El otro día comprobé mi error y, al mismo tiempo, me di cuenta de la riqueza de sentencias (γνῶμαι) que contenía el Áyax sofocleo.
Mi pretensión ahora es presentarlas conforme van apareciendo en la obra. A ello dedicaremos algunas entradas, es decir, no las presentaré todas hoy.
Antes de empezar he de decir que he conseguido una agenda del año 2007 que, para cada día, ofrece una frase de algún autor. La correspondiente al jueves 18 de enero pertenece al gran humanista valenciano Juan Luis Vives y reza así: Libre es aquél que apetece solamente lo que está en sus manos alcanzar; siervo, el que tiene otras ambiciones.
Me hubiera gustado aportar todas las sentencias en el griego original, pero problemas técnicos me lo han impedido y sólo aporto algunas. Paso, sin más, a ir presentando las sentencias en la traducción de Assela Alamillo de la editorial Gredos.
Empezamos por los versos 125 y 126, que salen de la boca de Odiseo. El héroe itacense expresa su compasión por Áyax, pero también muestra preocupación por su destino. Y añade:
Pues veo que cuantos vivimos nada somos sino fantasmas o sombra vana.
Es un lugar común de la poesía griega. El mismo Sófocles, en Filoctetes 947, insiste en la idea. Es proverbial el dicho de Píndaro (Pítica VIII, 95): σκιᾶς ὄναρ ἄνθρωπος, el hombre es el sueño de una sombra.
La diosa Atenea en los versos 132 y 133 hace un llamamiento a la piedad y una reprobación de la soberbia (ὕβρις) y expresa una sentencia tajante:
los dioses aman a los prudentes y aborrecen a los malvados.(τοὺς δὲ σώφρονας θεοὶ φιλοῦσι καὶ στυγοῦσι τοὺς κακοὺς).
En la párodo (157-163) el coro canta hablando de relaciones sociales entre poderosos y humildes:
La envidia se desliza contra el poderoso. Sin embargo, los pequeños sin los poderosos son débil protección de la torre. Porque, junto a los grandes, el pequeño perfectamente se acopla y el grande se endereza con ayuda de los pequeños. Pero no es posible instruir a tiempo a los insensatos en estas máximas.
El verso 293 ofrece una expresión proverbial, de carácter claramente machista, que también aparece en otros autores:
el silencio es un adorno en las mujeres (γυναιξὶ κόσμον ἡ σιγὴ φέρει).
En su largo parlamento del episodio 1º, Áyax pronuncia unas frases (473, 474, 477-479) relativas a la vida con honor y la muerte con deshonor, idea típicamente homérica y de la época arcaica:
Porque vergonzoso es que un hombre desee vivir largamente sin experimentar ningún cambio en sus desgracias... No compraría por ningún valor al hombre que se anima con esperanzas vanas; el noble debe vivir con honor o con honor morir.
Tecmesa en los versos 485-487 se lamenta del destino con estas claras palabras:
ningún mal hay mayor para los hombres que el destino que se nos ha impuesto (τῆς ἀναγκαίας τύχης οὐκ ἔστιν οὐδὲν μεῖζον ἀνθρώποις κακόν).
Cuando Tecmesa le pide a Áyax que la recuerde dice (520-522):
pues es preciso que el hombre recuerde, si es que algún contento ha sentido.
Un favor otro favor siempre engendra (χάρις χάριν γάρ ἐστιν ἡ τίκτουσ' ἀεί).
En los versos 554 y 555, Áyax, que está despidiéndose de su hijo Eurísaces, al tiempo que adiestrándolo en las duras costumbres, pues no quiere ocultarle la carnicería que ha cometido con los rebaños a los que ha matado, pensando que eran los helenos, alaba otro lugar común de la literatura griega, la inconsciencia de la infancia:
La vida más grata está en la inconsciencia hasta que llegas a conocer las alegrías y las penas (ἐν τῷ φρονεῖν γὰρ μηδὲν ἤδιστος βίος, ἔως τὸ χαίρειν καὶ τὸ λυπεῖσθαι μάθῆς).
Hasta aquí nuestra primera entrega de este resumen de las sentencias que aparecen en el Áyax de Sófocles.
No quiero concluir sin citar una frase de Chesterton para desengrasar un poco el carácter de esta entrada: Si el vino perjudica tus negocios, deja tus negocios.
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