sábado, 26 de julio de 2008

Las dos Ifigenias (XV)

En la escena sexta el teatro representa la orilla del mar sobre la que se levanta un altar. Ifigenia está arrodillada sobre los escalones de dicho altar; tras ella está el Gran sacerdote, con los brazos extendidos hacia el cielo y el cuchillo sagrado en la mano. Los griegos, en masa, ocupan los dos lados del escenario.
El coro de griegos se dirige a Ártemis pidiéndole su protección y su llegada a las costas troyanas, a cambio de la víctima que se disponen a ofrecerle.
En la escena séptima irrumpe Aquiles con la consiguiente desbandada de los atemorizados griegos. Dos griegos animan a los demás a huir de la furia del tesalio; el coro le hace ver la inutilidad de su acción, pues los dioses han ordenado su muerte. Aquiles les hace frente y les reta a arrebatarla de sus brazos; Ifigenia se ofrece como víctima.
Clitemnestra y Aquiles buscan la liberación de Ifigenia, mientras el coro insiste en la inutilidad de esta defensa e incitan al sacrificio. Está a punto de establecerse un combate entre Aquiles y los tesalios contra los griegos, cuando Calcante anuncia la aparición, como deus ex macchina, de la propia Ártemis (Diana).
La diosa ensalza el celo de los griegos y afirma que las virtudes de Ifigenia y los lamentos de su madre han encontrado gracia entre los dioses. Ya no retendrá más a los griegos en Áulide, sino que les invita a volar donde su gloria les guíe. En cuanto a Ifigenia y Aquiles, les invita a vivir y ser felices

DIANE
Votre zèle des Dieux
A fléchi la colère
Les vertus de la fille
Et les pleurs de la mère
Ont trouvé grâce devant eux.
Je ne vous retiens plus
Dans les champs de l'Aulide
Volez où votre gloire vous guide.
Etonnez l'Univers
Par vos faits glorieux
Et vous, jeunes amants,
Vivez, vivez, soyez heureux.



Calcas alaba la clemencia y la bondad de los dioses; Agamenón, Clitemnestra, Ifigenia y Aquiles manifiestan su alegría por la solución gozosa de la situación. Ifigenia expresa la dulzura, pero al tiempo la dificultad, de pasar tan repentinamente del más cruel tormento a la felicidad suprema,
Sigue el cuarteto Mon coeur ne saurait contenir en el que los cuatro personajes expresan su inmensa alegría; al tiempo quieren devolver al cielo su gratitud por haber sido merecedores de la piedad divina.
El coro de griegos, en una alegre y triunfal intervención, recoge estas palabras y anima a celebrar los esponsales de Ifigenia y Aquiles, que son preludio de sus gloriosos triunfos.
Tras una reposada, pero alegre, passacaille, no exenta de momentos reflexivos y con una briosa conclusión, el coro final llama a los griegos, en tono marcial, a buscar la victoria y a dejar para la posteridad recuerdo de su gloria y hazañas. Sólo el placer puede pagar y coronar las penosas fatigas del guerrero.

IPHIGENIE
Ah! qu'il est doux,
Mais qu'il est difficile,
De passer si subitement
Du plus cruel tourment
A la félicité suprême!
IPHIGENIE, CLYTEMNESTRE, ACHILLE AGAMEMNON
Mon cœur ne saurait contenir
L'excès de mon bonheur extrême
Palpitant, il s’élance
Au­-delà de moi-­même,
Il est énivré de plaisir
A peine je respire:
Quel aimable délire,
Vient s'emparer de tous mes sens!
Les Dieux ont eu pitié
De nos gémissements
Jusqu'aux voûtes éthérées
Portons nos vœux reconnaissants!
CHŒUR DES GRECS
Jusqu'aux aux voûtes éthérées
Portons nos vœux reconnaissants.
Et célébrons les noces désriées
De ces illustres amants.
Leur bonheur est le premier gage
De la juste faveur des Dieux;
Et leur hymen est le présage
De nos triomphes glorieux.
Passacaille
CHŒUR FINAL
Partons, volons à la victoire,
Par nos faits éclatants étonnons l'avenir
Que nos travaux, que notre gloire
Soient des sièclesinturs l'éternel souvenir.
Parés des palmes de Bellone,
Qu'il est doux de jouir d'un tranquille repos!
Le plaisir seul paye et couronne
Du guerrier désarmé les pénibles travaux.



Este pénible travaux deja un cierto tono sombrío en el final de la ópera y provoca en nosotros una reflexión sobre los acontecimientos que hemos vivido en esta gran ópera gluckiana, basada en una tragedia de Eurípides, que Gluck logró representar en París, tras largas gestiones y su amistad con la futura reina de Francia. En efecto, sólo esta amistad salvó las tensiones surgidas en los ensayos, en los que, como dijimos en un anterior artículo de esta serie, el compositor se mostró duro e intransigente. La presencia de María Antonieta en el estreno, el 19 de abril de 1774, fue casi una orden para los miembros de la vieja guardia musical francesa: la nueva ópera fue un éxito el día de su estreno, a pesar de algunas dudas, y acabó imponiéndose poco a poco por el indudable peso de su exquisita partitura.

Cerramos esta primera parte de la serie con un aria que la protagonista canta en la escena del acto I (L'ai-je bien entendu - Hélas! mon coeur sensible!). También ofrecemos la "respuesta" de Aquiles en la escena octava (Cruelle, non jamais)



Por cierto, no estaría mal que los lectores escucharan la magnífica obertura de la obra. Pueden hacerlo aquí.

sábado, 19 de julio de 2008

Las dos Ifigenias (XIV)

Hace ya 11 días que no publicamos ningún artículo de la serie que estamos dedicando al mito de Ifigenia y su tratamiento operístico en Gluck.
Hoy subsanamos ese desliz con este capítulo que aborda ya el acto III de la Ifigenia en Áulide del compositor germano.

Se inicia el acto III con un coro de griegos que expresan que no están dispuestos a que la víctima sea arrebatda a los dioses. Ifigenia pregunta a Arcas por qué deben oponer resistencia al furor que anima a los griegos y éste muestra su intención de hacerles frente. Ifigenia le disuade y después pide a sus criadas que aparten la mirada de su madre de sus últimos instantes de vida, pues ha decidido ofrecerse voluntariamente como víctima.
En la escena tercera Aquiles le pide que le siga, sin hacer caso ni temer los gritos y la rabia del pueblo griego, pues la defenderá; pero ella le disuade y le pide que no se arme para defender a una infortunada mujer que va a morir. Aquiles se extraña ante tal discurso y le replica que su destino, su vida y su felicidad dependen de ella. Ifigenia dice que no puede luchar contra lo que han decidido los dioses; su vida pertenecía a Aquiles y es consciente de que éste había consagrado su más tierno amor a ella; pero debe obedecer la ley suprema de su destino y cuando Calcas esté a punto de clavarle el cuchillo del sacrificio, ella declarará su amor por Aquiles y para él será su último suspiro.
Aquiles la increpa preguntándole si lo ama y si, sabiendo esto, sigue aún queriendo morir. Ifigenia dice a Aquiles que a él le espera la gloria y la inmortalidad que sólo puede conseguir con su propia muerte. Aquiles pregunta si Ifigenia quiere hacer odiosa a sus ojos esta gloria.
La respuesta de Ifigenia es la bella aria Adieu, conservez dans votre âme, en la que pide a Aquiles que conserve en su alma el recuerdo de su pasión y que no olvide que Ifigenia, digna de un destino tan funesto, amó sólo la vida por él y lo amó hasta la muerte:

IPHIGENIE
Adieu, conservez dans votre âme
Le souvenir de notre ardeur;
Et qu'une si parfaite flamme,
Vive du moins dans votre cœur.
N'oubliez pas qu'Iphigénie,
Digne d'un moins funeste sort,
Pour vous seul chérissait la vie,
Et vous aima jusqu'à la mort.
Adieu! Adieu!

Aquiles insiste en llevarse a Ifigenia, pues no podrá vivir sin ella. Ifigenia le dice que no puede olvidar su gloria y su deber, pues éstos son para ella más queridos que su vida. Entonces Aquiles expresa su intención de matar a Calcas, de derribar el altar para el sacrificio y de matar, incluso, a Agamenón, si éste osa oponerse.
Es un fragmento de gran fuerza, con destacada intervención de las trompas.
De la muerte de Agamenón será culpable la propia Ifigenia, que le replica que aplaque su cólera y que evite, con su muerte, el crimen que tiene en mente.
Se repite el coro con el que se iniciaba este acto tercero.
En la escena quinta hay un diálogo entre Ifigenia y su madre Clitemnestra.
Comienza Clitemnestra que se enfrenta al coro, ofreciéndose ella misma como víctima; después manifiesta a su hija su voluntad de defenderla hasta el último suspiro.
Ifigenia expresa que nada puede detener su sacrificio, ya que los dioses así lo han decidido. Pide a su madre que se vaya y que deje a los griegos aplicar su crueldad; que no se arriesgue a exponer su rango y su dignidad al intentar salvarla de un pueblo sanguinario.
Clitemnestra antepone la vida de su hija a la suya propia, a su gloria y a su rango.
Ifigenia insiste en que se vaya y se centre en su hermano Orestes, de forma que éste sea más feliz y menos funesto que ella para su madre. También le pide que no guarde rencor a Agamenón, su marido, algo que Clitemnestra ve muy difícil. Es una bella aria, reposada, que contrasta con el siguiente coro.
Ifigenia recuerda los intentos de Agamenón para evitar su sacrificio; intentos vanos ante la cólera divina.
El coro de griegos

CHŒUR
Non, non nous ne souffrirons pas
Qu 'on enlève aux Dieux leur victime
Ils ont ordonné son trépas,
Notre fureur est légitime

Se repite por tercera vez.
Ifigenia se muestra decidida a asumir su propio sacrificio y se despide de su madre. Ésta le echa en cara que consienta en ello, pues significará su propia muerte, si se ve privada de su querida hija.
La escena sexta la protagoniza Clitemnestra. Primero pide a los dioses su propia muerte, clavando en su seno materno un cuchillo y haciendo que encuentre su tumba al pie del altar en el que su hija será sacrificada:

Scène 6
CLYTEMNESTRE
Dieux puissants que j'atteste,
Non, je ne souffrirai pas...
Vous osez arrêter mes pas!
Perfides, privez­ moi
Du jour que je déteste
Dans ce sein maternal
Enfoncez le couteau
Et qu'au pied de l'autel funeste
Je trouve du moins mon tombeau.
Ah! je succombe à ma douleur mortelle...

Después se imagina la escena del sacrificio:

Ma fille! Je la vois,
Sous le fer inhumain...
Que son barbare père
Aiguisa de sa main,
Un préfre, environné
D'unefoule cruelle,
Ose porter sur elle
Une main criminelle;
n déchire son sein...
Et d'un œil curieux
Dans son cœur palpitant...
Il consulte les Dieux.
Arrétez, monstres sanguinaires!
Tremblez: C'est le pur sang
Du souverrain des cieux,
Dont vous osez rougir la terre!


Luego pide a Júpiter que reduzca a polvo a los griegos con sus rayos. Pide al Sol que se retire. En este caso hay una alusión a dos episodios de la saga de los Atridas. Uno es cuando Atreo y su hermano Tiestes convinieron en que un progidio determinaría quien se quedaba con el reinado de Micenas. Si el Sol invertía su carrera, el reino quedaría en manos de Atreo. El Sol se puso por el este. El otro episodio, al que alude la expresión qui n'osas du père eclairer le festin, hace referencia al festín al que invitó Atreo a su hermano Tiestes y en el que le sirvió como comida la carne despedazada y cocida de sus tres hijos, Áglao, Calileonte y Orcómeno.

Jupiter, lance la foudre!
Que sous tes coups écrasés
Les Grecs soient réduits en poudre,
Dans leurs vaisseaux embrasés!
Et toi, Soleil, et toi qui,
Dans cette contrée,
Reconnais l'héritier
Et le vrai fils d'Atrée,
Toi, qui n'osas du père
Eclairer le festin,
Recule, recule,
Ils t'ont appris
Ce funeste chemin.
Quels tristes chants se font entendre...







Finalmente Clitemnestra manifiesta su voluntad de salvar a su hija o de morir con ella:
O Dieux!! ils vont trancher ses jours!
En vain vous m'opposez une pitié cruelle,
Barbares, malgré vous, je vole à son secours,
Ou je vais mourir avec elle.
Se escucha un coro de griegos que pide la protección de los dioses y que las naves griegas puedan alcanzar las cosatas troyanas, una vez se haya pagado el sacrificio impuesto.

CHŒUR DES GRECS
Puissante Déité, protège-­nous toujours!
Au prix du sang que nous allons répandre,
Au rivage Troyen permets-­nous de descendre.
CLYTEMNESTRE
Quels tristes chants se font entendre
O Dieux! ils vont trancher ses jours!
En vain vous m'opposez une pitié cruelle
Barbare, malgré vous je vole à son secours
Ou je vais mourir avec elle.


domingo, 13 de julio de 2008

Ganimedes, el elegido de Zeus (II)

Seguimos con nuestro repaso de la presencia de Ganimedes en textos clásicos griegos y latinos.
En el segundo estásimo de la tragedia Las troyanas de Eurípides y, en concreto, en su segunda estrofa, el coro apostrofa a los héroes troyanos divinizados que no han hecho nada por su ciudad (Titono y Ganimedes). De este último canta:

En vano, pues, oh tú que con cántaros de oro caminas delicadamente, hijo de Laomedonte, llenas las copas de Zeus, servicio el más hermoso. La ciudad que te engendró se consume en el fuego y los acantilados marinos resuenan como un pájaro chilla por sus crías - aquí por sus maridos, aquí por sus hijos, allá por sus ancianas madres. Tus baños refrescantes, las pistas de tus gimnasios ya no existen. ¡Y tú, junto al trono de Zeus, mantienes la bella serenidad de tu rostro adolescente, mientras las lanzas de Grecia han destrido la tierra de Príamo!
(Eurípides, Las troyanas, 820-839; traducción de José Luis Calvo Martínez, en Gredos).

El mitógrafo Apolodoro nos da estos datos sobre el troyano:

Cuando los oráculos vaticinaron que cesarían las desgracias si Laomedonte ofrecí a su hija Hesíone como alimento del monstruo, él la ató a unas rocas del litoral. Heracles, al verla allí expuesta, prometió salvarla a cambio de las yeguas que Zeus había dado en compensación por el rapto de Ganimedes.
(Apolodoro, Biblioteca II, 5, 9; traducción de Margarita Rodríguez de Sepúlveda, en Gredos).
Ilo murió sin descendencia, y Erictonio, que heredó el reino, desposado con Astíoque, hija del Símois, engendró a Tros. Cuando éste ocupó el trono dio su nombre a toda la región de Troya, y casado con Calírroe, hija del Escamandro, tuvo una hija, Cleopatra, e hijos, Ilo, Asáraco y Ganimedes. A Ganimedes, a causa de su belleza, lo raptó Zeus por medio de un águila y lo hizo copero de los dioses en el cielo.
(Apolodoro, Biblioteca III, 12, 2; traducción de Margarita Rodríguez de Sepúlveda, en Gredos).

Apolonio de Rodas nos ha legado un curioso cuadro del Olimpo, la búsqueda de Cupido por parte de su madre Afrodita que lo encuentra jugando a las tabas con Ganimedes (más adelante, veremos cómo también en Luciano de Samosata, aparece esta idea de Eros jugando a las tabas con Ganimedes; puede que Luciano se inspirara en este pasaje de Apolonio). El pillo de Cupido gana, como no, la partida ante la tristeza del mozuelo copero:

Por su lado, la diosa Afrodita echó a andar sola por los repliegues del Olimpo, a ver si encontraba a su hijo. Lo halló lejos, en el jardín florido de Zeus y no solo, sino con Ganimedes, aquél al que una vez Zeus estableciera en el Olimpo, huésped de los Inmortales, deseoso de su belleza. Ellos, con tabas doradas, compañeros infantiles, jugaban. Y el desvergonzado Eros ya mantenía un puñado lleno del todo con su mano izquierda a la altura del pecho, y un dulce rubor florecía bajo su piel en ambas mejillas. El otro, al lado, estaba de rodillas en silencio, confuso. Retenía dos huesecillos, y luego los iba arrojando uno tras otro, y se enfadaba mientras él se reía. Y así perdiéndolos éstos tras los anteriores, se marcho entristecido con las manos vacías y ni siquiera vio a Cipris que se acercaba.
(Apolonio de Rodas, El viaje de los Argonautas III, 112-127; traducción de Carlos García Gual, en Alianza Editorial).

En la Eneida (I, 22-27) y en traducción de Javier de Echave-Sustaeta, en Gredos, leemos:

Temerosa de este presagio, la hija de Saturno traía a su memoria
la guerra que otro tiempo libró por sus queridos argivos ante Troya.
No se habían borrado de su mente las causas de su enojo
ni su amargo pesar. Queda en lo hondo de su alma fijo el juicio de Paris
y el injusto desprecio a su hermosura
y el odio a aquella raza y el honor dispensado a Ganimedes.

En el libro V, 252-257:

Allí se ve bordado el regio doncel. Por la fronda del ida dardo en mano
cansa corriendo a los veloces ciervos ardoroso,
parece ir jadeando. De pronto desde el Ida el ave portadora de las armas
de Júpiter se lo lleva prendido entre sus corvas garras por la altura.
Los ancianos guardianes tienden al cielo en vano las palmas de sus manos
y el furioso ladrido de sus perros va ascendiendo a las auras.


lunes, 7 de julio de 2008

Las dos Ifigenias (XIII)

La escena sexta presenta el enfrentamiento entre Aquiles y Agamenón. El primero expresa que conoce los proyectos del rey, quien, usando su nombre, de forma perjura e inhumana quería cometer un acto atroz; que evitará esos planes terribles y que Agamenón debe agradecer al amor que su furor no se haya vengado de Agamenón.
Éste se dirige a Aquiles como “joven presuntuoso” y le recuerda que él es el comandante en jefe del ejército argivo, que sólo a los dioses debe dar cuenta de sus designios y que veinte reyes deben, sin murmurar, como también debería hacerlo Aquiles, atender con respeto sus órdenes soberanas.

ACHILLE
Je sais vos barbares projets;
Je sais qu'inhumain et parjure,
Vous vouliez, sous mon nom,
Consommer des forfaits
Dont frémit la nature;
J'en saurai, malgré vous,
Prévenir les effets.
Mais, vous qui m'avez fait
La plus mortelle injure,
Rendez grâce à l'amour, si mon bras furieux
N'a pas encore vengé...
AGAMEMNON
Jeune présomptueux,
Vous, dont l'audace
Et m'indigne et me blesse,
Oubliez­vous qu'ici
Je commande à la Grèce;
Que je ne rends qu'aux Dieux
Compte de mes desseins,
Et que vingt Rois, soumis
A mon pouvoir suprême,
Doivent, sans murmurer,
Que vous devez vous­-même,
Attendre, avec respect,
Mes ordres souverains?

Aquiles le replica que ha usado palabras soberbias y que Ifigenia le pertenece, pues su derecho reside en el juramento que hizo Agamenón. Éste le pide que cese en un discurso que le ofende y que su deber es esperar en silencio lo que él, su padre, y los dioses han ordenado respecto a Ifigenia. Aquiles responde que no dejará que ésta sea inmolada y que se realice tan terrible horror. Agamenón replica que no puede, olvidando su rango y su gloria, soportar por más tiempo el insolente discurso de Aquiles.
En el siguiente duo ambos héroes se echan en cara, el uno la audacia temeraria y el otro el furor sanguinario. Agamenón llama a Aquiles “insolente” y éste al primero “padre bárbaro”. Ambos se lanzan mutuas amenazas.
Aquiles dice que la furia de Agamenón antes de sacrificar a su hija deberá atravesar su corazón. Agamenón lo acepta y llama a sus soldados. Pero en ese momento recapacita y piensa en lo que va a hacer; entregar a los dioses a su propia hija. Sigue un largo parlamento de Agamenón en el que se debate entre el sacrificio de su hija y el interés de Grecia. Se imagina la escena de sacrificio y como, después, será perseguido por las Euménides. Expresa que es la divinidad quien lo ha convertido en un criminal. Se pregunta si nada puede hacer desaparecer la furia de los dioses. Finalmente el remordimiento se impone y decide que Arcas acompañe a Clitemnestra e Ifigenia de vuelta a Micenas.

AGAMEMNON
Tu décides son sort:
Ton insolente audace
Hâte le coup qui la menace;
Elle va recevoir la mort.
A moi, soldats!
O Dieux! que vaisje faire?
C'est ta fille, cruel,
Que tu vas leur livrer;
Ta fille, si longtemps
A ton amour si chère
Tout mon cœur se sent déchiré:
Non, qu'elle vive...
Ah! quelle est ma faiblesse?
Pour conserver ses jours,
Que les Dieux ont proscrits
Faut-­il sacrifier
L'intérêt de la Grèce?
Faut­-il d'Achille endurer les mépris?
Non, que plutôt cent fois
A l'autel entraînée
Ma fille par sa mort...
Ma fille? Je frémis!
Iphigénie, ô ciel!
De festons couronnée
A l'homicide acier
Présentera son sein.
Je verrai tout son sang couler.
Père inhumain! n'entends­tu pas
Les cris des Euménides?
L'air retentit
Des affreux sifflements
De leurs serpents homicides,
Vengeresses des parricides,
Elles commencent tes tourments.
Barbares, arrêtez!
Les Dieux ont fait mon crime,
Ils ont conduit ma main,
Ils ont porté les coups,
Eux seuls immolent la victime.
Quoi! rien ne peut fléchir
Votre courroux, cruelles?
Rien, rien?
Mais en vain votre fureur s'irrite.
Le remords dévorant,
Qui me presse et m'agite,
Pour déchirer mon cœur
Est plus puissant que vous
Avec ma garde, Arcas,
Accompagnez la Reine:
Qu'elle prenne, à l'instant,
Le chemin de Mycène,
Qu'avec ma fille,
Abandonnant ces lieux,
Elle la cache à tous les yeux.

Sigue el aria Allez! O toi, l’objet le plus aimable, en la que pide perdón a su hija por la acción que se disponía a cometer. Suplica a Diana que, si está sedienta de sangre, tome la suya.

Allez! O toi, l'objet le plus aimable,
Que tant de vertus font chérir,
Pardonne à ton père coupable,
En faveur de son repentir,
Hélas ! c'est toi qui, la première,
D'un nom si doux sat m'appeler,
Et déjà ma main sanguinaire
Se préparait à t'immoler!
Non, que plutôt des Dieux
L'implacable colère
A tes yeux me puisse accabler!
Et toi, Déesse impitoyable,
Perce mon cœur, au lieu du sien;
Satisfais ta rage implacable;
Tu veux du sang, répands le mien!

Cerramos este nuevo capítulo de nuestra serie dedicada al mito de Ifigenia y su plasmación operística en Gluck con un nuevo video de la película que Mihalis Kakogiannis realizó sobre este mito.


martes, 1 de julio de 2008

Ganimedes, el elegido de Zeus (I)

En nuestro nuevo post estamos de nuevo ante la combinación de tres elementos: el mito griego, la poesía de Goethe y la música de Franz Schubert. En esta ocasión el protagonista es Ganimedes.
Del Diccionario de mitología griega y romana de Pierre Grimal extraemos la siguiente información:
El joven troyano, hijo de Tros (en otras versiones, hijo de Laomedonte, que en otras genealogías es su sobrino, ya que es hijo de su hermano Ilo) y descendiente de Dárdano. Ganimedes era joven, apenas adolescente, y guardaba los rebaños de su padre en las montañas que rodean la ciudad de Troya, y en concreto el monte Ida, cuando fue raptado por Zeus y llevado al Olimpo. Su belleza - Ganimedes pasaba por ser “el más bello de los mortales”- había inflamado de amor al más poderoso de los dioses. En el Olimpo servía de copero; él escanciaba el néctar en la copa de Zeus y reemplazaba en esta función a Hebe, la divinidad de la juventud.
Sobre los detalles del rapto discrepan las tradiciones; ora es el propio Zeus quien roba al niño, ora encarga de esta misión a su ave favorita, el águila, la cual, cogiendo en sus garras al adolescente, se lo lleva por los aires.
Decíase también que Zeus había adoptado la figura de águila, del mismo modo que había tomado la de muchos animales y variados seres con el fin de satisfacer sus pasiones amorosas. Pero se contaba también que el raptor había sido Minos, o Tántalo, o incluso Eos (la Aurora).

El lugar donde se efectuó el rapto varía también según los autores. Por lo general se sitúa en el Ida de Tróade o las montañas vecinas; a veces en Creta y aun en Eubea o en Misia, en el pueblo de Hárpage (cuyo nombre evoca la idea de “quitar”, en griego ἁρπαγή significa “botín, rapiña, robo”).
En compensación del rapto, Zeus regaló al padre del niño unos caballos divinos o una cepa de oro, obra de Hefesto. El águila que había arrebatado a Ganimedes fue transformada en constelación.

Hasta aquí el núcleo fundamental del mito. Pero creemos conveniente hacer un breve repaso por la presencia de Ganimedes en textos clásicos griegos y romanos, así como en algunos posteriores.
En la primera gran obra griega, la Ilíada de Homero (V 265 y siguientes) Diomedes nos informa del carácter de estos divinos caballos que Zeus regaló a Tros. La traducción es de Luis Segalá:
Mirándole con torva faz, le respondió el fuerte Diomedes:
— No me hables de huir, pues no creo que me persuadas. Sería impropio de mí batirme en retirada o amedrentarme. Mis fuerzas aún siguen sin menoscabo. Desdeño subir al carro, y tal como estoy iré a encontrarlos pues Palas Atenea no me deja temblar. Sus ágiles corceles no los llevarán lejos de aquí, si es que alguno de aquellos puede escapar. Otra cosa voy a decir, que tendrás muy presente: Si la sabia Atenea me concede la gloria de matar a entrambos, sujeta estos veloces caballos, amarrando las bridas al barandal, y apodérate de los corceles de Eneas para sacarlos de los teucros y traerlos a los aqueos de hermosas grebas; pues pertenecen a la raza de aquellos que el longividente Zeus dio a Tros en pago de su hijo Ganimedes, y son, por tanto, los mejores de cuantos viven debajo del sol y de la aurora. Anquises, rey de hombres, logró adquirir, a hurto, caballos de esta raza ayuntando yeguas con aquellos sin que Laomedonte lo advirtiera; naciéronle seis en el palacio, crió cuatro en su pesebre y dio esos dos
a Eneas, que pone en fuga a sus enemigos. Si los cogiéramos, alcanzaríamos gloria no pequeña.

En XX, 232 y siguientes se nos ofrece una breve genealogía troyana y se nos habla de la belleza de Ganimedes:
Primero Zeus, que amontona las nubes, engendró a Dárdano, y éste fundó la Dardania al pie del Ida, en manantiales abundoso; pues aún la sacra Ilión, ciudad de hombres de voz articulada, no había sido edificada en la llanura. Dárdano tuvo por hijo al rey Erictonio, que fue el más opulento de los mortales hombres: poseía tres mil yeguas que, ufanas de sus tiernos potros, pacían junto a un pantano. — El Bóreas enamoróse de algunas de las que vio pacer, y transfigurado en caballo de negras crines, hubo de ellas doce potros que en la fértil tierra saltaban por encima de las mieses sin romper las espigas y en el ancho dorso del espumoso mar corrían sobre las mismas olas— Erictonio fue padre de Tros, que reinó sobre los troyanos; y éste dio el ser a tres hijos irreprensibles: Ilo, Asáraco y el deiforme Ganimedes, el más hermoso de los hombres, a quien arrebataron los dioses a causa de su belleza para que escanciara el néctar a Zeus y viviera con los inmortales.

El poeta Píndaro hace dos alusiones al joven troyano.
En la Olímpica I, dedicada a Hierón de Siracusa, por su victoria en Olimpia en la carrera de caballos, el poeta compara a Hierón con Pélope, el hijo de Tántalo, a quien, según Píndaro, Posidón raptó, capturado por el deseo, y convirtió en copero de los dioses. Posteriormente llegó Ganimedes al Olimpo a realizar la misma función.
¡Hijo de Tántalo! En contra de lo dicho por mis predecesores afirmaré que, cuando tu padre invitó a los dioses al muy irreprochable festejo en su querida Sípilo, para ofrecerles un banquete en reciprocidad, entonces el del brillante tridente te arrebató, domeñados sus sentidos por el deseo, y en áureo carro te subió a la morada excelsa de Zeus, el muy honorado; allí en posterior ocasión llegó también Ganimedes para aprestar a Zeus el mismo servicio.
(Píndaro, Olímpica I, 37-45; traducción de Emilio Suárez de la Torre, en Cátedra).

En la Olímpica X, dedicada al niño Hagesidamo, de Locros Epicefirios, en la Magna Grecia, vencedor en pugilato, Píndaro cierra la composición comparando, de forma elogiosa, al niño vencedor en el pugilato con Ganimedes, a quien equipara en belleza.
Al hijo seductor de Arquéstrato he elogiado, pues le vi vencer con la fuerza de su puño junto al altar de Olimpia en aquella ocasión: poseía esa mezcla de hermosura externa y lozanía que antaño a Ganimedes libró de la muerte, que a nadie respeta, con la ayuda de la Cípride.
(Píndaro, Olímpica X, 99-105; traducción de Emilio Suárez de la Torre, en Cátedra).