domingo, 31 de agosto de 2008

Ganimedes, el elegido de Zeus (IV)

Tras 22 días de silencio blogosférico, aprovechados para un descanso merecido, volvemos a este nuestro espacio en la red y a la serie que estamos dedicando al mito de Ganimedes y su presencia en la literatura clásica y en la música.
Para el reenganche hemos elaborado un post breve para lo que acostumbramos, pero la vuelta a la normalidad ha de hacerse poco a poco.
Fuera de la literatura clásica griega y latina, encontramos también alusiones al mito de Ganimedes.
En la Divina Comedia de Dante tenemos también una en Purgatorio IX, 19-24:

in sogno mi parea veder sospesa
un'aguglia nel ciel con penne d'oro,
con l'ali aperte e a calare intesa;
ed esser mi parea là dove fuoro
abbandonati i suoi da Ganimede,
quando fu ratto al sommo consistoro.


Creí ver, en un sueño, suspendida
un águila en el cielo, de áureas plumas,
con las alas abiertas y dispuesta
a descender, allí donde a los suyos
dejara abandonados Ganimedes,
arrebatado al sumo consistorio.
El poeta Juan de Arguijo (1567-1623), hijo de familia adinerada sevillana, era patrón de las artes. Adquirió en círculos académicos una erudición clásica y arqueológica que era típica de la Sevilla renacentista. Su poesía es de un formalismo exquisito, sobre todo en los sonetos de tema clásico y pictorial.
Entre ellos tenemos el número XLIX, Júpiter a Ganimedes

A Ganimedes
No temas, o bellísimo troyano,
viendo que arrebatado en nuevo vuelo
con corvas uñas te levanta al cielo
la feroz ave por el aire vano.
¿Nunca has oído el nombre soberano
del alto Olimpo, la piedad y el celo
de Júpiter, que da la pluvia al suelo
y arma con rayos la tonante mano;
A cuyas sacras aras humillado
gruesos toros ofrece el Teucro en Ida,
implorando remedio a sus querellas?
El mismo soy. No al'águila eres dado
en despojo; mi amor te trae. Olvida
tu amada Troya y sube a las estrellas.

sábado, 9 de agosto de 2008

Ganimedes, el elegido de Zeus (III)

Desde el 13 de julio, hace casi un mes, no ofrecíamos un nuevo capítulo de la serie que dedicamos a la figura de Ganimedes y su presencia en la música de Schubert, merced a un poema de Goethe. En la serie hemos aprovechado para ofrecer un resumen del mito y fuentes clásicas en las que el joven troyano está presente. Así, lo hemos descubierto en Homero, Píndaro, Virgilio, Eurípides, Apolodoro o Apolonio de Rodas.
Hoy ofrecemos un ejemplo de gran valor de su presencia en la literatura. Es la interesante conversación que Luciano de Samosata, en sus Diálogos de los dioses, recrea entre Ganimedes y su “secuestrador” Zeus en el número IV de los citados Diálogos.
Es un texto gracioso, que incluye información sobre aspectos concretos del mito, en concreto del secuestro llevado a cabo por Zeus, metamorfoseado en águila. Hay algún detalle, o muchos, del diálogo que nos hacen ver que el mito es un reflejo de las costumbres pederastas de la Grecia Antigua.
Obsérvese que la primera petición que Zeus hace al joven es la de que le dé un beso. Ante ello el mozalbete troyano expresa sorpresa por el retorno de Zeus a su figura antropomorfa.
Sigue cierta ironía en la confusión que tiene Ganimedes, al creer que Zeus – quien afirma ser el rey de todos los dioses - es Pan, el dios de los pastores y su sorpresa por verle desprovisto de flauta, cuernos y pezuñas.

La explicación viene después: Ganimedes cree que sólo Pan es un dios. Ante ello, Zeus se ve obligado a interrogarlo y preguntarle si alguna vez ha oído hablar de Zeus. Ganimedes lo identifica con el dios de los fenómenos atmosféricos y le pregunta la razón de su rapto. Además, con un celo admirable, muestra preocupación por la suerte de sus ovejas, e inquietud, cuando se entera de que no va a regresar al monte Ida.
Zeus le saca del error: ya no volverá al mundo mortal, se dedicará a servir néctar y ambrosía a los dioses, que también comerá, en lugar del queso y la leche que hasta ahora tomaba. Zeus le promete la felicidad y Ganimedes, con gran inocencia, pregunta con quién jugará. Zeus le responde que con Eros, con quien podrá jugar a las tabas. Aquí encontramos un paralelo con Apolonio de Rodas y su Viaje de los Argonautas III, 112-127, del que ya hablamos en un anterior capítulo; lo más probable es que Luciano se inspirara en Apolonio en este aspecto.
Tras un momento cómico en el que Ganimedes y Zeus hablan sobre el néctar y la leche, el jovenzuelo pregunta quién será su compañero de lecho. Luciano envuelve la alusión pederasta con una nueva ironía en la que Ganimedes, de forma inocente, pregunta si la razón de que Zeus quiera dormir con él se debe a que no puede dormir solo. Después advierte a Zeus sobre su costumbre de moverse en la cama y dar patadas y vueltas, cosa que impedirá al dios dormir.
Zeus lo da por bueno, si puede besar y abrazar al joven y éste expresa que mientras Zeus le besa, él dormirá.
La conversación, primero en griego, es ésta:


ΔΙΟΣ ΚΑΙ ΓΑΝΥΜΗΔΟΥΣ
ΖΕΥΣ Ἄγε, ὦ Γανύμηδες. ἥκομεν γὰρ ἔνθα ἐχρῆν φίλησόν με ἤδη, ὅπως εἰδῇς οὐκέτι ῥάμφος ἀγκύλον ἔχοντα οὐδ' ὄνυχας ὀξεῖς οὐδὲ πτερὰ, οἷος ἐφαινόμην σοι πτηνὸς εἶναι δοκῶν.
ΓΑΝΥΜΗΔΗΣ Ἄνθρωπε, οὐκ ἀετὸς ἄρτι ἦσθα καὶ καταπτάμενος ἥρπασάς με ἀπὸ μέσου τοῦ ποιμνίου; πῶς οὖν τὰ μὲν πτερὰ σοι ἐκεῖνα ἐξερρύηκε, σὺ δὲ ἄλλος ἤδη ἀναπέφηνας;
ΖΕΥΣ ᾿Αλλ' οὔτε ἄνθρωπον ὁρᾷς, ὦ μειράκιον, οὔτε ἀετὸν, ὁ δὲ πάντων βασιλεὺς τῶν θεῶν οὗτός εἰμι πρὸς τὸν καιρὸν ἀλλάξας ἐμαυτόν.
ΓΑΝΥΜΗΔΗΣ Τί φῄς; σὺ γὰρ εἶ ὁ Πὰν ἐκεῖνος; εἶτα πῶς σύριγγα οὐκ ἔχεις οὐδὲ κέρατα οὐδὲ λάσιος εἶ τὰ σκέλη;
ΖΕΥΣ Μόνον γὰρ ἐκεῖνον ἡγῇ θεόν;
ΓΑΝΥΜΗΔΗΣ Ναί· καὶ θύομέν γε αὐτῷ ἔνορχιν τράγον ἐπὶ τὸ σπήλαιον ἄγοντες, ἔνθα ἕστηκε· σὺ δὲ ἀνδραποδιστής τις εἶναί μοι δοκεῖς.
ΖΕΥΣ Εἰπέ μοι, Διὸς δὲ οὐκ ἤκουσας ὄνομα οὐδὲ βωμὸν εἶδες ἐν τῷ Γαργάρῳ τοῦ ὕοντος καὶ βροντῶντος καὶ ἀστραπὰς ποιοῦντος;
ΓΑΝΥΜΗΔΗΣ Σύ, ὦ βέλτιστε, φῂς εἶναι, ὃς πρῴην κατέχεας ἡμῖν τὴν πολλὴν χάλαζαν, ὁ οἰκεῖν ὑπεράνω λεγόμενος, ὁ ποιῶν τὸν ψόφον, ᾧ τὸν κριὸν ὁ πατὴρ ἔθυσεν; εἶτα τί ἀδικήσαντά με ἀνήρπασας, ὦ βασιλεῦ τῶν θεῶν; τὰ δὲ πρόβατα ἴσως οἱ λύκοι διαρπάσονται ἤδη ἐρήμοις ἐπιπεσόντες.
ΖΕΥΣ Ἔτι γὰρ μέλει σοι τῶν προβάτων ἀθανάτῳ γεγενημένῳ καὶ ἐνταῦθα συνεσομένῳ μεθ' ἡμῶν;
ΓΑΝΥΜΗΔΗΣ Τί λέγεις; οὐ γὰρ κατάξεις με ἤδη ἐς τὴν Ἴδην τήμερον;
ΖΕΥΣ Οὐδαμῶς· ἐπεὶ μάτην ἀετὸς ἂν εἴην ἀντὶ θεοῦ γεγενημένος.
ΓΑΝΥΜΗΔΗΣ Οὐκοῦν ἐπιζητήσει με ὁ πατὴρ καὶ ἀγανακτήσει μὴ εὑρίσκων, καὶ πληγὰς ὕστερον λήψομαι καταλιπὼν τὸ ποίμνιον.
ΖΕΥΣ Ποῦ γὰρ ἐκεῖνος ὄψεταί σε;
ΓΑΝΥΜΗΔΗΣ Μηδαμῶς· ποθῶ γὰρ ἤδη αὐτόν. εἰ δὲ ἀπάξεις με, ὑπισχνοῦμαί σοι καὶ ἄλλον παρ' αὐτοῦ κριὸν τυθήσεσθαι λύτρα ὑπὲρ ἐμοῦ. ἔχομεν δὲ τὸν τριετῆ, τὸν μέγαν, ὃς ἡγεῖται πρὸς τὴν νομήν.
ΖΕΥΣ ῾Ως ἀφελὴς ὁ παῖς ἐστι καὶ ἁπλοóκὸς καὶ αὐτὸ δὴ τοῦτο παῖς ἔτι. ἀλλ', ὦ Γανύμηδες, ἐκεῖνα μὲν πάντα χαίρειν ἔα καὶ ἐπιλάθου αὐτῶν, τοῦ ποιμνίου καὶ τῆς Ἴδης. σὺ δὲ - ἤδη γὰρ ἐπουράνιος εἶ - πολλὰ εὖ ποιήσεις ἐντεῦθεν καὶ τὸν πατέρα καὶ πατρίδα, καὶ ἀντὶ μὲν τυροῦ καὶ γάλακτος ἀμβροσίαν ἔδῃ καὶ νέκταρ πίῃ· τοῦτο μέντοι καὶ τοῖς ἄλλοις ἡμῖν αὐτὸς παρέξεις ἐγχέων· τὸ δὲ μέγιστον, οὐκέτι ἄνθρωπος, ἀλλ' ἀθάνατος γενήσῃ, καὶ ἀστέρα σου φαίνεσθαι ποιήσω κάλλιστον, καὶ ὅλως εὐδαίμων ἔσῃ.
ΓΑΝΥΜΗΔΗΣ Ἢν δὲ παίζειν ἐπιθυμήσω, τίς συμπαίξεταί μοι; ἐν γὰρ τῇ Ἴδῃ πολλοὶ ἡλικιῶται ἦμεν.
ΖΕΥΣ Ἔχεις κἀνταῦθα τὸν συμπαιξόμενόν σοι τουτονὶ τὸν Ἔρωτα καὶ ἀστραγάλους μάλα πολλούς. θάρρει μόνον καὶ φαιδρὸς ἴσθι καὶ μηδὲν ἐπιπόθει τῶν κἀτω.
ΓΑΝΥΜΗΔΗΣ Τί δαὶ ὑμῖν χρήσιμος ἂν γενοίμην; · ποιμαίνειν δεήσει κἀνταῦθα;
ΖΕΥΣ Οὔκ, ἀλλ' οἰνοχοήσεις καὶ ἐπὶ τοῦ νέκταρος τετάξῃ καὶ ἐπιμελήσῃ τοῦ συμποσίου.
ΓΑΝΥΜΗΔΗΣ Τοῦτο μὲν οὐ χαλεπόν· οἶδα γὰρ ὡς χρὴ ἐγχέαι τὸ γάλα καὶ ἀναδοῦναι τὸ κισσύβιον.
ΖΕΥΣ Ἰδού, πάλιν οὗτος γάλακτος μνημονεύει καὶ ἀνθρώποις διακονήσεσθαι οἴεται· ταυτὶ δ' ὁ οὐρανός ἐστι, καὶ πίνομεν, ὥσπερ ἔφην, τὸ νέκταρ.
ΓΑΝΥΜΗΔΗΣ Ἥδιον, ὦ Ζεῦ, τοῦ γάλακτος;
ΖΕΥΣ Εἴσῃ μετ' ὀλίγον καὶ γευσάμενος οὐκέτι ποθήσεις τὸ γάλα.
ΓΑΝΥΜΗΔΗΣ Κοιμήσομαι δὲ ποῦ τῆς νυκτός; · μετὰ τοῦ ἡλικιώτου Ἔρωτος;
ΖΕΥΣ Οὔκ, ἀλλὰ διὰ τοῦτό σε ἀνήρπασα, ὡς ἅμα καθεύδοιμεν.
ΓΑΝΥΜΗΔΗΣ Μόνος γὰρ οὐκ ἀν δύναιο, ἀλλὰ ἥδιόν σοι καθεύδειν μετ' ἐμοῦ;
ΖΕΥΣ Ναί, μετά γε τοιούτου οἷος εἶ σύ, Γανύμηδες, οὕτω καλός.
ΓΑΝΥΜΗΔΗΣ Τί γάρ σε πρὸς τὸν ὕπνον ὀνήσει τὸ κάλλος;
ΖΕΥΣ Ἔχει τι θέλγητρον ἡδὺ καὶ μαλακώτερον ἐπάγει αὐτόν.
ΓΑΝΥΜΗΔΗΣ Καὶ μὴν ὅ γε πατὴρ ἤχθετό μοι συγκαθεύδοντι καὶ διηγεῖτο ἕωθεν, ὡς ἀφεῖλον αὐτοῦ τὸν ὕπνον στρεφόμενος καὶ λακτίζων καί τι φθεγγόμενος μεταξὺ ὁπότε καθεύδοιμι· ὥστε παρὰ τὴν μητέρα ἔπεμπέ με κοιμησόμενον ὡς τὰ πολλά. ὥρα δή σοι, εἰ διὰ τοῦτο, ὡς φῄς, ἀνήρπασάς με, καταθεῖναι αὖθις εἰς τὴν γῆν· ἢ πράγματα ἕξεις ἀγρυπνῶν· ἐνοχλήσω γάρ σε συνεχῶς στρεφόμενος.
ΖΕΥΣ Τοῦτ' αὐτό μοι τὸ ἥδιστον ποιήσεις, εἰ ἀγρυπνήσαιμι μετὰ σοῦ φιλῶν πολλάκις καὶ περιπτύσσων.
ΓΑΝΥΜΗΔΗΣ Αὐτὸς ἂν εἰδείης· ἐγὼ δὲ κοιμήσομαι σοῦ καταφιλοῦντος.
ΖΕΥΣ Εἰσόμεθα τότε ὃ πρακτέον. νῦν δὲ ἄπαγε αὐτόν, ὦ Ἑρμῆ, καὶ πιόντα τῆς ἀθανασίας ἄγε οἰνοχοήσοντα ἡμῖν διδάξας πρότερον ὡς χρὴ ὀρέγειν τὸν σκύφον.


La traducción que sigue es la de Juan Zaragoza Botella, en Alianza Editorial (1269)


DE ZEUS Y GANIMEDES
Zeus. - Ea, Ganimedes; puesto que ya hemos llegado donde nos habíamos propuesto, dame un beso ya, para que veas que no tengo ni pico encorvado ni uñas afiladas, ni alas, tal como me presenté a ti, con aspecto de pájaro.
Ganimedes. - ¿Hombre! ¿No eras un águila hace un momento, cuando te lanzaste sobre mí y me raptaste de en medio de mi rebaño?, ¿cómo se te han caído aquellas alas y te presentas completamente distinto?
Zeus. – No estás viendo a un hombre, muchacho, ni a un águila, yo soy el rey de todos los dioses, que me he transformado oportunamente.
Ganimedes. - ¿Qué dices? ¿Entonces tú eres nuestro dios Pan? ¿Y cómo no llevas entonces la flauta ni cuernos, ni tienes las piernas peludas?
Zeus. – ¿Acaso tú crees que sólo él es un dios?
Ganimedes
. – Sí, y le sacrificamos un macho cabrío sin castrar, que le llevamos a la gruta, donde está su estatua. En cuanto a ti, me parece que eres un secuestrador de niños.
Zeus. – Dime, ¿es que no has oído el nombre de Zeus, ni has visto en el Gárgaro el altar del que envía la lluvia y el trueno y produce el rayo?
Ganimedes. - ¿Y tú, señor, afirmas ser el que recientemente arrojaste sobre nosotros una tremenda granizada, el que, según dicen, habita en las alturas, el que produce tanto ruido, a quien mi padre sacrificó un carnero? Y si es así, ¿qué daño te he hecho yo para que me hayas raptado?, ¡oh señor de los dioses! A lo mejor entretanto los lobos caerán sobre mis ovejas abandonadas y las devorarán.
Zeus. – ¿Todavía te preocupas de tus ovejas, ahora que te has hecho inmortal y cuando vas a quedarte con nosotros?
Ganimedes. - ¿Qué dices? ¿No me vas a llevar en seguida de regreso al monte Ida?
Zeus. – ¡De ninguna manera! Porque, en ese caso, me habría convertido de dios en águila inútilmente.
Ganimedes. – Entonces mi padre
me buscará, se enfadará cuando no me encuentre y luego recibiré unos cuantos azotes por haber abandonado al rebaño
Zeus. – No es posible. ¿Cómo te iba a ver?
Ganimedes. – No lo hagas, que ya empiezo a echarlo de menos. Si me dejas volver, te prometo sacrificarte otro carnero, de su parte, como pago de mi rescate. Tenemos uno de tres años, grande, que guía a los demás en el pasto.
Zeus. – ¡Qué inocente es el muchacho!, ¡qué simple, qué niño todavía! Mira, Ganimedes, despídete de todo eso y olvídate del rebaño y del Ida. Porque tú, que ya eres un habitante del cielo, desde aquí podrás hacer muchos favores a tu padre y a tu patria. Y en vez de queso y de leche, comerás ambrosía y beberás néctar, que tú mismo nos ofrecerás y escanciarás a nosotros los dioses. Y, lo más importante, es que ya no serás un hombre, sino un inmortal, y yo haré que tu estrella brille con mucha hermosura. En una palabra, serás feliz.
Ganimedes. – Y cuando tenga ganas de jugar, ¿quién jugará conmigo? Porque en el Ida éramos muchos de la misma edad.
Zeus. – También aquí tendrás a Eros para jugar contigo, y además muchísimas tabas. Lo único que has de hacer es tranquilizarte, mostrarte alegre y no echar de menos ninguna de las cosas de la tierra.
Ganimedes. - ¿Y en qué podría seros útil? ¿También aquí tendré que apacentar rebaños?
Zeus. – No, tú escanciarás el vino, estarás encargado del néctar y cuidarás del banquete.
Ganimedes. – Eso no es difícil, pues yo sé cómo hay que sacar la leche y ofrecer el cuenco.
Zeus. – ¡Vaya! Otra vez se acuerda de la leche y cree que va a servir a mortales. Esto que ves es el cielo y aquí bebemos néctar, como te dije.
Ganimedes. - ¿Es más bueno que la leche, Zeus?
Zeus. – Lo vas a saber dentro de poco, y cuado lo hayas probado, ya no volverás a echar de menos la leche.
Ganimedes. - ¿Y con quién me acostaré por la noche? ¿Con mi compañero Eros?
Zeus. – No, que precisamente por eso te rapté, para que durmiéramos juntos.
Ganimedes. - ¿Es que no puedes dormir solo y prefieres dormir conmigo?
Zeus. – Sí, especialmente con un muchacho como tú, Ganimedes
Ganimedes. - ¿Y de qué te servirá mi belleza para dormirte?
Zeus. – Tiene un dulce hechizo y hace conciliar un sueño más suave.
Ganimedes. – En cambio, mi padre se enfadaba conmigo cuando dormíamos juntos, y por la mañana decía que yo no le había dejado dormir, dando vueltas y patadas y gritando cada vez que me dormía. Por ello con frecuencia me mandaba a dormir con mi madre. De manera que, si como dices, me raptaste para esto, procura devolverme de nuevo a la tierra o tendrás problemas con el insomnio, porque te molestaré continuamente, dando vueltas sin parar.
Zeus. – Eso es precisamente en lo que me darás más gusto, desvelándome contigo, mientras te beso y te abrazo muchas veces.
Ganimedes. – Tú sabrás lo que haces, porque yo dormiré mientras tú me besas
Zeus. – Entonces ya veremos lo que hay que hacer. Ahora, Hermes, llévatelo, y una vez que haya tomado la bebida de la inmortalidad, tráetelo para que nos escancie, pero antes enséñale cómo hay que ofrecer la copa.

lunes, 4 de agosto de 2008

Las dos Ifigenias (XVI)


Tras nuestro detallado recorrido por la Ifigenia en Áulide, daremos ahora unas breves pinceladas sobre la “otra” Ifigenia de Gluck: Ifigenia en Táuride.
Primero, no obstante, nos parece interesante ofrecer la información que sobre esta ópera hemos encontrado en la muy recomendable página web de The Metropolitan Opera de Nueva York.
En la misma, hemos corregido algunas faltas de ortografía y expresiones no muy correctas en español.
Ifigenia y la casa de Atreo
La Ifigenia mitológica era la hija de la familia más disfuncional de la antigüedad griega, el maldito clan de Atreo. Su antepasado Tántalo en cierta ocasión puso a prueba la omnisciencia de los dioses al invitarlos a un banquete en el que el plato principal era su propio hijo. Los dioses no se dejaron engañar y maldijeron a sus descendientes, para que se matasen el uno al otro en un sanguinario ciclo de asesinatos y venganza. Hermanos traicionaron a hermanos, esposas asesinaron a sus maridos, hijos mataron a sus padres. Incesto, traición, robo y venganza plagaron cada generación.
La historia de Ifigenia está íntimamente conectada con el inicio de la guerra de Troya. Cuando ella era aún una niña, el príncipe troyano Paris huyó con Helena, la más bella de las mujeres en el mundo. El marido de Helena, Menelao, reunió a sus aliados griegos para traer a su esposa de vuelta a casa. Pero cuando su ejército se reunió en la playa en Áulide, el viento no sopló contra las velas. Un oráculo reveló que Agamenón, líder de la expedición y hermano de Menelao, había ofendido a la diosa Artemisa. Ningún viento soplaría hasta que Agamenón apaciguara a la diosa sacrificando a su hija Ifigenia. La niña fue asesinada y el viento comenzó a soplar. Los ejércitos partieron a la guerra.
Agamenón luchó en Troya durante diez largos años. En casa, su esposa Clitemnestra no cesaba de pensar en la muerte de su hija. Ella se consiguió un amante junto con quien asesinó a Agamenón tras su retorno. Años después, el hijo de la pareja, Orestes, vengó la muerte de su padre, matando a su propia madre. Él fue castigado por las Furias, seres sobrenaturales que lo torturaban dondequiera que fuera. En algunos mitos antiguos, Orestes implora a los dioses compasión y es perdonado. En Euménides, el drama de Esquilo, la diosa Atenea organiza un juicio para Orestes. El jurado queda dividido, entonces la propia Atenea vota por la absolución de Orestes, terminando con la maldición en la estirpe de los Atridas.
Eurípides e Ifigenia
Estos mitos fueron revividos en diversas tragedias griegas. El gran dramaturgo Eurípides mostró un interés especial por Ifigenia. Él fue el primer dramaturgo griego en centrar sus piezas en torno a personajes femeninos, y también el primero en retratar a los esclavos compasivamente. Durante su vida, Atenas se vio envuelta en décadas de guerra contra Esparta y sus aliados en la Guerra del Peloponeso. En medio del conflicto, Eurípides escribió dramas como Las troyanas, que mostraban el precio humano de la victoria. El sufrimiento y la inhumanidad entre hombres eran constantes temas en sus obras.
Eurípides inventó un nuevo capítulo en la historia de Ifigenia. Mientras se encontraba tendida sobre la mesa de sacrificios, frente de la daga, Ifigenia fue secretamente rescatada por la diosa Artemisa, quien la transportó mágicamente hacia Táuride (actual Crimea, en el Mar Negro). Allí, se convirtió en sacerdotisa en el templo de la diosa. Como parte de su obligación, tenía que ayudar a sacrificar a todo extranjero que entrara en aquel reino.

La Ifigenia en Táuride de Eurípides comienza años más tarde. Un oráculo divino le ha dicho a Orestes, hermano de Ifigenia, que podría escapar de las Furias viajando a Táuride y trayendo la estatua sagrada de Artemisa de vuelta a Grecia. Cuando Orestes llega a Táuride como forastero, es conducido para ser sacrificado. En cierta ocasión, Agamenón cumplió con su obligación, ignorando sus instintos paternos y matando a su hija. Ahora Ifigenia debía sacrificar a un extraño del mismo modo en que ella había sido sacrificada. Pero cuando ella descubre que la víctima es su hermano, encuentra fuerzas para rechazar su obligación. Ella y Orestes engañan a Toas, rey de Táuride, roban la estatua y huyen mar adentro. Toas los persigue, pero la diosa Atenea aparece milagrosamente y le ordena que deje a los griegos en paz.
Eurípides nos dice que debemos cuestionar las obligaciones que nuestros corazones rechazan. Agamenón es un villano porque cumple con su deber, Ifigenia es una heroína por rebelarse contra los dioses. Un miembro de la casa de los Atridas salvó al otro. El cambio es posible, aún para los más malditos y perjudicados.
Ifigenia durante el Iluminismo
A partir del Renacimiento, dramaturgos europeos crearon un interés en resucitar piezas griegas. Muchos autores neoclásicos crearon “nuevas y mejoradas” versiones de “Ifigenia en Táuride”, cambiando la trama de Eurípides, para reflejar los valores y gustos de la nueva era. La mayoría de estas nuevas piezas introdujo relaciones amorosas entre los protagonistas. La heroica amistad entre Orestes y Pílades se tornó un nuevo foco. Y todos los nuevos autores garantizaron que los sacrificios humanos en Táuride acabarían una vez que Ifigenia y Orestes regresaran a casa.
Guillard, el libretista de Gluck, le fue mucho más fiel al trabajo original de Eurípides que mucho de sus contemporáneos, pero también tomó material prestado de algunas piezas modernas. Por ejemplo, la amistad entre Pílades y Orestes tiene un papel relevante en la ópera de Gluck. Ifigenia y Orestes se reconocen durante el sacrificio, lo cual no acontece en Eurípides. Ella arroja la daga al suelo, desafiando dramáticamente a Toas, quien decide matar a ambos, Orestes e Ifigenia, con sus propias manos. Pílades los salva a todos, invadiendo el templo con un grupo de guerreros griegos. Al final, la diosa Diana aparece para abolir el sacrificio humano. Éstas son todas innovaciones, el resultado de los esfuerzos de Gluck y Guillard para traducir la narrativa de Eurípides a una nueva audiencia.