martes, 12 de febrero de 2008

Voces griegas (y latinas) desde Castellón (XVII)


Por otorgar el lugar de honor, colocándola en el último lugar de nuestro anterior artículo, a la parábola del buen samaritano, no concluimos nuestro repaso a Lucas.
En este nuevo capítulo, finalizamos lo que el tercer evangelista recoge sobre las indicaciones de Jesús relativas a las relaciones humanas.
En otro momento, Jesús hace un bonito elogio de la generosidad, virtud muy importante en las relaciones humanas.
La traducción escogida no es como las anteriores; nos parece más acertada la de Juan Mateos en Ediciones Cristiandad.

No se enciende una lámpara para meterla en el sótano; se pone en el candelero para que los que entran vean la luz. La esplendidez da el valor a la persona. Cuando eres desprendido, toda tu persona vale; en cambio, si eres tacaño, tu persona es miserable. Por eso, cuidado con que tu valer no sea sólo miseria. Si eres generoso de arriba abajo, sin tener ni tanto así de miseria, entonces vales todo entero. Así es cuando la esplendidez te ilumina con su brillo. (Lc 11, 33-36)
Nemo lucernam accendit et in abscondito ponit neque sub modio sed supra candelabrum, ut, qui ingrediuntur, lumen videant. Lucerna corporis est oculus tuus. Si oculus tuus fuerit simplex, totum corpus tuum lucidum erit; si autem nequam fuerit, etiam corpus tuum tenebrosum erit. Vide ergo, ne lumen, quod in te est, tenebrae sint. Si ergo corpus tuum totum lucidum fuerit non habens aliquam partem tenebrarum, erit lucidum totum, sicut quando lucerna in fulgore suo illuminat te ”.
Οὐδεὶς λύχνον ἅψας εἰς κρύπτην τίθησιν [οὐδὲ ὑπὸ τὸν μόδιον] ἀλλ' ἐπὶ τὴν λυχνίαν, ἵνα οἱ εἰσπορευόμενοι τὸ φῶς βλέπωσιν. ὁ λύχνος τοῦ σώματός ἐστιν ὁ ὀφθαλμός σου. ὅταν ὁ ὀφθαλμός σου ἁπλοῦς ᾖ, καὶ ὅλον τὸ σῶμά σου φωτεινόν ἐστιν· ἐπὰν δὲ πονηρὸς ᾖ, καὶ τὸ σῶμά σου σκοτεινόν. σκόπει οὖν μὴ τὸ φῶς τὸ ἐν σοὶ σκότος ἐστίν. εἰ οὖν τὸ σῶμά σου ὅλον φωτεινόν, μὴ ἔχον μέρος τι σκοτεινόν, ἔσται φωτεινὸν ὅλον ὡς ὅταν ὁ λύχνος τῇ ἀστραπῇ φωτίζῃ σε.

Ya hemos hablado de la necesidad de perdonar. En Lucas, nos volvemos a encontrar con un pasaje de este tipo:
Si tu hermano peca, repréndele; y si se arrepiente, perdónale. Y si peca contra ti siete veces al día, y siete veces se vuelve a ti, diciendo: ""Me arrepiento"", le perdonarás. (Lc 17, 3-4)
Si peccaverit frater tuus, increpa illum et, si paenitentiam egerit, dimitte illi; et si septies in die peccaverit in te et septies conversus fuerit ad te dicens: “Paenitet me”, dimittes illi ”.
ἐὰν ἁμάρτῃ ὁ ἀδελφός σου ἐπιτίμησον αὐτῷ, καὶ ἐὰν μετανοήσῃ ἄφες αὐτῷ· καὶ ἐὰν ἑπτάκις τῆς ἡμέρας ἁμαρτήσῃ εἰς σὲ καὶ ἑπτάκις ἐπιστρέψῃ πρὸς σὲ λέγων, Μετανοῶ, ἀφήσεις αὐτῷ.

Si ya habíamos aportado ejemplos en otros evangelistas sobre el perdón, también ha aparecido la necesidad de ser más servidores de los demás, que servirnos de ello.
Los reyes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los que ejercen el poder sobre ellas se hacen llamar Bienhechores; pero no así vosotros, sino que el mayor entre vosotros sea como el más joven y el que gobierna como el que sirve. Porque, ¿quién es mayor, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve. (Lc 22, 25-27)
Reges gentium dominantur eorum; et, qui potestatem habent super eos, benefici vocantur. Vos autem non sic, sed qui maior est in vobis, fiat sicut iunior; et, qui praecessor est, sicut ministrator. Nam quis maior est: qui recumbit, an qui ministrat? Nonne qui recumbit? Ego autem in medio vestrum sum, sicut qui ministrat.
Οἱ βασιλεῖς τῶν ἐθνῶν κυριεύουσιν αὐτῶν καὶ οἱ ἐξουσιάζοντες αὐτῶν εὐεργέται καλοῦνται. ὑμεῖς δὲ οὐχ οὕτως, ἀλλ' ὁ μείζων ἐν ὑμῖν γινέσθω ὡς ὁ νεώτερος, καὶ ὁ ἡγούμενος ὡς ὁ διακονῶν. τίς γὰρ μείζων, ὁ ἀνακείμενος · ὁ διακονῶν; οὐχὶ ὁ ἀνακείμενος; ἐγὼ δὲ ἐν μέσῳ ὑμῶν εἰμι ὡς ὁ διακονῶν.

Pero ahora, y puesto que estamos presentando a Jesús en este capítulo de Voces griegas y latinas, deberemos responder a la pregunta ¿Quién es Jesús?
Nos va a dar la respuesta el teólogo belga, de lengua flamenca, Edward Schillebeeckx. La hallamos en el libro Soy un teólogo feliz, del año 1993, presentado como una entrevista con Francesco Strazzari. En esa entrevista el italiano pregunta al belga:
Usted ha dicho y escrito muchas veces que Jesucristo es el centro de su reflexión teológica. Hay quienes manifiestan ciertas reticencias sobre “su” Jesús. Pero, ¿quién es Jesús para usted?
Es el don gratuito de Dios. La creación en cuanto tal es un don gratuito de Dios, que ha puesto al hombre en su autonomía. La creación es el presupuesto para entrar en relación con Dios. Él, creando, ha colocado al hombre en su humanidad, y el hombre, en su espiritualidad autónoma, puede entrar en relación personal con Dios. A esta relación la llamamos gracia. La creación es una especie de gracia, pero no es la gracia de la vida teologal, es decir, el diálogo intenso entre el hombre y Dios. La creación es poner al hombre como otro respecto a Dios, y los dos pueden entrar en relación recíproca, intersubjetiva. La intersubjetividad entre el hombre-criatura y Dios es la vida de la gracia. Esto presupone la creación del hombre como una persona que puede entrar en relación con Dios. Antes de darse una intersubjetividad o una interpresonalidad, es decir, la vida de gracia entre Dios y el hombre, debe existir una criatura. Por tanto, hay distinción entre gracia y creación. La alianza entre Dios y el hombre es la intersubjetividad, es la vida teologal del hombre.
Esta vida teologal está concentrada de manera única en Cristo, porque en él se da la plenitud de relación entre Padre e Hijo. Nuestra vida teologal es una participación en la vida de Cristo. En su filiación divina. Nosotros participamos de la relación Padre-Hijo, no somos esta relación. Sólo Jesús es relación interpersonal, nosotros solamente tomamos parte en ella. Aquí está la unicidad de Jesucristo.
Las religiones orientales hablan de la relación con Dios, pero no de la revelación de Dios. No conocen este concepto. Hay en ellas una mística del hombre, que, en su interioridad, encuentra a Dios; una especie de redención realizada por el hombre mismo, que entra en sí mismo y encuentra a Dios en su intimidad. El origen de la relación con Dios es el hombre mismo.
Hay una gran diferencia entre estas religiones y las religiones monoteístas: en éstas, Dios, como persona, se comunica. En las religiones orientales se entra en el misterio, a menudo una especie de vacío. No hay oración, no se ruega a Dios: es, solamente, sentirse en el misterio. Hay en ellas algo que fascina, pero sólo en las religiones monoteístas se da el Dios personal al que podemos dirigirnos con confianza, como hijos que hablan a su padre.
... Si, por una parte, no se puede aceptar el exclusivismo de que la salvación esté concentrada sólo en Jesús, afirmo, por otra, la unicidad absoluta de Cristo en la historia de las religiones, sosteniendo el valor positivo de las religiones no cristianas, porque son humanas. El criterio es la humanización. Si se da una religión que ofende y destruye al hombre y la dignidad humana, se trata de de una religión que se niega a sí misma. Una religión que humilla al hombre es, por definición, una forma equivocada de creer en Dios o, por lo menos, una religión que ha perdido el sentido de su propia interpretación así como el contacto con sus raíces auténticas.
Son ideas muy densas, que deben ser desarrolladas y profundizadas. El sufrimiento del hombre, la muerte de los inocentes, las enfermedades; todo esto pone en cuestión el silencio de Dios, que, sin embargo, está presente de forma gratuita.
Dios que se da gratuitamente, Dios que habla callando e inquietando; todo esto lo considero fundamental para la espiritualidad cristiana. Se puede decir que la religión profética cristiana es una religión de abandono místico y, al mismo tiempo, una religión de alta profecía, que compromete contra las injusticias por la liberación y la felicidad del hombre. Abandono y compromiso son los dos pilares de la religión cristiana, mientras que las otras religiones se caracterizan más por el abandono. El compromiso contra la injusticia es, para nosotros, esencial. Ahí es donde está la apuesta de Jesús mismo. Incluso sobre cruz el cristiano ve la presencia gratuita, elocuente, benévola de Dios. Que no quiere el sufrimiento, presente en la estructura misma de la creación. Dios está para vencer el mal y la injusticia. El hombre puede querer el mal, pero Dios no está obligado por este querer del hombre. Dios se opone a él con la mediación del hombre, que está llamado a luchar contra el mal.
Hasta aquí este, en verdad, denso, pero interesante, pasaje del teólogo belga.

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