martes, 11 de diciembre de 2007

Voces griegas (y latinas) desde Castellón (VIII)

Los seguidores de este espacio comunicativo virtual saben que iniciamos ya hace tiempo, en concreto el día de nuestra onomástica, una serie dedicada a reflexionar sobre fragmentos y textos de autores griegos y latinos que escribieron sobre aspectos relacionados con la condición humana, la postura ante las dificultades, la elección de las amistades, las "virtudes" que debemos cultivar, la relación con nuestros semejantes, el carácter y la personalidad o la forma de comunicarnos con los demás.


Antes de realizar un paréntesis en la serie mencionada, dedicado, de forma absolutamente merecida a Santa Cecilia y a obras en ella inspiradas, habíamos escrito dos artículos en los que aportamos fragmentos de la Ética a Nicómaco de Aristóteles, centrados en la amistad, tratada en los Libros VIII y IX de dicha obra.
Continuamos, pues, con nuestro repaso del Libro IX de la Ética a Nicómaco de Aristóteles, en la que se trata sobre la amistad. Abordamos hoy el capítulo 11 de dicho libro.

Necesitamos amigos tanto en la prosperidad como en el infortunio. La amistad es más necesaria en el infortunio, pero más noble en la prosperidad. Es también interesante la reflexión sobre la presencia de amigos en el infortunio. Por una parte, la presencia de los amigos es una especie de remedio para el dolor, ya que el amigo nos consuela con su presencia y sus palabras; pero, por otra parte, es doloroso ver al amigo afligido por nuestras desgracias, porque todo hombre evita ser causa de dolor para los amigos.
Otra reflexión:
“Deberíamos invitar a nuestros amigos a compartir nuestra buena fortuna (porque es noble hacer bien a otros = εὐεργετικὸν γὰρ εἶναι καλόν), y tardos en requerirlos en las desgracias porque los males se deben compartir lo menos posible.”
11. Necesidad de amigos en la prosperidad y en el infortunio.
Pero ¿en qué tiempo son más necesarios los amigos, en la próspera fortuna o en la adversa? Porque en ambas se procuran, y los que están puestos en trabajos tienen necesidad de socorro, y también los bien afortunados han menester amigos con quien conversen, y a los cuales hagan buenas obras, porque desean estos tales bien hacer. En la adversidad, pues, es cosa más necesaria el tener amigos, y así allí son menester amigos útiles, pero en la prosperidad es más honesta cosa, y así, en ésta, se procura tener amigos buenos. Porque el hacer bien a tales y vivir con tales es cosa más de desear, pues la misma presencia de los amigos, así en la prosperidad como en la adversidad, es aplacible, porque los afligidos parece que quedan aliviados cuando se duelen juntamente los amigos de su pena. Por esto, ¿dudaría alguno si los amigos toman parte de la pena, como quien toma parte de una carga? ¿O no es la causa esto, sino que la presencia dellos, como es aplacible, y el entender que aquéllos se conduelen, les alivia la tristeza? Pero si por esta causa, o por otra, se alivian, no lo disputamos.
Parece, pues, que sucede lo que habemos dicho, y la presencia de los tales parece ser una como mezcla, porque el ver los amigos cosa aplacible es, y señaladamente a los que están puestos en trabajos, y siempre hay algún socorro para no entristecerse; porque el amigo es cosa que acarrea consuelo, así con su vista como con sus palabras, si es en ello diestro, porque le conoce la condición, y sabe qué cosas le dan gusto y cuáles también pena. Pero el sentir que el amigo se entristece por sus infortunios, le da pena, porque todos rehúsan de ser a los amigos causa de tristeza, y así, los hombres que son naturalmente valerosos, recátanse de que sus amigos reciban pena de su pena; y si con su esfuerzo no vencen la tristeza que en ellos veen, no pueden sufrirlo, y a los que lamentan con él del todo los despide, porque ni aun él no es amigo de hacer llantos semejantes. Pero las mujercillas, y los hombres de afeminadas condiciones, huélganse con los que lloran, y suspiran con ellos, y ámanlos como a amigos y personas que se duelen dellos. Pero en todas las cosas habemos de imitar siempre a lo mejor.
Pero la presencia de los amigos en la próspera fortuna tiene aplacible así la conversación como también el pensamiento y consideración, porque se alegran con los mismos bienes. Y por esto parece que conviene que a las cosas prósperas llamemos prontamente a los amigos (porque el ser amigo de hacer bien es honesta cosa), pero a los trabajos y adversidades recatadamente; porque lo menos que posible fuere habemos de dar a nadie parte de los males, de donde se dijo aquello:
Baste que yo esté puesto en desventura;
pero cuando, a costa de poco trabajo suyo, pueden hacerle mucho bien, en tal caso conviene darles parte. En el convidarse parece que se ha de hacer al revés, que a los que están puestos en trabajos se ha de ir sin ser llamado y prontamente (porque el oficio del amigo es hacer bien, y particularmente al que lo ha menester, y al que parece que no se osa desvergonzar a pedirlo, porque a ambos es más honesto y más aplacible el hacer bien); pero en las prosperidades, para hecho de servir en algo, hase de ir prontamente (porque también son menester para esto los amigos), pero para recebir bien base de ir perezosamente, porque no es honesta cosa ser uno pronto en el recebir las buenas obras. Aunque habemos de procurar que no nos tengan, por ventura, en opinión de, hombres rústicos y mal criados en el rehusarlas, porque esto también acontece algunas veces. Pero la presencia de los amigos en todos parece ser de desear.

La amistad es definida como una comunidad (κοινωνία γὰρ ἡ φιλία). Los amigos aspiran a la convivencia.
Muy interesante esto:
“Y lo que cada hombre considera que es la existencia o aquello que él prefiere para vivir, esto es en lo que desea ocuparse con los amigos, y, en cada caso, los amigos pasan los días juntos con aquellos que más aman en la vida; porque, queriendo convivir con los amigos, hacen y participan en aquellas cosas que creen que producen la convivencia”.
12. Aspiración a la convivencia.
Acaece, pues, que así como a los enamorados les es la más aplacible cosa de todas el mirar, y más apetecen este sentido que todos los demás, como cosa por donde más entra y se ceba el amor, así también los amigos lo que más apetecen es el vivir en compañía, porque la misma amistad es compañía, y de la misma manera que uno se ha para consigo mismo, se ha también para con el amigo, y el sentir uno de sí mismo que es, cosa cierto es de desear, y por la misma razón el sentir lo mismo del amigo lo será. Pues el ejercicio deste sentimiento consiste en el vivir en compañía; de manera que no es cosa ajena de razón el desearlo; y en aquello en que consiste el ser de cada uno, o por cuya causa desean el vivir, en aquello mismo quieren conversar con los amigos. Y así, unos se festejan con convites, otros con jugar a los dados, otros con ejercicios de luchas, otros con cazas, o en ejercicios de filosofía, conversando cada unos dellos en aquello que más le agrada de todas las cosas de la vida.
Porque deseando vivir con sus amigos hacen estas cosas, y comunícanlas con aquellos con quien les agrada el vivir en compañía. Es, pues, la amistad de los malos perversa, porque como son inconstantes participan y comunícanse lo malo, y hácense del todo perversos, procurando parecer los unos a los otros; pero la de los buenos es buena y perfeta, porque con las buenas conversaciones crece siempre la virtud. Y así parece que cuanto más se ejercitan y más los unos a los otros se corrigen, tanto mejores se hacen, porquereciben los unos de los otros las cosas que les dan contento. De donde dijo bien Teognis (Teognis de Megara), como arriba dijimos:
Del bueno aprenderás las cosas buenas.
De la amistad, pues, baste lo tratado. Síguese agora que tratemos del deleite.


Hasta aquí los fragmentos de Aristóteles que hemos seleccionado en esta revisión que llevamos a cabo sobre lo que dicen los autores clásicos acerca de las relaciones humanas y los aspectos con ellas relacionadas.

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