶνος πικρά).
Neoptólemo hace ver a Filoctetes que su enfermedad se debe a un destino dictado por los dioses y se refiere ahora al episodio en el que Filoctetes fue mordido por una serpiente que custodiaba el altar de la diosa Crisa en la isla del mismo nombre; ese mal que aqueja a Filoctetes no desaparecerá mientras el tesalio no acuda a Troya, sea curado por Podalirio y Macaón, hijos del dios Asclepio y médicos del ejército griego, y colabore en el asalto de la fortaleza troyana con ayuda de las armas y del propio Neoptólemo. Ésa es la revelación que ha hecho el adivino Heleno.
El joven finaliza su intervención intentando convencer a Filoctetes con apelaciones a la gloria que éste obtendrá si consiente en acompañarle.
Filoctetes sigue indeciso. Primero manifiesta su deseo de morir, después duda de las palabras del joven hijo de Aquiles. Más tarde expresa lo terrible que puede ser convivir de nuevo con los Atridas y Ulises, y en este contexto expresa otra sentencia:
1360-1361 Pues, para los que el pensamiento llega a ser la fuente de las iniquidades, éstas les enseñan también otros males (οἷς γὰρ ἡ γνώμη κακῶν / μήτηρ γένεται, πάντα παιδεύει κακούς).
Filoctetes pide a Neoptólemo que no le lleve a Troya, sino que se dirijan ambos a sus respectivas patrias, dejando que los Atridas y Ulises mueran de mala manera. Así no se pondrá a la altura de ellos, si no acude en su ayuda, pues son unos malvados.
En un vivo diálogo Neoptólemo insiste, pero Filoctetes se empecina en su negativa. En este diálogo hay frases que podemos considerar sentencias. Son dos en boca de Neoptólemo:
1383 ¿Cómo podría alguien avergonzarse de prestar un servicio a los amigos? (πῶς γάρ τις αἰσχύνοιτ᾽ ἂν ὠφελούμενος;).
1387 ¡Oh querido amigo!, aprende a no envalentonarte en medio de tus males (ὦ τᾶν, διδάσκου μὴ θρασύνεσθαι κακοῖς).
Al final, y recordándole que se lo prometió, estrechándole la mano derecha, Filoctetes le pide que le devuelva a su patria y que no le vuelva a mencionar Troya. Neoptólemo accede, aunque preocupado por las repercusiones que pueda tener su acción: represalias por parte de los griegos, incluida la devastación de su país.
1404 ¿Cómo escaparé de la acusación de los aqueos? (αἰτίαν δὲ πῶς ᾿Αχαιῶν φεύξομαι;)
Filoctetes le promete su ayuda con la flechas de Heracles.
Cuando se disponen a marchar, aparece Heracles como deus ex machina, dispuesto a zanjar la cuestión.
En primer lugar el héroe tebano anuncia que viene a comunicar los designios de Zeus y a impedir que Filoctetes se dirija a su patria.
1413-1417 En atención a ti he venido, abandonando las celestes moradas, para comunicarte los propósitos de Zeus y para impedir que tomes el camino que vas a emprender. Escucha mis palabras. (τὴν σὴν δ᾿ἥκω χάριν οὐρανίας / ἕδρας προλιπών, / τὰ Διός τε φράσων βουλεύματά σοι, / κατερητύσων θ᾿ ὁδὸν ἣν στέλλῃ· / σύ δ᾿ ἐμῶν μύθων ἐπάκουσον)
Después le recuerda que, igual como le ocurrió a él, también a Filoctetes le espera la gloria tras las penalidades sufridas. A continuación le indica minuciosamente lo que debe hacer: ir con Neoptólemo a Troya, ser curado de su dolencia, ser elegido el más importante del ejército por su valor, matar a Paris, devastar Troya y repartir el botín obtenido entre su padre Peante y la tumba de Heracles.
A Neoptólemo Heracles le aconseja lo mismo, pues Troya sólo puede ser conquistada con la colaboración de ambos, Filoctetes y Neoptólemo.
Por su parte, Heracles enviará a Asclepio a Troya. Recomienda a los griegos que muestren el debido respeto a los dioses tras devastar Troya y termina con una nueva sentencia:
1443-1444 La piedad no muere con los mortales y, aunque estemos vivos o muertos, ella no perece (οὐ γὰρ ηὑσέβεια συνθνῄσκει βροτοῖς· / κἂν ζῶσι κἂν θάνωσιν, οὐκ ἀπόλλυται).
Filoctetes se muestra dispuesto a obedecer, al igual que Neoptólemo. Heracles les exhorta a darse prisa y desaparece.
Filoctetes se despide de la que ha sido su morada, de sus ninfas, de las fuentes, y le pide una feliz travesía a donde el destino, el consejo de los amigos y Zeus le llevan.
El coro cierra la obra con estas palabras:
1469-1471 Marchemos todos juntos, rogando a las ninfas del mar que vengan a tutelar nuestro regreso (χωρῶμεν δὴ πάντες ἀολλεῖς, / Νύμφαις ἁλίαισιν ἐπευξάμενοι / νόστου σωτῆρας ἱκέσθαι).

domingo, 11 de marzo de 2007

Filoctetes revisitado (II, las sentencias dentro del argumento y la estructura. Tercera parte)

Continuamos con nuestro pormenorizado repaso del argumento y la estructura del Filoctetes sofocleo, en el que incluimos las sentencias que aparecen en la tragedia. Como se habrá podido comprobar en las dos partes publicadas, dentro de este segundo bloque dedicado a las sentencias, aportamos también otras frases que consideramos destacadas en la obra, y lo hacemos ofreciendo el original griego, siempre según la edición que para Oxford Classical Texts preparara A. C. Pearson en 1924, y, más concretamente, en su septuagésima reimpresión de 1987.
Se inicia el episodio 2º (730-826), protagonizado por Filoctetes y Neoptólemo.
Salen de la gruta Neoptólemo y Filoctetes y, en ese momento, el tesalio es presa de un terrible ataque de dolor, de un atroz acceso de su enfermedad, descrito con una exactitud nosográfica magnífica. Los gritos lastimeros se repiten desde el verso 732 hasta el 796 (ἆ, ἀπαπαῖ, παπαῖ, φεῦ, ὤμοι μοι).
Este episodio es glosado por Cicerón en dos de sus obras, De finibus II, 94-95 y Tusculanas II, 55, 5-10, en las que censura la actitud de Filoctetes. Hablaremos de ello en una nueva entrada.
En esta crisis Filoctetes llega incluso a pedir a Neoptólemo que le corte el pie. Y en los versos 762-766 le pide que tome y custodie el arco, que hace poco le solicitaba sujetar (ἀλλά μοι τὰ τόξ᾿ ἑλὼν τάδ᾿ ὥσπερ ᾔτου ἀρτίως,…σῷζ᾿ αὐτὰ καὶ φύλασσε), mientras remita la crisis que ahora le afecta. Filoctetes sabe que ahora se apoderará de él un sueño reparador y, apelando a su condición de suplicante, solicita de Neoptólemo que se convierta en custodio del arco y no lo entregue a Ulises y Diomedes, si se presentan mientras él duerme.
Hay un ejemplo de ambigüedad trágica, cuando Neoptólemo, en los versos 779-781 dice:
Que tengamos una travesía favorable y rápida adonde la divinidad quiera y adonde quede cumplido nuestro objetivo (γένοιτο δὲ / πλοῦς οὔριός τε κεὐσταλὴς ὅποι ποτὲ θεὸς δικαιοῖ χὡ στόλος πορσύνεται).
El espectador-lector sabe que esa travesía finalmente no será a Esciros, sino a Troya.
En su acceso de dolor Filoctetes desearía para Ulises y los Atridas los sufrimientos que ahora él padece. Si antes le pedía que le cortara el pie, ahora Filoctetes pide a Neoptólemo que le arroje al volcán Mosiclo, y recuerda el episodio del monte Eta, donde Heracles ardió en una pira que Filoctetes prendió, habiendo recibido antes del tebano, como Neoptólemo ahora del tesalio, su arco.
En este momento Neoptólemo se deja entrever la compasión que empieza a experimentar Neoptólemo:
806 Sufro desde hace rato, mientras lamento las desgracias que te afligen (ἀλγῶ πάλαι δὴ τἀπὶ σοὶ στένων κακά).
Antes de caer en el sopor, Filoctetes pide a Neoptólemo que no le abandone mientras duerma (recuérdese los versos 271-272 cuando Filoctetes recordaba su abandono en Lemnos mientras dormía) y se dan la mano como garantía. Filoctetes cae en un profundo sueño, inundado de sudor, y con una vena reventada que chorrea oscura sangre.
Comienza el estásimo 2º (827-864), sustituido por un diálogo lírico formado por una estrofa cantada por el coro, cuatro versos hexamétricos a cargo de Neoptólemo, una antístrofa y un epodo.
En la estrofa el coro intenta convencer a Neoptólemo para que aproveche la oportunidad que se le brinda.
837-838 La oportunidad, que tiene conocimiento de todas las cosas, consigue una gran victoria en el acto (καιρός τοι πάντων γνώμαν ἴσχων / πολὺ παρὰ πόδα κράτος ἄρνυται).
Neoptólemo replica que de nada valdrá el arco, si no les acompaña Filoctetes, tal como ha declarado el oráculo, y termina con una nueva sentencia moralizante:
842 Es un oprobio deshonroso jactarse de hazañas incompletas y acompañadas de falsedades (κομπεῖν δ᾿ ἔστ᾿ ἀτελῆ σὺν ψεύδεσιν αἰσχρὸν ὄνειδος).
En la antistrofa y el epodo el coro persevera en su discurso persuasivo, insistiendo en el estado de inconsciencia de Filoctetes y en la presencia de viento favorable. Pide a Neoptólemo que recapacite sobre sus palabras, aquéllas en las que indicaba la inutilidad de llevarse el arco sin su dueño y cierra, también él, su intervención con otra sentencia:
862-863 Cuida, mira si tus palabras son oportunas (ὅρα, βλέπ᾿ εἰ καίρια / φθέγγῃ).
863-864 Por lo que a mi razón se alcanza, hijo, el trabajo que se hace sin temor es el mejor (τὸ δ᾿ ἁλώσιμον / ἐμᾷ φροντίδι, παῖ, πόνος / ὁ μὴ φοβῶν κράτιστος).
Comienza el episodio 3º (865-1080). Filoctetes se despierta y Neoptólemo ordena callar al coro. El recuperado Filoctetes se admira de la presencia a su lado de Neoptólemo, a quien creía en alta mar. Recuerda su abandono a manos de los Atridas y destaca la nobleza de linaje del hijo de Aquiles, que ha permanecido junto a él, a pesar de lo desagradable de su herida. Ambos emprenden el camino hacia la nave que les llevará a Troya, aunque Filoctetes cree que navegan hacia su patria.
Neoptólemo se detiene. La conciencia le corroe. Estamos en uno de los puntos más interesantes de la obra. Ya el verso 806 presagiaba el proceso psicológico que experimenta el hijo de Aquiles. La compasión allí manifestada se refleja en la actuación que ahora va a tener. La duda o la angustia están presentes en todas las intervenciones del joven:
895 A partir de este momento, ¿qué debería hacer yo? (τί δῆτ᾿ ἂν δρῷμ’ ἐγὼ τοὐνθένδε γε).
897 No sé adónde debo dirigir una embarazosa resolución (οὐκ οἶδ᾿ ὅποι χρὴ τἄπορον τρέπειν ἔπος).
899 Es que me encuentro ya en una situación de angustia (ἀλλ᾿ ἐνθάδ᾿ ἤδη τοῦδε τοῦ πάθους κυρῶ).
Una de las frases más interesantes de la obra aparece ahora en boca de Neoptólemo. Cuando Filoctetes le pregunta si es la repugnancia a su enfermedad lo que le ha persuadido a no llevarle, contesta Neoptólemo:
902-903 Todo produce repugnancia cuando uno abandona su propia naturaleza y hace lo que no es propio de él (ἅπαντα δυσχέρεια, τὴν αὑτοῦ φύσιν / ὅταν λιπών τις δρᾷ τὰ μὴ προσεικότα).
Ante la afirmación de Filoctetes de que Neoptólemo no hace nada que desdiga de su nobleza de origen (cualidad que en la Atenas clásica se creía que se heredaba de padres a hijos), éste afirma:
906 Voy a quedar como un infame. Esto me atormenta desde hace rato (αἰσχρὸς φανοῦμαι· τοῦτ᾿ ἀνιῶμαι πάλαι).
Filoctetes empieza a dudar. Ahora llama a Neoptólemo este hombre (ἁνὴρ ὅδ᾿), cree que va a hacerse a la mar traicionándolo y abandonándolo.
Neoptólemo le asegura que no lo abandonará, sino que le causará un gran disgusto y reitera que hace un rato que está atormentado. Cuando Filoctetes expresa que no comprende lo que ocurre, viene la confesión del joven hijo de Aquiles:
915-916 Nada te voy a ocultar: es necesario que tú navegues a Troya, junto a los aqueos y a la flota de los Atridas (οὐδέν σε κρύψω· δεῖ γὰρ εἰς Τροίαν σε πλεῖν / πρὸς τοὺς Ἀχαιοὺς καὶ τὸν Ἀτρειδῶν στόλον).
Neoptólemo le concreta lo que van a hacer: primero curar su enfermedad y después ir a devastar la llanura de Troya. Filoctetes quiere asegurarse, sin dar crédito a lo que ha oído.
921a ¿Piensas hacer esto de verdad? (καὶ ταῦτ᾿ ἀληθῆ δρᾶν νοεῖς;).
Neoptólemo en el mismo verso, en lo que se llama ἀντιλαβή responde a Filoctetes:
921b Una imperiosa necesidad exige estas cosas (πολλὴ κρατεῖ τούτων ἀνάγκη).
Filoctetes se siente traicionado y se dirige al, hasta hace poco, amigo como extranjero, exigiéndole su arco. Neoptólemo responde con una nueva sentencia:
925-926 La justicia y la conveniencia me obligan a obedecer a los que están en el poder (τῶν γὰρ ἐν τέλει κλύειν / τό τ’ ἔνδικόν με καὶ τὸ συμφέρον ποιεῖ). Sentencia, por otra parte, que da mucho de sí.
La respuesta de Filoctetes es terrible, especialmente en su comienzo, pues dirige a Neoptólemo una cascada de descalificaciones que va in crescendo:
927 ¡Oh tú, fuego, ser totalmente espantoso y abominable modelo de funesta perfidia (ὦ πῦρ σὺ καὶ πᾶν δεῖμα καὶ πανουργίας / δεινῆς τέχνημ᾿ ἔχθιστον).
Le echa en cara que lo haya engañado, que no se avergüence de ese hecho y le implora que le devuelva su arco, su único medio de vida. A continuación se dirige a la naturaleza de la isla, calas, promontorios, montañas y animales y los pone por testigos de las acciones que el hijo de Aquiles ha realizado contra él. Recuerda que Neoptólemo le prometió llevarle a casa y ahora le lleva a Troya y que se ha quedado con el arco. Añade Filoctetes que Neoptólemo pretende llevarle por la fuerza y, en ese momento, se refiere a sí mismo como si no fuera nada, utilizando un lenguaje también presente en Antígona y con reminiscencias pindáricas.
945-946 Y a mí mismo quiere llevarme por la fuerza, como si hubiera prendido a un hombre vigoroso, sin darse cuenta de que ha destruido un cadáver, una sombra de humo, una mera apariencia (ὡς ἄνδρ᾿ ἑλών μ᾿ ἰσχυρὸν ἐκ βίας ἄγει, / κοὐκ οἶδ᾿ ἐναίρων νεκρόν, ἢ καπνοῦ σκιάν, / εἴδωλον ἄλλως). En Antígona 1170 leemos τἄλλ᾿ ἐγὼ καπνοῦ σκιᾶς / οὐκ ἂν πριαίμην ἀνδρὶ πρὸς τὴν ἡδονήν = no le compraría yo a este hombre todo lo demás por la sombra del humo, en lugar de la alegría. En los versos 94 y 95 de la Pítica VIII de Píndaro leemos: ἐπάμεροι· τί δέ τις; τί δ᾿ οὐ τις; σκιᾶς ὄναρ ἄνθρωπος = ¡Seres de un día! ¿Qué es cada uno? ¿Qué no es? El hombre es sueño de una sombra.
Filoctetes reitera una y otra vez que ha sido engañado y, dirigiéndose a la entrada de la gruta, lamenta su futuro, consumiéndose, abandonado, sin poder cazar al no tener ya su arco, y, tal vez, presa de los animales que antes cazaba. A Neoptólemo le desea la muerte, pero luego quiere saber si cambiará de opinión, y si es que no, entonces le desea una mala muerte:
961-962 ¡Ojalá mueras…! Pero aún no, no antes de saber si cambiarás de opinión otra vez. Y si es que no, ¡que tengas una mala muerte! (ὄλοιο μή πω, πρὶν μάθοιμ᾿ εἰ καὶ πάλιν / γνώμην μετοίσεις· εἰ δὲ μή, θάνοις κακῶς).
El corifeo se dirige a Neoptólemo y expresa que la decisión está en sus manos. Entonces el hijo de Aquiles expresa su compasión por Filoctetes, compasión que ya se dejó entrever en el verso 806, como comentamos:
965-966 Una profunda compasión por este hombre se ha apoderado de mí, y no ahora por primera vez, sino ya antes (ἐμοὶ μὲν οἶκτος δεινὸς ἐμπέπτωκέ τις / τοῦδ᾿ ἀνδρὸς οὐ νῦν πρῶτον, ἀλλὰ καὶ πάλαι).
Filoctetes intenta persuadir a Neoptólemo apelando al reproche que pueda sufrir por su acción. La duda corroe a Neoptólemo. Filoctetes asegura que el hijo de Aquiles no es malvado, sino que ha llegado a tal actitud por aprender de hombres perversos.
Neoptólemo pregunta al coro qué deben hacer y, en ese momento, entra en escena Odiseo quien, ante el espanto de Filoctetes, le pide el arco a Neoptólemo.
Filoctetes expresa que fue Ulises quien le ha arrebatado el arma, cosa que el propio itacense ratifica.
978-979 ¡Ay de mí! Estoy traicionado y perdido. Éste es, en verdad, quien me cogió y me despojó de mis armas (οἴμοι· πέπραμαι κἀπόλωλ᾿ · ὅδ᾿ ἦν ἄρα / ὁ ξυλλαβών με κἀπονοσφίσας ὅπλων).
980 Yo, tenlo por seguro, y ningún otro. Estoy de acuerdo (ἐγώ, σάφ᾿ ἴσθ’, οὐκ ἄλλος· ὁμολογῶ τάδε).
Ulises asegura que es Zeus quien ha dispuesto que Filoctetes navegue hacia Troya, y él está a sus órdenes.
Esa afirmación renueva la ira de Filoctetes quien acusa a Ulises de impío por poner por delante a los dioses en acciones que sólo él ha maquinado:
992 Poniendo por delante a los dioses, los haces mentirosos (θεοὺς προτείνων τοὺς θεοὺς ψευδεῖς τίθης).
En el diálogo entre Ulises y Filoctetes, el primero asevera que Filoctetes debe tomar Troya y devastarla junto con los demás caudillos griegos, a lo que el arquero se opone con rotundidad:
999-1000 Nunca, ni aunque tuviera yo que sufrir toda clase de males, mientras exista para mí el escarpado suelo que piso (οὐδέποτέ γ᾿· οὐδ᾿ ἢν χρῇ με πᾶν παθεῖν κακόν, / ἕως γ᾿ ἂν ᾖ μοι γῆς τόδ᾿ αἰπεινὸν βάθρον).
Filoctetes pretende precipitarse por las rocas de un acantilado. Ulises ordena que se lo impidan.
Comienza ahora un largo parlamento de Filoctetes que se inicia con ataques a la astucia y los bajos pensamientos de Ulises, que ha utilizado al joven Neoptólemo para sus propósitos. Un Neoptólemo que ha actuado por mandato y que ya da muestras de arrepentimiento:
1010-1012 Y que no sabía más que cumplir lo ordenado, quien incluso evidencia ya a las claras que sufre de penoso modo por las faltas que ha cometido y por el mal que me hizo (ὃς οὐδὲν ᾔδει πλὴν τὸ προσταχθὲν ποῖειν, / δῆλος δὲ καὶ νῦν ἐστιν ἀλγεινῶς φέρων / οἷς τ᾿ αὐτὸς ἐξήμαρτεν οἷς τ᾿ ἐγὼ ᾿ παθον).
Filoctetes desea la muerte para Ulises, ya implorada anteriormente, pero se lamenta de que los dioses no le conceden nada, recuerda el trato recibido por Ulises y los Atridas, a pesar de haber participado en la expedición a Troya de forma voluntaria y no forzado, como Ulises, que intentó fingirse loco, pero fue descubierto por Palamedes. A continuación alude al hecho de que sea requerido ahora, de que ahora ya no sea considerado un cojo pestilente y de que los aqueos puedan ahora quemar ofrendas y hacer libaciones, cuando ésa fue la causa de su abandono en Lemnos:
1031-1034 ¿Cómo es, oh ser aborrecido por los dioses, que ahora ya no me consideráis un cojo pestilente? ¿Cómo podréis quemar ofrendas a los dioses si yo voy en la travesía? ¿Cómo hacer libaciones? Pues éste era para ti el pretexto para arrojarme (πῶς, ὦ θεοῖς ἔχθιστε, νῦν οὐκ εἰμί σοι / χωλός, δυσώδης; πῶς θεοῖς ἔξεστ᾿, ἐμοῦ / πλεύσαντος, αἴθειν ἱερά; πῶς σπένδειν ἔτι; / αὕτη γὰρ ἦν σοι πρόφασις ἐκβαλεῖν ἐμέ).
Termina su parlamento deseando, de nuevo, un castigo divino para los Atridas y Ulises, que no es otro que su muerte.
Ulises responde que podría alegar muchas razones a lo dicho por Filoctetes, se autoproclama justo y honesto, hace alarde de una superioridad innata, pero decide ceder ante Filoctetes y desistir en su pretensión de llevárselo. Además, utiliza una nueva estratagema, pues dice que con las armas en su posesión, el arquero Teucro o él mismo pueden hacer uso de ellas y conseguir el propósito de rendir Troya. Es un recurso para suscitar la emulación de Filoctetes:
1053-1056 Y ahora voy a ceder ante ti por mi voluntad. Soltadle y no le sujetéis ya. Dejad que se quede aquí. Además, no te necesitamos, teniendo como tenemos tus armas (νῦν δὲ σοί γ᾿ ἑκὼν ἔκστήσομαι. / ἄγετε γὰρ αὐτόν, μηδὲ προσψαύσητ᾿ ἔτι. / ἐᾶτε μίμνειν. οὐδὲ σοῦ προσχρῄζομεν, / τά γ᾿ ὅπλ’ ἔχοντες ταῦτ᾿·).
Ulises termina su intervención tratando, de nuevo, de despertar la envidia de Filoctetes al afirmar que su negativa a acompañarlos puede suponer una honra para él mismo.
Ulises hace ademán de irse, ante los lamentos de Filoctetes, e insta a Neoptólemo a hacer lo mismo. El joven ordena al coro permanecer junto a Filoctetes mientras los marineros aprestan la nave y él y Ulises realizan plegarias. Entretanto confía en que Filoctetes cambie de opinión.


sábado, 3 de marzo de 2007

Filoctetes revisitado (II, las sentencias dentro del argumento y la estructura. Segunda parte)

Seguimos en esta nueva entrada con el repaso a las sentencias del Filoctetes sofocleo. Como hicimos en la anterior, ofrecemos también un acercamiento al argumento y la estructura de la obra.
En el verso 219 se inicia el episodio 1º que se extiende hasta el verso 675.
La presencia de los griegos sorprende a Filoctetes que inquiere su procedencia y origen, aunque intuye su linaje griego por los vestidos; necesita, no obstante oír su voz (225 φωνῆς δ᾿ ἀκοῦσαι βούλομαι); al tiempo les pide que no teman ante su salvaje aspecto. Neoptólemo le confirma que son griegos y la escucha de palabras, y además pronunciadas en su lengua, causa una gran alegría y emoción en Filoctetes (234 ὦ φίλτατον φώνημα), que desea saber las razones por las cuales han llegado a Lemnos.
Neoptólemo se presenta respondiendo que es de Esciros y que navega hacia Grecia. Además dice su nombre y su linaje. En el diálogo que sigue Filoctetes se extraña de que Neoptólemo no sepa quién es y, desde el verso 254 y hasta el 316, hay una larga intervención de Filoctetes en la que narra su historia. Por ella sabemos del impío abandono del héroe por parte de quienes ahora ríen y guardan silencio sobre su persona y hazañas (257-258 ἀλλ’ οἱ μὲν ἐκβάλοντες ἀνοσίως ἐμὲ γελῶσι σῖγ᾿ ἔχοντες = los que me abandonaron impíamente se ríen guardando silencio), de su enfermedad creciente (258-259 ἡ δ᾿ ἐμὴ νόσος ἀεὶ τέθηλε κἀπὶ μεῖζον ἔρχεται = mientras que mi dolencia no deja de crecer y va a más), de su nombre y filiación, del tipo de vida ha llevado hasta ahora, cazando aves con sus flechas y habiendo conseguido encender fuego y de la soledad de la isla sólo visitada por algún navegante perdido. Es destacable la reiteración de Filoctetes en la idea de su abandono.
Lo hace en el verso 257 usando el adverbio “impiamente”, según hemos indicado arriba, lo repite en el 264-265, utilizando ahora el adverbio “vergonzosamente” (ὃν οἱ δισσοὶ στρατηγοὶ χὡ Κεφαλλήνων ἄναξ ἔρριψαν αἰσχρῶς = al que los dos caudillos y el rey de los cefalonios abandonaron vergonzosamente), insiste en la idea en el 268-269 añadiendo la idea de soledad (μ᾿ ἐκεῖνοι, παῖ, προθέντες ἐνθάδε ᾤχοντ᾿ ἐρῆμον = hijo, aquéllos me dejaron aquí solo y se marcharon), y lo reitera en los versos 271-272 añadiendo ahora que el abandono se produjo mientras él dormía y con gozo por parte de quienes lo hicieron (τότ’ ἄσμενοί μ’ ὡς εἶδον ἐκ πολλοῦ σάλου εὕδοντ’... λιπόντες ᾤχονθ’ = entonces tan pronto como vieron que yo estaba durmiendo después de la fuerte marejada contentos me abandonaron y se fueron tras dejarme).
Su intervención se cierra volviendo a citar a los culpables de su situación, antes aludidos de forma poco clara (οἱ δισσοὶ στρατηγοὶ χὡ Κεφαλλήνων ἄναξ = los dos caudillos y el rey de los cefalonios), con sus nombres más claros, esto es, los Atridas y el violento Odiseo (314-315 τοιαῦτ᾿ ᾿Ατρεῖδαί μ᾿ ἥ τ’ ᾿Οδυσσέως βία, ὦ παῖ, δεδράκασ’ = ¡tales son las cosas que me han infligido, oh hijo, los Atridas y el violento Odiseo!), para los que pide un castigo divino (315-316 a quienes quieran los dioses olímpicos permitir que sufran algún día padecimientos que sean expiación de lo míos = οἷς ᾿Ολύμπιοι θεοὶ δοῖέν ποτ᾿ αὐτοῖς ἀντίποιν᾿ ἐμοῦ παθεῖν).
Neoptólemo, siguiendo las indicaciones que le diera Odiseo (versos 57 a 65), se presenta él mismo como objeto de las acciones perversas de los Atridas y Odiseo (fue llamado a Troya desde Esciros con la excusa de que sólo él debía tomar la fortaleza de los dárdanos tras la muerte de su padre y los Atridas le negaron las armas de Aquiles que fueron otorgadas a Ulises). En ese relato habla de la muerte de Aquiles, hecho que conmueve a Filoctetes. En su intervención Neoptólemo habla de su fuerte enfrentamiento con los Atridas y, sobre todo, con Ulises y de que ahora, tras las injurias sufridas en Troya, navega de regreso hacia su patria.
Neoptólemo concluye su parlamento con dos frases llamativas. La primera, la podemos considerar una sentencia:
387-388 Quienes de los mortales obran contra la ley llegan a ser malvados por los consejos de sus maestros (= οἱ δ᾿ ἀκοσμοῦντες βροτῶν διδασκάλων λόγοισι γιγνονται κακοί).
La segunda, es una terrible demostración de odio a los Atridas:
389-390 Que sea querido para los dioses del mismo modo que para mí el que odie a los Atridas (= ὁ δ᾿᾿Ατρείδας στυγῶν ἐμοί θ᾿ ὁμοίως καὶ θεοῖς εἴη φίλος).
Sigue la estrofa de un canto festivo del coro que alaba la figura de Cibeles.
Filoctetes celebra que Neoptólemo y sus acompañantes tengan también motivos de odio hacia los Atridas y Odiseo, de quien asegura saber que es maestro del engaño y de la astucia para realizar acciones injustas (ἔξοιδα γάρ νιν παντὸς ἂν λόγου κακοῦ γλώσσῃ θιγόντα καὶ πανουργίας). Sus palabras son un ejemplo de ironía trágica, tan del gusto sofocleo, pues se insertan en un diálogo con Neoptólemo que es un plan diseñado por Odiseo para arrebatarle su arco.
A continuación Neoptólemo da a conocer la muerte de Áyax que, a juicio de Filoctetes, no hubiera permitido el desprecio al joven hijo de Aquiles. La frase con la que Neoptólemo anuncia la muerte de Áyax es muy hermosa:
415 ὡς μηκέτ᾿ ὄντα κεῖνον ἐν φάει νόει = sabe que él ya no está en la luz, i. e., ya no vive.
Filoctetes se lamenta de que, en cambio, estén vivos Ulises y Diomedes, quienes, como apunta Neoptólemo, son ahora muy influyentes en el ejército argivo y, además, se interesa por la suerte de otros personajes: Néstor, Patroclo, Tersites. En este intercambio de información hay un tema recurrente: la prematura muerte de “los mejores” y la longevidad de los “malvados”. Pero antes de citar frases referidas a este asunto, destacamos otra, pronunciada por Neoptólemo, a propósito de Ulises:
431-432 Incluso las mentes hábiles tropiezan a menudo, Filoctetes (ἀλλὰ χαἱ σοφαὶ γνῶμαι, Φιλοκτῆτ᾿, ἐμποδίζονται θαμά).
La primera sentencia (repetida en el fragmento 652 de Sófocles y en el fragmento 101 de Anacreonte) referida al asunto de la muerte de los “mejores” aparece en los versos 436-437:
Πόλεμος οὐδὲν᾿ ἄνδρ᾿ ἑκὼν αἱρεῖ πονηρόν, ἀλλὰ καὶ χρηστοὺς ἀεί = la guerra, por su gusto, no se llevan a ningún malvado, sino siempre a los mejores.
Filoctetes insiste en la idea en los versos 448-450, al enterarse de que Tersites, aquel personaje al que Homero describiera de forma tan negativa (Ilíada, II, 212-219), sigue vivo:
Y en cierta manera se alegran (los dioses) devolviéndonos del Hades a los perversos y ladinos, mientras que no dejan de enviar allí a los justos y honrados (καί πως τὰ μὲν πανοῦργα καὶ παλιντριβῆ χαίρουσ᾿ ἀναστρέφοντες ἐξ ῞Αιδου, τὰ δὲ δίκαια καὶ τὰ χρῆστ᾿ ἀποστέλλουσ᾿ ἀεί). Hecho que hace pronunciar a Filoctetes unas interesantes palabras: ¿Cómo hay que entender esto y aprobarlo cuando, al tiempo que alabo las obras divinas, encuentro a los dioses malvados?
La sensación que flota en el ambiente es similar a la que expresa Job en el capítulo 24 o la de estos versículos del profeta Habacuc:
2 ¿Hasta cuándo, Yahveh, pediré auxilio, sin que tú escuches, clamaré a ti: «¡Violencia!» sin que tú salves? 3 ¿Por qué me haces ver la iniquidad, y tú miras la opresión? ¡Ante mí rapiña y violencia, querella hay y discordia se suscita!
Neoptólemo, tras volver a denostar a los Atridas y Ulises, a los que dedica nuevas lindezas, hace ademán de marchar a su nave para volver a su patria, Esciros, deseando a Filoctetes el restablecimiento de su enfermedad. En ese momento, Filoctetes abraza sus rodillas, en actitud de suplicante, para implorarle que, pese a lo nauseabundo de su herida, le lleve consigo y no le abandone. Para ello hace uso de una nueva y hermosa sentencia, que, en griego, hace uso de la aliteración, con la repetición de los sonidos dentales (t) y aspirados (j):
475-476 Para los hombres bien nacidos, lo moralmente vergonzoso es aborrecible y lo virtuoso es digno de gloria (τοῖσι γενναίοισί τοι τό τ᾿ αἰσχρὸν ἐχθρὸν καὶ τὸ χρηστὸν εὐκλεές).
Filoctetes apela a la conciencia de Neoptólemo, recordándole que abandonarlo sería una vergüenza y llevárselo motivo de buena fama; está dispuesto a viajar donde sea y vuelve a adoptar gestos y palabras de suplicante. Muestra gran interés por ver a su padre, de quien sospecha que está muerto, o bien, que no le han llegado los mensajes que le enviaba por medio de aquellos pocos navegantes extraviados que recalaban en Lemnos.
Sus últimas palabras son la unión de dos sentencias, muy similares, o podríamos decir, la misma sentencia amplificada. En ella se resalta la continua inseguridad de la vida humana, llena siempre de peligros que hay que temer y que pueden tener resultado feliz o desgraciado, y se invita a prevenir los futuros peligros cuando la situación en las situaciones de prosperidad:
504-506 Hay que tener en cuenta los peligros cuando se está alejado de los pesares y cuando alguien vive felizmente: entonces es, principalmente, cuando debe cuidar de que su vida no se le eche a perder sin advertirlo (εἰσορῶν ὡς πάντα δεινὰ κἀπικινδύνως βροτοῖς κεῖται παθεῖν μὲν εὖ, παθεῖν δὲ θάτερα. χρὴ δ᾿ ἐκτὸς ὄντα πημάτων τὰ δείν᾿ ὁρᾶν, χὥταν τις εὖ ζῇ, τηνικαῦτα τὸν βίον σκοπεῖν μάλιστα μὴ διαφθαρεὶς λάθῃ).
En su segunda intervención en este episodio 1º el coro intercede por Filoctetes ante Neoptólemo, quien, finalmente, accede a hacerse a la mar con Filoctetes, el cual se muestra exultante y agradecido (530 ὦ φίλτατον μὲν ἦμαρ, ἥδιστος δ᾿ ἀνήρ) e invita a Neoptólemo a visitar el lugar en el que ha transcurrido su amarga soledad. La última frase que pronuncia destaca la aceptación de las desgracias, derivada de la necesidad: 538 ἐγὼ δ᾿ ἀνάγκῃ προύμαθον στέργειν κακά (yo, sin embargo, por necesidad he aprendido pronto a aceptar las desgracias.
En ese momento un marinero de la nave de Neoptólemo, el mismo que acompañaba al hijo de Aquiles y Ulises al comienzo de la tragedia, hace su aparición, disfrazado de mercader, como ya había anunciado Ulises en los versos 127-129. Narra que ha llegado por azar a la isla, procedente de Troya y camino de su patria, y, al enterarse de la presencia de Neoptólemo en Lemnos, ha decidido comunicarle los nuevos planes de los argivos relativos a su persona, a saber, que Fénix y los hijos de Teseo, Acamante y Demofonte, por orden de los Atridas han zarpado en su busca. A preguntas de Neoptólemo, el fingido mercader, revela que Diomedes y Ulises se preparaban también para zarpar en busca de otro hombre, precisamente de Filoctetes, cuyo nombre le ha costado pronunciar al mercader para no indisponerse con los argivos de quienes recibe muchos bienes. Según cuenta, la intención de ambos personajes es llevar a Troya a Filoctetes, mediante la persuasión o la fuerza.
Recordemos que en la tragedia homónima de Eurípides son estos dos héroes, Diomedes y Ulises, los que llegan a Lemnos en busca de Filoctetes.
A continuación, el mercader expone el episodio de la captura y profecía de Heleno respecto a la toma de Troya con las armas de Heracles, de la que hablamos en nuestra primera entrada.
Filoctetes, ante esas palabras, muestra su temor y preocupación, y se refiere a Ulises con un término terrible, que en el texto griego es una aposición al demostrativo κεῖνος con el que se refiere a Ulises (622 ἡ πᾶσα βλάβη = la maldad en persona). Conocedor de la habilidad retórica y la osadía de Ulises (633-634 ἀλλ᾿ ἔστ᾿ ἐκείνῳ πάντα λεκτά, πάντα δὲ τολμητά = a aquél le es posible decir todo y a todo se atreve), urge a Neoptólemo a zarpar de Lemnos.
Ante la indicación de Neoptólemo de que el viento es contrario a la navegación, Filoctetes responde con una nueva sentencia:
641 siempre hay viento favorable cuando se huye de peligros (= ἀεὶ καλὸς πλοῦς ἔσθ᾿, ὅταν φεύγῃς κακά).
Mientras, Filoctetes recogerá de su morada lo que necesite, especialmente una planta que mitiga el dolor de su herida, y alguna flecha de las que hace uso para cazar animales y alimentarse. En ese momento, Neoptólemo le pregunta si el que lleva en las manos es el famoso arco de Heracles y le pide que se lo deje tocar. Filoctetes le asegura que podrá hacerlo por haberse apiadado de él. Neoptólemo considera un privilegio haber conocido a Filoctetes y pronuncia la siguiente sentencia:
672-673 Aquel que sabe hacer un favor por haberlo recibido antes llega a ser un amigo mejor que otro bien cualquiera (= ὅστις γὰρ εὖ δρᾶν εὖ παθὼν ἐπίσταται, παντὸς γένοιτ’ ἂν κτήματος κρείσσων φίλος).
Ambos personajes entran en la cueva, morada de Filoctetes.
Se inicia ahora el estásimo 1º (676-729), compuesto por dos estrofas y dos antistrofas. En él, el coro lamenta las penalidades que Filoctetes ha sufrido sin haber cometido maldad alguna, comparándolas con el castigo, merecido ése sí, de Ixión. Destaca en su situación especialmente la soledad y se admira de que la haya podido soportar (689-690 cómo pudo soportar una vida tan lamentable = πῶς ἄρα πανδάκρυτον οὕτω βιοτὰν κατέσχεν). Destaca los padecimientos del héroe, obligado a sufrir en soledad los dolores sólo mitigados con el empleo de hierbas. Ha tenido que buscarse la vida:
701-705 él iba de un sitio a otro arrastrándose, como un niño separado de su nodriza, allí donde hubiera recursos a su alcance (εἷρπε δ᾿ ἄλλοτ᾿ ἀλλαχᾷ τότ᾿ ἂν εἰλυόμενος, παῖς ἄτερ ὡς φίλας τιθήνας, ὅθεν εὐμάρει᾿ ὑπάρχοι πόρου).
Resalta también el tipo de vida que ha llevado, tan distinto del hombre en sociedad. No ha practicado la agricultura, no ha cosechado, no ha bebido vino. Se ha alimentado gracias a la caza y ha mitigado su sed bebiendo de un estanque. Pero ahora, gracias a la intervención de un hijo de valientes varones (i. e., Neoptólemo, hijo de Aquiles y nieto de Peleo), podrá volver a su patria.
719-720 y ahora que se ha encontrado con el hijo de valientes varones será, por fin, feliz y poderoso al salir de esos males (νῦν δ᾿ ἀνδρῶν ἀγαθῶν παιδὶ συναντήσας εὐδαίμων ἀνύσει καὶ μέγας ἐκ κείνων).

jueves, 1 de marzo de 2007

Una frase, dos contextos


Cuando estudiaba en la facultad de Filología de Valencia, nuestra profesora de Sintaxis Griega, Doña Mª Antonia Corbera Lloveras, nos hacía estudiar la sintaxis aprendiendo de memoria los ejemplos de la literatura griega en los que aparecían los conceptos que estudiábamos. Debíamos aprender tanto el ejemplo como el pasaje donde aparecía y su autor. Usábamos para ello la Gramática Histórica Griega del Reverendo Doctor Don Sebastián Cirac Estopañán, canónigo archivero de Cuenca.
Siempre agradeceré aquel método de aprendizaje, porque me ha permitido adquirir los conocimientos sintácticos que ahora poseo. Todavía recuerdo de memoria muchas frases que aprendíamos para ejemplificar los conceptos sintácticos estudiados. Las entradas que dediqué a la tragedia Áyax de Sófocles estuvieron motivadas por un verso (el 665) de dicha obra que sabía de memoria, pero que, equivocadamente, yo atribuía a Esquilo. Ya se sabe, la memoria se va perdiendo con la edad, y la juventud es la única enfermedad que se cura con el tiempo.
Uno de esos ejemplos que aprendí era parte del verso 333 del libro X de la Odisea de Homero. Dicho pasaje servía ejemplo de lo que aquella gramática señalaba como dativo locativo de situación adquirida con verbos de movimiento, y, en concreto, con verbos de colocar (τιθέναι¸”poner, colocar” y semejantes).
El ejemplo exacto era: κολεῷ μὲν ἄορ θέο k (= Odisea, X) 333 “coloca la espada en la vaina”, donde el dativo locativo, lógicamente, es κολεῷ (del sustantivo κολεός / κολεόν, κολεοῦ, que significa “vaina” o “estuche”).
Esta palabra en Homero aparece dos veces en genitivo con terminación –οιο:
Ilíada, I, 194 ἕλκετο δ᾿ ἐκ κολεῖο μέγα ξίφος, ἦλθε δ᾿ ᾿Αθήνη (y sacaba de la vaina la gran espada, y llegó Atenea).
Ilíada XII, 190 αὖτις δ᾿ ἐκ κολεῖο ἐρυσσάμενος ξίφος ὀξύ (y luego sacando de la vaina la aguda espada).
una vez en acusativo:
Odisea VIII, 404 ἀργυρέη, κολεὸν δὲ νεοπρίστου ἐλέφαντος (plateado, y su vaina de marfil aserrado)
dos en dativo:
Ilíada, VII, 304 y XXIII, 825 σὺν κολεῷ τε φέρων καὶ ἐϋτμήτῳ τελαμῶνι (ofreciéndosela con la vaina y el bien cortado ceñidor).
Y una en la Odisea, la que nos ocupa, X, 333.
De esta palabra procede el término coleóptero. Coleóptero se dice de los insectos que tienen boca dispuesta para masticar, caparazón consistente y dos élitros córneos que cubren dos alas membranosas, plegadas al través cuando el animal no vuela; p. ej., el escarabajo, el cocuyo, la cantárida y el gorgojo.
El verbo de movimiento es θέο, 2ª persona del singular del imperativo de aoristo medio, sin contracción, como es habitual en Homero, del verbo τίθημι, “poner, colocar”.
El sustantivo ἄορ designa una espada ancha y fuerte, pues Ulises, en la Odisea, la usa para cavar un hoyo. Más tarde designa un tridente, e incluso el cuerno del rinoceronte. Aparece en composición como Χρυσάωρ (espada de oro) usado como epíteto de Apolo, Deméter, Ártemis y Orfeo. Crisaor es también el nombre del hijo de Posidón y Medusa, nacido, como su hermano Pegaso, el caballo alado, del cuello de la Gorgona, muerta por Perseo.
Aparece doce veces en la Ilíada en dativo:
Ilíada X, 484 (ἄορι θεινομένων, ἐρυθαίνετο δ᾿ αἵματι γαῖα = de los moribundos por la espada, y la tierra enrojecía de sangre), repetido en XXI, 21, con una ligera variante (ἄορι θεινομένων, ἐρυθαίνετο δ᾿ αἵματι ὕδωρ = de los moribundos por la espada, y el agua enrojecía de sangre) y 489 (ὅν τινα Τυδεΐδης ἄορι πλήξειε παραστάς = a todo el que el Tidida acercándose golpeaba con la espada) .
XI, 240 (σπάσσατο· τὸν δ᾿ἄορι πλῆξ᾿ αὐχένα, λῦσε δὲ γυῖα = tiró y le golpeó el cuello con la espada y le dobló los miembros) y 265 (ἔγχεΐ τ᾿ ἄορί τε μεγάλοισί τε χερμαδίοισιν = con la pica, con la espada y con enormes guijarros), repetido en XI, 541.
XVI, 115 (πλῆξ᾿ ἄορι μεγάλῳ αἰχμῆς παρὰ καυλὸν ὄπισθεν = golpeó con la gran espada a la altura del casquete bajo la punta).
ΧΧ, 290 (τὸν δέ κε Πηλεΐδης σχεδὸν ἄορι θυμὸν ἀπηύρα = y el Pelida le habría arrebatado de cerca la vida con la espada).
ΧΧ, 378 (μή πως σ᾿ἠὲ βάλῃ ἠὲ σχεδὸν ἄορι τύψῃ = no sea que te acierte o te golpee de cerca con la espada).
ΧΧ, 462 (τὸν μὲν δουρὶ βαλών, τὸν δὲ σχεδὸν ἄορι τύψας = a uno de un disparo de lanza y a otro de un tajo con la espada).
XXI, 179 (ἀλλὰ πρὶν ᾿Αχιλεὺς σχεδὸν ἄορι θυμὸν ἀπηύρα = pero antes Aquiles le arrebató la vida de cerca con la espada).
ΧΧΙ, 208 (χέρσ᾿ὕπο Πηλεΐδαο καὶ ἄορι ἶφι δαμέντα = doblegado con la espada por la fuerza a manos del Pelida).
Siete en la Odisea en acusativo singular, VIII, 403 (δώσω οἱ τόδ᾿ ἄορ παγχάλκεον, ᾧ ἔπι κώπη = le daré esta espada toda de bronce y en ella un puño), X, 321 (formando una fórmula: ὣς φάτ᾿, ἐγὼ δ᾿ἄορ ὀξὺ ἐρυσσάμενος παρὰ μηροῦ = tal dijo, mas yo la afilada espada sacando del costado), X, 33 (la que nos ocupa ἀλλ᾿ ἄγε δὴ κολεῷ μὲν ἄορ θέο, νῶϊ δ᾿ ἔπειτα), X, 439 (σπασσάμενος τανύεκης ἄορ παχέος παρὰ μηροῦ = sacando la bien cortante espada del flanco robusto), XI, 24 (la misma fórmula que X, 321 ἔσχον· ἐγὼ δ᾿ἄορ ὀξὺ ἐρυσσάμενος παρὰ μηροῦ), XI, 231 (la misma fórmula que X, 439 σπασσάμενος τανύεκης ἄορ παχέος παρὰ μηροῦ), y XIX, 241 (καί οἱ ἐγὼ χάλκειον ἄορ καὶ δίπλακα δῶκα = por mi parte una espada de bronce le di y un gran manto).
Una en la Odisea en acusativo plural:
Odisea, XVII, 222 (αἰτίζων ἀκόλους, οὐκ ἄορα οὐδὲ λέβητας). La edición de Allen lee ἄορας.
El verso 333 del libro X de la Odisea dice en su totalidad:
ἀλλ᾿ ἄγε δὴ κολεῷ μὲν ἄορ θέο, νῶϊ δ᾿ ἔπειτα = pero, ¡ea! mete la espada en la vaina y ahora los dos…
Es un verso holodáctilo, que da sensación de rapidez, con cesuras tritemímeres (tras δὴ), pentemímeres femenina (tras μὲν) y heptemímeres (tras ἄορ). Las diéresis tras ἄγε, y la llamada bucólica tras θέο, completan las pausas métricas de este verso.
Titulamos esta entrada Una frase, dos contextos, porque este verso homérico siempre me traía a la memoria una frase de significación muy similar, pero dicha en un contexto totalmente diferente. Es una frase que escucho todos los años, en castellano eso sí, en la proclamación de la Pasión de Cristo en los oficios del Viernes Santo. Pertenece al evangelio de Juan, 18, 11.
La frase en cuestión es:
Βάλε τὴν μάχαιραν εἰς τὴν θήκην
Si el verso homérico lo reducimos a las palabras que aparecen en la Gramática de Cirac, tenemos exactamente el mismo significado que en Juan, sólo que expresado con otro verbo y otros sustantivos.
En efecto, al θέο de Homero (del verbo τίθημι) le corresponde en Juan βάλε, 2ª persona del singular del imperativo de aoristo activo, llamado 2º, del verbo βάλλω, que significa “lanzar”, pero también “poner, colocar, meter”.
El arma homérica (ἄορ) es en Juan μάχαιραν, arma también presente en Homero. En el Nuevo Testamento esta palabra puede designar varios conceptos: un cuchillo grande usado par sacrificar animales y cortar la carne; una espada pequeña; una espada curva para cortar; la discordia o la guerra. La palabra latina que equivale a la griega es gladius. La versión latina dice: mitte gladium in vaginam (de vaginam precisamente deriva vaina), aunque algún manuscrito añade tuum.
La encontramos también en Homero, en efecto, en los siguientes versos:
Ilíada III, 271 y XIX 252 ᾿Ατρεΐδης δὲ ἐρυσσάμενος χείρεσσι μάχαιραν (el Atrida desenfundó con ambas manos el cuchillo).
Ilíada XI, 844 ἔνθά μιν ἐκτανύσας ἐκ μηροῦ τάμνε μαχαίρῃ (lo tendió encima y con el cuchillo le extrajo del muslo).
Ilíada XVIII, 597 καί ῥ᾿ αἱ μὲν καλὰς στεφάνας ἔχον, οἱ δὲ μαχαίρας (además ellas sujetaban bellas guirnaldas y ellos dagas).
Respecto al receptáculo de la espada que en Homero era κολεῷ, un dativo sin preposición ni artículo, en Juan aparece la palabra θήκη, en acusativo, con artículo y la preposición de acusativo, indicando dirección εἰς. Esta palabra significa: “caja, recipiente, cofre, estuche” y deriva del verbo τίθημι, por lo que está relacionada con el verbo que utiliza Homero en el verso odisaico. Recordemos, por otra parte, que de esta palabra derivan, entre otras, discoteca, fonoteca, hemeroteca, biblioteca, hipoteca, o la propia teca que tiene dos significados:
1. f. Cajita donde se guarda una reliquia.
2. f. Bot. Célula en cuyo interior se forman las esporas de algunos hongos.
En Heródoto (I, 67) significa “tumba”.
En Sófocles (Electra; 896; Edipo en Colono, 1763) significa también “tumba” o “piedra sepulcral”.
Igualmente en Plutarco (Vidas Paralelas, Teseo, 27, 8).
Descubrimos, por tanto, que el significado en ambos pasajes es el mismo, pero no así el contexto que pasamos a exponer.
El primer ejemplo está inserto en la aventura experimentada por Ulises con la maga Circe. Creemos que lo más conveniente es ofrecer la traducción que de los versos que preceden a nuestra frase realizara Luis Segalá
Llegamos luego a la isla Eea, donde moraba Circe, la de lindas trenzas, deidad poderosa, dotada de voz, hermana carnal del terrible Eetes: pues ambos fueron engendrados por el Helios, que alumbra a los mortales, y tienen por madre a Perse, hija del Océano.
140 Acercamos silenciosamente el barco a la ribera, haciéndolo entrar en un amplio puerto y alguna divinidad debió de conducirnos. Saltamos en tierra, permanecimos echados dos días con sus noches, y nos roían el ánimo el cansancio y los pesares. Mas al punto que Eos, de lindas trenzas, nos trajo el día tercero, tomé mi lanza y mi aguda espada y me fui prestamente desde la nave a una atalaya, por si conseguía ver labores de hombres mortales u oír su voz. Y, habiendo subido a una altura muy escarpada me paré y aparecióseme el humo que se alzaba de la espaciosa tierra, en el palacio de Circe, entre un espeso encinar y una selva. Al punto que divisé el negro humo, se me ocurrió en la mente y en el ánimo ir yo en persona a enterarme; mas, considerándolo bien, parecióme mejor regresar a la orilla, donde se hallaba la velera nave, disponer que comiesen mis compañeros y enviar a algunos para que se informaran. Emprendí la vuelta, y ya estaba a poca distancia del corvo bajel, cuando algún dios me tuvo compasión al verme solo, y me deparó en el camino un gran ciervo de altos cuernos; que desde el pasto de la selva bajaba al río para beber, pues el calor del sol le había entrado. Apenas se presentó, acertéle con la lanza en el espinazo, en medio de la espalda, de tal manera que el bronce lo atravesó de lleno en lleno. Cayó el ciervo, quedando tendido en el polvo, y perdió la vida.
164 Lleguéme a él y saquéle la broncínea lanza, poniéndola en el suelo; arranqué después varitas y mimbres, y formé una soga como de una braza, bien torcida de ambas partes, con la cual pudiera atar juntos los pies de la enorme bestia. Me la colgué al cuello y enderecé mis pasos a la negra nave, apoyándome en la pica; ya que no hubiera podido sostenerla en la espalda con solo la otra mano, por ser tan grande aquella pieza. Por fin la dejé en tierra, junto a la embarcación; y comencé a animar a mis compañeros acercándome a los mismos y hablándoles con dulces palabras:
174 —¡Amigos! No descenderemos a la morada de Hades aunque nos sintamos afligidos, hasta que no nos llegue el día fatal. Mas, ea, en cuanto haya víveres y bebida en la embarcación, pensemos en comer y no nos dejemos consumir por el hambre.
78 Así les dije; y, obedeciendo al instante mis palabras quitáronse la ropa con que se habían tapado allí en la playa del mar estéril, y admiraron el ciervo, pues era grandísimo aquel bestión. Después que se hubieron deleitado en contemplarlo con sus propios ojos, laváronse las manos y aparejaron un banquete espléndido.
183 Y ya todo el día, hasta la puesta del sol, estuvimos sentados, comiendo carne en abundancia y bebiendo dulce vino. Cuando el sol se puso y llegó la noche nos acostamos en la orilla del mar.
187 Pero, no bien se descubrió la hija de la mañana, Eos de rosáceos dedos, reuní en junta a mis amigos y les hablé de esta manera:
189 —Oíd mis palabras compañeros, aunque padezcáis tantos males. ¡Oh amigos! Puesto que ignoramos dónde está el poniente y el sitio en que aparece la aurora, por dónde Helios que alumbra a los mortales desciende debajo de la tierra y por dónde vuelve a salir; examinemos prestamente si nos será posible tomar alguna resolución, aunque yo no lo espero. Desde escarpada altura he contemplado esta isla, que es baja y a su alrededor forma una corona el ponto inmenso y con mis propios ojos he visto salir humo de en medio de ella, por entre los espesos encinares y la selva.
198 Así dije. A todos se les quebraba el corazón acordándose de los hechos del legistrón Antífanes y de las violencias del feroz Ciclope, que se comían a los hombres, y se echaron a llorar ruidosamente, vertiendo abundantes lágrimas; aunque de nada les sirvió su llanto.
203 Formé con mis compañeros de hermosas grebas dos secciones, a las que di sendos capitanes; pues yo me puse al frente de una y el deiforme Euríloco mandaba la otra. Echamos suertes en broncíneo yelmo y, como saliera la del magnánimo Euríloco, partió con veintidós compañeros que lloraban, y nos dejaron a nosotros, que también sollozábamos. Dentro de un valle y en lugar vistoso descubrieron el palacio de Circe, construido de piedra pulimentada. En torno suyo encontrábanse lobos montaraces y leones, a los que Circe había encantado, dándoles funestas drogas; pero estos animales no acometieron a mis hombres, sino que, levantándose, fueron a halagarles con sus colas larguísimas. Bien así como los perros halagan a su amo siempre que vuelve del festín, porque les trae algo que satisface su apetito; de esta manera los lobos de uñas fuertes y los leones fueron a halagar a mis compañeros que se asustaron de ver tan espantosos monstruos. En llegando a la mansión de la diosa de lindas trenzas, detuviéronse en el vestíbulo y oyeron a Circe que con voz pulcra cantaba en el interior, mientras labraba una tela grande divinal y tan fina, elegante y espléndida, como son las labores de las diosas.
224 Y Polites, caudillo de hombres, que era para mi el mas caro y respetable de los compañeros, empezó a hablarles de esta manera:
226 —¡Oh amigos! En el interior está cantando hermosamente alguna diosa o mujer que labra una gran tela, y hace resonar todo el pavimento. Llamémosla cuanto antes.
229 Así les dijo; y ellos la llamaron a voces. Circe se alzó en seguida, abrió la magnífica puerta, los llamó y siguiéronla todos imprudentemente, a excepción Euríloco, que se quedó fuera por temor a algún daño.
233 Cuando los tuvo adentro, los hizo sentar en sillas y sillones, confeccionó un potaje de queso, harina y miel fresca con vino de Pramnio,
y echó en él drogas perniciosas para que los míos olvidaran por entero la tierra patria.
237 Dióselo, bebieron, y, de contado, los tocó con una varita y los encerró en pocilgas. Y tenían la cabeza, la voz, las cerdas y el cuerpo como los puercos, pero sus mientes quedaron tan enteras como antes. Así fueron encerrados y todos lloraban; y Circe les echó, para comer, fabucos, bellotas y el fruto del cornejo, que es lo que comen los puercos, que se echan en la tierra.
244 Euríloco volvió sin dilación al ligero y negro bajel, para enterarnos de la aciaga suerte que les había cabido a los compañeros. Mas no le era posible proferir una sola palabra, no obstante su deseo, por tener el corazón sumido en grave dolor; los ojos se le llenaron de lágrimas y su ánimo únicamente en sollozar pensaba. Todos le contemplábamos con asombro y le hacíamos preguntas, hasta que por fin nos contó la pérdida de los demás compañeros.
251 —Nos alejamos por el encinar como mandaste, preclaro Odiseo, y dentro de un valle y el lugar vistoso descubrimos un hermoso palacio, hecho de piedra pulimentada. Allí. alguna diosa o mujer cantaba con voz sonora, labrando una gran tela. Llamáronla a voces. Alzóse en seguida, abrió la magnífica puerta, nos llamó, y siguiéronla todos imprudentemente; pero yo me quedé afuera, temiendo que hubiese algún engaño. Todos a una desaparecieron y ninguno ha vuelto a presentarse, aunque he permanecido acechándolos un buen rato.
261 Así dijo. Yo entonces, colgándome del hombro la grande broncínea espada, de clavazón de plata, y tomando el arco, le mandé que sin pérdida de tiempo me guiase por el camino que habían seguido. Mas él comenzó a suplicarme abrazando con entrambas manos mis rodillas; y entre lamentos decíame estas aladas palabras:
266 —¡Oh alumno de Zeus! No me lleves allá, mal de mi grado; déjame aquí; pues sé que no volverás ni traerás a ninguno de tus compañeros. Huyamos en seguida con los presentes, que aún nos podremos librar del día cruel.
270 Así me habló; y le contesté diciendo:
—¡Euríloco! Quédate tú en este lugar, a comer y a beber junto a la cóncava y negra embarcación; mas yo iré, que la dura necesidad me lo manda.
274 Dicho esto, alejéme de la nave y del mar. Pero cuando, yendo por el sacro valle, estaba a punto de llegar al gran palacio de Circe, la conocedora de muchas drogas, y ya enderezaba mis pasos al mismo, salióme al encuentro Hermes, el de la áurea vara, en figura de un mancebo barbiponiente y graciosísimo en la flor de la juventud. Y tomándome la mano, me habló diciendo:
281 —¡Ah infeliz! ¿Adónde vas por esos altozanos, solo y sin conocer la comarca? Tus amigos han sido encerrados en el palacio de Circe, como puercos, y se hallan en pocilgas sólidamente labradas. ¿Vienes quizá a libertarlos? Pues no creo que vuelvas, antes te quedarás donde están ellos. Ea, quiero preservarte de todo mal, quiero salvarte; toma este excelente remedio que apartará de tu cabeza el día cruel, y ve a la morada de Circe, cuyos malos intentos ha de referirte íntegramente. Te preparará una mixtura y te echará drogas en el manjar; mas, con todo eso, no podrá encantarte porque lo impedirá el excelente remedio que vas a recibir. Te diré ahora lo que ocurrirá después. Cuando Circe te hiriere con su larguísima vara, tira de la aguda espada que llevas cabe el muslo, y acométela como si desearas matarla. Entonces, cobrándote algún temor te invitará a que yazgas con ella; tú no te niegues a participar del lecho de la diosa, para que libre a tus amigos y te acoja benignamente, pero hazle prestar el solemne juramento de los bienaventurados dioses de que no maquinará contra ti ningún otro funesto daño: no sea que, cuando te desnudes de las armas, te prive de tu valor y de tu fuerza.
302 Cuando así hubo dicho, el Argifontes me dio el remedio, arrancando de tierra una planta cuya naturaleza me enseñó. Tenía negra la raíz y era blanca como la leche su flor, llamándola moly los dioses, y es muy difícil de arrancar para un mortal; pero las deidades lo pueden todo.
307 Hermes se fue al vasto Olimpo, por entre la selvosa isla; y yo me encaminé a la morada de Circe, revolviendo en mi corazón muchas trazas.
310 Llegado al palacio de la diosa de lindas trenzas, paréme en el umbral y empecé a dar gritos; la deidad oyó mi voz y, alzándose al punto, abrió la magnífica puerta y me llamó, y yo, con el corazón angustiado, me fui tras ella. Cuando me hubo introducido, hízome sentar en una silla de argénteos clavos, hermosa, labrada, con un escabel para los pies; y en copa de oro preparóme la mixtura para que bebiese, echando en la misma cierta droga y maquinando en su mente cosas perversas. Mas, tan luego como me la dio y bebí, sin que lograra encantarme, tocóme con la vara mientras me decía estas palabras:
320 —Ve ahora a la pocilga y échate con tus compañeros. Así habló. Desenvainé la aguda espada que llevaba cerca del muslo y arremetí contra Circe, como deseando matarla. Ella lanzó agudos gritos, se echó al suelo, me abrazó por las rodillas y me dirigió entre sollozos, estas aladas palabras:
325 —¿Quién eres y de qué país procedes? ¿Dónde se hallan tu ciudad y tus padres? Me tiene suspensa que hayas bebido estas drogas sin quedar encantado, pues ningún otro pudo resistirlas tan luego como las tomó y pasaron el cerco de sus dientes. Alienta en tu pecho un ánimo indomable. Eres sin duda aquel Odiseo de multiforme ingenio, de quien me hablaba siempre el Argifontes que lleva áurea vara, asegurándome que vendrías cuando volvieses de Troya en la negra y velera nave. Mas, ea, envaina la espada y vámonos a la cama para que, unidos por el lecho y el amor, crezca entre nosotros la confianza.
336 Así se expresó; y le repliqué diciendo:
—¡Oh, Circe! ¿Cómo me pides que te sea benévolo, después que en este mismo palacio convertiste a mis compañeros en cerdos y ahora me detienes a mí, maquinas engaños y me ordenas que entre en tu habitación y suba a tu lecho a fin de privarme del valor y de la fuerza, apenas deje las armas? Yo no querría subir a la cama, si no te atrevieras, oh diosa, a prestar solemne juramento de que no maquinarás contra mí ningún otro pernicioso daño.
345 Así le dije. Juró al instante, como se lo mandaba. Y en seguida que hubo prestado el juramento, subí al magnífico lecho de Circe.

El segundo pasaje aparece en la llamada escena del huerto. Tras su sermón en el cenáculo y la llamada oración sacerdotal por sus discípulos y la Iglesia futura, Jesús sale del cenáculo y se dirige a Getsemaní (del hebreo gat shemen, “prensa de aceite”), al otro lado del Cedrón, riachuelo que discurre entre el monte de los Olivos y la muralla oriental de Jerusalén. Está en el fondo del valle de Josafat, que debe su nombre a una gruta llamada tumba de Josafat. Para los judíos el valle de Josafat (en hebreo “Dios juzga”) será el escenario del juicio final. Esta creencia, fundada en Joel 3, 12, ha hecho del valle del Cedrón una gran necrópolis.
Transcribimos los versículos anteriores a nuestra frase concreta:
1 Dicho esto, pasó Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, en el que entraron él y sus discípulos. 2 Pero también Judas, el que le entregaba, conocía el sitio, porque Jesús se había reunido allí muchas veces con sus discípulos. 3 Judas, pues, llega allí con la cohorte y los guardias enviados por los sumos sacerdotes y fariseos, con linternas, antorchas y armas. 4 Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, se adelanta y les pregunta: «¿A quién buscáis?» 5 Le contestaron: «A Jesús el Nazareno.» Díceles: «Yo soy.» Judas, el que le entregaba, estaba también con ellos. 6 Cuando les dijo: «Yo soy», retrocedieron y cayeron en tierra. 7 Les preguntó de nuevo: «¿A quién buscáis?» Le contestaron: «A Jesús el Nazareno». 8 Respondió Jesús: «Ya os he dicho que yo soy; así que si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.» 9 Así se cumpliría lo que había dicho: «De los que me has dado, no he perdido a ninguno.» 10 Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco. 11 Jesús dijo a Pedro: «Vuelve la espada a la vaina. La copa que me ha dado el Padre, ¿no la voy a beber?» 12 Entonces la cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, le ataron 13 y le llevaron primero a casa de Anás, pues era suero de Caifás, el Sumo Sacerdote de aquel año.

Bueno, hasta aquí esta entrada que no tenía otra pretensión que compartir con aquéllos que nos lean esta, llamémosle, curiosidad o coincidencia, que hace tiempo nos sorprendía. Muchos dirán: ¡qué bobada de asunto!, ¡qué mezcla tan rocambolesca, Getsemaní, armas homéricas, Circe! ¿y a nosotros qué? ¡qué aportación tan prescindible! Y tal vez tengan razón, pero quería hacer pública esa coincidencia que siempre me sorprendió, o, al menos, me chocó.
¡Qué importante es el contexto para el texto! ¡Cuántos años entre ambas frases! ¡Cuántas vicisitudes habrá vivido la lengua griega! ¡Qué riqueza léxica la del griego! ¡Qué distintos contextos! Ulises y Circe; Jesús y Pedro. La isla de Eea y el huerto de Getsemaní y qué coincidencia de significado. En ambos casos, un arma, su vaina y un verbo de movimiento.
“Mete la espada en la vaina” y vamos a gozar del amor, le dice Circe a Ulises.
“Mete la espada en la vaina”, que tengo que pasar el trago de mi pasión, le dice Jesús a Pedro.
Termino con la versión que da Mateo de la frase de Juan:
ἀπόστρεψον τὴν μάχαιραν σου εἰς τὸν τόπον αὐτῆς· πάντες γὰρ οἱ λαβόντες μάχαιραν ἐν μαχαίρῃ ἀπολοῦνται = Vuelve tu espada a su lugar, pues todos los que empuñan una espada, por espada perecerán.