sábado, 26 de julio de 2008

Las dos Ifigenias (XV)

En la escena sexta el teatro representa la orilla del mar sobre la que se levanta un altar. Ifigenia está arrodillada sobre los escalones de dicho altar; tras ella está el Gran sacerdote, con los brazos extendidos hacia el cielo y el cuchillo sagrado en la mano. Los griegos, en masa, ocupan los dos lados del escenario.
El coro de griegos se dirige a Ártemis pidiéndole su protección y su llegada a las costas troyanas, a cambio de la víctima que se disponen a ofrecerle.
En la escena séptima irrumpe Aquiles con la consiguiente desbandada de los atemorizados griegos. Dos griegos animan a los demás a huir de la furia del tesalio; el coro le hace ver la inutilidad de su acción, pues los dioses han ordenado su muerte. Aquiles les hace frente y les reta a arrebatarla de sus brazos; Ifigenia se ofrece como víctima.
Clitemnestra y Aquiles buscan la liberación de Ifigenia, mientras el coro insiste en la inutilidad de esta defensa e incitan al sacrificio. Está a punto de establecerse un combate entre Aquiles y los tesalios contra los griegos, cuando Calcante anuncia la aparición, como deus ex macchina, de la propia Ártemis (Diana).
La diosa ensalza el celo de los griegos y afirma que las virtudes de Ifigenia y los lamentos de su madre han encontrado gracia entre los dioses. Ya no retendrá más a los griegos en Áulide, sino que les invita a volar donde su gloria les guíe. En cuanto a Ifigenia y Aquiles, les invita a vivir y ser felices

DIANE
Votre zèle des Dieux
A fléchi la colère
Les vertus de la fille
Et les pleurs de la mère
Ont trouvé grâce devant eux.
Je ne vous retiens plus
Dans les champs de l'Aulide
Volez où votre gloire vous guide.
Etonnez l'Univers
Par vos faits glorieux
Et vous, jeunes amants,
Vivez, vivez, soyez heureux.



Calcas alaba la clemencia y la bondad de los dioses; Agamenón, Clitemnestra, Ifigenia y Aquiles manifiestan su alegría por la solución gozosa de la situación. Ifigenia expresa la dulzura, pero al tiempo la dificultad, de pasar tan repentinamente del más cruel tormento a la felicidad suprema,
Sigue el cuarteto Mon coeur ne saurait contenir en el que los cuatro personajes expresan su inmensa alegría; al tiempo quieren devolver al cielo su gratitud por haber sido merecedores de la piedad divina.
El coro de griegos, en una alegre y triunfal intervención, recoge estas palabras y anima a celebrar los esponsales de Ifigenia y Aquiles, que son preludio de sus gloriosos triunfos.
Tras una reposada, pero alegre, passacaille, no exenta de momentos reflexivos y con una briosa conclusión, el coro final llama a los griegos, en tono marcial, a buscar la victoria y a dejar para la posteridad recuerdo de su gloria y hazañas. Sólo el placer puede pagar y coronar las penosas fatigas del guerrero.

IPHIGENIE
Ah! qu'il est doux,
Mais qu'il est difficile,
De passer si subitement
Du plus cruel tourment
A la félicité suprême!
IPHIGENIE, CLYTEMNESTRE, ACHILLE AGAMEMNON
Mon cœur ne saurait contenir
L'excès de mon bonheur extrême
Palpitant, il s’élance
Au­-delà de moi-­même,
Il est énivré de plaisir
A peine je respire:
Quel aimable délire,
Vient s'emparer de tous mes sens!
Les Dieux ont eu pitié
De nos gémissements
Jusqu'aux voûtes éthérées
Portons nos vœux reconnaissants!
CHŒUR DES GRECS
Jusqu'aux aux voûtes éthérées
Portons nos vœux reconnaissants.
Et célébrons les noces désriées
De ces illustres amants.
Leur bonheur est le premier gage
De la juste faveur des Dieux;
Et leur hymen est le présage
De nos triomphes glorieux.
Passacaille
CHŒUR FINAL
Partons, volons à la victoire,
Par nos faits éclatants étonnons l'avenir
Que nos travaux, que notre gloire
Soient des sièclesinturs l'éternel souvenir.
Parés des palmes de Bellone,
Qu'il est doux de jouir d'un tranquille repos!
Le plaisir seul paye et couronne
Du guerrier désarmé les pénibles travaux.



Este pénible travaux deja un cierto tono sombrío en el final de la ópera y provoca en nosotros una reflexión sobre los acontecimientos que hemos vivido en esta gran ópera gluckiana, basada en una tragedia de Eurípides, que Gluck logró representar en París, tras largas gestiones y su amistad con la futura reina de Francia. En efecto, sólo esta amistad salvó las tensiones surgidas en los ensayos, en los que, como dijimos en un anterior artículo de esta serie, el compositor se mostró duro e intransigente. La presencia de María Antonieta en el estreno, el 19 de abril de 1774, fue casi una orden para los miembros de la vieja guardia musical francesa: la nueva ópera fue un éxito el día de su estreno, a pesar de algunas dudas, y acabó imponiéndose poco a poco por el indudable peso de su exquisita partitura.

Cerramos esta primera parte de la serie con un aria que la protagonista canta en la escena del acto I (L'ai-je bien entendu - Hélas! mon coeur sensible!). También ofrecemos la "respuesta" de Aquiles en la escena octava (Cruelle, non jamais)



Por cierto, no estaría mal que los lectores escucharan la magnífica obertura de la obra. Pueden hacerlo aquí.

No hay comentarios: