miércoles, 28 de noviembre de 2007

Voces griegas (y latinas) desde Castellón (VII)

Seguimos con el repaso a la Ética Nicomáquea de Aristóteles y pasamos al Libro IX, en el que, al igual que en el VIII y como ya hemos comprobado en el anterior capítulo, se trata sobre la amistad. En este libro los diferentes capítulos son:
1. Diferencias entre amigos.
2. Conflictos que surgen en la amistad.
3. Ruptura de las amistades.
4. Condiciones que se requieren para una disposición amistosa.
5. La amistad y la benevolencia.
6. La concordia.
7. Bienhechores y favorecidos.
8. El amor a sí mismo.
9. La amistad, necesaria para la felicidad.
10. Limitación del número de amigos.
11. Necesidad de amigos en la prosperidad y en el infortunio.
12. Aspiración a la convivencia.

Nosotros no vamos a hablar de todos ellos, pero aconsejamos su lectura detenida, porque poseen razonamientos muy interesantes. Sin embargo, no hemos podido evitar dejar aquí, a modo de pincelada, algunos de ellos.
Del capítulo 1 destacamos:
Tales cosas como estas acaecen cuando el amador ama al amado por su deleite, y el amado al amador por su provecho, y no sucede al uno y al otro lo que pretendía. Porque como el amistad era por esto, deshácese el amistad cuando no sucede aquello por cuya causa se amaron. Porque estos tales no se amaban el uno al otro, sino lo que habla en el uno y en el otro, que eran cosas no firmes ni seguras, y así ni tampoco lo eran las amistades dellos. Pero el amistad de los hombres virtuosos, como cosa que en sí misma se funda, permanece, como ya está dicho arriba. (traducción de Pedro Simón)
Estas cosas ocurren cuando uno quiere al amado por causa del placer, y el otro al amante por interés, y ninguno de los dos tiene lo que esperaba. Por esa razón, pues, se produce la disolución de la amistad existente al no lograr aquello por lo cual se querían, porque no amaba el uno al otro, sino lo que poseía, y esto no es permanente, y, así, tampoco las amistades. En cambio, la amistad basada en el carácter es por su naturaleza permanente, como hemos dicho. (traducción de Julio Pallí).
En el 4 leemos:
Con todas sus fuerzas es bien que procure huir de la maldad y trabaje de ser bueno, porque desta manera terná paz y amistad consigo mismo y será también amigo de los otros.
Que Pallí traduce así:
Debemos hacer todo esfuerzo para evitar la maldad e intentar ser buenos, porque de esta manera no sólo uno puede tener disposiciones amistosas consigo mismo, sino también llegar a ser amigo de otro.

El 8, que versa sobre el amor a sí mismo, dice entre otras cosas:
Cosa es, pues, muy clara y manifiesta que el ser de cada un hombre consiste, señaladamente, en el entendimiento, y que el buen varón más particularmente ama a éste que a otra cualquier cosa. Y por esto el buen varón es amigo de sí mismo en otra diferente especie de amor, de la que vulgarmente es vituperada, y tan diferente de aquélla, cuanto es el vivir conforme a razón del vivir conforme al afecto y apetito, y cuánto difiere el apetecer a lo honesto, o lo que parece que conviene, y a los que los honestos hechos por diversas vías los procuran, todos los aman y los alaban. Si todos, pues, anduviesen a porfía sobre quién hará más honestas cosas, y encaminasen sus propósitos a hacer las cosas más ilustres, sucedería que los mayores bienes serían comúnmente para todos, y también para cada uno en particular, pues es el mayor de los bienes la virtud.

Seguimos ahora, con los capítulos que hemos seleccionado, y a los que aportamos un mínimo comentario.

Libro IX. Sobre la amistad (continuación).
Muchas amistades se rompen, porque se basaban en el placer o en la utilidad y, cuando éstos faltan, es lógico que quienes se decían amigos ya no se quieran. Nos quejaríamos con razón, si una persona fingiera amarnos por nuestro carácter, es decir, por nosotros mismos, pero, en realidad, buscara el placer o el interés. Si, en cambio, nos engañamos creyendo que nuestros amigos nos aman por nuestro carácter, la culpa es nuestra.
Hay entre las frases de este párrafo una interesante: Lo malo ni es digno de ser amado ni debe amarse (οὔτε δὲ φιλητὸν τὸ πονηρὸν οὔτε δεῖ).
Es también destacable que Aristóteles recomienda que antes de romper una amistad hay que tratar de corregir al amigo y sólo dar por terminada una amistad con alguien que se ha vuelto malvado y no tiene curación.
Es también digna de mención esta afirmación: “¿cómo podrán ser amigos, si no tienen los mismos gustos, ni se alegran ni apenan por las mismas cosas? Pues ellos no tendrán los mismos sentimientos entre sí, y sin esto no pueden ser amigos, porque no es posible la convivencia” (πῶς ἂν εἶεν φίλοι μήτ᾿ ἀρεσκόμενοι τοῖς αὐτοῖς μήτε χαίροντες καὶ λυπούμενοι; οὐδὲ γὰρ περὶ ἀλλήλους ταῦθ᾿ ὑπάρξει αὐτοῖς, ἄνευ δὲ τούτων οὐκ ἦν φίλους εἶναι· συμβιοῦν γὰρ οὐχ οἷόν τε.)
3. Ruptura de las amistades.
Hay también alguna duda acerca del deshacer las amistades o no para con los que no perseveran. Aunque entre los que son amigos por utilidad o por deleite, cuando ya dellas lo tal no les procede, no es maravilla que las tales amistades se deshagan, porque eran amigos de aquellas cosas, las cuales faltando, estaba claro que no se habían de querer bien. Pero entonces se podría quejar uno con razón, cuando amándole uno por su utilidad o por deleite, fingiese amarle por sus costumbres y bondad. Porque, como ya dijimos al principio, hay muchas maneras de amistades y de amigos, cuando no son amigos de la misma manera que pensaban. Pues cuando uno desta manera se engañare, que pretendiere ser amado por sus costumbres y virtud, no obrando él cosa ninguna que a virtud huela, quéjese de sí mismo; pero cuando este mismo, fingido del otro, le engañare, con justa razón del tal que le engañó podrá quejarse, y tanto con mayor razón que de los que hacen moneda falsa, cuanto contra más ilustre cosa se comete la maldad. Pero si uno admite a otro por amigo, pretendiendo que es hombre de bien, y después sale ruin, o parece serlo, ¿halo de querer bien con todo eso? ¿O diremos que no es posible, pues no toda cosa es amable, sino la que es buena? No es, pues, el malo cosa amable, ni conviene amar al malo, porque ni es bien ser amigo de ruines ni tampoco parecerles, y está ya dicho en lo pasado, que lo semejante es amigo de su semejante. ¿Hase, pues, de romper luego el amistad o no con todos, sino con aquellos, cuya maldad es incurable?; pero a los que son capaces de corrección más favor se les ha de dar en lo que toca a las costumbres, que en lo que a la hacienda, cuanto las costumbres son mejores que ella y más anexas a la amistad. Aunque el que tales amistades descosiese, no parece que haría cosa fuera de razón, porque no había tomado amistad con el que ser agora se demuestra. No pudiendo, pues, conservar al que de tal manera se ha mudado, apártase dél. Pero si el bueno persevera y el malo se mejora en la virtud, pero con todo eso entre la virtud del uno y la del otro hay mucha distancia, ¿halo de tener por amigo, o diremos que no es posible? Porque cuando en las personas hay mucha distancia, manifiesta cosa es que no es posible, como en las amistades trabadas dende la niñez. Porque si el uno se queda mochacho en cuanto al entendimiento, y el otro sale varón de mucha suerte, ¿cómo podrán estos tales perseverar en su amistad, pues ni se agradaran de unas mismas cosas, ni recebirán contento ni pena con unas mismas cosas, ni el uno al otro se darán contento? Y donde esto no hay, no es posible ser amigos, porque no pueden entre sí tratar conversación. Pero destas cosas ya arriba se ha tratado. Y, pues, ¿no se ha de tratar más cuenta con el tal, que si nunca se hobiera conocido? ¿O conviene acordarse de la pasada conversación? Y así como juzgamos que debemos antes complacer a los amigos que a los extranjeros, de la misma manera a los que fueron nuestros amigos por el amistad pasada se les ha de conceder alguna cosa, sino cuando por algún exceso de maldad vino a romperse el amistad.
En el capítulo 9 del libro IX, Aristóteles afronta la cuestión de si la amistad es necesaria para la felicidad. Tras una afirmación harto discutible, como otras muchas de Aristóteles, en cuanto a que los dichosos y los que se bastan por sí mismos no tienen necesidad de amigos, Aristóteles hace una bonita afirmación: “el amigo, que es otro yo, nos procura lo que no podemos obtener por nosotros mismos” (τὸν δὲ φίλον, ἕτερον αὐτὸν ὄντα, πορίζειν ἃ δι᾿ αὐτοῦ ἀδυνατεῖ); el pronombre αὐτοῦ se refiere al hombre feliz (περὶ τὸν εὐδαίμονα) de quien se habla en el fragmento.
Aristóteles cita el verso 667 del Orestes de Eurípides ὅταν δ᾿ ὁ δαίμων εὖ διδῷ, τί δεῖ φίλων; (cuando la divinidad proporciona bienes, ¿qué necesidad hay de amigos?), para indicar que parece poco razonable o absurdo (ἄτοπος) asignar todos los bienes al hombre feliz sin darle amigos, que parecen ser el mayor de los bienes externos (τῶν ἐκτὸς ἀγαθῶν μέγιστον εἶναι).
Es curioso el fragmento en el que se dice: “se investiga si hay más necesidad de amigos en la prosperidad que en la desgracia, ya que el desgraciado necesita bienhechores y los afortunados, personas a quienes hacer el bien”. Luego viene otro fragmento, en el que hay una frase muy conocida: “quizá es también absurdo hacer del hombre dichoso un solitario, porque nadie, poseyendo todas las cosas, preferiría vivir solo, ya que el hombre es un ser social y dispuesto por la naturaleza a vivir con otros” (ἄτοπον δ᾿ἴσως καὶ τὸ μονώτην ποεῖν τὸν μακάριον· οὐδεὶς γὰρ ἕλοιτ᾿ ἂν καθ᾿ αὑτὸν τὰ πάντ᾿ ἔχειν ἀγαθά· πολιτικὸν γὰρ ὁ ἄνθρωπος καὶ συζῆν πεφυκός).
Conclusión: “el hombre feliz necesita amigos” (δεῖ ἄρα τῷ εὐδαίμονι φίλων).
Otras afirmaciones interesantes: “debe también tener conciencia de que su amigo existe, y esto puede producirse en la convivencia y en la comunicación de palabras y de pensamientos, porque así podría definirse la convivencia humana, y no, como en el caso del ganado, por pacer en el mismo lugar”.
Y concluye el capítulo 9 con un añadido importante a la conclusión antes indicada: “luego el hombre feliz necesitará amigos virtuosos” (δεήσει ἄρα τῷ εὐδαιμονήσοντι φίλων σπουδαίων).
9. La amistad, necesaria para la felicidad.
Dúdase también si el bien afortunado (aquí debe entenderse, el hombre afortunado) tiene necesidad o no de amigos, porque dicen algunos que los prósperos y bien afortunados, y que para sí mismos son harto bastantes, no tienen necesidad de amigos, pues tienen todos los bienes que se pueden desear, y que, pues, para sí mismos ellos se son harto bastantes, de ninguna otra cosa tienen necesidad, y que el amigo, siendo otro él, hace lo que el tal por sí mismo no pudiera. Y por esto, dicen comúnmente:
A quien es favorable la fortuna, Necesidad de amigos ha ninguna;
pero parece cosa del todo apartada de razón que, los que al bien afortunado todos los bienes le atribuyen, le quiten los amigos, lo cual parece ser el mayor bien de los exteriores. Porque si mayor perfición de amigo es hacer bien que recebirlo, y es proprio del bueno y de la virtud el hacer a otros buenas obras, y más ilustre cosa es hacer bien a los amigos que a los extranjeros, el bueno necesidad, cierto, terná de amigos a quien haya de hacer bien. Y por esto también se disputa en cuál de los dos tiempos hay más necesidad de amigos: ¿en la adversidad o en la prosperidad?, casi dando a entender que el que está puesto en adversidad tiene necesidad de amigos que le hagan bien, y los puestos en próspera fortuna han menester también amigos a quien hagan buenas obras. También parece, por ventura, cosa ajena de razón hacer al bien afortunado solitario, porque ninguno escogería ser a solas señor de todos los bienes, pues el hombre es animal civil y amigo de vivir en compañía, y el bien afortunado también ha de tener esto, pues tiene las cosas que son de su naturaleza buenas. Cosa es, pues, muy cierta y manifiesta, que es mejor vivir en compañía de amigos hombres de bien, que en compañía de extranjeros y gentes no conocidas. De suerte que también tiene necesidad de amigos el que está puesto en próspera fortuna...
El ser, pues, decíamos que era cosa de escoger, porque lo sentíamos, siendo bueno, y semejante sentimiento de suyo es aplacible. Conviene, pues, también del amigo sentir que es, lo cual consiste en el vivir en compañía, y comunicarse en conversaciones y en los pareceres, porque esto parece que es lo que en los hombres llamamos vivir en compañía, y no como en los ganados el pacer juntos en un pasto. Pues si al bien afortunado le es cosa de desear, de suyo, el ser, por ser naturalmente cosa buena y aplacible, por lo semejante le será también la del amigo, y el amigo será una de las cosas que son de desear. Y lo que a cada uno le es de desear, esto ha de tener en sí, o será, en cuanto a aquella parte, falso. El bien afortunado, pues, necesidad terná de amigos virtuosos.
Hasta aquí los fragmentos de Aristóteles que hemos seleccionado en esta revisión que llevamos a cabo sobre lo que dicen los autores clásicos acerca de las relaciones humanas y los aspectos con ellas relacionadas. Aún no hemos terminado con el Estagirita, a quien "oiremos" en un siguiente capítulo.

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