Hoy es 2 de noviembre, día de difuntos. Los cementerios, ayer y hoy, se llenan de personas que visitan las tumbas donde reposan los restos de sus familiares y amigos. Son días propicios para hablar de un hecho natural, la muerte.
Si hay un autor que ha hablado de la muerte ése es Séneca, y si queremos adjudicarle una frase que le distinga puede ser la que aparece en la Consolación a Marcia: "la muerte es la libertad, el término de todas nuestras penas; no traspasarán sus umbrales nuestras desgracias; ella es la que nos devuelve a aquella tranquilidad de que gozamos antes de nacer".
De hecho, una posible lectura de la obra de Séneca sería entenderla como una gran ars moriendi. El sabio será aquella persona madura para la muerte, lo cual no implica que no deba disfrutarse de la vida mientras se pueda: "no hay nada peor que estar muerto antes de morir".
La muerte es cercana al hombre; la muerte es natural; la muerte es una consecuencia más de la vida; la muerte es inevitable; la muerte es lisonjera; la muerte es cruel; la muerte es justa; la muerte es serenidad; pero, sobre todo, la muerte es liberación; la muerte puede ser querida; la muerte es autonomía; la muerte es soledad; la muerte es aquello que se escapa del poder, aun cuando éste sea su gran administrador, como lo demuestra la biografía de Séneca.
En las Epístolas morales a Lucilio las alusiones a la muerte son numerosísismas. Ofrecemos sólo una recopilación de ellas.
1. In hoc enim fallimur, quod mortem prospicimus: magna pars eius iam praeterit; quidquid aetatis retro est mors tenet.
Realmente nos engañamos en esto: que consideramos lejana la muerte, siendo así que gran parte de ella ya ha pasado. Todo cuanto de nuestra vida queda atrás, la muerte lo posee.
2. Mihi crede, Lucili, adeo mors timenda non est ut beneficio eius nihil timendum sit.
Créeme, Lucilio, tan poco hemos de temer la muerte que, gracias a ella, nada debemos temer.
3. Moriar: hoc dicis, desinam aegrotare posse, desinam alligari posse, desinam mori posse. ... Cotidie morimur; cotidie enim demitur aliqua pars vitae, et tunc quoque cum crescimus vita decrescit. Infantiam amisimus, deinde pueritiam, deinde adulescentiam. Usque ad hesternum quidquid transit temporis perit; hunc ipsum quem agimus diem cum morte dividimus. Quemadmodum clepsydram non extremum stilicidium exhaurit sed quidquid ante defluxit, sic ultima hora qua esse desinimus non sola mortem facit sed sola consummat; tunc ad illam pervenimus, sed diu venimus.
Moriré: es decir, abandonaré el riesgo de la enfermedad, el riesgo de la prisión, el riesgo de la muerte... Morimos cada día; cada día, en efecto, se nos arrebata una parte de la vida y aun en su mismo período de crecimiento decrece la vida. Perdimos la infancia, luego la puericia, después la adolescencia. Todo el tiempo que ha transcurrido hasta ayer, se nos fue; ese mismo día, en que vivimos, lo repartimos con la muerte. Como a la clepsidra no la vacía la última gota de agua, sino todas las que antes se han escurrido, así la última hora, en la que dejamos de existir, no causa ella sola la muerte, sino que ella sola la consuma. Entonces llegamos al final, pero ya hacía tiempo nos íbamos acercando.
4. Dicam enim quid sentiam: puto fortiorem esse eum qui in ipsa morte est quam qui circa mortem. Mors enim admota etiam inperitis animum dedit non vitandi inevitabilia; sic gladiator tota pugna timidissimus iugulum adversario praestat et errantem gladium sibi adtemperat. At illa quae in propinquo est utique ventura desiderat lentam animi firmitatem, quae est rarior nec potest nisi a sapiente praestari.
Diré, pues, lo que siento: opino que es más valiente el hombre que se encuentra en el trance mismo de la muerte que el que está próximo a ella. En efecto, la muerte, ya inmediata, aun a los incapaces les infunde ánimos para no evitar lo inevitable. Es así como el gladiador, muy cobarde en toda la pelea, ofrece el cuello a su enemigo y dirige contra sí mismo la espada vacilante. En cambio, la muerte que está próxima, pero aún tiene que llegar, exige una constante fortaleza del alma, que es poco frecuente, y que solamente el sabio puede garantizar.
5.Inter hos Bassum licet numeres, qui nos decipi noluit. Is ait tam stultum esse qui mortem timeat quam qui senectutem; nam quemadmodum senectus adulescentiam sequitur, ita mors senectutem. Vivere noluit qui mori non vult; vita enim cum exceptione mortis data est; ad hanc itur. Quam ideo timere dementis est quia certa expectantur, dubia metuuntur. Mors necessitatem habet aequam et invictam: quis queri potest in ea condicione se esse in qua nemo non est?
Entre éstos no hay inconveniente en incluir a Baso, que no ha querido embaucarnos. Él afirma que es tan necio quien teme la muerte como quien teme la vejez. Porque de la misma manera que la vejez sigue a la juventud, así la muerte sigue a la vejez: se niega a vivir quien se niega a morir. La vida nos ha sido concedida con la limitación de la muerte; hacia ésta nos dirigimos. Temerla es, por tanto, una insensatez, ya que los acontecimientos seguros se esperan; son los dudosos los que se temen. La muerte es una necesidad igual para todos e inevitable. ¿Quién puede quejarse de estar incluido en la condición que a todos alcanza?
6. Si distinguere voluerimus causas metus nostri, inveniemus alias esse, alias videri. Non mortem timemus sed cogitationem mortis; ab ipsa enim semper tantundem absumus. Ita si timenda mors est, semper timenda est: quod enim morti tempus exemptum est?
Si nos decidimos a analizar las causas de nuestros temores, hallaremos que unas son reales, otras lo parecen. No tememos la muerte, antes bien el pensamiento de la muerte, porque de ella siempre nos encontraremos a igual distancia. Por lo tanto, si hemos de temer la muerte, hemos de temerla siempre: ¿qué momento queda sustraído a la acción de la muerte?.
7. Mors nullum habet incommodum; esse enim debet aliquid cuius sit incommodum. Quod si tanta cupiditas te longioris aevi tenet, cogita nihil eorum quae ab oculis abeunt et in rerum naturam, ex qua prodierunt ac mox processura sunt, reconduntur consumi: desinunt ista, non pereunt, et mors, quam pertimescimus ac recusamus, intermittit vitam, non eripit; veniet iterum qui nos in lucem reponat dies, quem multi recusarent nisi oblitos reduceret.
La muerte no encierra ninguna molestia, ya que habría de existir un ser afectado por esa molestia. Pero si es tan grande el deseo que te invade de prolongar la vida, ten presente que de esos seres que se alejan de nuestra contemplación y retornan al seno de la naturaleza, de la que han salido y de nuevo han de salir, ninguno llega a destruirse. Dejan de vivir, no perecen; la muerte que tanto nos asusta y que rechazamos, interrumpe la vida, no la arrebata. Vendrá nuevamente el día que nos devolverá a la luz, a que muchos rehusarían llegar si no fuera porque, olvidados de todo, vuelven a la vida.
8. . Mors est non esse. Id quale sit iam scio: hoc erit post me quod ante me fuit. Si quid in hac re tormenti est, necesse est et fuisse, antequam prodiremus in lucem; atqui nullam sensimus tunc vexationem. Rogo, non stultissimum dicas si quis existimet lucernae peius esse cum extincta est quam antequam accenditur? Nos quoque et extinguimur et accendimur: medio illo tempore aliquid patimur, utrimque vero alta securitas est. In hoc enim, mi Lucili, nisi fallor, erramus, quod mortem iudicamus sequi, cum illa et praecesserit et secutura sit. Quidquid ante nos fuit mors est; quid enim refert non incipias an desinas, cum utriusque rei hic sit effectus, non esse?
La muerte es el no ser. En qué consiste esto bien que lo sé. Será después de mí lo que fue antes de mi existencia. Si tal situación conlleva algún sufrimiento, es necesario haberlo experimentado también antes de surgir a la vida; ahora bien, entonces no sufrimos vejación alguna. Te lo pregunto: ¿acaso no calificarías de muy necio a quien juzgase que la lámpara, una vez apagada, se halla en un estado peor al que tenía antes de encenderse? También nosotros nos encendemos y nos apagamos; en la fase intermedia experimentamos algún sufrimiento, mas en uno y otro extremo reina plena seguridad. Éste es, amado Lucilio, si no me engaño, nuestro error: pensamos que la muerte viene a continuación, siendo así que nos ha precedido y nos seguirá. Cuanto existió antes de nosotros es muerte ¿Qué importa, realmente, que no empieces o acabes, cuando el resultado de lo uno y de lo otro se traduce en no ser?
9. Mors quid est? aut finis aut transitus. Nec desinere timeo idem est enim quod non coepisse, nec transire, quia nusquam tam anguste ero. Vale.
La muerte ¿qué significa? O un final, o un tránsito. Ni me asusta terminar, porque es lo mismo que no haber comenzado, ni pasar a la otra orilla, ya que en ninguna parte viviré con tanta estrechez como aquí.
10. Alter adulescens decessit, alter senex, aliquis protinus infans, cui nihil amplius contigit quam prospicere vitam: omnes hi aeque fuere mortales, etiam si mors aliorum longius vitam passa est procedere, aliorum in medio flore praecidit, aliorum interrupit ipsa principia. Alius inter cenandum solutus est; alterius continuata mors somno est; aliquem concubitus extinxit. His oppone ferro transfossos aut exanimatos serpentium morsu aut fractos ruina aut per longam nervorum contractionem extortos minutatim. Aliquorum melior dici, aliquorum peior potest exitus: mors quidem omnium par est. Per quae veniunt diversa sunt; in [id] quod desinunt unum est. Mors nulla maior aut minor est; habet enim eundem in omnibus modum, finisse vitam.
Uno falleció en la juventud, otro en la vejez, un tercero en la infancia, a quien sólo le cupo la suerte de columbrar la vida. Todos estos fueron igualmente mortales, aun cuando la muerte a algunos les concedió una vida bastante larga, la de otros la cortó en su misma plenitud, y la de otros la truncó en su comienzo. Éste, en medio de una cena, expiró; para aquél la muerte no fue sino la continuación del sueño; hubo quien durante el coito pereció. Sitúa frente a estos los pasados a cuchillo, o los muertos por mordedura de serpiente, o los aplastados por hundimiento, o los descoyuntados lentamente por una prolongada contorsión de los músculos. El final de algunos puede calificarse de mejor, el de otros de peor: la muerte sin duda es la misma para todos. Los caminos que les conducen a ella son diversos, el término al que van a parar es uno solo. No hay muerte mayor o menor que otra, tiene la misma medida para todos: terminar con la vida.
Hasta aquí un rápido recorrido por alusiones a la muerte en las Epístolas senequianas.
Ahora, culminamos esta nueva entrada con tres obras, muy distintas entre sí, que tocan de una u otra forma el tema de la muerte. La primera pertenece a San Juan de la Cruz:
Coplas de el alma que pena por ver a Dios
Vivo sin vivir en mí y de tal manera espero que muero porque no muero.
I
En mí yo no vivo ya y sin Dios vivir no puedo pues sin él y sin mí quedo éste vivir qué será? Mil muertes se me hará pues mi misma vida espero muriendo porque no muero.
II
Esta vida que yo vivo es privación de vivir y assí es contino morir hasta que viva contigo. Oye mi Dios lo que digo que esta vida no la quiero que muero porque no muero.
III
Estando ausente de ti qué vida puedo tener sino muerte padescer la mayor que nunca vi? Lástima tengo de mí pues de suerte persevero que muero porque no muero.
IV
El pez que del agua sale aun de alibio no caresce que en la muerte que padesce al fin la muerte le vale. Qué muerte abrá que se yguale a mi vivir lastimero pues si más vivo más muero?
V
Quando me pienso alibiar de verte en el Sacramento házeme más sentimiento el no te poder gozar todo es para más penar por no verte como quiero y muero porque no muero.
VI
Y si me gozo Señor con esperança de verte en ver que puedo perderte se me dobla mi dolor viviendo en tanto pabor y esperando como espero muérome porque no muero.
VII
Sácame de aquesta muerte mi Dios y dame la vida no me tengas impedida en este lazo tan fuerte mira que peno por verte, y mi mal es tan entero que muero porque no muero.
VIII
Lloraré mi muerte ya y lamentaré mi vida en tanto que detenida por mis pecados está. ¡O mi Dios!, quándo será quando yo diga de vero vivo ya porque no muero?
Vivo sin vivir en mí y de tal manera espero que muero porque no muero.
I
En mí yo no vivo ya y sin Dios vivir no puedo pues sin él y sin mí quedo éste vivir qué será? Mil muertes se me hará pues mi misma vida espero muriendo porque no muero.
II
Esta vida que yo vivo es privación de vivir y assí es contino morir hasta que viva contigo. Oye mi Dios lo que digo que esta vida no la quiero que muero porque no muero.
III
Estando ausente de ti qué vida puedo tener sino muerte padescer la mayor que nunca vi? Lástima tengo de mí pues de suerte persevero que muero porque no muero.
IV
El pez que del agua sale aun de alibio no caresce que en la muerte que padesce al fin la muerte le vale. Qué muerte abrá que se yguale a mi vivir lastimero pues si más vivo más muero?
V
Quando me pienso alibiar de verte en el Sacramento házeme más sentimiento el no te poder gozar todo es para más penar por no verte como quiero y muero porque no muero.
VI
Y si me gozo Señor con esperança de verte en ver que puedo perderte se me dobla mi dolor viviendo en tanto pabor y esperando como espero muérome porque no muero.
VII
Sácame de aquesta muerte mi Dios y dame la vida no me tengas impedida en este lazo tan fuerte mira que peno por verte, y mi mal es tan entero que muero porque no muero.
VIII
Lloraré mi muerte ya y lamentaré mi vida en tanto que detenida por mis pecados está. ¡O mi Dios!, quándo será quando yo diga de vero vivo ya porque no muero?
El segundo texto es la muerte de Platero de esa obra tan bella como es Platero y yo de Juan Ramón Jiménez:
La muerte
Encontré a Platero echado en su cama de paja, blandos los ojos y tristes. Fui a él, lo acaricié hablándole, y quise que se levantara...
El pobre se removió todo bruscamente, y dejó una mano arrodillada... No podía... Entonces le tendí su mano en el suelo, lo acaricié de nuevo con ternura, y mandé venir a su médico.
El viejo Darbón, así que lo hubo visto, sumió la enorme boca desdentada hasta la nuca y meció sobre el pecho la cabeza congestionada, igual que un péndulo.
—Nada bueno, ¿eh?
No sé qué contestó... Que el infeliz se iba... Nada... Que un dolor... Que no sé qué raíz mala... La tierra, entre la yerba... A mediodía, Platero estaba muerto. La barriguilla de algodón se le había hinchado como el mundo, y sus patas, rígidas y descoloridas, se elevaban al cielo. Parecía su pelo rizoso ese pelo de estopa apolillada de las muñecas viejas, que se cae, al pasarle la mano, en una polvorienta tristeza...
Por la cuadra en silencio, encendiéndose cada vez que pasaba por el rayo de sol de la ventanilla, revolaba una bella mariposa de tres colores...
Encontré a Platero echado en su cama de paja, blandos los ojos y tristes. Fui a él, lo acaricié hablándole, y quise que se levantara...
El pobre se removió todo bruscamente, y dejó una mano arrodillada... No podía... Entonces le tendí su mano en el suelo, lo acaricié de nuevo con ternura, y mandé venir a su médico.
El viejo Darbón, así que lo hubo visto, sumió la enorme boca desdentada hasta la nuca y meció sobre el pecho la cabeza congestionada, igual que un péndulo.
—Nada bueno, ¿eh?
No sé qué contestó... Que el infeliz se iba... Nada... Que un dolor... Que no sé qué raíz mala... La tierra, entre la yerba... A mediodía, Platero estaba muerto. La barriguilla de algodón se le había hinchado como el mundo, y sus patas, rígidas y descoloridas, se elevaban al cielo. Parecía su pelo rizoso ese pelo de estopa apolillada de las muñecas viejas, que se cae, al pasarle la mano, en una polvorienta tristeza...
Por la cuadra en silencio, encendiéndose cada vez que pasaba por el rayo de sol de la ventanilla, revolaba una bella mariposa de tres colores...
Finalizo estas reflexiones sobre la muerte con el final de esa maravillosa novela como es Memorias de Adriano de Margueritte Youcenar:
Mínima alma mía, tierna y flotante, huésped y compañera de mi cuerpo, descenderás a esos parajes pálidos, rígidos y desnudos, donde habrás de renunciar a los juegos de antaño. Todavía un instante miremos juntos las riberas familiares, los objetos que sin duda no volveremos a ver... Tratemos de entrar en la muerte con los ojos abiertos...
4 comentarios:
¡UFFF! ¡Vaya temita que has tocado! sin embargo, todas las referencias que has hecho son muy interesantes y al final te entra así como una serenidad...
Hay un poema que a mí me gusta, de una poetisa actual llamada Carmen Jodra Davó:
Voy a pasar lista...Este chico falta.
¿Sabéis qué le pasa?
Ha tenido que ir a un entierro
También faltó ayer ¿Qué le pasó?
¿Lo sabéis?
Se estuvo muriendo.
Un cariñoso saludo.
Sí, temita duro, pero real y muy natural. Has pronunciado la palabra mágica: serenidad. Ésa y no otra debe ser la actitud tanto ante la muerte, propia o de allegados, como ante el hecho de hablar de ella, que es lo que quería hacer en mi comentario. Claro que ahí son importantes, y mucho, las convicciones ideologico-religiosas de cada uno, o, si quieres, la dimensión trascendente que tengamos.
El poema, muy bonito. Tiene ternura, naturalidad, serenidad, preocuparse por el otro.
Parece que me adivinas mis comentarios, porque el siguiente, que está en el horno, va de docencia y relación social.
Gracias, Esther, por tu comentario y por leer lo que escribo, que tiene mérito.
Este es un tema que hoy me toca muy de cerca, siempre lo creí muy lejano y apartado de mi familia pero ahora mi única abuela está esperando la hora de su muerte con mucha paz. Pensé que yo estaba preparada para este momento y veo dolorosamente que no es así. Me hace mucho bien leer las reflexiones de un filósofo tan encumbrado que además fue obligado a morir.
Es la primera vez que entro a esta página y me gustó mucho.
Estaba buscando material de Séneca para un examen de latín y encontré el apoyo espiritual que precisaba. Saludos.
Me alegro, Circe, de que este espacio te haya gustado y que las reflexiones serenas de Séneca sobre la muerte te hayan hecho bien en ese momento doloroso, como es el fallecimiento de un familiar.
Gracias por tu comentario.
Publicar un comentario