Iniciamos la recta final de la serie dedicada a las Voces griegas y latinas. No queremos pecar de excesivos o caer en el “culebrón”. Con lo que hemos ofrecido nos damos por satisfechos; pero no podía faltar aquí una voz muy importante, creo que en muchos casos decisiva. Bien es cierto que no es griega ni latina; es hebrea o aramea, pero nos ha sido transmitida en las lenguas del Lacio y el Ática.
En efecto, como habrán podido intuir nuestros avispados lectores, la voz que hemos dejado para el final es la de Jesús de Nazaret. Es para quien esto escribe una voz fundamental que no podía faltar aquí, en esta serie en la que tratamos sobre relaciones humanas. Más adelante, y en dos textos distintos, el teólogo Hans Küng, de quien aportaremos interesantes reflexiones que vienen a perfilar, centrar y calibrar la figura de Jesús y su mensaje, observaremos cómo el teólogo suizo en dos ocasiones hace referencia a las relaciones humanas:
- en una primera dice que la paz de Cristo está basada en un nuevo orden de las relaciones humanas, bajo el signo de la benevolencia de Dios para con los hombres y de la paz entre los hombres.
- en la segunda ocasión dice que el objetivo primordial de la vida humana no es sólo, como decían los antiguos catecismos, “conocer a Dios”, “amar a Dios”, “servir a Dios”, sino también realizarse, desarrollarse, amar al prójimo, al cercano y al lejano. Y también habría que incluir en todo ello, evidentemente, el trabajo diario, la vida profesional, y, sobre todo, por supuesto, las relaciones humanas.
En efecto, como habrán podido intuir nuestros avispados lectores, la voz que hemos dejado para el final es la de Jesús de Nazaret. Es para quien esto escribe una voz fundamental que no podía faltar aquí, en esta serie en la que tratamos sobre relaciones humanas. Más adelante, y en dos textos distintos, el teólogo Hans Küng, de quien aportaremos interesantes reflexiones que vienen a perfilar, centrar y calibrar la figura de Jesús y su mensaje, observaremos cómo el teólogo suizo en dos ocasiones hace referencia a las relaciones humanas:
- en una primera dice que la paz de Cristo está basada en un nuevo orden de las relaciones humanas, bajo el signo de la benevolencia de Dios para con los hombres y de la paz entre los hombres.
- en la segunda ocasión dice que el objetivo primordial de la vida humana no es sólo, como decían los antiguos catecismos, “conocer a Dios”, “amar a Dios”, “servir a Dios”, sino también realizarse, desarrollarse, amar al prójimo, al cercano y al lejano. Y también habría que incluir en todo ello, evidentemente, el trabajo diario, la vida profesional, y, sobre todo, por supuesto, las relaciones humanas.
En efecto, si traemos a esta serie a Jesús de Nazaret es porque pensamos que puede aportar mucha luz a nuestras relaciones con los demás. No sólo eso, Jesús es un estilo de vida, y aceptar su mensaje y su persona es una elección radical y valiente, pero muy difícil y comprometida, en el sentido de que exige un compromiso, pero, a la vez, supone un gran cambio en nuestra forma de existir y de relacionarnos con los demás y con el mundo.
Por lo hasta ahora dicho, se habrá podido comprender que profesamos la fe cristiana, católica, algo que queremos poner por delante, para no llevar a equívocos, y de lo que nos sentimos contentos, ya que ha aportado a nuestra vida un claro balance positivo. Por eso, y porque sinceramente creemos que lo merece, independientemente de la fe o ideología que cada uno tenga, traemos esta voz a esta serie, y además como colofón, convencidos de que significa un nuevo estilo de vida, que debe manifestarse en nuestras relaciones con los demás.
Y esta voz nos ha llegado a través de los evangelios. No pretendemos en esta serie ponernos “teológicos”, ni somos teólogos; ni siquiera tenemos un conocimiento aceptable del cristianismo, del que somos unos aprendices de seguidores imperfectos, pero queremos apuntar, antes de iniciar el repaso de la voz de Jesús, algunas ideas y algunos textos que nos parecen acertados y están en relación con la figura de Jesús.
Hemos dicho que la voz de Jesucristo nos ha llegado a través de los evangelios. Pero, ¿qué es un evangelio?
Nos ha parecido accesible, clara, concisa y breve la explicación que Francesc Ramis Darder, de La Casa de la Biblia, ofrece en su libro Lucas, evangelista de la ternura de Dios (Diez catequesis para descubrir al Dios de la misericordia), en la editorial Verbo Divino.
¿Qué es un evangelio?
La palabra “evangelio” procede de la lengua griega (εὐαγγέλιον) y significa “buena noticia”. Pero no una buena noticia cualquiera, sino una noticia muy especial. Denota un acontecimiento que por su propia naturaleza tiene fuerza suficiente para transformar la vida de quien lo percibe. El “Evangelio” es “Buena Noticia” en el sentido de que quien lo lee con los ojos de la fe y lo entiende, encuentra en él la misma fuerza transformadora de Dios.
En la literatura profana antigua, el término “evangelio” denotaba el sacrificio ofrecido con ocasión de un gran acontecimiento. Servía, también, para designar el anuncio de una victoria militar. Cuando nació el emperador Augusto en el año 9 a. C., en una lápida encontrada en la ciudad de Pirene (Asia Menor) puede leerse: “El día del nacimiento del dios Augusto, ha sido para todo el mundo el comienzo de la buena nueva (evangelio) recibida gracias a él”.
De este modo la palabra “evangelio” designaba, para la gente que vivía en la ciudad de Pirene, un acontecimiento especialmente importante. Implicaba un cambio sustancial en el modo en que iba a desenvolverse la vida de los habitantes de aquella ciudad. Con el advenimiento del emperador Augusto llegaron, ciertamente, tiempos de paz y prosperidad que propiciaron una mejora importante en las condiciones de vida.
Por lo hasta ahora dicho, se habrá podido comprender que profesamos la fe cristiana, católica, algo que queremos poner por delante, para no llevar a equívocos, y de lo que nos sentimos contentos, ya que ha aportado a nuestra vida un claro balance positivo. Por eso, y porque sinceramente creemos que lo merece, independientemente de la fe o ideología que cada uno tenga, traemos esta voz a esta serie, y además como colofón, convencidos de que significa un nuevo estilo de vida, que debe manifestarse en nuestras relaciones con los demás.
Y esta voz nos ha llegado a través de los evangelios. No pretendemos en esta serie ponernos “teológicos”, ni somos teólogos; ni siquiera tenemos un conocimiento aceptable del cristianismo, del que somos unos aprendices de seguidores imperfectos, pero queremos apuntar, antes de iniciar el repaso de la voz de Jesús, algunas ideas y algunos textos que nos parecen acertados y están en relación con la figura de Jesús.
Hemos dicho que la voz de Jesucristo nos ha llegado a través de los evangelios. Pero, ¿qué es un evangelio?
Nos ha parecido accesible, clara, concisa y breve la explicación que Francesc Ramis Darder, de La Casa de la Biblia, ofrece en su libro Lucas, evangelista de la ternura de Dios (Diez catequesis para descubrir al Dios de la misericordia), en la editorial Verbo Divino.
¿Qué es un evangelio?
La palabra “evangelio” procede de la lengua griega (εὐαγγέλιον) y significa “buena noticia”. Pero no una buena noticia cualquiera, sino una noticia muy especial. Denota un acontecimiento que por su propia naturaleza tiene fuerza suficiente para transformar la vida de quien lo percibe. El “Evangelio” es “Buena Noticia” en el sentido de que quien lo lee con los ojos de la fe y lo entiende, encuentra en él la misma fuerza transformadora de Dios.
En la literatura profana antigua, el término “evangelio” denotaba el sacrificio ofrecido con ocasión de un gran acontecimiento. Servía, también, para designar el anuncio de una victoria militar. Cuando nació el emperador Augusto en el año 9 a. C., en una lápida encontrada en la ciudad de Pirene (Asia Menor) puede leerse: “El día del nacimiento del dios Augusto, ha sido para todo el mundo el comienzo de la buena nueva (evangelio) recibida gracias a él”.
De este modo la palabra “evangelio” designaba, para la gente que vivía en la ciudad de Pirene, un acontecimiento especialmente importante. Implicaba un cambio sustancial en el modo en que iba a desenvolverse la vida de los habitantes de aquella ciudad. Con el advenimiento del emperador Augusto llegaron, ciertamente, tiempos de paz y prosperidad que propiciaron una mejora importante en las condiciones de vida.
La mayor parte del Antiguo Testamento se halla redactado en lengua hebrea. En los albores del siglo II a. C. la lengua más conocida y utilizada en el Próximo Oriente era el griego. Las conquistas de Alejandro Magno (357-323 a. C.) habían extendido el conocimiento del idioma griego en todos los ámbitos del saber. Entonces se constató la necesidad de traducir el Antiguo testamento a la lengua griega. Esta traducción se conoce con el nombre de traducción de “los Setenta”. En dicha versión aparece algunas veces el término “evangelio”. La “buena noticia” se refiere a la próxima llegada del “reino de Dios”. Este reino no es otra cosa que la experiencia cotidiana de vivir amando. Por eso ese reino es una buena noticia, un evangelio: vivir amando implica un cambio total en nuestra forma de existir.
En el Nuevo Testamento se cumple la gran promesa del Antiguo, la llegada del Reino de Dios, Jesús de Nazaret es el amor de Dios entre los hombres. Esta buena noticia de la presencia del amor de Dios entre nosotros la llamamos evangelio. Por tanto, la palabra “evangelio” significa “buena noticia”; pero una buena noticia con la suficiente fuerza para cambiar radicalmente nuestra vida. Para los cristianos la verdadera buena noticia, el verdadero evangelio, es la misma persona de Jesús. Los cristianos no somos seguidores de ningún libro, ni siquiera de alguna moral especial. Los cristianos somos seguidores de una persona: Cristo Jesús. Él es la “buena noticia” capaz de transformar definitivamente nuestra existencia.
En el Nuevo Testamento se cumple la gran promesa del Antiguo, la llegada del Reino de Dios, Jesús de Nazaret es el amor de Dios entre los hombres. Esta buena noticia de la presencia del amor de Dios entre nosotros la llamamos evangelio. Por tanto, la palabra “evangelio” significa “buena noticia”; pero una buena noticia con la suficiente fuerza para cambiar radicalmente nuestra vida. Para los cristianos la verdadera buena noticia, el verdadero evangelio, es la misma persona de Jesús. Los cristianos no somos seguidores de ningún libro, ni siquiera de alguna moral especial. Los cristianos somos seguidores de una persona: Cristo Jesús. Él es la “buena noticia” capaz de transformar definitivamente nuestra existencia.
Hasta aquí el fragmento de Francesc Ramis. Por cierto que en él observamos algo que nos parece erróneo: dice "cuando nació el emperador Augusto en el año 9 a. C." No creemos que se refiera a Octavio Augusto, nacido el 63 a. C. El Augusto más cercano, en fecha de nacimiento, al 9 a. C. es Tiberio Claudio César Augusto Germánico, conocido simplemente como Claudio, nacido el 10 a. C.
No sabemos, pues, porqué Francesc Ramis ha cometido este desliz, o si hay alguna otra explicación al nombre Augusto y a la fecha.
Ahora vamos a aportar la primera selección de frases de Jesús, que se pueden aplicar directamente a las relaciones personales. Las ofreceremos, en efecto, en tres tandas, entre cada uno de los cuatro textos de apoyo que hemos seleccionado.
La voz de Jesús (1)
A la hora de ofrecer la selección de lo que podemos denominar enseñanzas de Jesús, seguimos un orden cronológico y canónico, es decir, empezamos por Mateo y terminamos en Juan, y en cada uno de ellos seguimos el orden del texto evangélico que, como se sabe, es cronológico.
Mateo:
Iniciamos nuestro recorrido con unas palabras que pueden servirnos para entender la necesidad de la reconciliación de dos personas que tienen alguna rencilla.
La voz de Jesús (1)
A la hora de ofrecer la selección de lo que podemos denominar enseñanzas de Jesús, seguimos un orden cronológico y canónico, es decir, empezamos por Mateo y terminamos en Juan, y en cada uno de ellos seguimos el orden del texto evangélico que, como se sabe, es cronológico.
Mateo:
Iniciamos nuestro recorrido con unas palabras que pueden servirnos para entender la necesidad de la reconciliación de dos personas que tienen alguna rencilla.
Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. (Mt 5, 23-24)
Si ergo offeres munus tuum ad altare, et ibi recordatus fueris quia frater tuus habet aliquid adversum te, relinque ibi munus tuum ante altare et vade, prius, reconciliare fratri tuo et tunc veniens offer munus tuum.
Hoy juzgamos y, especialmente, prejuzgamos mucho, lo cual es un gran obstáculo para unas relaciones personales basadas en la sinceridad. El juicio y el prejuicio no nos permiten valorar correctamente a la persona del otro y nos ponen en una posición a la defensiva, cerrada, cuando las relaciones deben basarse en una apertura amable y sincera al otro. La segunda parte es muy conocida; aquello de la brizna (o paja) y la viga. Sabemos perfectamente descubrir los pequeños defectos de los demás, pero nos cuesta reconocer nuestras propias grandes carencias y debilidades.
Es texto esencial para unas buenas relaciones personales.
Es texto esencial para unas buenas relaciones personales.
No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo? ¿O cómo vas a decir a tu hermano: "Deja que te saque la brizna del ojo", teniendo la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano. (Mt 7, 1-5)
Nolite iudicare, ut non iudicemini; in quo enim iudicio iudi caveritis, iudicabimini, et in qua mensura mensi fueritis, metietur vobis. Quid autem vides festucam in oculo fratris tui, et trabem in oculo tuo non vides? Aut quomodo dices fratri tuo: “Sine, eiciam festucam de oculo tuo”, et ecce trabes est in oculo tuo? Hypocrita, eice primum trabem de oculo tuo, et tunc videbis eicere festucam de oculo fratris tui.
Μὴ κρίνετε, ἵνα μὴ κριθῆτε· ἐν ᾧ γἀρ κρίματι κρίνετε κριθήσεσθε, καὶ ἐν ᾧ μέτρῳ μετρεῖτε μετρηθήσεται ὑμῖν. τί δὲ βλέπεις τὸ κάρφος τὸ ἐν τῷ ὀφθαλμῷ τοῦ ἀδελφοῦ σου, τὴν δὲ ἐν τῷ σῷ ὀφθαλμῷ δοκὸν οὐ κατανοεῖς; ἢ πῶς ἐρεῖς τῷ ἀδελφῷ σου, Ἄφες ἐκβάλω τὸ κάρφος ἐκ τοῦ ὀφθαλμοῦ σου, καὶ ἰδοὺ ἡ δοκὸς ἐν τῷ ὀφθαλμῷ σοῦ; ὑποκριτά, ἔκβαλε πρῶτον τὴν δοκὸν ἐκ τοῦ ὀφθαλμοῦ σοῦ, καὶ τότε διαβλέψεις ἐκβαλεῖν τὸ κάρφος ἐκ τοῦ ὀφθαλμοῦ τοῦ ἀδελφοῦ σου.
A lo que sigue se le ha llamado alguna vez la regla de oro de las relaciones humanas. No precisa comentario.
Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas. (Mt 7, 12)
Omnia ergo, quaecumque vultis ut faciant vobis homines, ita et vos facite eis; haec est enim Lex et Prophetae.
Πάντα οὖν ὅσα ἐὰν θέλητε ἵνα ποιῶσιν ὑμῖν οἱ ἄνθρωποι, οὕτως καὶ ὑμεῖς ποιεῖτε αὐτοῖς· οὗτος γἀρ ἐστιν ὁ νόμος καὶ οἱ προφῆται.
Un chiste de esos tontos dice: “Yo no soy rencoroso, pero el que me la hace, me la paga”. Somos, por naturaleza, orgullosos y un poco rencorosos. Perdonar nos cuesta mucho, porque significa tragarnos el orgullo. Pero es una gran liberación y perdonando nos sentimos más esponjados interiormente y alegres. Las relaciones personales requieren de nosotros la capacidad de perdonar las ofensas que nos puedan hacer.
Pedro se acercó entonces y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?» Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. (Mt 18, 21-22)
Tunc accedens Petrus dixit ei: “Domine, quotiens peccabit in me frater meus, et dimittam ei? Usque septies?” Dicit illi Iesus: “ Non dico tibi usque septies sed usque septuagies septies.
Τότε προσελθὼν ὁ Πέτρος εἶπεν αὐτῷ, Κύριε, ποσάκις ἁμαρτήσει εἰς ἐμὲ ὁ ἀδελφός μου καὶ ἀφήσω αὐτῷ; ἕως ἑπτάκις; λέγει αὐτῷ ὁ ᾿Ιησοῦς, Οὐ λέγω σοι ἕως ἑπτάκις ἀλλὰ ἕως ἑβδομηκοντάκις ἑπτά.
Jesús viene a dar cumplimiento al Antiguo Testamento, pero también a completarlo. En el fragmento que sigue se resumen los grandes mandamientos. Jesús se refiere a la Ley judía y respalda el principal de sus mandamientos (Deuteronomio 6, 5), pero lo completa de forma magnífica con su alusión al amor a los hermanos. De él evidentemente nos sirve esa necesidad de aplicar en las relaciones personales el amor, en el sentido más amplio (amabilidad, bondad, sinceridad, dulzura, comprensión, etc.).
Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?» El le dijo: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas. (Mt 22, 36-40)
“Magister, quod est mandatum magnum in Lege?”. Ait autem illi: “Diliges Dominum Deum tuum in toto corde tuo et in tota anima tua et in tota mente tua: hoc est magnum et primum mandatum. Secundum autem simile est huic: Diliges proximum tuum sicut teipsum. In his duobus mandatis universa Lex pendet et Prophetae”.
Διδάσκαλε, ποία ἐντολὴ μεγάλη ἐν τῷ νόμῳ; ὁ δὲ ἔφη αὐτῷ, ᾿Αγαπήσεις κύριον τὸν θεόν σου ἐν ὅλῃ τῇ καρδίᾳ σου καὶ ἐν ὅλῃ τῇ ψυχῇ σου καὶ ἐν ὅλῃ τῇ διανοίᾳ σου· αὕτη ἐστὶν ἡ μεγάλη καὶ πρώτη ἐντολή. δευτέρα δὲ ὁμοία αὐτῇ, ᾿Αγαπήσεις τὸν πλησίον σου ὡς σεαυτόν. ἐν ταύταις ταῖς δυσὶν ἐντολαῖς ὅλος ὁ νόμος κρέμαται καὶ οἱ προφῆται.
El llamado “juicio de las naciones” nos ofrece una serie de conductas que debemos tener con los demás, especialmente en situación de necesidad. En el hermano o hermana en dificultad (encarcelado, hambriento, inmigrante, enfermo, etc.) debemos ver, como en toda persona, al propio Jesús.
Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme."" Entonces los justos le responderán: ""Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?"" Y el Rey les dirá: ""En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis. (Mt 25, 35-40)
Esurivi enim, et dedistis mihi manducare; sitivi, et dedistis mihi bibere; hospes eram, et collegistis me; nudus, et operuistis me; infirmus, et visitastis me; in carcere eram, et venistis ad me”. Tunc respondebunt ei iusti dicentes: “Domine, quando te vidimus esurientem et pavimus, aut sitientem et dedimus tibi potum? Quando autem te vidimus hospitem et collegimus, aut nudum et cooperuimus? Quando autem te vidimus infirmum aut in carcere et venimus ad te?”. Et respondens Rex dicet illis: “Amen dico vobis: Quamdiu fecistis uni de his fratribus meis minimis, mihi fecistis”.
Hasta aquí esta primera entrega sobre la voz de Jesús, última de las que "sonarán" en esta serie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario