viernes, 11 de abril de 2008

Las dos Ifigenias (III)

Decíamos que Mayrhofer escribió otro poema relacionado, de alguna manera, con el mito de Ifigenia; en concreto, más con el mito de Orestes y el asesinato de su propia madre, Clitemnestra.

Orest auf Tauris de Johann Baptist Mayrhofer (1787-1836), musicado por Franz Peter Schubert (1797-1828) , como "Orest auf Tauris" , D. 548 (1817), publicado en 1831.

Ist dies Tauris, wo der Eumeniden
Wut zu stillen Pythia versprach?
Weh! die Schwestern mit den Schlangenhaaren
Folgen mir vom Land der Griechen nach.
Rauhes Eiland, kündest keinen Segen;
Nirgends sproßt der Ceres milde Frucht;
Keine Reben blüh'n, der Lüfte Sänger,
Wie die Schiffe, meiden diese Bucht.
Steine fügt die Kunst nicht zu Gebäuden,
Zelte spannt des Skythen Armut sich;
Unter starren Felsen, rauhen Wäldern
Ist das Leben einsam, schauerlich!
“Und hier soll,” so ist ja doch ergangen
An den Flehenden der heilige Spruch,
“Eine hohe Priesterin Dianens
Lösen meinen und der Väter Fluch.”

Se puede escuchar 1 minuto de este Lieder aquí. Debemos clicar sobre la pista 13.

¿Es esta Táuride, donde la furia de las
Euménides prometió aplacar la Pitia?
¡Ay! Las hermanas con serpientes en los cabellos
Me persiguen desde la tierra de los griegos.
Áspera tierra, no comunicas ninguna bendición;
En ninguna parte brota el dulce fruto de Ceres;
No florece ninguna vid, el viento cantor,
Como los barcos, evitan esta bahía.
El arte no aporta piedras para los edificios,
La pobreza aprieta las tiendas de los escitas;
¡Entre inmóviles rocas y ásperos bosques
La vida es solitaria, terrible!
“ Y aquí debe,” así ha sido ya comunicado
A los suplicantes del sagrado oráculo,
“una gran sacerdotisa de Diana
Deshacer mi maldición y la de mi padre. ”

El poema de Mayrhofer nos presenta a Orestes llegado a la Táuride, preguntándose si ésa es la tierra donde encontrará descanso a la persecución de las Erinias, o Euménides, esas hermanas con serpientes en los cabellos, que le persiguen por haber asesinado a su madre, Clitemnestra, por instigación de su hermana Electra. En la versión más extendida del mito, las Euménides dejan de perseguir a Orestes cuando éste se somete a juicio en el Areópago, donde al final es absuelto.

Lo que el oráculo dijo que le ocurriría a Orestes si acudía a Tauris y se hacía con la estatua de Ártemis, es que se curaría de la locura que le atacó desde el momento en que mató a Egisto y Clitemnestra, locura que solían sufrir los homicidas.
Mayrhofer, en cambio, supone que en Táuride las Erinias dejaran de perseguir a Orestes.
Después Orestes describe el carácter inhóspito de la región de Crimea, habitada por escitas, algo ya hecho por Ifigenia en el poema anteriormente comentado. Y nos comunica que una sacerdotisa de Diana, que es su hermana Ifigenia, es la que deshará la maldición que cae sobre él y su padre.

En efecto, Agamenón había dado muerte a Tántalo, primer esposo de Clitemnestra y primo suyo (era hijo de Tiestes, hermano del padre de Agamenón, Atreo), y a un hijo recién nacido de ambos. Como consecuencia de este doble asesinato y del casamiento, aceptado a disgusto, de Clitemnestra con Agamenón, los Dioscuros, Cástor y Pólux, hermanos de aquélla, persiguieron al rey, que hubo de buscar refugio junto a su suegro Tindáreo. Finalmente, Cástor y Pólux consintieron en reconciliarse con Agamenón; pero la unión con Clitemnestra, iniciada con un crimen, estaba maldita.
Orestes, pues, ha llegado a Táuride. Tras la muerte de Agamenón a manos de su esposa Clitemnestra y el amante de ésta, Egisto, Orestes escapa a su propia muerte gracias a su hermana Electra, que lo lleva al palacio de Estrofio, en la Fócide. Cuando llega a la edad viril, Orestes recibe un oráculo de Apolo que le ordena vengar la muerte de su padre. En Sófocles es, en cambio, Electra la que le pide que vengue a Agamenón.


Estas acciones aparecen magistralmente musicadas en la Elektra de Richard Strauss. Y aunque los artículos que seguirán versarán sobre óperas de Gluck, no nos resignamos a ofrecer dos fragmentos de la ópera de Strauss.

En concreto, el aria de la protagonista, Allein, weh, ganz allein! Agamemnon, Agamemnon!, presenta una terrible narración a cargo de Electra del asesinato de Agamenón a manos de Egisto y Clitemnestra, así como una afirmación de que llegará la hora de su padre, del cual ahora se ha visto privada.

ELEKTRA
Allein! Weh, ganz allein. Der Vater fort,hinabgescheucht in seine kalten Klüfte...
(Gegen den Boden.)
Agamemnon! Agamemnon!
Wo bist du, Vater? Hast du nicht die Kraft, dein Angesicht herauf zu mir zu schleppen?
Es ist die Stunde, unsre Stunde ist's,die Stunde, wo sie dich geschlachtet haben,
dein Weib und der mit ihr in einem Bette, in deinem königlichen Bette schläft.
Sie schlugen dich im Bade tot, dein Blut rann über deine Augen,
und das Bad dampfte von deinem Blut. Da nahm er dich,der Feige, bei den Schultern,
zerrte dich hinaus aus dem Gemach, den Kopf voraus, die Beine schleifend hinterher:
dein Auge, das starre, offne, sah herein ins Haus.
So kommst du wieder, setzets Fuß vor Fuß und stehst auf einmal da, die beiden Augen weit offen, und ein königlicher Reif von Purpurist um deine Stirn,
des speist sich aus des Hauptesoffner Wunde.
Agamemnon! Vater! Ich will dich sehn, laß mich heute nicht allein!.
Nur so wie gestern, wie ein Schatten, dort im Mauerwinkel zeig dichdeinem Kind!
Vater! Agamemnon! Dein Tag wird kommen! Von den Sternen stürzt alle Zeit herab,
so wird das Blut aus hundert Kehlenstürzen auf dein Grab!
So wie aus ungeworfnen Krügenwird's
aus den gebundnen Mördern fließen, und in einem Schwall,
in einem geschwollnen Bach wirdihres Lebens Leben aus ihnen stürzen,
und wir schlachten dir die Rosse, die im Hause sind,
wir treiben sie vor dem Grab zusammen,
und sie ahnen den Tod und wiehernin die Todesluft und sterben.
Und wir schlachten dir die Hunde, die dir die Füße leckten, die mit dir gejagt,
denen du die Bissen hinwarfst, darum muß ihr Blut hinab, um dir zu Dienst zu sein,
und wir, wir, dein Blut, dein Sohn Orest und deine Töchter, wir drei,
wenn alles dies vollbracht und Purpurgezelte aufgerichtet sind,
vom Dunst des Blutes, den die Sonne nach sich zieht, dann tanzen wir,
dein Blut, rings um dein Grab:
und überLeichen hin werd ich das Kniehochheben Schritt für Schritt,
und die mich werden so tanzen sehn, ja,
die meinen Schatten von weitemnur so werden tanzen sehn,
die werden sagen: einem großen König wird hier
ein großes Prunkfestangestellt von seinem Fleisch und Blut,
und glücklich ist, wer Kinder hat,
die um sein hohes Grab sokönigliche Siegestänze tanzen!.
Agamemnon! Agamemnon!


ELECTRA
¡Sola! ¡Ah!, completamente sola. El padre me dejó, precipitado en los fríos abismos...
(Echada en el suelo).
¡Agamenón!, ¡Agamenón!, ¿Dónde estás, padre?,
¿no tienes la fuerza necesaria para acercar tu cara a la mía?
Esta es la hora, nuestra hora, la hora en que te mataron.
Tu esposa y el hombre que con ella duerme en el lecho, en el lecho real.
Ellos te asesinaron en el baño.
La sangre manaba por encima de tus ojos y el baño humeaba con tu sangre.
Allí te asió, el cobarde, por los hombros y te sacó a rastras de tus aposentos.
Primero, la cabeza. Detrás, las piernas inertes.
Pero tus ojos, todavía abiertos, miraban fijamente dentro de la morada.
De este modo has de volver, paso a paso.
De pronto, surgirás, con tus ojos completamente abiertos,
y una diadema real de púrpura ciñendo tu frente,
que se alimentará de la herida todavía abierta en tu cabeza.
¡Agamenón!, ¡Padre!. ¡Quiero verte!, ¡no me abandones hoy!
Simplemente como fue ayer, como una sombra que se deslizaba
a lo largo del muro, ¡muéstrate a tu propia hija!
¡Padre!, ¡Agamenón! Tu hora llegará.
Así como el tiempo se precipita desde las estrellas, así se derramará sobre tu tumba
la sangre que mana de cien gargantas.
Como de cántaros quebrados, así brotará de la alianza de los asesinos,
y en un aluvión, en un torrente incontenible, de sus vidas renacerá la vida,
y en honor a ti sacrificaremos los caballos que hay en tu casa, los llevaremos juntos
hasta tu tumba, y ellos sentirán la muerte y relincharán al aire de la muerte
y allí morirán. Y nosotros sacrificaremos en tu honor los perros,
que lamían tus pies, que cazaban junto a ti, a los que entregabas las sobras de tu comida.
Por ello, debe su sangre postrarse ante ti y servirte, y nosotros,
nosotros, tu misma sangre, tu hijo Orestes y tus hijas,
los tres, cuandotodo esto se haya consumado, cuando los torrentes de púrpura
hayan brotado de la sangre humeante reseca por el sol,
entonces, nosotros, tu misma sangre,
danzaremos alrededor de tu tumba.
Y sobre los cadáveres alzaré yo mis rodillas, un paso tras otro,
y todo el que me vea danzar, aunque solamente pueda ver danzar mi sombra en la distancia, dirá: un gran rey está siendo grandemente honrado aquí,
por su misma carne y por su misma sangre, y dichoso sea aquél cuyos hijos
bailan la regia danza de la victoria alrededor de su tumba.
¡Agamenón!, ¡Agamenón!

Otro momento terrible, a la par que magistral, de la ópera de Strauss, con libreto de Hugo von Hofmannsthal es la muerte de Clitemnestra a manos de Orestes, que no aparece en escena, y la subsiguiente de Egisto, con el consiguiente gozo de Electra


ELEKTRA
Ich habe ihm das Beil nicht geben können!
Sie sind gegangen und ich habe ihm das Beil nicht geben können. Es sind keine Götter im Himmel!
(Abermals ein furchtbares Warten. Von ferne tönt drinnen, gellend, der Schrei Klytämnestras. Wie ein Dämon.)
Triff noch einmal!
(Von drinnen ein zweiter Schrei. Aus dem Wohngebäude links kommen Chrysothemis und eine Schar ienerinnen heraus. Elektra steht in der Tür, mit dem Rücken an die Tür gepreßt.)
CHRYSOTHEMIS
Es muß etwas geschehn sein.
ERSTE MAGD
Sie schreit so aus dem Schlaf.
ZWEITE MAGD
Es müssen Männer drin sein. Ich habe Männer gehen hören.
DRITTE MAGD
Alle die Türen sind verriegelt.
VIERTE MAGD
Es sind Mörder!
Es sind Mörder im Haus!
ERSTE MAGD
Oh!
ALLE
Was ist?
ERSTE MAGD
Seht ihr denn nicht: dort in der Tür steht einer!
CHRYSOTHEMIS
Das ist Elektra! Das ist jaElektra, Elektra! warum sprichst du denn nichts?
ALLE
Elektra, Elektra! Warum sprichst du denn nicht?
VIERTE MAGD
Ich will hinaus, Männer holen!
(Läuft rechts hinaus.)
CHRYSOTHEMIS
Mach uns doch die Tür auf, Elektra!
MEHRERE DIENERINNEN
Elektra, laß uns ins Haus!
VIERTE MAGD
(Zurückkommend.)
Zurück! Aegisth! Zurück in unsre Kammern! Schnell! Aegisth kommt durch den Hof!
Wenn er uns findet und wenn im Hause was geschehen ist, läßt er uns töten.
CHRYSOTHEMIS
Zurück!
ALLE
Zurück! Zurück! Zurück!
(Sie verschwinden im Hause links. Aegisth tritt rechts durch die Hoftür auf.)
AEGISTH
He! Lichter! Lichter! Ist niemand da, zu leuchten? Rührt sich keiner von allen diesen Schuften?
Kann das Volk keine Zucht annehmen?
(Elektra nimmt die Fackel von dem Ring, läuft hinunter, ihm entgegen, und neigt sich vor ihm. Aegisth, erschrickt vor der wirren Gestalt im zuckenden Licht, weicht zurück)
Was ist das für ein unheimliches Weib? Ich hab' verboten, daß ein unbekanntes Gesicht mir in die Nähe kommt!
(Erkennt sie.)
Was, du? Wer heißt dich, mir entgegentreten?
ELEKTRA
Darf ich nicht leuchten?
AEGISTH
Nun, dich geht die Neuigkeit ja doch vor allen an. Wo find ich die fremden Männer, die das von Orest uns melden?
ELEKTRA
Drinnen. Eine liebe Wirtin fanden sie vor, und sie ergötzen sich mit ihr.
AEGISTH
Und melden also wirklich, daß er gestorben ist, und melden so daß nicht zu zweifeln ist?
ELEKTRA
O Herr, sie melden's nicht mit Worten bloß, nein, mit leibhaftigen Zeichen, an denen auch kein Zweifel möglich ist.
AEGISTH
Was hast du in der Stimme? Und was ist in dich gefahren, daß du nach dem Mund mir redest?
Was taumelst du so hin und her mit deinem Licht?
ELEKTRA
Es ist nichts andres, als daß ich endlich klug ward und zu denen mich halte, die die Stärkeren sind.
Erlaubst du, daß ich voran dir leuchte?
AEGISTH
Bis zur Tür. Was tanzest du? Gib Obacht.
ELEKTRA
(Indem sie ihn, wie in einem unheimlichen Tanz, umkreist, sich plötzlich tief bückend.)
Hier! Die Stufen, daß du nicht fällst.
AEGISTH
(An der Haustür.)
Warum ist hier kein Licht? Wer sind die dort?
ELEKTRA
Die sind's, die in Person dir aufzuwarten wünschen, Herr. Und ich, die so oft durch freche unbescheid'ne Näh' dich störte, will nun endlich lernen, mich im rechten Augenblick zurückzuziehen.
AEGISTH
(Geht ins Haus. Stille. Dann Lärm drinnen. Aegisth erscheint an einem kleinen Fenster, reißt den
Vorhang weg.)

Helft! Mörder! Helft dem Herren! Mörder, Mörder, Sie morden mich! Hört mich niemand? Hört mich niemand? (Er wird weggezerrt.)
ELEKTRA
(Reckt sich auf.)
Agamemnon hört dich!
(Noch einmal erscheint Aegisth's Gesicht am Fenster.)
AEGISTH
Weh mir!
(Er wird fortgerissen. Elektra steht, furchtbar atmend, gegen das Haus gekehrt. Die Frauen kommen von links herausgelaufen, Chrysothemis unter ihnen. Wie besinnungslos laufen sie gegen die Hoftür. Dort machen sie plötzlich Halt, wenden sich)
CHRYSOTHEMIS
Elektra! Schwester! Komm mit uns! O komm mit uns! Es ist der Bruder im Haus! Es ist Orest, der es getan hat! Komm!
(Getümmel im Hause, Stimmengewirr, aus dem sich ab und zu die Rufe des Chors, "Orest" bestimmter abheben)
Er steht im Vorsaal, alle sind um ihn, und küssen seine Füße. Alle, die Aegisth von Herzen haßten, haben sich geworfen auf die andern, überall in allen Höfen liegen Tote, alle, die leben, sind mit Blut bespritzt und haben selbst Wunden, und doch strahlen alle, alle umarmen sich und jauchzen, tausend Fackeln sind angezündet. Hörst du nicht? So hörst du denn nicht?
(Das Kampfgetöse, der tödliche Kampf zwischen den zu Orest haltenden Sklaven und den Angehörigen des Aegisth, hat sich allmählich in die innern Höfe gezogen, mit denen die Hoftür rechts kommuniziert. Draußen wachsender Lärm, der sich jedoch, wenn Elektra beginnt, mehr und mehr nach den Äußeren Höfen rechts und im Hintergrunde verzogen hat. Die Frauen sind hinausgelaufen, Chrysothemis allein, von draußen fällt Licht herein.)
ELEKTRA
(Auf der Schwelle kauernd)
Ob ich nicht höre? Ob ich die Musik nicht höre? Sie kommt doch aus mir. Die Tausende, die Fackeln tragen und deren Tritte, deren uferlose Myriaden Tritte überall die Erde dumpf dröhnen machen, alle warten auf mich: ich weiß doch, daß sie alle warten, weil ich den Reigen führen muß,

ELECTRA
¡No se la he dado! ¡No le he dado el hacha! ¡Han entrado sin que yo pudiera entregarle el hacha!
¡No hay dioses en el cielo!
(De nuevo, la angustiosa espera. Lejos, en el interior del palacio, resuena el grito desgarrador de Clitemnestra. Electra grita:)
¡Golpéala una vez más!
(Del interior del palacio llega un segundo grito. Desde las habitaciones de la casa, aparece Crisotemis seguida por un grupo desirvientes. Electra, de pie, apoya su espalda contra la puerta)
CRISOTEMIS
Algo ha ocurrido.
PRIMERA SIRVIENTA
Grita como si estuviera soñando.
SEGUNDA SIRVIENTA
Hay hombres dentro del palacio. Les he oído entrar.
TERCERA SIRVIENTA
Todas las puertas están cerradas.
CUARTA SIRVIENTA
¡Son asesinos! ¡Hay asesinos en la casa!
PRIMERA SIRVIENTA
¡Ah!
TODAS
¿Qué está pasando?
PRIMERA SIRVIENTA
¿No veis? Uno de ellos está junto a la puerta.
CRISOTEMIS
¡Es Electra!, ¡Sí, es Electra, Electra! ¿Porqué no habla?
TODAS
¡Electra!, ¡Electra! ¿Por qué no dirá nada?
CUARTA SIRVIENTA
¡Voy a buscar a los hombres! (Sale corriendo)
CRISOTEMIS
¡Electra, ábrenos la puerta! ¡Electra!
MÁS SIRVIENTAS
¡Electra, déjanos entrar en la casa!
CUARTA SIRVIENTA (Regresando).
¡Atrás!, ¡es Egisto! ¡Volved a vuestras habitaciones! ¡Rápido! ¡Egisto regresa por el patio!
Si nos encuentra y algo ha ocurrido hará que nos maten.
CRISOTEMIS
¡Atrás!
TODAS
¡Atrás!, ¡atrás!, ¡atrás!. (Desaparecen, en un ruidoso tumulto, dentro de la casa. Egisto entra)
EGISTO
¡Eh!, ¡antorchas!, ¡antorchas! ¿No hay nadie aquí para iluminarme?¿Es que toda la canalla está durmiendo?¿No aprenderá nunca esta chusma a obedecer?
(Electra coge la antorcha, va a su encuentro y se inclina ante él. Egisto, sorprendido ante la aparición de esta figura salvaje, da un paso atrás)
¿Quién es esta mujer que estaba escondida? ¡He prohibido que se me acerque cualquier desconocido!(La reconoce)
Pero, ¿tú?¿Quién te dijo que salieras a mi encuentro?
ELECTRA
¿Es que no puedo iluminarte?
EGISTO
Bien. Las noticias que traigo te conciernen más que a nadie. ¿Dónde están los extranjeros que nos informarán sobre Orestes?
ELECTRA
Dentro. Una encantadora anfitriona les está dando la bienvenida, y se están divirtiendo con ella.
EGISTO
¿Realmente vienen a decirnos que él ha muerto, y que no hay ninguna duda?
ELECTRA
Oh, mi señor, no solamente lo expresan con palabras, no, sino que incluso utilizan gestos que eliminan toda duda.
EGISTO
¿Qué te pasa en la voz?, y ¿qué te ocurre para que, por una vez, me dirijas la palabra? ¿Por qué te mueves de aquí para allá con tu antorcha?
ELECTRA
No es otra cosa sino que, finalmente, me he vuelto sensata y he decidido unirme a los poderosos. ¿Me permites ahora que vaya por delante y te ilumine?
EGISTO
Hasta la puerta.¿Qué estás bailando? Ten cuidado.
ELECTRA (Dando vueltas alrededor de Egisto. De repente, se inclina ante él exageradamente)
¡Por aquí! No te tropieces con los escalones.
EGISTO (Ante la puerta)
¿Por qué no hay luz aquí? ¿Quiénes son esas personas?
ELECTRA
Son los hombres que te esperan, mi señor. Y yo, que con frecuenciate he molestado con mi inoportuna presencia, he aprendido, por fin, a retirarme en el momento oportuno.
EGISTO
(Entra en el palacio. Silencio. De pronto, se oyen ruidos en el interior. Egisto grita desde una pequeña ventana, tirando la cortina)
¡Ayuda!, ¡asesinos!, ¡ayudad a vuestro señor! ,¡asesinos!, ¡asesinos! ¡Me matan! ¿Es que nadie me escucha? ¿nadie puede oírme?
(Egisto es apartado de la ventana)
ELECTRA (Elevando la vista)
¡Agamenón te escucha!
(Todavía el rostro de Egisto aparece una vez más en la ventana)
EGISTO
¡A mí!
(Es arrastrado. Electra permanece de pie mirando al palacio, jadeando. Las mujeres, Crisotemis entre ellas, aparecen. Despavoridas, se precipitan hacia el palacio, entrando por la puerta. Allí, repentinamente, se detienen y regresan)
CRISOTEMIS
¡Electra!, ¡hermana!, ¡ven con nosotras!, ¡oh, ven con nosotras! ¡Nuestro hermano está en casa! ¡Orestes es quien lo ha hecho!, ¡ven!.
(Tumulto en el palacio. Confusión de voces, entre las que es posible distinguir al coro gritando ¡Orestes!)
Él está en la antecámara, todos le rodean y le besan los pies. Todos los que odiaban a Egisto con toda su alma se han abalanzado sobre los otros. En todas las habitaciones hay muertos. Los que sobreviven están cubiertosde sangre y llenos de heridas, pero ahora están exultantes de gozo y se abrazan unos a otros. Miles de antorchas se han encendido.¿No los oyes?, ¿de verdad no los oyes?
(En el fragor del combate, la lucha a muerte entre los esclavos que toman el partido de Orestes y los seguidores de Egisto, se extiende paulatinamente hacia los patios interiores que están comunicados con la puerta de la derecha. Fuera, el tumulto va ganando en intensidad a la vez que se propaga por todos los rincones, cuando Electra comienza a hablar. Las mujeres han huido con precipitación, dejando sola a Crisotemis. La luz entra tenuemente desde el exterior).
ELECTRA (Acurrucada en el umbral).
¿Que si no oigo?, ¿me preguntas si no oigo la música?¡Ella surge de mí! Los millares que portan antorchas, cuyos pasos, cuyas incontables miríadas de pasos retumban por doquier, todos ellos, me están esperando: sé que todos aguardan porque debo encabezar el cortejo.

Música, quizás, difícil, pero de una fuerza desgarradora. Strauss supo, como nadie, plasmar en esta ópera toda la carga dramática del ciclo micénico.
Seguiremos en próximos capítulos con Ifigenia y su presencia en la historia de la música.

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