lunes, 4 de agosto de 2008

Las dos Ifigenias (XVI)


Tras nuestro detallado recorrido por la Ifigenia en Áulide, daremos ahora unas breves pinceladas sobre la “otra” Ifigenia de Gluck: Ifigenia en Táuride.
Primero, no obstante, nos parece interesante ofrecer la información que sobre esta ópera hemos encontrado en la muy recomendable página web de The Metropolitan Opera de Nueva York.
En la misma, hemos corregido algunas faltas de ortografía y expresiones no muy correctas en español.
Ifigenia y la casa de Atreo
La Ifigenia mitológica era la hija de la familia más disfuncional de la antigüedad griega, el maldito clan de Atreo. Su antepasado Tántalo en cierta ocasión puso a prueba la omnisciencia de los dioses al invitarlos a un banquete en el que el plato principal era su propio hijo. Los dioses no se dejaron engañar y maldijeron a sus descendientes, para que se matasen el uno al otro en un sanguinario ciclo de asesinatos y venganza. Hermanos traicionaron a hermanos, esposas asesinaron a sus maridos, hijos mataron a sus padres. Incesto, traición, robo y venganza plagaron cada generación.
La historia de Ifigenia está íntimamente conectada con el inicio de la guerra de Troya. Cuando ella era aún una niña, el príncipe troyano Paris huyó con Helena, la más bella de las mujeres en el mundo. El marido de Helena, Menelao, reunió a sus aliados griegos para traer a su esposa de vuelta a casa. Pero cuando su ejército se reunió en la playa en Áulide, el viento no sopló contra las velas. Un oráculo reveló que Agamenón, líder de la expedición y hermano de Menelao, había ofendido a la diosa Artemisa. Ningún viento soplaría hasta que Agamenón apaciguara a la diosa sacrificando a su hija Ifigenia. La niña fue asesinada y el viento comenzó a soplar. Los ejércitos partieron a la guerra.
Agamenón luchó en Troya durante diez largos años. En casa, su esposa Clitemnestra no cesaba de pensar en la muerte de su hija. Ella se consiguió un amante junto con quien asesinó a Agamenón tras su retorno. Años después, el hijo de la pareja, Orestes, vengó la muerte de su padre, matando a su propia madre. Él fue castigado por las Furias, seres sobrenaturales que lo torturaban dondequiera que fuera. En algunos mitos antiguos, Orestes implora a los dioses compasión y es perdonado. En Euménides, el drama de Esquilo, la diosa Atenea organiza un juicio para Orestes. El jurado queda dividido, entonces la propia Atenea vota por la absolución de Orestes, terminando con la maldición en la estirpe de los Atridas.
Eurípides e Ifigenia
Estos mitos fueron revividos en diversas tragedias griegas. El gran dramaturgo Eurípides mostró un interés especial por Ifigenia. Él fue el primer dramaturgo griego en centrar sus piezas en torno a personajes femeninos, y también el primero en retratar a los esclavos compasivamente. Durante su vida, Atenas se vio envuelta en décadas de guerra contra Esparta y sus aliados en la Guerra del Peloponeso. En medio del conflicto, Eurípides escribió dramas como Las troyanas, que mostraban el precio humano de la victoria. El sufrimiento y la inhumanidad entre hombres eran constantes temas en sus obras.
Eurípides inventó un nuevo capítulo en la historia de Ifigenia. Mientras se encontraba tendida sobre la mesa de sacrificios, frente de la daga, Ifigenia fue secretamente rescatada por la diosa Artemisa, quien la transportó mágicamente hacia Táuride (actual Crimea, en el Mar Negro). Allí, se convirtió en sacerdotisa en el templo de la diosa. Como parte de su obligación, tenía que ayudar a sacrificar a todo extranjero que entrara en aquel reino.

La Ifigenia en Táuride de Eurípides comienza años más tarde. Un oráculo divino le ha dicho a Orestes, hermano de Ifigenia, que podría escapar de las Furias viajando a Táuride y trayendo la estatua sagrada de Artemisa de vuelta a Grecia. Cuando Orestes llega a Táuride como forastero, es conducido para ser sacrificado. En cierta ocasión, Agamenón cumplió con su obligación, ignorando sus instintos paternos y matando a su hija. Ahora Ifigenia debía sacrificar a un extraño del mismo modo en que ella había sido sacrificada. Pero cuando ella descubre que la víctima es su hermano, encuentra fuerzas para rechazar su obligación. Ella y Orestes engañan a Toas, rey de Táuride, roban la estatua y huyen mar adentro. Toas los persigue, pero la diosa Atenea aparece milagrosamente y le ordena que deje a los griegos en paz.
Eurípides nos dice que debemos cuestionar las obligaciones que nuestros corazones rechazan. Agamenón es un villano porque cumple con su deber, Ifigenia es una heroína por rebelarse contra los dioses. Un miembro de la casa de los Atridas salvó al otro. El cambio es posible, aún para los más malditos y perjudicados.
Ifigenia durante el Iluminismo
A partir del Renacimiento, dramaturgos europeos crearon un interés en resucitar piezas griegas. Muchos autores neoclásicos crearon “nuevas y mejoradas” versiones de “Ifigenia en Táuride”, cambiando la trama de Eurípides, para reflejar los valores y gustos de la nueva era. La mayoría de estas nuevas piezas introdujo relaciones amorosas entre los protagonistas. La heroica amistad entre Orestes y Pílades se tornó un nuevo foco. Y todos los nuevos autores garantizaron que los sacrificios humanos en Táuride acabarían una vez que Ifigenia y Orestes regresaran a casa.
Guillard, el libretista de Gluck, le fue mucho más fiel al trabajo original de Eurípides que mucho de sus contemporáneos, pero también tomó material prestado de algunas piezas modernas. Por ejemplo, la amistad entre Pílades y Orestes tiene un papel relevante en la ópera de Gluck. Ifigenia y Orestes se reconocen durante el sacrificio, lo cual no acontece en Eurípides. Ella arroja la daga al suelo, desafiando dramáticamente a Toas, quien decide matar a ambos, Orestes e Ifigenia, con sus propias manos. Pílades los salva a todos, invadiendo el templo con un grupo de guerreros griegos. Al final, la diosa Diana aparece para abolir el sacrificio humano. Éstas son todas innovaciones, el resultado de los esfuerzos de Gluck y Guillard para traducir la narrativa de Eurípides a una nueva audiencia.

No hay comentarios: