
El final de la traducción se refería al gusto de los delfines por jugar con las naves y su afición a la música.
Sobre el gusto del delfín por la música y por brincar junto a embarcaciones leemos en la primera estrofa del primer estásimo de la Electra de Eurípides:
Naves ilustres que un día arribasteis a Troya
con incontables remos
escoltando la danza de las Nereidas
cuando saltaba el delfín amante de la flauta (φίλαυλος δελφίς)
ante las proas de oscuros espolones
retorciéndose,
acompañando al hijo de Tetis,
ligero en el salto de sus pies, a Aquiles,
junto con Agamenón
hasta las riberas del Simoeis en Troya.
κλειναὶ νᾶες, αἵ ποτ' ἔβατε Τροίαν
τοῖς ἀμετρήτοις ἐρετμοῖς
πέμπουσαι χοροὺς μετἀ Νηρῄδων,
ἵν' ὁ φίλαυλος ἔπαλλε δελ-
φὶς πρῴραις κυανεμβόλοι-
σιν εἱλισσόμενος,
πορεύων τὸν τᾶς Θέτιδος
κοῦφον ἀλμα ποδῶν ᾿Αχιλῆ
σὺν ᾿Αγαμέμνονι Τρωίας
ἐπὶ Σιμουντίδας ἀκτάς.
Éstos, y otros, versos de Eurípides los pone en boca de Esquilo el comediógrafo Aristófanes en su obra Las ranas. Es una parodia del pobre Eurípides, blanco de las críticas del comediógrafo, que no ocultaba su preferencia por Esquilo. En concreto las palabras de la Electra recogidas por Aristófanes son:
ἵν᾿ ὁ φίλαυλος ἔπαλλε δελφὶς πρῴραις κυανεμβόλοις (donde el delfín amante d

᾿Αλκυόνες, ἀ παρ᾿ ἀενάοις θαλάσσης
κύμασι στωμύλλετε,
τέγγουσαι νοτίοις πτερῶν
ῥανίσι χρόα δροσιζόμεναι·
αἵ θ' ὑπωρόφιοι κατὰ γωνίας
εἰειειειειειλίσσετε δακτύλοις φάλαγγες
ἱστότονα πηνίσματα,
κερκίδος ἀοιδοῦ μελέτας,
ἵν' ὁ φίλαυλος ἔπαλλε δελ-
φὶς πρῴραις κυανεμβόλοις
μαντεῖα καὶ σταδίους.
Οἰνάνθας γάνος ἀμπέλου,
βότρυος ἕλικα παυσίπονον.
περίβαλλ', ὦ τέκνον, ὠλένας.
῾Ορᾷς τὸν πόδα τοῦτον;
La traducción del fragmento, debida a Luis M. Macía Aparicio, en Ediciones Clásicas, es:
¡Oh, alciones que sobre las inagotables olas
del mar parloteáis,
mojando con húmedas gotas
de rocío la superficie de vuestras alas.
Y vosotras que en los rincones del techo, arañas,
con los dedos teeeeeeedéis
vuestras telas en telar tejidas
producto de la melodiosa lanzadera,
donde el delfín amigo de la flauta,
junto a las proas de espolón oscuro hacía saltar
oráculos y distancias.
Alegría de la viña en flor,
pámpano del racimo que la fatiga quitas.
Arrodéame criatura, con tus brazos.
¿te has fijado en el pie (métrico se refiere)?
Genial, como siempre, Aristófanes.
La velocidad del delfín y su gusto por navegar junto a las naves ya los destacaba Píndaro en el fragmento 234 de la edición de Sn

ὕφ᾿ ἅρμασιν ἵππος,
ἐν δ᾿ ἀρότρῳ βοῦς· παρὰ ναῦν δ᾿ ἰθύει τάχιστα δελφίς, κάπρῳ δὲ βουλεύοντα φόνον κύνα χρή.
…unido al carro, el caballo, y en el arado, el buey; al lado de la nave el que más veloz avanza es el delfín; y, cuando pretendas dar muerte al jabalí, has de buscar un perro resistente.
Una conocida anécdota sobre los delfines es la referida al poeta Arión de Metimna, que nos narra Heródoto en el Libro I de sus Historias:
23. Periandro, el que reveló a Trasibulo la respuesta del oráculo, era hijo de Cípselo y tirano de Corinto. Dicen los corintios, y concuerdan con ellos los lesbios, que acaeció en sus tiempos la mayor maravilla: la de Arión, natural de Metimna cuando fue llevado a Ténaro sobre un delfín. Este Arión era un citaredo, sin segundo entre todos los de su tiempo, y el primer poeta, que sepamos, que compuso el ditirambo, le dio su nombre y lo hizo ejecutar en Corinto.
24. Cuentan que Arión pasaba lo más de su vida en la corte de Periandro, que tuvo deseo de hacer un viaje a Italia y a Sicilia; y después de ganar grandes riquezas quiso volverse a Corinto. Partió de Tarento y, como de nadie se fiaba tanto como de los corintios, fletó un barco corintio. Pero los marineros, en alta mar, tramaron echarle al agua y apoderarse de sus riquezas. Arión, que lo entendió, les suplicó que le salvasen la vida, y él les dejaría sus bienes. Pero no les persuadió con tales ruegos, y los marineros le ordenaron que se matara con sus propias manos y así lograría sepultura en tierra o que se arrojara inmediatamente al mar. Acorralado Arión en tal apremio, les pidió, ya que así resolvían, le permitieran ataviarse con todas sus galas y cantar sobre la cubierta de la nave, y les prometió m

Esta anécdota, que hemos visto en Heródoto, la recoge también Luciano en el octavo de sus Diálogos Marinos que pasamos a reproducir en traducción de José Luis Navarro y Andrés Espinosa, en Gredos:
Poseidón. – Bravo, delfines, porque sois siempre filántropos y hace ya tiempo acompañasteis y acogisteis al hijito de Ino cuando cayó con su madre desde las Escirónidas (Nota: perseguida por Atamante, Ino cayó al mar en compañía de su hijo Melicertes al que alude el diálogo. Los delfines lo recogieron y lo llevaron a Corinto. Posteriormente él y su madre fueron objeto de culto bajo los nombres de Palemón y Leucótea, respectivamente); incluso ahora has transportado a nado otra vez a ese citarodo a lomos tuyos desde Metimna, con su pompa y su cítara y no te quedaste indiferente viéndolo estar a punto de perecer a manos de los marineros.
Delfín. – No te sorprendas, Poseidón, que nos portemos tan bien con los hombres, pues somos nosotros ahora peces, nacidos hombres. Y por ello precisamente le reprocho a Dioniso en que nos haya cambiado de forma luego de ser vencidos en batalla naval, cuando debería haberse limitado a someternos tal y como nos había sojuzgado.
Poseidón. – Pues ¿qué es lo que sucedió con el Arión de marras, Delfín?
Delfín. – Periandro, creo, disfrutaba con él y muchas veces le mandaba buscar por su arte. Él, que se había enriquecido a costa del tirano, sintió ganas de volver a Metimna, su patria, navegando, para exhibir su riqueza. Subiendo a bordo de una embarcación de unos tipos desalmados, como quiera que dio a entender que transportaba mucho oro y plata, cuando llegó al medio del Egeo se amotinaron contra él los marineros. Él – yo lo iba oyendo todo porque

Poseidón. – Te alabo tu amor a la música, pues le has dado un digno pago por oír su canto.
En próximas entregas seguiremos aportando textos clásicos con presencia del mamífero marino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario