domingo, 24 de junio de 2007

Delfines en selectividad (I)



Aunque ya han pasado algunos días desde que se celebró el examen de Latín II en las PAAU (Pruebas de Acceso a la Universidad) del Sistema Universitario Valenciano y ya se conocen los resultados de la misma, es ahora cuando puedo publicar este artículo que tiene como pretexto ese examen.
No quiero comentar nada acerca del vocabulario que se ofreció a los alumnos que, más que ayudar a la traducción correcta, ayudó a confundir a los alumnos llevándolos a traducciones erróneas, derivadas de los significados de ciertas palabras del texto del ejercicio A, un fragmento de la Guerra de las Galias de Julio César, que, además, en la versión en valenciano omitía la primera palabra (el nombre propio Caesar) del texto en la versión castellana. Otros lo han hecho en este blog, y también en este otro lugar.
Me voy a fijar en el texto de la segunda opción.
A decir de los especialistas en latín, el ejercicio B sorprendió por el autor del cual se tomó el texto, Plinio el Viejo, rara avis en este tipo de exámenes, y la obra, su Historia Natural.
El texto era una fusión de los capítulos 20 y 24 del libro IX de la Historia Natural, ambos referidos al delfín, en concreto a la especie delphinus delphis, que habita en el Mediterráneo y cuyo tamaño oscila entre los 2’5 y los 4 metros de longitud. Éstos son los fragmentos:
20. Velocissimum omnium animalium, non solum marinorum, est delphinus, ocior volucre, acrior telo, ac nisi multum infra rostrum os illi foret medio paene in ventre, nullus piscium celeritatem eius evaderet. (…) 24. Delphinus non homini tantum amicum animal, verum et musicae arti, mulcetur symphoniae cantu, set praecipue hydrauli sono.
Y esto lo que apareció en el examen de las PAAU:
Velocissimus omnium animalium, non solum marinorum, est delphinus, ocior volucre, acrior telo, ac, nisi multum infra rostrum os illi esset medio paene in ventre, nullus piscium celeritatem eius evaderet. (…). Delphinus non homini tantum amicus est, verum et musicae arti.
Como se puede observar el texto de selectividad presenta la lectura velocissimus, por velocissimum, esset, en lugar de foret y tantum amicus est, frente a tantum amicum animal. Otro aspecto importante es que cortar la frase verum et musicae arti, añadiendo un punto, que no está en el texto original, si además previamente hemos cambiado tantum amicum animal por tantum amicus est, hace que la traducción que se deba hacer sea: “el delfín no es sólo amigo del ser humano, sino también del arte de la música”. Obsérvese más adelante que la traducción del fragmento completo es muy distinta. Destacamos en negrita la frase en cuestión.
La traducción del fragmento que hace Josefa Cantó, en Cátedra Letras Universales es ésta:
“El delfín es el más veloz de todos los animales, no sólo de los marinos; es más rápido que un pájaro, más agudo que un dardo y si no tuviese la boca mucho más abajo que el hocico, casi en mitad del vientre, ningún pez escaparía a su rapidez. El delfín no es sólo un animal amigo del hombre, sino que además se amansa con la música, (con el canto armónico y sobre todo con el sonido del órgano hidráulico).
El texto presentaba por encabezamiento CARACTERÍSTICAS QUE DEFINEN AL DELFÍN. No soy experto en lengua castellana, pero quedaría mejor sencillamente CARACTERÍSTICAS DEL DELFÍN.
Debajo de este encabezamiento, cuya misión suponemos que era situar al alumno, se decía:
Plinio el viejo (sic) describe las características del delfín (aquí sí que está bien, ¿por qué no lo pusieron así en el encabezamiento?) y algunas de las razones por las que apreciarlo (esta expresión chirría también; ¿por qué no “razones para apreciarlo” o “razones por las que se le aprecia”?).
Después del texto, y a modo de subtítulo, hay una indicación totalmente superflua y fuera de lugar, que alude a otras informaciones que Plinio el Viejo da sobre le delfín en el capítulo 21. Se dice:
Incluye en su descripción que poseen mamas, que viven en pareja y se preocupan por sus crías; que disponen de una voz peculiar.
¿Y qué? ¿Por qué no se dice que Plinio da otras muchas informaciones sobre el simpático cetáceo? ¿A qué viene este comentario? Además puede llevar a la confusión a los alumnos, que pueden creer que esas informaciones están en el texto del examen y no, como es lo cierto, en los capítulos que siguen al ofrecido en el examen.
Bien no quiero seguir comentando nada de este texto que, en cambio, nos ha dado pie para un artículo sobre la presencia del delfín en algunos autores clásicos.

Empezaremos por el nombre del animal (δελφίς). Está emparentado con los términos δελφύς (útero) y ἀδελφός (hermano, es decir, “que ha compartido el mismo útero”, “nacido del mismo seno materno”; formado por el prefijo copulativo ἀ- y la palabra “útero” ya comentada).
La Suda en la entrada 211 de la letra delta dice:
δελφύς: μήτρα. ἔνθεν ἀδελφός. ὁ ἐκ τῆς αὐτῆς μήτρας.
Útero: matriz. De donde “hermano”. El de la misma matriz.
También está relacionado con δέλφαξ (cerda, puerca), con presencia de un sufijo de carácter popular -αξ, presente también en κόραξ (cuervo) y σκύλαξ (cachorro de perro). Chantraine dice que poseía una labio velar inicial, según se desprende del eolio βέλφιν, con retrotracción del acento; el sufijo es muy raro. El animal sería llamado por su forma. Podría ser una especie de apodo: el “cerdo” del mar (le “goret” de la mer, dice Chantraine).
Hemos de decir que hay más de 30 especies de delfines. Nosotros nos referiremos siempre al delfín común. El nombre científico del delfín común es Delphinus delphis. Como en otros animales, el nombre científico consiste en el nombre latino del animal, seguido del nombre griego, transliterado y latinizado. Esto ocurre también con el cuervo (Corvus corax, de κόραξ) ο el ciervo (Cervus elaphus, de ἔλαφος).
Como nuestra pretensión no es científica, ni zoológica, pasamos directamente a un breve recorrido por la presencia del delfín en los textos clásicos griegos y latinos.
Y comenzamos por el texto que ha dado pie a este artículo. Se trata de los capítulos 20 a 33 del Libro IX de la Historia Natural de Plinio el Viejo. Para el texto latino remitimos a este lugar.
La traducción que ofrecemos es la de los capítulos 20 a 24. De los restantes capítulos nos ocuparemos en una próxima entrada, ya que se trata de anécdotas referidas a delfines, que dejamos para más adelante. La traducción ofrecida es siempre la de Josefa Cantó en Cátedra Letras Universales:
20. El delfín es el más veloz de todos los animales, no sólo de los marinos; es más rápido que un pájaro, más agudo que un dardo y si no tuviese la boca mucho más abajo que el hocico, casi en mitad del vientre, ningún pez escaparía a su rapidez. Pero la naturaleza, previsora, los hace retardarse, porque a no ser boca arriba, en posición invertida, no capturan nada; esto da indicios de su velocidad. Cuando, empujados por el hambre, persiguen un pez que huye hacia las profundidades y retienen mucho tiempo la respiración, surgen de repente en forma de aire como una flecha impulsada por un arco y saltan con tanta fuerza que muchas veces sobrepasan en altura las velas de los barcos. 21. Generalmente van en parejas; paren cachorros al décimo mes, en verano, a veces incluso dos. Los alimentan a sus pechos, como las ballenas, e incluso transportan a las crías recién nacidas y aún débiles; es más, las acompañan largo tiempo cuando son ya adultas, mostrando gran afecto por su descendencia. 22. Crecen rápidamente; se cree que hacia los diez años han alcanzado su desarrollo completo. Viven hasta los treinta años; se sabe gracias al experimento de marcarles la cola con un corte. Desaparecen durante treinta días en torno a la salida del Perro (primeros de agosto) y se ocultan por un procedimiento desconocido; es una cosa asombrosa, porque en el agua no pueden respirar. Suelen embarrancar en la costa por razones inciertas, pero no mueren inmediatamente al tocar la tierra; la muerte es más rápida si tienen el conducto respiratorio cerrado. 23. Tienen la lengua móvil, a diferencia de otros animales acuáticos, corta y ancha, no diferente de la de un cerdo. El gemido es semejante a la voz humana, el lomo arqueado, el hocico chato. Por esta razón todos los delfines comprenden el nombre de “Simón” y prefieren que les llamen así (simus significa “chato”, puesto que el hocico plano era uno de sus rasgos más relevantes).
24. El delfín no es sólo un animal amigo del hombre, sino que además se amansa con la música, con el canto armónico y sobre todo con el sonido del órgano hidráulico. No se asusta del hombre como de un extraño, sino que sale al encuentro de las naves, juega dando saltos, incluso compite con ellas en velocidad y las deja atrás aunque vayan a toda vela.
Hasta aquí nuestra primera entrega sobre la presencia del delfín en la literatura griega y romana clásicas, a propósito de un texto latino en selectividad. En posteriores artículos ofreceremos un acercamiento, no exhaustivo a otros textos y autores.

martes, 19 de junio de 2007

Filoctetes revisitado (IV, la epifanía de Heracles ¿un deus ex machina?)



Concluida ya la extensa tercera (III) parte, dedicada a los tres protagonistas del drama, nos centramos en un aspecto destacable del mismo, cual es la aparición en el verso 1409, en pleno éxodo de la obra, del héroe tebano Heracles, muy unido, como ya hemos visto, a la figura de Filoctetes.
Albin Lesky escribe en su obra Historia de la literatura griega (las citas son nuestras):
“Apoyado en Neoptólemo, Filoctetes se encamina vacilante hacia el barco.
En realidad, concluye aquí la obra, pero no es posible que termine así. Pues, aunque el poeta trágico puede tomarse ciertas libertades con respecto a la tradición mítica y puede seguir su propio camino particularmente en la motivación psíquica de los acontecimientos, no puede modificar el desarrollo en determinados puntos establecidos. El mito afirma que Filoctetes estuvo en Troya y con su arco contribuyó considerablemente a su caída. La aparición de Heracles detiene, pues, a los dos en su trayecto al barco.
Cuando Heracles, que ha sido encumbrado al Olimpo, quebranta con su palabra la resistencia de Filoctetes y encauza la acción por el camino prescrito, está realizando algo semejante al deus ex machina de Eurípides.
Pero, a diferencia de aquél, está ligado más estrechamente a la estructura general del drama. El hecho de que Filoctetes lleve el arco de Heracles desde su muerte en el Eta es una circunstancia externa, más esencial resulta que Heracles induzca al amigo a ceder no con un acto de autoridad, sino aludiendo a su propio camino, que a través de grandes sufrimientos le llevó a las alturas. En la advertencia de Heracles de que los dioses sean venerados (1441 εὐσεβεῖν τὰ πρὸς θεούς = mostrad la debida reverencia para los dioses / 1443-1444 La piedad no muere con los mortales y, aunque estemos vivos o muertos, ella no perece (οὐ γὰρ ηὑσέβεια συνθνῄσκει βροτοῖς· / κἂν ζῶσι κἂν θάνωσιν, οὐκ ἀπόλλυται) nos habla el propio poeta, que durante toda su vida conservó siempre su fe religiosa”.
Hasta aquí la cita de Lesky.
En efecto, cuando Neoptólemo ha desistido de persuadir a Filoctetes, y éste se ha empecinado en no dar su brazo a torcer, las cosas quedan sin camino humano de salida.
Un Heracles divinizado, que viene del Olimpo, persuade con su palabra la resistencia de Filoctetes y encauza la acción por el camino “míticamente correcto”. Se ha escrito mucho sobre la asimilación de esta aparición de Heracles al recurso del deus ex machina euripideo.
Burckhardt, en Historia de la cultura griega, escribe:
“En Sófocles se entrelazan carácter y acción de los hombres con el destino de tal manera, que al espectador le debe aparecer lo último, a partir del principio como inevitable, y precisamente por una razón interior, y no porque se sepa el mito de corrido. La única excepción es el Filoctetes que psicológicamente busca otra terminación que la que el mito prescribe: Neoptólemo (en contraposición a Ulises) está ya tan conmovido por los dolores del paciente, que se halla a punto de devolverle a su patria. Entonces aparece- como único ejemplo en Sófocles – Heracles como deus ex machina, y anuncia la leyes del destino. A Sófocles le atraía en el tema verosímilmente, como en el Áyax, su rico contenido en pathos; estos dolores están realzados hasta el extremo, y su colmo es el contacto con Neoptólemo. Al poeta le interesaba más el agotamiento del fondo de estos caracteres que una conclusión armoniosa”.
Lasso de la Vega, en la introducción a las Tragedias de Sófocles, en Gredos, con su peculiar estilo, se expresa así:
“Aquí se produce la epifanía de Heracles, viejo camarada de Filoctetes (de aquél recibió su arco) y hoy deificado.
Enseña Heracles el sentido del destino de Filoctetes, que toda su existencia es, a su vez y sucesivamente, desgracia y felicidad. Adivina porvenires que escapan a los humanos, para su enseñamiento. El héroe, qué remedio, obedece: si el cristiano sabe dar a la libertad toda la dignidad de la obediencia, el griego sabe dar a la obediencia toda la dignidad de la libertad. La solución de Heracles preserva la disgnidad de Filoctetes y, a la vez, se cumple la voluntad de los dioses. Este episodio final ¿es, como pretenden algunos, el deus ex machina que, con desprecio de todo lo anterior en el drama, metiéndose al quite satisface las exigencias de la leyenda, como en Eurípides? ¿Esta epifanía es una interiorización del mito tradicional, en el sentido de una revelación íntima de la virtud del propio héroe, como pretende Whitman?
Heracles habla al hombre Filoctetes, se pone a sí mismo como ejemplo humano y la respuesta de Filoctetes se explica en el marco de la piedad sofoclea. Retirados los dioses de la acción dramática, queda al hombre un amplio territorio de actuación; pero toda su inteligencia y sus planes solamente consiguen que las cosas se enreden inextricablemente hasta que lo divino restaura, al final, el orden. Filoctetes cede y emprende el camino hacia Troya y hacia su propia gloria.”
Hasta aquí las palabras de Lasso de la Vega, y también ¿nuestro? artículo.

viernes, 15 de junio de 2007

Filoctetes revisitado (IIIj, los personajes: Filoctetes: la exclusión, el dolor físico y moral)


Seguimos con nuestros artículos dedicados al personaje de Filoctetes, en la tragedia homónima de Sófocles.
De esta fuente hemos sacado la siguiente información, muy interesante para nuestro artículo.
“Sobre la enfermedad y su tratamiento literario podemos tomar como referentes obras tan dispares como El idiota de Fiodor Dostoiewsky y La montaña mágica de Thomas Mann. Estas obras nos dan puntos de vista diferentes, sin embargo coinciden en presentarnos al enfermo, como infirmus que es, fuera del sistema social.
Y así quedará recluido en un mundo que se le hace a medida: Hans Castorp, recluido voluntariamente seducido por el morbo de la enfermedad, y su primo Joachim, que está realmente enfermo de tisis, como la sociedad centroeuropea del momento, en Davos.
El idiota noble en su propia inseguridad, como insegura y enferma se hallaba la aristocracia rusa, como portador del mal sagrado, la epilepsia.
De la misma manera Filoctetes queda aislado en su refugio insular. También Edipo a las puertas de Atenas, en Colono, lejos de Tebas. Y es que podríamos analizar la enfermedad desde el punto de vista que nos han legado autores bien diversos, aunque no podemos negar nuestra afición al Filoctetes de Sófocles, o al Edipo rey y su conclusión Edipo en Colono, como tampoco podemos negar el tratamiento literario que da Sófocles a sus obras a partir, probablemente, de su devoción a Asclepio, devoción que dota su obra de una piedad que provoca la emoción más sincera. Sófocles, según Mª Rosa Lida, “el más homérico de los trágicos […] pone como centro de su drama el más vulgar de los inexplicables azares divinos: la enfermedad”.
Analiza esta autora la obra de Sófocles en relación a la enfermedad y afirma que aunque Alcestis, Fedra, Orestes y Télefo son personajes enfermos, sin embargo Filoctetes marca los parámetros del enfermo «el solo y el enfermo».
Manifiesta Filoctetes una enfermedad no originada por el hombre, la serpiente que muerde a Filoctetes no es sino una representación de las fuerzas del mal que emanan de antiguas fuerzas ctónicas y que tan bien son representadas por todo tipo de reptiles en general y de serpientes en particular. Filoctetes, recluido en su dolor, habita en un lugar solitario, desolador y triste. Dice Neoptólemo:
38-39 Hace secar al sol unos andrajos llenos de hedionda sanies.
El enfermo se cuida a sí mismo como puede. Frente a él la actitud de Odiseo representa la del hombre «de Estado»:
1048-1052 Cuando se precisa semejante hombre, tal soy yo, y cuando es el momento de hombres justos y buenos, a nadie hallarás más frío que yo. Sí, mi carácter es desear la victoria de cualquier modo.
Con estas palabras se nos manifiesta el héroe como la misma representación de un estado frío y pragmático, frente a él está el enfermo con su hambre, con el dolor de sus heridas, abandonado a su suerte. Dice Mª Rosa Lida: «Sófocles llega a lo más primitivo de la pena trágica, a la enfermedad que degrada al hombre, por eso sitúa a su héroe fuera de la sociedad humana»
La enfermedad es un estigma, la maldición de la enfermedad es, desde los antiguos, una maldición sagrada: una evidencia de nuestra culpa, y todos podemos ser culpables, ni que sea de los pecados de nuestros padres, ni que sea de los pecados de nuestros hijos, aunque no entendamos el por qué todos somos culpables. Nadie está libre, y en el ensueño de una fingida tranquilidad deviene un sobresalto y se nos quiebra el tiempo. El rencor se abre en el espacio mínimo de un segundo interminable, se agrieta resquebrajando la carne que antes se sentía satisfecha.

El dolor se hace insoportable por lo sorprendente de su llegada y se marca así la frontera de la enfermedad, no sabemos si ignominiosa para nosotros o para los demás. Y es que la enfermedad no es un hecho aislado y personal, afecta también a la familia y a la comunidad toda, como la peste que asola la Tebas de Edipo a causa de su culpa. Difícilmente se mantiene oculta porque la enfermedad tiene lacras que evidencian la mancha, esté donde esté. El desequilibrio que se precipita en nuestro cuerpo se manifiesta, a pesar de los intentos de ocultación por miedo a la diferencia, por temor a que se produzca la segregación, el confinamiento. El jugar un papel asignado nos resguarda del mal de la segregación, incluso se nos permitirá jugar desde dentro sigilosamente, a reventar el sistema, de forma clandestina, nunca a las claras, sin apartarse de ese sistema, y si alguien lo hace debe atenerse a las consecuencias: marginación, soledad… Son las reglas, reglas no escritas, pero asumidas desde siempre, desde antiguo, cuando la diferencia primera se manifestó al percibir una mancha en la piel, un cabello de color encendido o unos ojos glaucos".

martes, 12 de junio de 2007

Filoctetes revisitado (IIIi, los personajes: Filoctetes: la exclusión, el dolor físico y moral)

Nos queda ahora realizar un repaso de la actuación de Filoctetes en la tragedia.
Para ello nos servimos de pasajes del artículo Filoctetes y Odiseo: la dialéctica phýsis / kairós, de Fernando Ariel Casco y Lucas Martín Abraham de la Universidad Nacional del Sur.
La primera imagen que de Filoctetes nos ofrece la tragedia es la de un hombre completamente barbarizado y alejado del mundo civilizado. Se ha transformado, según sus propias palabras, en un salvaje. La presentación que el héroe hace de sí mismo se enmarca dentro de la configuración de un ἄπολις, es decir, la de un hombre condenado al destierro (versos 225-230):
“No os sobresaltéis por el miedo ante mí, temerosos de mi estado salvaje; antes bien apiadaos de un hombre mísero, solitario, abandonado aquí y arruinado, sin amigos, y habladle, si es que habéis llegado en calidad de amigos”
Su doloroso presente es consecuencia de la acción directa de los Atridas y Odiseo, quienes lo confinaron, como ya hemos recordado, a permanecer en la isla de Lemnos a causa de un pie que le supuraba con una herida devoradora. Al encontrarse con un grupo de extranjeros, los recibe con palabras que ya preanuncian el discurso posterior en el que manifiesta todos los males de los que ha sido objeto. Por oposición a las palabras de Odiseo, las de Filoctetes carecen de δόλος (engaño) y sólo tienen por objeto mover a la piedad de los visitantes (versos 255-317).
Luego de conocer por boca del joven que es el hijo de Aquiles, en él se produce una profunda conmoción, pues en la figura de Neoptólemo el viejo héroe ve representado su pasado: el joven comparte la misma φύσις (naturaleza) que el padre.
Este elemento es fundamental a la hora de configurar el personaje de Filoctetes, puesto que es el único parámetro que utiliza el viejo héroe para aceptar al joven. Al comprobar la simiente paterna de Neoptólemo, lo reconoce como a un hijo:
240-241 ¡Oh hijo de un padre queridísimo! ¡Oh tú, de un país amado! ¡Oh retoño del anciano Licomedes!
249 ¡Hijo mío! ¿es que no conoces a quien estás contemplando?
Inmediatamente después narrará las desgracias de su vida en la isla. Su corazón, preso de odio, revela una cólera marcial hacia los aqueos -en especial hacia Odiseo y los Atridas-, y sólo desea para ellos que los dioses un día les concedan la misma suerte que a él.
En lo referente a su concepción de φύσις, Filoctetes considera que la causante de la condición de λόγου κακοῦ de Odiseo descansa en su propia naturaleza y todos los males a los que lo sometió fueron consecuencia de ello
407-409 Pues bien sé que ése con su lengua participaría en cualquier bajo pretexto (λόγου κακοῦ) y en cualquier astucia de la que nada justo, al final, resultaría.
Por oposición al hijo de Laertes, la φύσις para Filoctetes no puede ser alterada de acuerdo con la ocasión, por ello justifica la actitud de Odiseo mediante la mención de su linaje: éste es el hijo de Sísifo y ello constituye el factor determinante de su φύσις. Hemos de considerar entonces que, según Filoctetes, no es el καιρός (la ocasión o conveniencia) lo que define la conducta de Odiseo, sino su propia naturaleza (φύσις). Para el viejo, el hombre es todo φύσις y en las acciones que lleva a cabo a lo largo de su vida, revela su origen. Por lo tanto, lo que separa a Odiseo de Filoctetes es un problema de concepción de φύσις, conflicto planteado ya desde el inicio de la tragedia (diálogo entre Odiseo y Neoptólemo). Y es esta misma concepción la que acercará al viejo hijo de Peante al hijo de Aquiles.
Filoctetes ha sido obligado al destierro y, en consecuencia, ha roto sus lazos de φιλία (amistad) con el mundo civilizado. Esta diferencia de concepción de φύσις, antes mencionada, ha conducido a Filoctetes a su presente condición de ἄπολις. Este término, en el contexto del discurso del héroe, remite a dos sentidos: por un lado, al mundo de los hombres, representado en los aqueos que lo han abandonado, y, por el otro, al de los dioses, porque Filoctetes no logra comprender los motivos por los cuales los grandes héroes de la gesta troyana han perecido y en cambio aún permanecen con vida los injustos e impíos, Odiseo, los Atridas y el mismo Tersites
416-418 ¡Ay de mí, desgraciado! ¡Pero el hijo de Tideo y el hijo de Sísifo, comprado por Laertes, no hay miedo de que mueran, y ellos son los que no deberían vivir!
448-452 Y en cierta manera se alegran (los dioses) devolviéndonos del Hades a los perversos y ladinos, mientras que no dejan de enviar allí a los justos y honrados ¿Cómo hay que entender esto y aprobarlo cuando, al tiempo que alabo las obras divinas, encuentro a los dioses malvados?
Esta falta de comprensión del mundo que lo rodea surge de la no correspondencia entre sus valores heroicos y la realidad circundante. Por ello, en Neoptólemo se corporiza la posibilidad de acabar con sus sufrimientos y lograr la dicha de encontrarse con los suyos pero, sobre todo, reencontrarse con un mundo que creía perdido. Neoptólemo es el nexo para reanudar sus lazos con el pasado heroico. Además es el indicio de que aún no ha perecido por completo esa raza de héroes de la que él forma parte. El hecho de que lo considera un hijo pone de manifiesto la concepción de φιλία, ya que el joven representa para Filoctetes la figura del hijo no concebido y, en ausencia de su padre, él debe introducirlo en los antiguos valores de la ética heroica.
Aun cuando Agamenón y Odiseo habiten el mundo gobernándolo con injusticias, Neoptólemo, según su parecer, será el continuador de estirpes nobles como la de Aquiles y la suya. Esta forma de persuasión operará como factor decisivo en el cambio de conducta de Neoptólemo, luego de haberle arrebatado el arco.
El arco de Heracles, en posesión de Filoctetes, es el instrumento que los aqueos persiguen con el fin de tomar Troya, y representa a la vez la posibilidad de reestablecer el pacto primigenio de la alianza aquea. Sin embargo, Filoctetes rechaza todo posible vínculo con ellos. De esta manera, el plan urdido por Odiseo ha de llevarse a cabo, aún cuando Neoptólemo sienta la opresión de no proceder conforme a su φύσις. Filoctetes no concibe la posibilidad de un engaño puesto que, para su mentalidad, la naturaleza del joven nunca podría hacerlo obrar mal. Esta postura ubica a Filoctetes en el extremo opuesto a la figura de Odiseo; el viejo héroe incurre en un error: su concepto de φύσις es tan definido que no supone un desvío de la conducta de Neoptólemo. La actitud del hijo de Aquiles frente al guerrero herido, soportando sus gritos y el hedor que despedía su pie, a diferencia de Odiseo y Agamenón, lo acerca a una concepción de φύσις superior
867-876 ¡Oh resplandor del sol que sucedes al sueño! ¡Oh custodia de estos extranjeros, en la que mis esperanzas no creían! Nunca hubiera yo supuesto, oh hijo, que te resignaras a seguir tan compasivamente a mi lado, ante mis sufrimientos, prestándome tu ayuda. Los Atridas, sin embargo, no pudieron soportarlo tan pacientemente, ¡los valientes jefes del ejército! Pero tu sangre es noble y eres nacido de nobles, y consideraste todo esto fácil, aun estando agobiado por los gritos y el mal olor.
Sófocles plantea, desde la configuración de este personaje, que si bien la naturaleza no es alterable en términos de educación, pues aflora en el contexto propicio, sí es perfectible.
Ante la imposibilidad de resolución del conflicto entre Filoctetes, por un lado y Odiseo, por el otro, el autor se ve obligado a poner en escena un elemento conciliador: el “deus ex machina”, corporizado en la figura de Heracles. Su presencia resuelve el conflicto, no desde un punto de vista conciliador entre Odiseo y Filoctetes, sino, por el contrario, a través de la renuncia a la cólera por parte del viejo héroe y la aceptación de su destino heroico en la recíproca compañía de Neoptólemo.
Sorprende que la figura de Odiseo, que desde un principio perseguía el bien común, una vez caída su artimaña dolosa, desaparezca del escenario del conflicto y toda la atención se concentre en los personajes del joven y del viejo.
En resumen, lo dado y lo nuevo pueden llegar a reconciliarse cuando la φύσις irrumpe y se hace evidente en toda su magnitud. Las palabras del Heracles recuperan la confianza de Filoctetes en Neoptólemo, confianza rota a causa del ardid de Odiseo, y se reestablecen así los lazos de φιλία entre ambos.
Dicha reconciliación, mediante un pacto recíproco, posibilitará no sólo que la ciudad sitiada sea definitivamente destruida, sino también que se lleve a cabo la unión de los dos como el símbolo aún vivo de los antiguos valores
1424-1433 Irás con este hombre a la ciudad troyana, donde, primero, quedarás libre de tu penosa dolencia y, luego, elegido por tu valor el más importante del ejército, tras matar con mis flechas a Paris, que fue el causante de estos males, devastarás Troya, y el botín que, como premio, recibas de la armada lo enviarás a tu morada para tu padre Peante, a la meseta del Eta, tu patria. En cuanto al botín que logres del ejército en memoria de mis flechas, llévalo a mi tumba.
Para concluir, la dialéctica φύσις / καιρός evidencia, en la postura de ambos héroes -Odiseo y Filoctetes-, la complejidad del replanteamiento de los valores del pasado épico en el nuevo contexto de la πόλις. La persuasión inicialmente planteada por Odiseo cambia transitoriamente la conducta del hijo de Aquiles debido a la inmadurez ética propia de su juventud. Sin embargo, el engaño pierde progresivamente su efecto a lo largo del encuentro entre el hijo de Peante y Neoptólemo que, en un contexto propicio, se reencuentra con los valores paternos y manifiesta la naturaleza aparentemente alterada. Esta realidad se materializa en las palabras de Heracles
1434-1438 Y a ti, hijo de Aquiles, te aconsejo lo mismo. Pues ni tu puedes tomar la llanura de Troya sin éste, ni él sin ti. Antes bien, como dos leones que van juntos, protegeos el uno del otro.

domingo, 10 de junio de 2007

Filoctetes revisitado (IIIh, los personajes: Filoctetes: la exclusión, el dolor físico y moral)


Hace tiempo que no escribimos nada sobre el Filoctetes sofocleo (nuestra última entrada sobre el tema fue el 9 de mayo), pero aún nos quedan cosas por decir, y con el siguiente artículo retomamos el "culebrón" Filoctetes.
Nos parece interesante también lo dicho por Albin Lesky sobre la obra en su Historia de la literatura griega (las citas son nuestras)
“Un rasgo importante de Sófocles parece manifestarse precisamente en esta obra. Cuando Filoctetes se ve defraudado de la manera más cruel por Neoptólemo, su lastimero grito se dirige a las calas, los promontorios y los animales salvajes que con él habitan en la isla":
936-940: “¡Oh calas, oh promontorios, oh animales salvajes de las montañas con los que yo vivía! ¡Oh abruptas rocas! Ante vosotros – pues a ninguno otro conozco con quien pueda hablar -, ante vosotros, que estáis acostumbrados a asistirme, me lamento a gritos de los hechos que el hijo de Aquiles me infirió”.
Y cuando los abandona, después del feliz giro que toma su vida, saluda una vez más con ternura la morada de sus desdichas, con el rugido de su mar, el eco de sus montes y las fuentes que saciaban su sed:
1453-1469 : “Adiós, oh morada que me has protegido y ninfas de los arroyos y los prados, y tú, enérgico estrépito del promontorio marino donde, muchas veces, en su interior, se empapó mi cabeza por las trombas del viento sur y donde a menudo el monte Hermeo me devolvía con el eco, en pleno sufrimiento, el gemido de mi propia voz! Y ahora, ¡oh fuentes y agua licia!, os dejo, os dejo ya a pesar de que nunca había tenido este propósito. Adiós, ¡oh región de Lemnos rodeada por el mar! Envíame en feliz e irreprochable travesía adonde me llevan la gran Moira y el consejo de los amigos y la divinidad que todo lo puede y que así hizo que se cumpliera.”
Recordamos el último adiós de Áyax (859-865) en la tragedia homónima de Sófocles:
“¡Oh luz, oh suelo sagrado de mi tierra de Salamina!, ¡oh sede paterna de mi hogar, ilustre Atenas y raza familiar!, ¡oh fuentes y ríos de aquí, llanura troyana!, a vosotros os hablo y os digo adiós, ¡oh vosotros que habéis sido alimento para mí! Esta palabra es la última que os dirijo, las demás se las diré a los de abajo en el Hades.”
Y sentimos aquí con particular fuerza cómo el poeta nos presenta a sus criaturas aspirando a superar las fronteras de la soledad, a la cual les condena su destino y su grandeza.”
Hasta aquí la cita de Lesky.
Cuando hablamos de Neoptólemo en nuestro blog, y en concreto en la tercera parte, nos referimos al artículo de Savater y citamos una parte del mismo titulada La oferta de Neoptólemo.
Aquella cita concluía así:
"Por ello intenta conciliar estas exigencias opuestas, hablando francamente con Filoctetes y haciéndole una propuesta razonable: le ofrece su curación y su reinstauración plena en la sociedad a cambio de su colaboración voluntaria en la batalla definitiva contra Troya”.
Pues bien, la continuación del artículo la ofrecemos ahora que hablamos de Filoctetes; es ésta:
“Pero Filoctetes se siente profundamente dolido y traicionado. De nuevo se utiliza contra él el abuso y la prepotencia, unidas ahora al engaño. El momento del pacto con los adversarios y de la componenda razonable ya ha pasado: ahora el último derecho que le queda es decir rotunda y obstinadamente: «No.» ¡Hasta eso quieren quitarle! Se emplean encarnizadamente en vencerle, siendo como es ya un mero cadáver, «una sombra de humo»... ¡Más le valiera estar efectiva y definitivamente muerto! Las imprecaciones de Filoctetes contra la existencia que se le impone, solicitando armas con las que quitarse la vida, exigiendo de dioses y hombres el alivio de la muerte, son de lo más significativo e impresionante de la tragedia griega.
Lo que Neoptólemo le propone es un trato decente y, desde un punto de vista meramente práctico, muy conveniente para todos. A fin de cuentas, Filoctetes sin duda va a mejorar; pero el privilegio del herido, del abandonado, del rechazado, del que ha visto su humanidad pisoteada por causa de su herida, es no querer mejorar a cualquier precio o de cualquier modo. Avenirse a la propuesta de Neoptólemo es aparentemente más digno y ventajoso que seguir padeciendo abandono en Lemnos o someterse a la coacción que Ulises está dispuesto a utilizar contra él: pero Filoctetes, sencillamente, ya no quiere. No quiere ceder; no quiere ceder su voluntad de no querer. Se le abandonó por ser un herido apestoso e inútil para todos; por tal causa se le negó el reconocimiento debido a la humanidad. Y ahora él no quiere aceptar el trámite de la cura y de su utilidad irreemplazable en el ejército a fin de ganarse el derecho convivencial que se le arrebató indignamente. Filoctetes quiere ahora ser aceptado como hombre herido, como hombre que apesta, como hombre inútil: o prefiere seguir en su isla diciendo «no» a todo. No está dispuesto a dar su arco ni su aquiescencia para ganarse el aprecio de los que le despreciaron. Le conviene, pero no quiere. Es razonable, pero no quiere. Que los sanos, como Neoptólemo, se atengan a la justicia y a la conveniencia, a la obediencia a quienes tienen el poder. A Filoctetes ya no le queda más que el privilegio hediondo y supurante de su herida: «La herida de Filoctetes es su dignidad. La única dignidad que le resta» (Jan Kott, El manjar de los dioses). Son los demás los que han decidido cambiar la consideración debida a la humanidad de Filoctetes por el asco a su herida. Ahora la herida es la naturaleza humana misma para él: y no sabría renunciar a ella sin sentir asco de sí mismo, como el propio Neoptólemo tendrá que reconocer.”