viernes, 23 de marzo de 2007

Filoctetes revisitado (IIIa, los personajes: Neoptólemo, ¿naturaleza o educación?)

Para que los pocos lectores de nuestro blog se centren, recordamos lo que, hasta este momento, hemos publicado sobre la tragedia de Sófocles:
Filoctetes revisitado (I, el motivo y el mito)
Filoctetes revisitado (II, las sentencias dentro del argumento y la estructura. Primera parte)
Filoctetes revisitado (II, las sentencias dentro del argumento y la estructura. Segunda parte)
Filoctetes revisitado (II, las sentencias dentro del argumento y la estructura. Tercera parte)
Filoctetes revisitado (II, las sentencias dentro del argumento y la estructura. Cuarta y última parte)
Abordamos, pues, el tercer capítulo de esta serie dedicada a glosar la tragedia Filoctetes de Sófocles, que ofreceremos en seis partes. En él nos centraremos en cada uno de los tres protagonistas del drama.
En efecto, la tragedia nos ofrece un maravilloso e intrincado juego a tres bandas, con tres personajes de edades y caracteres totalmente diversos. Cabe decir que se necesitaban para esta tragedia tres grandes actores. Es nuestra intención destacar, relacionándolo con cada uno de los tres personajes de la obra, un aspecto relevante y de actualidad. En el caso del primer personaje, Neoptólemo, nos centraremos en un debate abierto en la época clásica griega: ¿está el carácter de la persona marcado por su naturaleza o se modela con la educación? Hablaremos también de otros aspectos, como la ética y la estética.
Primero, no obstante, estudiaremos la actitud del joven en la obra.
Ulises y Neoptólemo llegan a la isla de Lemnos dispuestos a recuperar el arco de Heracles y a su dueño, el arquero Filoctetes, necesarios según el oráculo para la victoria definitiva contra Troya. Saben que no le van a encontrar propicio a este designio, puesto que años atrás fue abandonado, herido y solo, en Lemnos por los mismos que hoy consideran su ayuda imprescindible. Ulises va dispuesto a utilizar cualquier trampa para engañar al hostil Filoctetes:
54-55 Te necesito para que, al hablarle, engañes con tus palabras el ánimo de Filoctetes (τὴν Φιλοκτήτου σε δεῖ / ψυχὴν ὅπως λόγοισιν ἐκκλέψεις λέγων).
No obstante, Ulises expresa su convencimiento sobre la naturaleza noble del hijo de Aquiles:
79-80 Sé, hijo, que no estás predispuesto por tu naturaleza a hablar así ni a maquinar engaños (ἔξοιδα, παῖ, φύσει σε μὴ πεφυκότα / τοιαῦτα φωνεῖν μηδὲ τεχνᾶσθαι κακά).
De todas formas de lo que se trata, le explica, es de conseguir la victoria; ya habrá tiempo después para mostrarse justos.
81 Pero es grato conseguir la victoria (ἀλλ᾿ ἡδὺ γάρ τι κτῆμα τῆς νίκης λαβεῖν).
82 Ya nos mostraremos justos en otra ocasión (δίκαιοι δ᾿ αὖθις ἐκφαινούμεθα).
En cambio, el joven Neoptólemo, hijo de Aquiles, desembarca dejando muy claro que:
88-89: Por mi naturaleza, no hago nada con medios engañosos, ni yo mismo, ni, según dicen, el que me dio el ser (ἔφυν γὰρ οὐδὲν ἐκ τέχνης πράσσειν κακῆς. / οὔτ᾿ αὐτὸς οὔθ᾿, ὥς φασιν, οὑκφύσας ἐμέ).
Neoptólemo está decidido sin duda a obligar por la fuerza a Filoctetes a acompañarlos a Troya con su arco, pero no se decide a engañarle a fin de lograr el mismo resultado:
90-91: Pero estoy dispuesto a llevarme a este hombre por la fuerza y no con engaños (ἀλλ᾿ εἴμ᾿ ἑτοῖμος πρὸς βίαν τὸν ἄνδρ᾿ ἄγειν / καὶ μὴ δόλοισιν·).
Añade además:
94-95 Prefiero fracasar obrando rectamente que vencer con malas artes (βούλομαι...καλῶς δρῶν ἐξαμαρτεῖν μᾶλλον ἢ νικᾶν κακῶς).
Odiseo le replica con argumentos propios de un sofista, de alguien que ha comprobado la fuerza de la persuasión, es decir, las palabras son instrumentos para conseguir los objetivos lo mismo que las acciones, ni más ni menos.
98-99 Y ahora, remitiéndome a las pruebas, veo que entre los mortales son las palabras y no los actos los que guían todo (νῦν δ᾿ εἰς ἔλεγχον ἐξιὼν ὁρῶ βροτοῖς τὴν γλῶσσαν, οὐχὶ τἄργα, πάνθ᾿ ἡγουμένην).
Neoptólemo pregunta por qué no se puede utilizar la persuasión en lugar del engaño:
102 ¿Y por qué hay que llevarlo con engaños, en lugar de convenciéndolo? (τί δ᾿ ἐν δόλῳ δεῖ μᾶλλον ἢ πείσαντ᾿ ἄγειν;).
Más adelante insistirá en ello:
1278-1279 Hubiera querido persuadirte con mis razones (ἀλλ᾿ ἤθελον μὲν ἄν σε πεισθῆναι λόγοις / ἐμοῖσιν).
En este punto hemos de hacer un paréntesis para citar a Jacqueline de Romilly:
Se puede decir que Grecia se movilizó contra la violencia. Esto inspiró su respeto apasionado por la ley, pero ese sentimiento se tradujo igualmente en otras formas más amplias, ya que a la violencia también se opone la persuasión… Hay que apresurarse a añadir la persuasión de la ley: siempre interviene allá donde la ley no gobierna. Preside los acuerdos. No se cansa de ir en contra de la violencia. Cómo no recordar que todos los crímenes y todas las venganzas de los que está hecha la Orestíada de Esquilo, se estrellan contra la soberanía justa de un tribunal, y que Atenea, entonces, intenta persuadir a las Erinias en lugar de forzarlas. Parece la profesión de fe del helenismo en el cenit de su perfección, cuando evoca “la persuasión majestuosa” que da a su palabra “dulce hechizo” (Las Euménides, 885-886:
Si persuasión majestuosa es algo muy sacrosanto – de mi lengua dulce hechizo – tú te quedarás aquí
ἀλλ᾿ εἰ μὲν ἁγνόν ἐστί σοι Πειθοῦς σέβας,
γλώσσης ἐμῆς μείλιγμα καὶ θελκτήριον
σὺ δ᾿ οὔν μένοις ἂν·

Y, para contestar en lenguaje humano a las palabras de la diosa, podríamos citar al joven Neoptólemo de Sófocles cuando aspira a convencer a Filoctetes en lugar de engañarlo y aprovecharse de su ventaja. Persuadir: ése es el resorte de esa democracia de la que se sentían tan orgullosos los griegos, quienes dejaban la coacción para los tiranos.
(Romilly, Jacqueline de, ¿Por qué Grecia?, Madrid, 1997 – páginas 249-250)
Finalizada la cita, continuamos.
Neoptólemo sigue oponiéndose a engañar a Filoctetes, pues no va con su naturaleza:
108 Y ¿no consideras vergonzoso, ciertamente, decir mentiras? (οὐκ αἰσχρὸν ἡγῇ δῆτα τὰ ψευδῆ λέγειν;)
En esta violenta oposición entre Ulises y Neoptólemo, se repite el contraste con que la Ilíada lo muestra frente a Aquiles, el padre de Neoptólemo. Éste dice a los embajadores en el canto IX:
307 Respondióle Aquiles el de los pies ligeros:
— Laertíada, de jovial linaje! ¡Odiseo, fecundo en recursos! Preciso es que os manifieste lo que pienso hacer para que dejéis de importunarme unos por un lado y otros por el opuesto. Me es tan odioso como las puertas del Hades quien piensa una cosa y manifiesta otra.

Τὸν δ᾿ ἀπαμειβόμενος προσέφη πόδας ὠκύς Ἀχιλλεύς·
διογενὲς Λαερτιάδη, πολυμήχαν᾿ Ὀδυσσεῦ,
χρὴ μὲν δὴ τὸν μῦθον ἀπηλεγέως ἀποειπεῖν,
ᾗ περ δὴ φρονέω τε καὶ ὡς τετελεσμένον ἔσται,
ὡς μή μοι τρύζετε παρήμενοι ἄλλοθεν ἄλλος.
ἐχθρὸς γὰρ μοι κεῖνος ὁμῶς Ἀΐδαο πύλῃσιν
ὅς χ’ ἕτερον μὲν κεύθῃ ἐνὶ φρεσίν, ἄλλο δὲ εἴπῃ.
También su hijo aborrece la mentira, y al convertirse en su instrumento, experimenta una sensación que le incomoda, le desconcierta, le produce angustia, e incluso le repugna.
Por eso, el joven Neoptólemo, cuya naturaleza noble ha destacado el propio Ulises, pregunta qué cara hay que poner cuando se miente:
110 Y ¿cómo se atreverá alguien a hablar así mirando a la cara? (πῶς οὖν βλέπων τις ταῦτα τολμμήσει λαλεῖν;).
Ulises le convence de que ahora tiene una ocasión de hacerse reputar por sabio y no sólo por valiente:
119 Serías reputado por sabio tanto como por valiente (σοφὸς τ᾿ ἂν αὑτὸς κἀγαθὸς κεκλῇ᾿ ἅμα), empleando con decisión las fintas de la palabra, lo mismo que en su momento las fintas de la espada. En algunas ocasiones, más vale maña que fuerza; en todas, más vale que la maña acompañe a la fuerza. Lo que Ulises ofrece a la consideración de Neoptólemo para persuadirlo es sin duda una «razón de Estado», pero no anónima y burocrática, sino realzada de gloria y nombradía. Y Neoptólemo la acepta porque, como dice más adelante:
925-926 La justicia y la conveniencia me obligan a obedecer a los que están en el poder (τῶν γὰρ ἐν τέλει κλύειν / τό τ’ ἔνδικόν με καὶ τὸ συμφέρον ποιεῖ).
La justicia y la conveniencia no eran todavía conceptos opuestos en la tragedia griega.
Ulises le ha convencido, no sin esfuerzo y usando su capacidad retórica, a que se gane la confianza, con engaños y con astucia, de Filoctetes.
El joven, pues, a regañadientes y porque está en juego el interés colectivo, obedece:
120 Lo haré, liberándome de todo sentimiento de vergüenza (ποήσω, πᾶσαν αἰσχύνην ἀφείς)
la autoridad de un hombre mayor y más experimentado que él.
Desde el comienzo de su encuentro con Filoctetes (162-167), Neoptólemo está impresionado por la terrible desgracia del hombre al que debe engañar. Su encuentro con el arquero le permite descubrir la alegría que provoca en el abandonado y excluido héroe el encuentro con un ser humano, y además griego, el gozo que experimenta el ahora miserable arquero al escuchar sonidos en su lengua. Filoctetes, además, va adquiriendo confianza en el joven hijo de Aquiles, hasta el punto de postrarse de rodillas, como suplicante, ante Neoptólemo y rogarle que le devuelva a su patria y, por ende, a la civilización, de la que ha estado excluido.
Cuando ha conseguido que Neoptólemo acceda a llevarlo (él cree que a su patria, aunque, en realidad, le lleva a Troya), Filoctetes sufre una aguda crisis de su enfermedad y el hijo de Aquiles contempla el dolor físico que sacude a Filoctetes en todo su desarrollo: primero tratado de ocultar, después desatado con crueldad y finalmente desembocando en un sueño profundo y liberador. Antes, no obstante, Neoptólemo ha recibido de manos del enfermo la mayor prueba de su confianza, nada menos que el arco y las flechas, su único medio de vida, de una vida mísera y terrible en una isla solitaria.
Es aquí cuando algo en ese “alma noble” del joven empieza a agitarse. Se inicia un proceso de arrepentimiento, un proceso psicológico interesante que el propio Neoptólemo remarca con sus intervenciones.
El inicio está en el verso 806:
Sufro desde hace rato, mientras lamento las desgracias que te afligen (ἀλγῶ πάλαι δὴ τἀπὶ σοὶ στένων κακά).
Quien había actuado con resolución aplicando el plan, lleno de engaños, de Ulises, empieza a mostrarse arrepentido, tocado por la compasión que le produce Filoctetes.
Se encuentra en una situación embarazosa:
895 A partir de este momento, ¿qué debería hacer yo? (τί δῆτ᾿ ἂν δρῷμ’ ἐγὼ τοὐνθένδε γε).
897 No sé adónde debo dirigir una embarazosa resolución (οὐκ οἶδ᾿ ὅποι χρὴ τἄπορον τρέπειν ἔπος).
899 Es que me encuentro ya en una situación de angustia (ἀλλ᾿ ἐνθάδ᾿ ἤδη τοῦδε τοῦ πάθους κυρῶ).
Más adelante certifica que la compasión por Filoctetes le ha marcado profundamente:
965-966 Una profunda compasión por este hombre se ha apoderado de mí, y no ahora por primera vez, sino ya antes (ἐμοὶ μὲν οἶκτος δεινὸς ἐμπέπτωκέ τις / τοῦδ᾿ ἀνδρὸς οὐ νῦν πρῶτον, ἀλλὰ καὶ πάλαι).
Hasta el propio Filoctetes ha observado que Neoptólemo está sufriendo por su innoble comportamiento:
1010-1012 Y que no sabía más que cumplir lo ordenado, quien incluso evidencia ya a las claras que sufre de penoso modo por las faltas que ha cometido y por el mal que me hizo (ὃς οὐδὲν ᾔδει πλὴν τὸ προσταχθὲν ποῖειν, / δῆλος δὲ καὶ νῦν ἐστιν ἀλγεινῶς φέρων / οἷς τ᾿ αὐτὸς ἐξήμαρτεν οἷς τ᾿ ἐγὼ ᾿ παθον).
Finalmente, esa compasión le hará decidir la reparación del engaño:
1224 Voy a enmendar cuantos yerros cometí antes (λύσων ὅσ᾿ ἐξήμαρτον ἐν τῷ πρὶν χρόνῳ).
Y a Ulises le aclara qué acción errónea ha cometido:
1228 Someter a un hombre con engaños y embustes vergonzosos (ἀτάταισιν αἰσχραῖς ἄνδρα καὶ δόλοις ἑλών).
Y mantiene esta decisión de reparar su error, a pesar de las dificultades que le causan la oposición de Ulises y la desconfianza y terquedad de Filoctetes.
Primero, confiesa el engaño, después le devuelve a Filoctetes su arma, ante la ira y las amenazas de Ulises y, cuando, inmune a cualquier persuasión, Filoctetes se niega a acompañarlos a Troya por las buenas, se decide a dar un último paso: la promesa de llevar al apestado enfermo a su patria, que antes había sido parte de un astuto y engañoso plan, será realidad.
Ni la anunciada gloria (119 Serías reputado por sabio tanto como por valiente = σοφὸς τ᾿ ἂν αὑτὸς κἀγαθὸς κεκλῇ᾿ ἅμα), ni la venganza de los jefes aqueos (1404 ¿Cómo escaparé de la acusación de los aqueos? = αἰτίαν δὲ πῶς ᾿Αχαιῶν φεύξομαι;) le frenan.
Apoyado en su joven amigo, Filoctetes se dirige al barco que le ha de llevar a su tierra.

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