viernes, 15 de junio de 2007

Filoctetes revisitado (IIIj, los personajes: Filoctetes: la exclusión, el dolor físico y moral)


Seguimos con nuestros artículos dedicados al personaje de Filoctetes, en la tragedia homónima de Sófocles.
De esta fuente hemos sacado la siguiente información, muy interesante para nuestro artículo.
“Sobre la enfermedad y su tratamiento literario podemos tomar como referentes obras tan dispares como El idiota de Fiodor Dostoiewsky y La montaña mágica de Thomas Mann. Estas obras nos dan puntos de vista diferentes, sin embargo coinciden en presentarnos al enfermo, como infirmus que es, fuera del sistema social.
Y así quedará recluido en un mundo que se le hace a medida: Hans Castorp, recluido voluntariamente seducido por el morbo de la enfermedad, y su primo Joachim, que está realmente enfermo de tisis, como la sociedad centroeuropea del momento, en Davos.
El idiota noble en su propia inseguridad, como insegura y enferma se hallaba la aristocracia rusa, como portador del mal sagrado, la epilepsia.
De la misma manera Filoctetes queda aislado en su refugio insular. También Edipo a las puertas de Atenas, en Colono, lejos de Tebas. Y es que podríamos analizar la enfermedad desde el punto de vista que nos han legado autores bien diversos, aunque no podemos negar nuestra afición al Filoctetes de Sófocles, o al Edipo rey y su conclusión Edipo en Colono, como tampoco podemos negar el tratamiento literario que da Sófocles a sus obras a partir, probablemente, de su devoción a Asclepio, devoción que dota su obra de una piedad que provoca la emoción más sincera. Sófocles, según Mª Rosa Lida, “el más homérico de los trágicos […] pone como centro de su drama el más vulgar de los inexplicables azares divinos: la enfermedad”.
Analiza esta autora la obra de Sófocles en relación a la enfermedad y afirma que aunque Alcestis, Fedra, Orestes y Télefo son personajes enfermos, sin embargo Filoctetes marca los parámetros del enfermo «el solo y el enfermo».
Manifiesta Filoctetes una enfermedad no originada por el hombre, la serpiente que muerde a Filoctetes no es sino una representación de las fuerzas del mal que emanan de antiguas fuerzas ctónicas y que tan bien son representadas por todo tipo de reptiles en general y de serpientes en particular. Filoctetes, recluido en su dolor, habita en un lugar solitario, desolador y triste. Dice Neoptólemo:
38-39 Hace secar al sol unos andrajos llenos de hedionda sanies.
El enfermo se cuida a sí mismo como puede. Frente a él la actitud de Odiseo representa la del hombre «de Estado»:
1048-1052 Cuando se precisa semejante hombre, tal soy yo, y cuando es el momento de hombres justos y buenos, a nadie hallarás más frío que yo. Sí, mi carácter es desear la victoria de cualquier modo.
Con estas palabras se nos manifiesta el héroe como la misma representación de un estado frío y pragmático, frente a él está el enfermo con su hambre, con el dolor de sus heridas, abandonado a su suerte. Dice Mª Rosa Lida: «Sófocles llega a lo más primitivo de la pena trágica, a la enfermedad que degrada al hombre, por eso sitúa a su héroe fuera de la sociedad humana»
La enfermedad es un estigma, la maldición de la enfermedad es, desde los antiguos, una maldición sagrada: una evidencia de nuestra culpa, y todos podemos ser culpables, ni que sea de los pecados de nuestros padres, ni que sea de los pecados de nuestros hijos, aunque no entendamos el por qué todos somos culpables. Nadie está libre, y en el ensueño de una fingida tranquilidad deviene un sobresalto y se nos quiebra el tiempo. El rencor se abre en el espacio mínimo de un segundo interminable, se agrieta resquebrajando la carne que antes se sentía satisfecha.

El dolor se hace insoportable por lo sorprendente de su llegada y se marca así la frontera de la enfermedad, no sabemos si ignominiosa para nosotros o para los demás. Y es que la enfermedad no es un hecho aislado y personal, afecta también a la familia y a la comunidad toda, como la peste que asola la Tebas de Edipo a causa de su culpa. Difícilmente se mantiene oculta porque la enfermedad tiene lacras que evidencian la mancha, esté donde esté. El desequilibrio que se precipita en nuestro cuerpo se manifiesta, a pesar de los intentos de ocultación por miedo a la diferencia, por temor a que se produzca la segregación, el confinamiento. El jugar un papel asignado nos resguarda del mal de la segregación, incluso se nos permitirá jugar desde dentro sigilosamente, a reventar el sistema, de forma clandestina, nunca a las claras, sin apartarse de ese sistema, y si alguien lo hace debe atenerse a las consecuencias: marginación, soledad… Son las reglas, reglas no escritas, pero asumidas desde siempre, desde antiguo, cuando la diferencia primera se manifestó al percibir una mancha en la piel, un cabello de color encendido o unos ojos glaucos".

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